¿Quién quería ser millonario?: el premio máximo de la televisión argentina no llega a los 40 mil dólares

En 1996 Susana regaló un millón de pesos, el mismo monto que ponía en juego Julián Weich en el 2001. Hoy Santiago del Moro regala dos millones y el pozo de Pasapalabra está cerca de dicha suma. Aunque numéricamente es el doble, los premios no valen lo mismo

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En un momento memorable de la televisión, en 1996, Irma ganó un millón de pesos en el programa de Susana Giménez -también se llevó dos "televisores color"-. Era una de las primeras veces en la historia de la pantalla que un concursante se hacía con semejante suma gracias a la suerte: su carta fue seleccionada entre millones y luego ella adivinó dónde estaban las sílabas que formaban el nombre de la diva.

Susana Giménez entregó  un millón de pesos en 1996 (Telefe)

Hoy, Susana sigue regalando la misma suma y a veces un poco más, ya que el pozo acumulado arrancó en un millón y semana a semana aumenta. En ¿Quién quiere ser millonario? los participantes juegan por dos millones y en Pasapalabra el pozo vacante está por alcanzar el mismo monto. Pero, ¿son realmente millonarios los premios de hoy como lo eran antes?

La primera edición del ciclo hoy conducido por Santiago del Moro en Argentina estuvo a cargo de Julián Weich y fue emitida en el 2001 por El Trece. En ese momento el premio máximo era de un millón de pesos, numéricamente la mitad, pero mucho más en valor.

En febrero del 2018 Martina ganó más de un millón de pesos en Pasapalabra (El Trece)

En ese momento, la recompensa equivalía a un millón de dólares. La actual en cambio, equivale a 35 mil dólares aproximadamente.

Para tener una idea, en el 2001 el precio del metro cuadrado en Flores por ejemplo, era de 920 dólares y hoy es de 2.359. Con lo cual, el máximo ganador del programa de Del Moro hoy solo podría comprarse algo menos de quince metros cuadrados, algo así como una habitación  y media nada más. En la primera emisión del ciclo, le hubiera alcanzado para comprar más de una decena de departamentos de tres ambientes en el mismo barrio.

Si el concursante en cambio quisiera irse de viaje al exterior, entre pasaje, estadía  y demás gastos, ya no le bastaría con responder bien solo las primeras preguntas y plantarse en el juego, sino que tendría que, de base, asegurar los 180 mil pesos.

Por ejemplo, un pasaje a Nueva York ida y vuelta $40.000 + quince días de hotel a un promedio de 100 dólares por día, $85.500 + 50 dólares por día en concepto de comida (sándwich al paso) y subte, $42,750: TOTAL $168.250. Sin contar el grupo familiar, salidas extras, entradas a museos o excursiones y compras.

Otro motín  tentador es un auto, pero para hacerse de un vehículo, el participante debería promediar la tres cuarta parte del juego, cosa que hasta ahora nunca pasó. Ya que actualmente un rodado 0 kilómetro de gama media ronda el millón de pesos.

Ante la pregunta ¿qué harías con un millón de pesos? las respuestas podían disparar la imaginación para cualquier lado. Antes, quien ganaba el premio mayor en un programa de televisión soñaba con comprar su primera casa, no trabajar más o dejar todo para recorrer el mundo. En cambio hoy, los participantes buscan arreglar su hogar o cambiar los muebles o tomarse las vacaciones que tenían pendientes.

Emilse, la joven estudiante de enfermería que cambió su vida gracias a ¿Quién quiere ser millonario?

Aún así, como dice su conductor, "¿Quién quiere ser millonario? Es el programa que te cambia la vida" y quienes pasaron por el estudio ubicado en Martínez ya no volvieron a ser los mismos. Como fue el caso de Emilse, la joven cartonera y estudiante de enfermería que ganó 300 mil pesos pero que gracias a la pantalla pudo cambiar de trabajo, o Diego, el mecánico que estaba sin trabajo y que se llevó medio millón de pesos que le sirvieron para reponerse y armar su propio taller. Ni hablar de José Maria Bordone, que a los 90 años y luego de haberse llevado 180 mil pesos, bajo el apodo de "El Oráculo" se convirtió en una figura de la televisión.

Hace un tiempo los programas repartían sumas estrambóticas que si el ganador sabía cómo administrarlas, le podían cambiar rotundamente la vida. Hoy el premio en dinero es una ayuda inmensa, pero no el único motivo que mueve a los participantes, ya que los programas de trivias (con ayuda de las redes sociales) se convirtieron en una ventana al país a la hora de contar historias y compartir causas, lo que resulta tanto o más importante que los pesos en juego.

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