El recorrido no fue fácil para Mariana Genesio Peña, que se sintió por primera vez mujer a los siete u ocho años cuando todavía las palabras travesti o transexual tenían un uso casi marginal. De a poco fue encontrando su lugar, dejó su Córdoba natal para probar suerte en Buenos Aires con el sueño de actuar, y se enamoró del director Nicolás Giacobone con quien se casó en 2015. Cuando él ganó un Oscar por Birdman, ella encandiló al mundo desde la alfombra roja.
"Estoy viviendo un año laboral hermoso. En todos los aspectos de mi vida es un gran año", reflexiona Mariana, que se convertirá mañana en una de las protagonistas de Pequeña Victoria, la nueva ficción de Telefe que cuenta la historia de cuatro mamás y una beba. Y que llevará a discutir nuevas formas de la familia, la maternidad y -al fin- el amor, desde el prime time de la televisión.
"Emma es un personaje hermoso al cual le presté mucho de mí, y estoy como enamorada", cuenta Genesio Peña sobre la mujer trans a la que interpreta. Emma es la donante de esperma que participa del tratamiento de fertilidad impulsado por Jazmín (Julieta Díaz), que se desarrollará en el cuerpo de Bárbara (Natalie Pérez). La cuarta protagonista es Selva (Inés Estévez), que desarrolla un vínculo casi por casualidad con las tres madres restantes el día del nacimiento.
"En un principio Emma lo hace por una necesidad económica. Después va descubriendo que detrás de eso hay un deseo muy profundo de ser madre, y se manda a conocer a la bebé cuando nace", cuenta la actriz sobre los inicios de su personaje en la ficción.
—Victoria es un nombre sumamente emblemático. Vos venís transitando un recorrido que tuvo momentos muy difíciles, ¿sentís que esta consagración es tu propia victoria?
—Sí, todavía me da un poco de pudor llamarlo consagración… Pero sí, lo tomo como una victoria, totalmente. Hace poco más de 10 años que vivo en Buenos Aires, y vengo buscando este momento desde que llegué. Si bien nunca perdí las esperanzas y ni dejé de prepararme, cada año que pasaba sentía: "Se va pasando pasando la oportunidad, el tren…". También estoy entendiendo que el momento es este, porque la sociedad es otra, yo soy otra.
—Se avanzó, pero todavía nos faltan espacios en la televisión y en los medios para personas trans.
—Sí, falta. De todas maneras me gusta destacar que al menos en Latinoamérica somos de avanzada. Estamos avanzando, no diría a pasos agigantados, pero estamos avanzando. El hecho de que un canal como Telefe tenga a una actriz trans como una de las protagonistas, y que además muestra un mundo en el cual se incluye a otras actrices trans: no hay personas o actores haciendo de trans. Y también me gusta destacar que no estamos mostrando lo que estamos acostumbrados a ver cuando vemos un personaje trans en una ficción.
—No es una prostituta.
—No es una prostituta. No es una persona que tiene problemas con drogas. Seguramente tocaremos esos temas, porque la ficción muchas veces se refleja de la realidad, y la realidad es que la mayoría de las personas trans por momentos transitamos esas zonas oscuras de la sociedad. Pero Pequeña Victoria muestra, al menos en el mundo de Emma y de sus amigas trans, un mundo lleno de optimismo.
—Telefe también encaró temáticas de género cuando hicieron 100 días para enamorarse, con un personaje como el de Maite Lanata, que hizo que en todas las casas se hable y se normalice el tema.
—Sí, absolutamente. El caso del personaje de Maite Lanata fue realmente muy importante porque abrió la cabeza de todos y fue muy educativo. En el caso de Pequeña Victoria, creo que además de educativo, si se quiere, porque no es la intención, va a ser revolucionario porque se va a mostrar. No se intenta ni adoctrinar, ni educar, ni pretender que el otro acepte y entienda, simplemente se va a mostrar que las personas trans tenemos los mismos problemas y virtudes que cualquier otra persona.
—Gina, tu personaje en El Marginal, tuvo excelentes críticas. Ahora viene Emma. Si mirás para atrás, cuando costó un poco más, cuando tal vez en alguna situación fuiste discriminada, ¿hay alguien a quién le quisieras decir: "Viste que podía"? ¿Hay una reivindicación en esto?
—Sí, pero no desde un lugar de: "Tomá y mirá". En todo caso a mí misma, me gustaría volver al pasado y decirme: "¡Qué bueno!".
—¿Qué consejo le das a la que eras de chiquita en el momento más crítico de tu recorrido?
—Que no pierda su esencia. Que el envase es un envase y que lo importante está adentro. Y que hay que estar seguro de eso. Cuando vos estás seguro de lo que hay adentro, todo lo demás es nada: no vale nada, se disuelve, se diluye la discriminación. Es mágico, realmente.
—En El marginal tuviste escenas muy jugadas, inclusive desnudos. ¿Cómo las viviste?
—Lo que me tocó hacer en El marginal fue lo que más me costó hacer como actriz. La muerte de Gina fue muy impactante. Fue muy difícil a nivel técnico porque había que hacerlo en reversa para que sea el efecto, había un equipo de efectos especiales. Además yo estaba desnuda, totalmente expuesta; por supuesto, estaba muy contenida, pero mi mayor preocupación era lo actoral porque nunca había actuado una muerte, y me parecía que una muerte mal actuada pasa de ser un chiste. Entonces decía: "Si esta muerte sale mal actuada, puede ser un paso en falso para mí".
—¿A quién choluleaste en Hollywood?
—¿A quién no choluleé? Yo soy muy cholula. A todo el mundo choluleé.
—¿Pediste fotos?
—Pedí fotos. Apenas terminó la ceremonia de los Oscar fui corriendo a pedirle un autógrafo o una selfie a Nicole Kidman, y me dijo que no.
—¿Por qué?
—Muy mala onda. Me dijo: "No puedo en este momento". Hay como un código en el que no se pueden pedir selfies.
—¿Seguiste intentando con algún otro o no?
—No, no pedí más selfies. Sí me pasó en una fiesta antes de los Golden Globe, que organizó Leonardo Di Caprio, una recepción para el equipo de Birdman. Estaba mi marido, estaba lleno. Era el penthouse del Sunset Boulevard, en Los Ángeles. Era como un departamento de tres ambientes y estaba lleno de celebrities; yo nunca había estado tan cerca. Estaba como sobrepasada y me tomé unas cuantas copas de champagne. En un momento agarré a Amy Adams, que me encanta ella como actriz, me acerqué y le dije: "Vas a ganar". Ella me miraba como diciendo: "¡Sáquenme a esta borracha, por Dios!".
—Vos, cual amiga de toda la vida…
—Cual amiga de toda la vida. Abrazándola así, bien argenta, tirándole el aliento a champagne caliente.
—¿Tu marido?
—No, Nicolás estaba en el otro cuarto, y cada vez que me veía, me veía más borracha. Después fuimos a una fiesta en Londres para los BAFTA, que son como los Oscar de Londres, en el Kensington Palace, muy, muy top, pero muy top. Y me la encontré a ella: apenas me vio, se dio vuelta y salió para otro cuarto (risas).
—Dijo: "No, otra vez con la argentina no, que se vuelva a Córdoba".
—Sí, sí, sí, mal.
—Con el personaje de Emma, ¿te despertaron ganas de ser mamá?
—No ganas de ser mamá, pero sí descubrí que tengo una conexión increíble con los bebés. Pero por ahora no.
—¿Por ahora, o descartado para siempre?
—Yo no descarto nada para siempre.
—¿Qué te pasa cuando algún comunicador o referente del mundo artístico cuestiona el género, y dice que una persona trans no es hombre o no es mujer a partir de los genitales?
—No me pasa nada, no es algo de lo que me hago cargo. De hecho cuando me preguntan: "¿Vos cómo te sentís?", me aburre la pregunta. Digo: "Bueno, pero explicame: ¿por qué necesitás saber eso?".
—La ignorancia del otro es un problema del otro.
—Sí. Ni siquiera es ignorancia: quisiera saber cuál es la necesidad. ¿Qué necesidad tenés, si vos estás viendo lo que ves?
—Una bomba.
—Bueno, soy una bomba. No me preguntes si me siento hombre, mujer, travesti, trans, porque ni siquiera yo lo sé. Soy una persona. Mi nombre es Mariana.
—¿Te costó mucho el recorrido hasta acá?
—No (risas). Me costó como le cuesta a todo el mundo. Creo que si en algún momento la vida no es difícil, es para preocuparse.
—Y de acá para adelante, ¿qué soñás? La foto con Nicole Kidman la tenemos pendiente…
—Quiero que ella venga a pedirme una foto y decirle "Ahora no puedo…". (risas).