Este miércoles 28 de agosto millones de argentinos despiden a una de las cocineras más populares y, a su vez, didácticas: Blanca Cotta murió a los 94 años. Y con ella se van miles de recetas que deleitaron a varias generaciones, las que aprendieron a cocinar de su mano -o al menos, a intentarlo-, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones y sus particulares dibujos, toda una marca de Cotta.
Hija de un maestro y poeta de Chivilcoy, Pedro Juan Manuel Cotta, y menor de cuatro hermanos (nació minutos después de su mellizo, Roberto), Blanca Helena se asomó al mundo el 14 de marzo de 1925, en Buenos Aires. "Aunque me programaron en Tandil", decía, divertida. Luego de pasar un tiempo en el Interior del país, criándose en el campo, se radicó con su familia en el sur del Gran Buenos Aires. Allí inició sus estudios y su formación académica como docente; se recibió con medalla de honor.
"Yo no elegí Quilmes para vivir: fue mi destino -contó alguna vez en una entrevista realizada por ex alumnos suyos-. Vivíamos en La Pampa y mi padre era allí director de la Escuela Normal. Un día recibió la noticia que lo trasladaban a Quilmes. ¡Y aquí aterrizamos, allá por el año 1932! Comencé mis estudios primarios, desde primer grado inferior, con la señorita Sara Vilá. Aquí me recibí de maestra. Aquí, en Quilmes, pasé los mejores años de mi adolescencia. Aquí conocí a Carlos (Geronés, su marido). Aquí eché a volar los sueños más lindos de mi adolescencia. Aquí disfruté del tiempo en que éramos todos y no había ausencias cuando nos reuníamos alrededor de la mesa".
VER TAMBIÉN: Ocho deliciosas recetas de Blanca Cotta para recrear en casa
Cosas del destino, o caprichos del corazón: con Carlos se unió sentimentalmente más de tres décadas después de conocerse, y recibirse juntos. Blanca se enamoró perdidamente de él cuando ya tenía 50 años. A los 21 se había casado con su primer marido, con quien tuvo dos hijas: Patricia y Graciela.
Si bien la cocina estuvo en la vida de Blanca desde siempre, fue después de ser mamá -y tras recibirse de profesora en Letras y dar clases de Política Educacional- cuando se sumergió en ese mundo de ollas y sartenes. Así fue como un día de 1953 llegó a ser secretaria de redacción ("con sueldo de cadete", remarcaba) de la revista Mucho Gusto, de la que fue parte hasta 1960; escribía Cuadernos de apuntes bajo el pseudónimo Annie Rose.
En la publicación comenzó con sus dibujos, a los que definía de "espantosos". Pero si eran tan feos, ¡¿por qué ningún editor los rechazaba?! "Porque los hacía gratis…", respondía Cotta, pícara. Y en rigor, mentía. No por el dinero, sí por la calidad de sus viñetas: el dibujo era otra de sus grandes pasiones. Y desde ahí también se la terminaría identificando.
Luego Blanca -quien nunca perdió las ganas de aprender: bromea con ser "alumna vitalicia" de Inglés-pasó a la versión televisiva del ciclo Buenas tardes, mucho gusto, que se emitía por Canal 13, una de las principales vidrieras de las máximas exponentes de la cocina y los temas que importaban a la mujer actual. Para su compañera Petrona Carrizo de Gandulfo (o Doña Petrona, simplemente), Cotta hacía "la cocina loca", y eso la "divertía". Por entonces, pese el reconocimiento, seguía viajando en el tren Roca desde Quilmes a Capital.
En el diario Clarín comenzó con sugerencias para la ama de casa en el Suplemento Rural, para luego integrarse al suplemento dominical con recetas propias o recreadas del recetario histórico argentino. Además, desde la revista Anteojito se dedicaba a presentar recetas fáciles para que los chicos pudieran realizar en su casa.
En la suya, cocinaba Cotta, claro. "Aunque Carlos a veces se mete…", contaba, por lo bajo. Allí también seguía escribiendo las recetas en su vieja máquina de escribir Olivetti. Y aunque cueste creerlo, sostenía que no se consideraba "importante en el mundo de la cocina". Se explicaba: "Lo mío es el pasito corto; en cambio, hay gente de carrera". Y no, no es justo. Porque quienes aprendieron a cocinar con ella llevarán para siempre los aromas de su cocina. Porque con Blanca, todo un país aprendió a saborear.
SEGUÍ LEYENDO