"Es una vida entera", resalta Liliana Parodi, quien lleva más de 30 años en los medios y logró convertir su apellido en sinónimo de televisión, una industria dirigida por hombres.
La gerente de programación de América creó algunos de los formatos que marcaron hitos en la pantalla, pero no siempre estuvo a cargo de las decisiones. Comenzó como Asistente de producción y no teme contar que tuvo altibajos en el recorrido que la llevaron a convertirse en quién es.
Fue Eliseo Álvarez, quien le dio su primer trabajo en Radio América, el que la convocó a escribir un libro para Editorial Planeta. "La charla comenzó con una pregunta: '¿A qué le tenés miedo?'", recuerda Liliana sobre esa serie de entrevistas que terminaron convirtiéndose en una autobiografía donde relata una historia desconocida para la mayoría de quienes están acostumbrados a verla detrás de cámara, en los programas en vivo del canal de Palermo.
"Si yo pude, todos podemos. Bueno, es una exageración: yo sé que no todos podemos. Se me dio mi posibilidad dentro de las carencias económicas que había en mi familia. A lo mejor hubo un sostén afectivo que me empujó", recuerda, destacando que la educación siempre fue fundamental. "En Primero Superior me hicieron escribir cien veces 'No debo conversar en clase'. Pero también me acuerdo cuando terminé primario y me preguntaron: '¿Qué vas a hacer? ¿Estudiás o trabajás?'. Hoy no se me ocurriría pero en ese momento era así, porque la carencia económica familiar era muy dura".
Aun haciendo el secundario, a los 15 años Parodi tuvo que trabajar para ayudar en la familia: "Vivíamos en el Gran Buenos Aires, y vivir ahí es duro si vivís en un barrio complicado. Y nosotros vivíamos en barrios complicados. Lo que más duele de eso, aunque pasaron más de 40 años, es que las cosas siguen siendo difíciles para poder salir de la vida que te toca", reflexiona, y explica que se animó a contar su historia para que muchas personas, sobre todo mujeres, se animen a volver e empezar.
—Si tenés una charla imaginaria con esa nena que eras, que no soñaba la posibilidad de tener un cargo tan importante en un medio de comunicación y que tuvo un recorrido más complicado, con privaciones, ¿qué le decís?
—Cuando me veo ahí como nena me da un poquito de pena de mí. No lo vivía como una nena angustiada porque me faltaba económicamente o no podía resolver, pero a la vuelta de la vida pienso que sí, que a uno le dolía la diferencia social. Cuando vas a la escuela, por ahí tenías que usar las zapatillas de plástico, y te gustaban las que tenían los otros. Ese tipo de cosas, duelen. A esa nena que fui le diría: "Mirá, es posible, vos podés". A veces tenemos como muy poco valor de nosotros mismos. En la etapa de la adolescencia nos sentimos espantosos. A veces, cuando somos mujeres y la vida va andando y no resolvemos nuestros problemas afectivos, nos sentimos morir todo el tiempo. Todo eso va haciendo que te desvalorices.
—En el libro también contás la búsqueda tu papá biológico.
—Sí, porque mis padres se separaron antes de que yo naciera. Después mi madre se casa, tengo un padre adoptivo y comparto la vida. No recibí de ahí el afecto que hubiese deseado. Había llegado a mis 20 años y no era un tema para resolver. Sin embargo cuando cumplí 29 años quise resolverlo y busqué esa relación biológica. Llegué a conocerlo y a conocer también a mis hermanos, con los que sigo tratándome, así que tengo mis hermanos de toda la vida y mis hermanos después de los 29 años. Tengo un familión y una cantidad de sobrinos increíble.
—¿El apellido Parodi de quién es?
—De mi papá adoptivo, y es el de mis hermanos. Si bien yo no tengo un recuerdo amoroso, porque la relación de mi mamá con su marido fue dura, en el medio yo soy "la Parodi".
—Es una marca.
—Le debo la marca.
—¿Con tu mamá sí tuviste un vínculo amoroso?
—Con mi mamá tuve siempre un muy buen vínculo. Lo seguimos teniendo. Es una mujer de muchísimo carácter que llevó adelante la familia, sola. Su mamá también era una mujer que tenía un carácter súper amoroso, mi abuela, y ambas fueron las que llevaron adelante sus hogares. Hubo ahí una cosa de mujeres fuertes.
El protagonismo, al otro lado de las luces
Liliana estudió periodismo y locución pensando que trabajaría en periodismo audiovisual, que sería notera o haría aire en radio. Sin embargo el crecimiento sucedió detrás de cámara: "Tenía mucha inseguridad sobre mí misma, inseguridades físicas, inseguridades de todo tipo. Soy muy exigente con la gente que está ante cámara: a veces no puedo decir las cosas que les digo, que pienso y no se las digo, porque me parece que deberían tener más responsabilidad de la que a veces se tiene para conducir, para llevar adelante una nota, para lo que fuera. Así que también lo era conmigo. Esas inseguridades hicieron que me quedara detrás de cámara, y el crecimiento se hizo ahí", analiza.
—¿Todavía disfrutás de tu trabajo en el detrás de cámara?
—Sí, absolutamente. Lo disfruto y lo sufro. Lo sufro cuando las cosas no salen bien. Lo sufro por el rating. Lo sufro por la situación del país, que incluye a la industria de la televisión. Lo sufro porque en la tele, como en tantas cosas en la vida, hay proyectos que enseguida mueren porque no funcionan, y entonces es una frustración. Y lo que sale bien lo disfruto, pero lo disfruto absolutamente, sí.
—Hay mucha gente que te debe la carrera.
—Hay gente con la que yo trabajé desde cero y hay otros grandes con los que yo tuve la suerte de trabajar. Iba como con los ojos así, abiertos, los oídos, a aprender de ellos.
—¿Te gusta descubrir gente?
—Sí, me encanta. Y también me encanta que se acerquen. Ahora estamos trabajando no solo con mi ojo sino con el del equipo, y de repente invitan a tal periodista para que venga de columnista en tal programa; yo no lo conozco, y después tienen razón. Tenés que tener un semillero porque muchas veces nos vamos poniendo grandes, y a su vez, la gente va circulando o se va a otras empresas. En todos los grupos de trabajo de América hay gente en la que nosotros estamos apostando.
—¿Cuál es el divismo más grande que te hayan pedido, esos caprichos que pueden tener los conductores cuando necesitan un mimo?
—(Risas) No les hago caso a los caprichos. Los de América no tienen grandes caprichos. Mirá que hemos trabajado con Mirtha y con Moria. ¿Sabés el divismo que tuvieron todos? Mirá que ridículo. ¿Viste cuando teníamos las fotos en los pasillos del canal? Cuál era la foto que iba primera, segunda, tercera, cuarta, quinta… A mí me parecía como de chicos. O por ahí, las promociones: el lugar que se le pone a las promociones genéricas. Ese tipo de cosas. También lo veo como un cuidado de su imagen, no lo veo como un divismo.
—¿El llamadito de todos los días?
—Ponele que hizo un buen rating y no le dijiste: "¡Qué bueno!". Hablamos de un rating mejor del que hacen habitualmente, y en eso yo soy a veces un poco distante, u olvidadiza, u ocupada de otras cosas, y a lo mejor no reparo en esos detalles que a las personas les gusta.
Los límites
—¿Qué no estás dispuesta a hacer por rating?
—No es que todo lo que pongo al aire esté de acuerdo, ni con los temas, porque a veces me parecen aburridos, no me gustan, pero son lógicos. Tengo una cuestión moral y ética con una vara bastante alta. Tal invitado o la forma de encarar algunos temas, la falta de respeto; esas cosas sí, las cuido.
—¿Por ejemplo?
—Me he enojado porque trataran bien en un reportaje a una persona como: "Hola, ¿qué tal amigo? ¿Cómo estás?", y esa persona había sido denunciada por abuso. Eso me saca mal, me enojo mucho. Ese tipo de cosas donde a lo mejor, como era una persona conocida, yo no pretendía que la trataran mal pero tampoco que le dijeran: "Hola, ¿cómo te va tanto tiempo, hermano del alma?". Una distancia periodística porque la persona en ese momento está acusada. Esas cosas sí me enojan. O las charlo. Y las charlo duras.
—Sos una mujer de carácter.
—Sí, sí.
—¿Ese carácter te trajo hasta donde estás?
—Eso es lo que yo siempre digo: me trajo hasta acá. Se ve que viene de familia, ya venía en el envase.
—Creaste algunos de los programas que marcaron la historia de la televisión. Si tenés que elegir tres de esos bebés, ¿con cuáles te quedás?
—Recuerdo con mucho afecto a Movete porque era el programa femenino de la mañana que fue disruptivo. A la mañana con ese humor de Georgina (Barbarossa), después Carmen (Barbieri). Esos sketches que hacíamos, los reportajes, los mano a mano, esa cosa de magazine loco, me encantó hacerlo y me divertí mucho. No existía hacer esos magazines.
—¿Intrusos también va en esa terna?
—Intrusos claro, sí. En ese momento yo estaba en mi ostracismo, cada tanto me mandan al ostracismo, estaba ahí sentada, y entonces el gerente de Programación me dice si quería hacer un programa de espectáculos con Jorge Rial. "Sí, sí, ¿cómo no?", le dije. A mí me gustaba un formato de España que era Crónicas Marcianas, pero no tenía nada que ver con el espectáculo. Me puse con Jorge y se generó el primer Intrusos.
—Que va a cumplir 20 años.
—Sí, va a cumplir 20 años. En esa época nos divertimos. Primero era chimento, espectáculo, pero con mucho humor, y después sí ya le empezamos a poner cosas más bravas. Después pasé de nuevo a la producción general, a la Gerencia de Programación. De esa época es mi hijito. Y el último es Intratables, claro. Es la mezcla de todo. Aparte tanto Intrusos como Intratables son hijitos muy criticados: tenés que quererlos mucho porque te tenés que aguantar la crítica también.
—¿Cómo viviste el alejamiento de Santiago del Moro?
—Fue como: "¡Uh, qué ganas de romperme la monotonía!". Porque cuando vos tenés algo armado y de repente… Pero él tenía en su mente cerrado el ciclo con la política y no le podía poner más porque era su límite. En este año político que tenemos lo hubiese sufrido. Así que el Santiaguito del Millonario no es el mío, pero está muy bien.
—¿A quién de otra pantalla te gustaría tener y todavía no convenciste?
—¿Que no convencimos? Salvo, a Susana y a Tinelli, los demás de alguna u otra manera, como panelistas, como conductores, han estado.
—¿Cuántas veces te encontrás discutiendo por plata en el canal? ¿Cuántas veces quisieras tener más presupuesto del que tenés?
—Eso es lo que me dio la vida a mí: adaptarme al presupuesto que tengo. Me adapté al presupuesto que tengo desde que nací. Eso te hace bastante creativo. En mi casa había que cocinar lo que fuera, y entonces tenías que proveerte de eso que había ahí, no podías decir: "¿Por qué voy a hacer guiso si yo me comería unas milanesas de lomo increíbles?". No había milanesas de lomo, entonces te hacías un guiso súper rico y la vida continuaba. Y en términos de tu vida cotidiana o de tu trabajo, lo llevás adelante igual. No sé qué haría con mucha plata para hacer un programa. Vos te manejás con el presupuesto que la industria te da, no por la empresa en la que trabajes.
—¿Hay alguien que digas: "Esta persona no se sienta en el canal, a esta persona acá no se la entrevista"?
—Ha habido. Ha habido situaciones que vos decís: "No chicos, no. Por lo que piensa, por lo que dice, la verdad que no es necesario, no, no…". Ahí tenés algunos límites que tienen que ver con lo que representa esa persona políticamente, pero no políticamente por su ideología sino por su violencia política, por su violencia como hombre. Como mujeres también. Porque no el hecho de ser mujer nos representa como diferentes por lo buenas, también tenemos mujeres, como los hay hombres violentos, cercanos al delito o con una vida que a mí no me interesa.
—¿Querés decir quién o preferís no?
—No, porque pasó hace mucho tiempo. Sentía que no era necesario, no lo vamos a hacer.
Contenido y dinero: las dos caras de una misma moneda
—¿Preocupa que el rating en la televisión caiga y que crezca en otras plataformas?
—A la industria le preocupa. Es un momento de quiebre, es un momento que en la historia después se recordará como el reacomodamiento de la televisión de aire, de la televisión de cable, de los medios digitales, de las redes, etcétera. También está en juego el dinero con el que podemos hacer las cosas.
—Y la torta publicitaria se reparte.
—Claro, la torta se reparte, pero hay que ver quién produce los contenidos. O sea, el rey es el que produce los contenidos. Los medios tradicionales también tenemos que sostener nuestros contenidos a partir de seguir sosteniendo nuestros ingresos, o nuestros contenidos se van a achicar o los vamos a poder comercializar de otra manera.
—Hay quien dice que la tele puede desaparecer, de la radio también pensaron en algún momento que iba a desaparecer y no sucedió.
—No, yo no creo eso. También tenés que pensar que hay intereses que hacen que la gente repita eso. Vos hacés una campaña, decís: "Esto se termina, esto se termina". Entonces todo el mundo empieza a preguntarte: "¿Se termina?". En este caso le tocó a la tele.
—30 años de televisión es un recorrido de vida y de carrera. ¿Qué te falta hacer?
—¿En la tele? Siempre creo: "Uy, Dios, no tengo más ideas, se me terminaron". Siempre estoy pensando eso. "¿Cuándo va a surgir algo nuevo? Se me tiene que ocurrir algo distinto". Todo el tiempo me trabaja la cabeza para eso. Pero siempre pienso que ya está, y algo surge. O sea que lo nuevo lo estoy buscando, siempre lo estoy buscando.
—Y en la vida, ¿qué te falta hacer?
—El éxito profesional, económico, es una parte de la vida y te hace independiente como mujer. A las chicas les digo: "La independencia económica es la única que importa porque a partir de eso vos podés manejarte". Ahora, el éxito emocional, el éxito de ser una persona con tus emociones y lo que hayas elegido en la vida, ser madre, ser pareja, ser solo, lo que sea, y si en eso sentís que está completo, entonces eso sí es lo más importante de la vida. Afortunadamente en mi madurez también logré que eso sea lo más importante de mi vida. Y lo es.
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