"Todo lo que soy se lo debo en grande a mis viejos, y profesionalmente, a mi papá", reflexiona Sebastián Borensztein, que sin duda tuvo la mejor escuela para guiar su recorrido como guionista y director: la figura del inolvidable Tato Bores.
Boresztein acaba de estrenar La odisea de los giles, filme basado en la novela La noche de la Usina, de Eduardo Sacheri, junto a un elenco de primerísimas figuras encabezado por Ricardo Darín. "Es la primera vez que hago una película con nueve protagonistas. Es una película coral: hasta ahora tenía un protagonista y una contrafigura, pero tener un rebaño tan numeroso es una complicación, aunque fue muy lindo. La pasamos bárbaro", cuenta el director sobre el vínculo que mantuvo con Luis Brandoni, Chino Darín, Verónica Llinás, Daniel Aráoz, con Carlos Belloso, Marco Antonio Caponi, Rita Cortese y Andrés Parra.
La trama de La odisea de los giles transcurre durante la crisis económica del 2001. En ese momento tan particular un grupo de vecinos con un objetivo común es estafado y solo el trabajo en equipo puede ayudarlos. A Borensztein, en cambio, no lo agarró el corralito: "Estaba endeudado con el banco, no con plata, o sea que no sufrí la pérdida de ahorros. Pero más allá de eso fue muy angustiante: aunque después uno corrobora que no es así, sentía que se terminaba el país".
Si bien por aquel entonces vivía un gran presente profesional con la ficción Tiempo Final, el disfrute no era pleno: "Es difícil estar en un muy buen momento personal en medio del incendio forestal. Es agridulce, es un poco un pan amargo: 'Estoy bien, la estoy pasando bien, tengo mucho reconocimiento, pero el resto de la gente lo está pasando mal. Es complicado también'", reflexiona el hermano de la actriz Marina Borensztein y el periodista Alejandro Borensztein.
Sebastián no quiere opinar de la actualidad del país tras el resultado de las PASO, pero sí pone enfásis en su compromiso social. "Que a mí me vaya bien no me sirve si al resto de la gente no le va bien. No vivo en una isla, soy una persona muy en contacto con esta parte de la realidad, por lo menos. Tengo mucha gente que le va mejor que a mí y tengo gente que le va peor que a mí, y voy por la calle y veo lo que pasa, veo la angustia, veo la preocupación. Es muy difícil sentirse completo y satisfecho por más que te vaya bien en un contexto donde hay gente que la está pasando muy mal".
—Hay una frase en la película que dice: "No nos puede pasar nada peor". Y la asocio a este sentimiento que mencionabas, de que se terminaba el país y finalmente no, pero las crisis pueden volver a aparecer.
—Cito a Geno Díaz, gran humorista, escritor argentino, que dijo: "No digamos que no podemos estar peor, porque podemos". Esa es una gran frase. A mí me cautivó muchísimo de la novela que este grupo de gente que se junta para idear un plan son personas que vienen de todos los estratos socioeconómicos posibles, tenés desde un indigente rural hasta una empresaria del transporte. Y tenés gente que es muy peronista, y otro que es muy antiperonista.
—Eso también pasó en el elenco: pudiste quebrar la grieta entre los actores.
—Ese es el otro punto: lo que pasó con los personajes pasó con los actores. Todos pensamos distintos. Tenemos un elenco multi ideológico claramente. Pero lo que importaba era hacer una buena película, pasar el buen momento que pasamos porque estuvimos nueve semanas fuera de casa, viviendo por diferentes pueblos, y tengo que decir que nos divertimos trabajando, nos divertimos cenando a la noche. La pasamos bien. No hubo nada más que el objetivo a cumplir. Y eso está bien.
—En la película, Ricardo Darín está un poco harto de las anécdotas y de que le pregunten por su pasado como futbolista. ¿A vos no te harta un poco que te preguntemos por tu papá y por esa época tuya?
—No, porque no es que vivo haciendo notas y me viven preguntando. Yo aparezco en los medios cuando tengo algo para contarles que hice. Entiendo la curiosidad y la tomo muy bien porque además todo lo que soy se lo debo en grande a mis viejos, y profesionalmente, a mi papá. O sea que está muy bien.
—Tantos y tanto de esos monólogos de Tato son perfectamente aplicables siempre.
—Sí. Y es una pena que así sea. La gente habla, me dice: "La vigencia de tu padre", y yo digo, más que la vigencia de mi padre es la constante en la que estamos atrapados. Los mismos temas que no podemos resolver. Las mismas problemáticas de las que no podemos salir, y se profundizan. Eso es la vigencia. En un punto me debato: "¿Qué prefiero? ¿Que mi viejo esté vigente porque vivimos en la decadencia, o que mi viejo no esté vigente porque vivimos en un estado más evolutivo, en una situación evolutiva?". Preferiría esto último.
—Pensar que nuestros nietos van a seguir preocupados, o debatiendo inflación o el precio del dólar es…
—No me acuerdo ante qué acontecimiento convulsionante de todos los que hemos vivido mi viejo me decía: "Bueno, pero este es un gran país, ya van a ver, yo no lo voy a ver pero ustedes lo van a ver". Y yo me encuentro ahora pensando: "Este es un gran país, yo no lo voy a ver pero mi hija de 8 años a lo mejor sí". Esto que recuerdo que me dijo mi viejo y yo era muy chico. Habrán pasado 40 años.
—A mí me impacta eso, y la actualidad que mantienen aquellos monólogos.
—Es impactante y es la razón por la cual el estado de ánimo de la gente es el que es. No es solamente la coyuntura. La coyuntura es que tenés problemas económicos, el fin de mes, las cuentas que no podés pagar; eso es la coyuntura. Pero por un lado está la proyección que no podés hacer más hacia adelante, aun cuando hayas podido pagar las cuentas y resolver tu situación económica. Y por otro lado, el nivel de tensión y de frustración que vivimos se tiene que deber también a que es insoportable vivir en una sociedad que hasta acá, fracasó. Eso es muy duro.
—Es muy desgastante y también en un punto genera mucha violencia.
—Vos vas al psicólogo porque tenés una frustración, es feo tener la frustración, por algún lado sale: contestás mal, o te enfermas. La frustración hay que resolverla.
—Estamos muy enojados. Hemos visto casos de muchísima violencia por autos estacionados en la puerta de garages. El que estaciona donde no tiene que estacionar y está siendo sumamente violento porque está bloqueando un derecho; y el otro, en lugar de llamar a la grúa, que probablemente va a tardar en llegar, sale a destruir el auto como si todo se pudiera. Ambos están en falta.
—Bueno, esto es lo que te quiero decir: no es coyuntural, es producto de la frustración acumulada durante décadas que por algún lugar estalla. O sea, vivir en la frustración constante como sociedad tiene que generar este nivel de violencia, no hay otra explicación. El tipo que te insulta o que te maltrata en la calle a lo mejor lo hace desde un auto muy caro, entonces no tiene problemas económicos, se ha podido comprar un auto muy caro, y está insultando. ¿De dónde viene esa bronca, de dónde viene todo eso, que no es nuevo, que no es de este año ni del año pasado ni de los últimos cuatro, ni de los últimos cinco ni de los últimos siete? Viene de una acumulación de frustración, una atrás de la otra, en todo sentido, en sentir que uno vive en una decadencia interminable. Es muy difícil de digerir y por algún lado explota. Esa actitud tiene que ver con la frustración social, 360 grados durante los últimos 50 años. No puede venir de otro lugar.
—Sebastián, por este espacio de charlas tuve oportunidad de hablar con Marina, con Alejandro, con tus cuñados, Viviana Canosa y Oscar Martínez, y hemos hablado de cómo es un almuerzo familiar entre ustedes.
—Bueno, primero, es los domingos en la casa de mamá.
—Cocina mamá.
—Cocina mamá. A veces llevamos alguna cosa para completar. A veces compramos algo, viste, qué sé yo; pero la idea es juntarse. A veces estamos todos, otras veces están algunos, es abierto.
—¿Se habla de política?
—Se habla de todo. Es el momento donde todos nos ponemos un poco al día, ahí todos nos vemos las caras una vez por semana.
—Quiero ser una mosca y estar en algunas de esas comidas de los Bores.
—Podemos invitarte y que vengas con presencia. Como una mosca no, porque te vamos a aplastar contra una pared. Mi viejo las cazaba en el aire, al vuelo.
—¿En serio?
—Era un gran cazador de moscas. Sí. Es más, yo he visto a mi viejo cazar moscas con la izquierda porque tenía la derecha con una copa.
—Un talento. Vos, ¿qué talento oculto tenés, que podamos equiparar con aquel de tu viejo?
—¿Talento oculto que no sirve para nada? Leo y hablo al revés con la misma facilidad con la que leo y hablo al derecho. Si me preguntas de qué sirve, de nada.
—¿Cómo aprendiste a hacer eso?
—Te voy a explicar. Cuando era chico, para ir al colegio tomaba dos colectivos. Pasaba mucho tiempo arriba del colectivo. Y me la pasé mirando los mismos carteles yendo y viniendo, y de tan aburrido los miraba al derecho y al revés. Un día me di cuenta que casi todas las palabras de uso común las podía usar al derecho y al revés.
—Brillante.
—Sí… Qué sé yo, no me ha servido de nada. No tiene utilidad.
—En un circo, algo hagamos con esto.
—No, no tiene utilidad. Alguna gente dice que puede llegar a servir como les sirve a las personas mayores el Sudoku: para trabajar la mente. Pero no hacés una moneda al respecto y no hablás con nadie, porque nadie habla este idioma (risas).
—¡Susana Giménez te hace un segmento con eso!
—Sí. Pero no, absténganse: yo soy un tipo de bajo perfil y me voy a seguir dedicando a lo mío (risas).
—¿Tenés ganas de volver a hacer tele?
—No particularmente. Sí tengo ganas de entrarle al mundo de las series. Pero cuando pienso en eso no pienso en la televisión…
—No pensás en televisión abierta, pensás en streaming.
—Claro, sí. Tengo ganas de hacer una serie y de hecho estoy trabajando en un proyecto con Daniel Burman. Pero no tiene que ver con la televisión de aire, que yo creo que hoy ya no es lo que era cuando yo era chico y trabajaba en ella.
—Hoy, que están tan de moda las biopic, ¿harías la de tu papá?
—Me encantaría. La historia de mi viejo es impresionante, impresionante. Por sus orígenes, por dónde vino, por cómo empezó, adonde llegó y todo lo que pasó en el medio. Pero es muy difícil porque siempre me lo pregunto: ¿quién hace de Tato Bores? No es fácil, no es un tema fácil. No podés poner a un tipo a hacer de Tato Bores y que no tenga… No sé, es tan icónico y está tan cerca. No sé si es que esa es la traba o yo la pongo como traba para no hacerlo, no sé. Pero es un personaje por demás interesante y al que conozco como pocas personas en este mundo conocen, o sea que podríamos hacerlo realmente muy bien.
—¿Lo seguís extrañando a tu papá?
—Todos los días.
—Uno aprende a vivir así, pero no se pasa.
—No, uno aprende. Yo creo que todo el que no tiene a su padre, lo extraña. Si tuviste una buena relación. Y un padre como el mío es extrañable a cada minuto, sin dudas.
—¿Te sigue confundiendo con Alejandro, tu hermano?
—Todo el tiempo. Somos una sola persona: para la gente es "el hijo de Tato Bores", no hay dos.
—Pero son tres, una es Marina, y ustedes dos…
—Sí, pero yo ya no lo aclaro más. Al principio lo hacía, cuando mi hermano empezó su trabajo, su exitoso y lúcido trabajo, yo notaba que salía los lunes a la calle y la gente me hacía así (levanta la mano, haciendo un gesto positivo). O alguno me miraba con una caripela también… Depende cuánto te alejabas de la Capital. En la Capital generalmente así; en otros lugares, por ahí, caripela. Y yo pensaba: "Este no me está haciendo esto porque vio una película que yo estrené hace tres años…".
—Claro, no te asoció con la dirección de Koblic.
—No. Después mucha gente se me acerca, me saluda y me dice: "Te felicito por el domingo". Le digo: "Es mi hermano". "Bueno, mandale saludos a tu hermano". Entonces, en un momento ya me di cuenta que se me iba mucho tiempo en explicar, entonces simplemente empecé a decir "gracias". A veces me puede pasar que alguien me mira, yo no sé si la cara es de incertidumbre, de decir: "A este lo conozco de algún lado…". Por ahí es esa cara y uno la confunde con cierta distancia. Muchas veces entro a un negocio a comprar algo, y me dice: "Yo a usted le veo cara conocida, usted trabaja en una novela, ¿no?". "No, no, no". "Ah…". No doy mucho espacio a la repregunta.
—Y le aclarás.
—No. "¿En qué novela lo vi trabajar?". "No, no, no, novela no". "¿Pero usted no es actor?". "No. A veces me confunden". Qué sé yo, juego un poco, me divierto. Porque si no tengo que empezar a explicar: "No, mire, yo soy fulano de tal y me dedico a tal cosa…". No me da para entrar en este tipo de conversación todo el tiempo. La persona no quiere una explicación de quién soy yo, la persona quiere saber si yo soy quien él piensa que soy o no; entonces contesto sí o no, ya está.
—¿Tuviste en algún momento la fantasía de dedicarte a otra cosa?
—Todo el tiempo.
—¿Qué harías, qué te dan ganas de hacer?
—Sin tener ninguna noción, me encantaría tener un taller mecánico. Me encanta meter mano en arreglar cosas, aunque no puedo arreglar un motor. Me encanta la cosa mecánica y la cosa manual, mucho. O tendría alguna actividad relacionada a la tierra.
—¿Durante el proceso de La odisea de los giles, hubo algún momento en que hayas dicho: "Por qué yo me dedico a esto, con qué necesidad"?
—Alguna que otra vez te tenés que levantar a las cuatro y media de la mañana, y alguna que otra vez tenés que quedarte toda la noche bajo la lluvia. Pero es una reflexión instantánea. Y no conozco a nadie que no diga, de vez en cuando: "¿Por qué me dedico a esto?".
—Y haciendo el paréntesis, sabiendo que quienes nos dedicamos a lo que nos gusta tenemos una fortuna enorme.
—Ni hablar. Pero especialmente los actores. Hay muchos actores que dos minutos antes de salir a escena se preguntan: "¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué no soy médico?". Y después salen a escena al teatro y se les va en un minuto. Pero es un tema, también.
—La película tiene un final muy interesante, porque es esperanzador, pero a la vez te queda claro que tampoco es naif e ilusos.
—No, hay cosas en la vida que cuando se rompen, se rompieron para siempre. Y a los personajes en algunos casos les pasa esto obviamente. Hay daños que todo esto trae que no tienen vuelta atrás. Pero es como en la vida, vos me preguntabas si extraño a mi papá. Todos los días. "¿Quisieras morirte mañana para ir a encontrártelo?". "No, no, no. No. Quiero seguir a pesar de todo porque tengo mucha curiosidad". Lo otro va a llegar. En algún momento.
—¿Creés que te lo vas a encontrar después?
—Seguro. Si hay algo, no me voy a encontrar con una máquina expendedora de gaseosas; si hay algo, me voy a encontrar con él. Y con ellos, todos, que andan por ahí, que se fueron de acá. Me gusta tener esa creencia. Pero bueno, si estoy equivocado, estoy equivocado. No tengo ningún apuro. La vida sigue y yo la vivo con ganas.
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