Luis Novaresio tiene una gran particularidad: es un hombre serio por donde se lo mire pero nunca una persona solemne. Puede estar de lo más atildado y de punta en blanco, pero resulta absolutamente cercano, llano y sencillo. Sabe de todo lo que habla. Es imparcial en sus conceptos y el contenido periodístico que trata, pero al mismo tiempo le entendemos cada palabra porque en sus dichos siempre está por delante el más común de los sentidos: el sentido común.
Hizo del "debo decir" una manera de adelantarse a sus argumentos de un modo honesto en medio de voces grandilocuentes o exageradas: su tono siempre es conciliador y no por eso menos categórico. Gran entrevistador -uno de sus mayores méritos- y tozudo editorialista, ha hecho de sus programas de radio y televisión, como así también en sus columnas en Infobae, un estilo personal indiscutido.
Cuidadoso de su vida privada, en estas 12 respuestas nos permite acercarnos a cuestiones cotidianas desconocidas: sus manías, sus cábalas, el amor, su infancia en Rosario, los inicios en el medio periodístico, su llegada a la gran ciudad y hasta saber si es bueno para la cocina.
1. —¿Cuál es el recuerdo más feliz de tu infancia?
—En mi barrio de Cochabamba al 500, en Rosario, al lado de un club de barrio, yendo a la pileta y volviendo caminando a mi casa, con mis amigos y mis vecinos. La vida siendo hijo único no fue sencilla porque siento que no fui un hijo único malcriado: me hubiese gustado tener un hermano para compartir un montón de cosas. Así y todo una infancia feliz.
2. —¿Por qué elegiste Derecho como carrera y cómo seguiste luego desde el periodismo?
—Elegí Derecho por descarte. Yo quería ser periodista pero la facultad de Periodismo en Rosario se había cerrado, venirme a La Plata era muy difícil, ni siquiera en la UBA había periodismo todavía. Era época de la dictadura, así que elegí Derecho bajo el lema de "serás lo que debas ser y sino… Serás abogado". Después de insistir mucho, por un aviso en el diario La Capital de Rosario, que pedían jóvenes universitarios con vocación periodística, me presenté. No me seleccionaron, quedé como primer suplente, pero una de las titulares quedó embarazada y me llamaron. Nunca sentí que toqué el techo en Rosario, no creo en eso de los techos; uno siempre tiene mucho por hacer. Venir a Buenos Aires fue una mera casualidad, llegué a lo de (Mariano) Grondona porque una amiga sabía de mi trabajo y me propuso, pero no sentí que me vine porque había tocado techo allá.
3. —Danos tres nombres de personas que te ayudaron en este medio.
—Voy a dar más de tres nombres porque son muchos más a los que tengo que agradecerles. Acá en Buenos Aires, Miriam Pasarello y Pablo de Francesco, que son los que me eligieron para proponerme a Grondona. Después a Daniel Hadad, a quien le debo casi todo en esta carrera. Y especialmente a Juan Cruz Ávila, uno de los tipos más generosos para trabajar. Y muy especialmente a Jorge Rial, que fue el que me escuchaba en Radio 10 y propuso que me viniera a Radio La Red. Alguien a quien hoy le debo mucho es Agustín Vila, entonces director de La Red. También tengo que agradecerle especialmente a Pamela David, quien me dio un gran lugar en su programa, Desayuno Americano.
4. —¿Cuál fue el día más triste de tu vida?
—Los días más tristes fueron los que se murieron mis viejos. Soy hijo único de una familia muy pequeña. Perder la sangre es bravo.
5. —¿Qué programa que está al aire te gustaría conducir?
—No tengo un programa favorito que me gustaría conducir. Mi programa favorita es el de las entrevistas que hago todos los días. Siento que podría conducir un programa como el de Andy (Kusnetzoff) o como el de Mirtha (Legrand); tienen mucho que ver con lo que yo hago. O podría conducir un noticiero.
6. —¿En qué situaciones de la vida te enojás? ¿Cómo expresás ese enojo?
—Me enojo, y muy seguido. Se me nota en la cara, en el tono de voz, en la forma. Sí, se sabe: grito. Se sabe clarito que me enojo. En lo laboral, me enoja la falta de disciplina y rigurosidad. El error está siempre, pero no me perdono que sea porque no lo laburamos o porque no lo hicimos bien. Y en la vida me enojan un montón de cosas: el tránsito, el estado del país, el modo poco afectuoso de hacer lo que uno hace.
7. —¿Cuál creés que es el futuro político de Mauricio Macri?
—Creo que políticamente Macri estuvo destinado a ser el primer presidente de centro derecha elegido por los votos. No me atrevo a decir que terminó su carrera, porque en la Argentina el reciclado político es inexplicable.
8. —¿Cuántas veces en tu vida te enamoraste?
—Me enamoré dos veces.
9. —¿Sos buen cocinero? ¿Cuál es tu mejor plato?
—Cocino aceptablemente bien. No tengo mucho tiempo para hacerlo, pero me divierte. Y creo que lo que mejor cocino son las pastas.
10. —¿Conducirías un programa de tele en remera?
—Por supuesto, me encantaría. No sé si (la gerente de Programación de América, Liliana) Parodi me dejaría. Pero si me preguntan si me afeitaría la barba para conducir, la respuesta es no.
11. —En el reportaje que le hiciste a Cristina Fernández, ¿sentiste en algún momento que estabas interrogándola, como ella te reprochó después?
—Sí, claro que sentí que la estaba interrogando. La entrevista es interrogatorio, respuesta y repregunta, pero no como lo planteó ella, casi torturándola. Eso es nada más que una ausencia de ejercicio de la doctora Fernández para ser entrevistada. No siento haber sido más incisivo. Probablemente fue la nota que más preparé, probablemente sea la nota que con mayor rigurosidad y mayores datos pregunté, y probablemente sea la nota en la que más intenté representar el concepto de la entrevista. La entrevista no es un acto de juzgamiento del entrevistado, en la entrevista el contenido es rey: hay que conseguir que el entrevistado diga la mayor cantidad de cosas. Estoy muy satisfecho con lo que hice. El resto lo hace el público, y uno mismo después en una nota de opinión. Pero la entrevista es la entrevista.
12. —¿Tenés manías?
—Bueno, no sé si llamarlas manías, pero tengo algunas cuestiones… No me gusta que me lean el diario papel antes; si lo leen antes, suelo irme a buscar otro diario. No me gusta que me plieguen los diarios, o que me saquen los suplementos. Me gustan los números impares, me levanto siempre a horas impares, no pares. Me persigue el número 77, estoy muy atento a esto. Y sí, trato de bajar siempre por el mismo lugar cuando voy a hacer el programa. Sí, soy cabulero.
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