A horas del estreno de Berko, el arte de callar (a las 21.30, por la pantalla de Fox Premium), Benjamín Vicuña se encuentra con Teleshow. "Soy un armador de equipos, distingo y valoro las diferentes áreas", dice, desde su doble rol como protagonista y productor ejecutivo.
"La serie es un policial basado en la novela El arte de callar, de Roberto Brodsky, inspirada en hechos reales y ambientada en el Chile de los 90. La historia tiene como trasfondo político la transición a la democracia en Chile. Yo era chiquito, tenía 12 años. Estaba viviendo en el campo seguramente, en las afueras de Santiago, y eso me generaba un microclima", dice el actor, que recién años después tomaría noción del impacto político y social de lo que sucedió entonces.
"Esa convulsión política la empecé a respirar, a vivir y a entender más tarde -dice Vicuña-, cuando salí de esta burbuja de un colegio privado y de una educación sesgada y entré a la Universidad de Chile a estudiar Licenciatura en Arte con orientación teatral. Ahí vi la otra cara de la moneda, entendí de qué se trataba la dictadura, de qué se trataba la violación de los derechos humanos, la cantidad de abusos a la que habíamos sido expuestos como chilenos. Desde ese momento reconozco que he tomado con mucho cuidado y amor proyectos como este, porque creo que es clave la reconstrucción de la memoria, mirar atrás y ver los errores para no volver a cometerlos. Y es clave la misión que tiene el cine, las series como esta, que sencillamente no son entretenimientos sino que también hay una bajada de línea, hay un mensaje y una búsqueda".
—¿Estamos en condiciones de decir que atravesás tu mejor momento?
—Es jugado arriesgarse a calificar los momentos, pero efectivamente: estoy en un momento de realización profesional con proyectos muy anhelados, queridos, como el caso de Berko, donde acompañé el desafío actoral como productor ejecutivo. Estoy feliz, contento, y me imagino que esa pregunta también iba por el momento hoy de ATAV (Argentina, Tierra de Amor y Venganza) y del teatro (en la obra Terapia amorosa).
—El teatro en gira, ATAV llegó a los 100 programas y se te ve en un lindo momento familiar: pareciera que todo funciona.
—Efectivamente, estoy en un momento que busco poder estar tranquilo, en paz, y que los proyectos con tanto sacrificio… porque el oficio de actor es bien ingrato en ese sentido: no hay una correspondencia entre el amor, el sacrificio, la entrega y los resultados; muchas veces son dispares y aleatorios. Entonces que las cosas que uno hace con tanto amor y entrega estén funcionando, y estando en Argentina, que también fue un proyecto, fue una decisión de estar acá, de poder estar también cerquita de mis hijos. Soy chileno y tengo mi historia, mi familia allá, pero creo que fueron decisiones bien pensadas, muchas veces con el corazón, que es lo que manda. Y hoy siento que fueron buenas decisiones y que están teniendo sus frutos.
—Si el Benjamín actor tiene que calificar al Benjamín productor, ¿cómo lo vivió?
—No es la primera vez que lo hago: lo he hecho ya en varias películas y también como gestor con las cinco salas de teatro que tengo en Chile (junto a Gonzalo Valenzuela). He sido un generador de espacios, de proyectos, de incentivos, y siempre priorizando contar buenas historias. Pensando también en la calidad, el tipo de trabajo y los grupos. Creo que en ese sentido no soy un multitalento: no me siento a escribir, luego a dirigir y a actuar sino que armo equipos. Soy un armador de equipos, distingo y valoro las diferentes áreas, desde el director pasando por los actores, los técnicos; pasando también por un periodista que va a comunicar lo que hago. El actor Benjamín ve al productor como un armador.
—Arranca el capítulo con tu personaje en la feria de armas. ¿Cómo es tu vínculo personal con las armas?
—Nulo. Las armas las carga el diablo. No tengo armas en mi casa. Nunca tuve. Es algo absolutamente lejano. Sí tuve entrenamiento con armas para diferentes series: para Prófugos, que fue una serie de policías para HBO, estuvimos tres meses practicando, yendo a la Policía de Investigaciones.
—Pero tiene que ver con los personajes, no es algo que elijas en tu vida.
—No, es por los personajes. Si no, estoy lo más lejos posible de las armas. Son peligrosas, hay que ser sumamente cuidadoso con ese tema.
—Tanto Berko como ATAV tienen un punto en común que me impactó con la trata de mujeres: hay una conexión ahí entre ambos trabajos. ¿Es un tema que a vos te interesaba antes o del que te empezaste a informar y a entender a partir de estos proyectos?
—Efectivamente. La trata de mujeres y la prostitución, son cosas diferentes. La trata de mujeres, sobre todo cuando se violentan y se vulneran los derechos y es algo contra su voluntad, es algo sumamente complicado. Y ni hablar cuando son menores de edad, como el caso que presenta ATAV. En el caso de Berko, es una chica que lo hace por sus medios, por voluntad propia, y ve en esto un arte, y eso también es una expresión. Ve en la prostitución una oportunidad, un arte. Pero sí, de repente son dos cosas separadas y tengo un juicio diferente para las dos situaciones. Sin embargo, efectivamente es un mundo que tiene un atractivo, por supuesto: no es casualidad que una y otra vez la literatura, el cine, la ficción, pongan los ojos ahí porque tiene que ver con un acto de representación. Hay algo que tiene que ver con la actuación, con la interpretación, con el desdoblarse, con la distancia.
—Pensando en ATAV, ¿esperabas semejante fenómeno?
—No, no, trato de no esperar mucho de los proyectos. Quizás porque a veces, como te decía antes, uno le mete mucho amor y no hay una correspondencia con los resultados. El resultado ha sido buenísimo. También, hacía mucho tiempo que yo no hacía un producto para televisión abierta. Y sigue marcando pauta la televisión abierta, marcando agenda: es impresionante cómo la gente lo cuenta, cómo lo disfruta. Y también pasa a tener una misión: que todo el mundo pueda disfrutar de este producto de excelencia, bien hecho, cuidado, en todas las áreas, diseño, vestuario, maquillaje, los guiones, ha sido súper bonito.
—¿Cómo te llevás con Torcuato?
—Bien, lo quiero mucho. Lo quiero sin juzgarlo. Lo entiendo desde su miseria, desde su dolor, desde su origen. También de este amor entrañable que siente por su hermana, por Alicia; en su desesperación por este amor no correspondido de Lucía. Y esta cosa desclasada que creo que genera mucha empatía: un tipo que quiere pertenecer y que hace lo imposible por ser parte de una sociedad que le da la espalda. Estoy disfrutando mucho la composición y el trabajo diario de este personaje.
—Si pienso en la paternidad, que sé que es un espacio que vos disfrutás mucho, ¿en qué momento te sentís el mejor papá del mundo? ¿Cuándo es ese instante que los mirás y sabés que estás haciendo las cosas bien?
—Son muchos los momentos, son cotidianos. Pero la risa, el juego. Cuando dicen "Muchas gracias" cuando alguien les sirve un vaso de agua o cuando son respetuosos, cariñosos con un compañerito de curso. Pero sobre todo cuando los veo disfrutar de su inocencia, de la vida sin culpa. Libres, cuando los veo libres.
—En una entrevista me contaste que tu adolescencia fue rebelde. ¿Estás preparado para enfrentar una posible rebeldía de tus hijos? Todos hemos tenido que trasgredir normas.
—Sí, lo tengo clarísimo. Y no sé si estoy preparado, pero sé que es inevitable y ya lo veo venir. Bauti ya es un preadolescente y estoy seguro de que vamos a pasar por diferentes tormentas; pero también estoy seguro y sé del tipo de madera que es mi hijo, de la calidad humana que tiene, así que no le tengo miedo a esas tormentas.
—¿Qué va a pasar el día que Magnolia llegue a casa con un novio?
—Nada, será un día maravilloso. Espero un día de madurez, de libertad.
—¿No lo vas a llevar para darle instrucciones al pobre chico?
—No, no, todo lo contrario: me lo planteás y lo veo como un escenario que me genera mucha ilusión. Me imagino una linda generación, un gran momento. Espero que llegue el momento y estar ahí y poder abrazar a mi hija.
—Si le pregunto a la China Suárez en qué momento de la convivencia sos insoportable, ¿qué me va a decir?
—¡Uy, no sé! (Risas). Tenés que preguntarle a ella. Pero la convivencia de por sí es difícil. Es un arte, y a eso me dedico todos los fines de semana con el teatro: a hablar de eso mismo. Hablamos de alguna manera de la convivencia, por lo menos lo antinatural que es, ¿no?, lo difícil que es. Y no te extrañás que cada día más personas deciden vivir en cuartos separados o en casas separadas. Es algo difícil de sostener, es un plan muchas veces romántico pero difícil. Pero así y todo yo creo que mientras exista amor, exista la forma y el diálogo, la cosa avanza.
—Tu mujer es una de las mujeres más hermosas de la Argentina. ¿Sos piropeador con ella?
—¿Piropeador? Sí, sí, no sé si soy un poeta, pero… (risas). Soy de decirle las cosas y de hacer sentir bien a la persona.
—Todos hablando como lo hace Raquel en la novela, con acento polaco y pronunciando mal algunas palabras.
—(Risas).
—¿En tu casa también se habla así o vuelven a la normalidad?
—No, en mi casa no. En mi casa la ficción queda afuera.
—¿Fantasean con tener más hijos?
—No, por ahora. Estamos concentrados en la gran banda que tenemos y con el trabajo, que gracias a Dios está bueno y trae muchas satisfacciones.
—El año sigue terminando ATAV y te vas a rodar a España.
—Sí, empiezo en forma simultánea el final de ATAV y el arranque de una serie española que no te puedo dar muchos avances de qué se trata, pero ya empiezo. Estuve (en España) la semana antepasada y estoy viajando ahora de forma periódica. Así que muy feliz también con ese proyecto.