Creció tanto en lo profesional que ya fue conductora, jurado de ShowMatch y encabeza en la Calle Corrientes. Sin embargo, sigue siendo Laurita. "Ya me acostumbre", dice… Laurita Fernández, claro.
"Siempre quise trabajar de lo que me gusta. Me capacité toda mi vida para estar haciendo esto. Pero ser famosa no era el anhelo", cuenta la artista, que llegó al Bailando por un casting y terminó cautivando al público. "Por supuesto, está buenísimo que la gente te conozca y tenga ganas de ver lo que hacés. Pero estar haciendo lo que me gusta lo vivo con los mismos nervios, intensidad y adrenalina que cuando no me conocía nadie", agrega la protagonista de Departamento de soltero.
Convencida de que las cosas suceden a su debido tiempo, la novia de Nicolás Cabré recuerda que desde los cuatro años supo que este era su camino y trabajó mucho para lograrlo. "Con el correr de los años entendí que todo llega cuando estás preparado para bancártelo, o para hacerlo, que si hubiese llegado antes tal vez no hubiese tenido las herramientas, el carácter o la fuerza para encararlo".
—Empezaste a estudiar a los cinco años. La primera oportunidad, ¿cuando llegó?
—Con Pepito Cibrián a los 16. Yo estudiaba comedia musical y él me ve en una clase. En ese momento Pepito estaba por estrenar El fantasma de Canterville en el Lola Membrives, y me ofrece ser reemplazo. Para mí, era la oportunidad de mi vida. No solamente era reemplazo, también tenía que hacer las tareas de utilería; así que fui utilera del teatro. Empecé muy de a poco. Después fui personaje, después elenco; después ya me llamó como elenco estable. Así empecé a trabajar.
—¿Te sentiste envidiada por otras mujeres del ambiente?
—El ambiente del baile en sí es muy coral y me ha pasado de estar en grupo y si alguna de mis compañeras se destacaba o tenía algún tipo de crecimiento, a mí, lejos de molestarme o de envidiarla, me daba esperanza. Era decir: "Ay, se puede…". Si no pasó eso del otro lado cuando me tocó a mí, no me hago cargo. Así como estuve en ambientes muy competitivos también estuve en lugares de mucho compañerismo.
—Hoy, estando afuera, ¿mirás ShowMatch o preferís no hacerlo?
—De miércoles a domingo estamos haciendo función. Los lunes y martes desconecto. Me cuesta por ahí mirar programas en los que trabajé por una cuestión de que ya no los vivo como espectadora. Me pasa en todos los lugares donde trabajé: después me cuesta engancharme y comprar el cuento. Pero es un programa que celebro que siga existiendo porque le da trabajo a muchos bailarines, a muchos coreógrafos, a mucha gente. Le da un espacio a la danza que antes no lo tenía.
—En Departamento de soltero, ¿Cabré ya te da los besos de verdad?
—Ya me los da (risas). El otro día, a propósito, le di el beso de mentira, y me dijo: "No por favor, me pareció rarísimo".
—Expliquémosle a la gente que en algún momento en los ensayos él no te daba el beso.
—Claro, venía la parte del beso y simulábamos. El director dijo: "Escuchame, ¿por qué no se dan un beso?". Y le digo: "No quiere dármelo porque dice que en los ensayos no se besa". Es verdad, no se dan besos.
—¿Los actores en los ensayos no se besan?
—Si viene un actor a un ensayo y te clava el beso es como: "No, ¡pará!". El beso va al momento de filmar, de grabar o de hacer la obra.
—De la misma forma que el beso actuado es distinto, es sin lengua.
—Es sin lengua y todo mucho más controlado. Tenía razón, pero era raro porque digo: "Soy yo". "Es que no puedo, estoy tan acostumbrado durante tantos años a no dar besos en los ensayos que no puedo". Digo: "Bueno, dale, perfecto". Se dio que en el ensayo general finalmente nos besamos y nos empezamos a dar besos de verdad.
—Los besos en la obra son de verdad.
—Son de verdad, sí. Probamos hacer la mentira y fue rarísimo.
—¿Cómo se llevan trabajando juntos?
—Re bien.
—¿No se llevan peleas de trabajo a casa y de casa al trabajo?
—No. No tenemos peleas de trabajo. Me había pasado eso con él en Sugar. Me ayudó mucho cuando entré, y le dije: "Acá estame encima porque esto de verdad es un desafío para mí, quiero hacerlo bien, corregime, decime lo que me tengas que decir; si es un espanto, decimeló". Y así fue: desde el día uno me ayudó mucho. Y es el día de hoy que termina la función, y voy y le pido su crítica y su opinión.
—Y si te marca algo, ¿te lo bancás?
—Re, porque me marca cosas que son constructivas.
—¿Realmente marca, o está enamoradísimo y no te ve ningún error?
—No, es re profesional. Somos dos. En ese sentido nos parecemos mucho: trabajando nos parecemos mucho, somos bastante obse, hincha quinotos, y nos gusta que las cosas salgan bien desde el día uno y no que al día 20 relajamos todos y ya fue.
—¿Quién conquistó a quién?
—¡Ay! Se dio sin que lo queramos, creo yo. Pasó. Es muy loco, no me había pasado nunca; siempre me pasó de buscar yo, o que el otro me buscara. Y en este caso hablamos por una confusión en una escena, y empezamos a charlar…
—El último día de Sugar.
—El último día fue que nos encontramos con una sensación rara. Yo me fui de viaje y empezamos a hablar a diario, nos empezamos a conocer y a darnos cuenta de que teníamos muchísimo más en común de lo que creíamos. Y descubrí una persona hermosa. No sé si era por prejuicio o por lo que uno veía de afuera o te decían los demás, pero yo tenía otro concepto de él y no me permití conocerlo; él tampoco a mí. Ya nos habían vinculado antes de empezar a trabajar, entonces dijimos: "Che, no demos que hablar pavadas, estamos haciendo un re lindo trabajo". Afuera del escenario directamente no hablábamos, fuera de lo que era el contexto de trabajo: ni en camarines, ni en el pasillo, ni en nada. Sí él me daba algunos consejos de cosas, pero ahí moría la relación. Como que los optamos por esa opción.
—Vos te fuiste de viaje y ahí no paraban de chatear.
—Volví de viaje y estábamos hasta las manos. Nos vimos y a partir de ahí nunca más nos separamos.
—¿Hace cuánto ya?
—Y… ya falta poco para ser un año.
—¿Y convivencia hace cuánto?
—Desde que me fui a hacer la temporada de Mar del Plata y él me acompañó. Estuvimos viviendo allá juntos, volvimos y ya no queremos dormir más separados.
—Si le pregunto a él en qué momento sos insoportable, ¿qué me va a decir?
—Te juro que me da vergüenza decirlo porque ya estoy más cerca de los 30 que de los 20, pero me cuesta mucho levantarme. Pero mucho, me cuesta horrores. Me encanta dormir. Y él, que se levanta temprano al tener la hija y llevarla al cole, vuelve, quiere activar, y yo no puedo levantarme. Me levanto y… no me hables por un rato.
—O sea, está Rufina en tu casa, hay que llevarla al colegio, y el desayuno que lo prepare él.
—¡Que lo haga él! Total, total, total… Creo que disfruto estos años que no soy madre para seguir levantándome tarde (risas).
—Y él, ¿en qué es insoportable con la convivencia?
—Con la limpieza. Yo soy muy ordenada y muy limpia, pero él me supera ampliamente. Que la mesada, si tiene esta marquita, ya saca el aerosol… Tiene que estar todo impoluto.
—¿Cómo vivís la experiencia cercana de estar acompañándolo como papá?
—Fue muy loco convivir porque yo siempre fui muy independiente, muy solitaria, y desde chica vivo sola. Tenía el concepto de: "Cuando esté en pareja voy a hacer esto de dos días sí, dos días no, casas separadas, camas separadas, no sirvo para convivir, no sirvo para estar de a dos". Y me pasó que me dieron ganas de todo lo contrario. Y lo mismo me pasó cuando me enamoré de él, que venía con un combo muy especial, fue todo un aprendizaje para mí. Yo lo amo, y en consecuencia amo todo lo que lo rodea. Fluyó muy naturalmente, y también la niña lo hizo muy fácil y es un amor. Yo ya la conocía del teatro. Se dio todo de manera re linda. Y aprendí muchas cosas, desde cocinar cosas hasta poder hacer cosas que tenga que ver o sean para los niños.
—¿En qué te descubriste un costado maternal? Aclarando absolutamente que Rufina tiene a su mamá, Eugenia la China Suárez, y que por suerte tiene un buen vínculo con Nicolás; no son esas separaciones híper complicadas que a veces vemos.
—Sí. Creo que si la nena también es así es por cómo está criada. Tiene una cabeza muy, muy abierta. Es muy inteligente. Tiene que ver con todo eso que hicieron los padres.
—Y vos, ¿dónde descubriste que podés conectar con un niño?
—Yo nunca fui muy de los niños y de estar encima con los bebés y de querer… la verdad que no. No era un anhelo en mí ser madre, como decir: "Bueno, es una prioridad absoluta en mi vida". No. Me dan ganas ahora que estoy en pareja, a raíz del amor me dan ganas de formar una familia. A Rufina la trato como una chica, no es que la trato como una nena. Es una más. No sé si me encuentro con: "Ay, eso de los niños". No sé, creo que es en las cosas más cotidianas, desde abrochar el cinturón hasta fijarse que no esté sola para cruzar la calle.
—¿Se te despertó un instinto ahí?
—Y… de verlo a él, de aprender, de estar atenta, de también asumir una cierta responsabilidad, siempre con respeto y con cuidado. Pero de entender que bueno, que si papá no le puede dar la mano se la tengo que dar yo porque no puede cruzar sola. Esas cosas.
—Nicolás, que no suele hablar de sus parejas, dijo cosas muy lindas de vos: "Me encontré con un amor muy fuerte, con alguien que me hace muy bien, que me tranquiliza, que me da la libertad de decir 'no pasa nada'". Hay un punto en el que lo suavizaste en su vínculo con la prensa.
—Sí. Creo que también muchas cosas lo fueron ablandando. Y nos pasó desde el día uno de empezar a salir, ehm y por supuesto, nos empezábamos a ver a escondidas.
—Que agotador ¿no?
—Es un embole. Un día dijimos: "Si no le debemos nada a nadie, si estamos tranquilos, relajemos, vivamos con normalidad". Tampoco queríamos esa persecuta de "¿están o no están?", y que empiecen a especular, y que te persigan. "¿Para qué? Relajémonos", dijimos. Y así fue: desde el día uno fue todo como muy relajado, siempre cuidando la privacidad y con mucho respeto el uno al otro. Pero sí, yo creo que muchas cosas fueron las que con el tiempo lo fueron ablandando.
—Del 1 al 10, ¿cuán celosa sos?
—7. Sí. Él igual no me da motivos. Me da mucha seguridad lo que fuimos construyendo con el tiempo. Pero también necesito que él sienta libertad porque yo también necesito sentir libertad para no sentirme atada.
—Y cabrona, del 1 al 10, ¿cuánto?
—¡Ay! Me re cuesta desenojarme cuando me enojo. Me tomo todo siempre como con buena onda, pero cuando me enojo, me cuesta.
—¿Ama de casa, del 1 al 10, Laurita?
—No, pará: soy ordenada, me gusta limpiar, doblar, lavar. Ahora, yo te lavo los platos, el tema de cocinar no, pero no. Igual, con Nico aprendí muchas recetas.
—¿Él cocina?
—Él cocina.
—¿Pasional?
—Sí, mucho, muy.
—Llegás del teatro a las tres de la mañana y arrancás.
—No sé si me gusta hablar mucho de eso pero creo que es algo que, por más que tengas mucho trabajo, tengas hijos o tengas lo que sea, es algo que nunca puede dejar de estar.
—¿Sos buena amiga?
—Sí. Soy amiga de mis amigas desde la primaria. Mi grupo de amigas son las de siempre, las del barrio. Tratamos de juntarnos una vez por semana. Tengo amigos que me fui haciendo en el camino, en el medio, pero me quedo con pocos amigos de cada lugar, con vínculos reales. No soy de las que "estamos trabajando y vamos todos a comer, somos amigas".
—¿Tenés ganas de casarte?
—Justo hoy lo estaba hablando con una amiga. "¿Qué diferencia hay entre casarte o no?", me dice."No, por ahí el tema de las obras sociales o si pasa algún accidente obviamente la otra persona se puede hacer cargo, tomar decisiones". Yo lo veo más como un contrato: si vos vas a hacer una sociedad con alguien firmás el mismo papel que cuando te casás. Soy católica, entonces por ahí me gusta más la idea de lo que tiene que ver con la Iglesia. O el momento en que te lo piden: me parece de lo más romántico del mundo.
—Querés que se esfuerce con la propuesta.
—Es más eso, es más la cursilería de tener un anillo juntos que la situación del Civil, del contrato y de lo legal, que ni me va ni me viene, la verdad.
—Si se va a declarar, que arme un buen show.
—No, me muero con esos que lo hacen en público delante de todo el mundo.
—¿En el teatro no?
—Si me llegan a hacer una cosa, así digo que no (risas).
—¿No te imaginas el título en todos lados si él se declara al final de Departamento de soltero, se arrodilla?
—¡Ay, no! Me muero, qué horror.
—Aunque sea decile que sí y después decile que no en privado, porque sería tremendo: vos imaginate la nota que tendríamos que publicar…
—No, no. Igual creo que si ve esta nota ya sabe que nunca tendría que hacer algo así en la vida.
—Okey: querés en privado.
—En privado. Para mí es algo re íntimo.
—¿Que se arrodille o no?
—No sé… No.
—Anillo de compromiso sí.
—Esas cosas me parecen re lindas. Pero si no las tengo tampoco me cambia la vida.
—¿Te imaginás mamá sin haberte casado?
—Sí y no. No sé, es una chuchería, una cursilería linda. Ahora, si pienso en todo lo legal y demás digo: "Hummm, no sé". Pero no sé, es algo que no te puedo contestar. Creo que las cosas se irán dando.
—Es año de elecciones en un momento muy complicado. Más allá de lo bien que te está yendo, ¿podés ver las dificultades que está pasando la gente?
—Sí, todos las vivimos. A todos les bajó mucho el laburo. Trabajaba en medios que se quedaron sin poder pagar a la gente. Recién hace un mes cobré cosas de hace un año. Todos la vivimos. Tengo el privilegio de tener trabajo; hoy uno se aferra a eso, y dice: "Gracias por tener trabajo", cuando en otros años era lo más natural del mundo.
—Y un trabajo que te gusta, eso es un montón.
—Encima. En nuestra profesión tenés un trabajo no sabés por cuánto tiempo porque siempre está esa incertidumbre. Pero bueno, es parte de la profesión que elegí.
—¿Y qué se hace? Justamente por esa incertidumbre, ¿se ahorra para épocas más difíciles?
—Siempre confío en que va a haber trabajo, y a través de los años fue siendo así. Sí aprendí a ser inteligente con el uso, nunca fui de despilfarrar ni ir a gastarme, ¿para qué quiero una cartera de no sé cuánto? Nunca fui de decir: "Quiero el zapato que vale tanto…". También me pasó muchas veces que elegí trabajos que sentía que me hacían crecer profesionalmente, pero económicamente no me dejaban ganancia. Porque trabajás en la tele y no por eso ganás mucho. Y sí me ha pasado de tener la oportunidad de hacer cosas que económicamente me re servían, pero sentía que eran un paso atrás, o que no me daban nada; entonces, no.
—Es un balance.
—Sí, hubo momentos donde resigné mucho dinero, la posibilidad de muchas cosas económicas, por optar por hacer que quería hacer.
—¿Valió la pena?
—Sí, sin dudas, sin dudas… Y también lo vivimos hoy en el teatro: Departamento de soltero es un espectáculo en el que no escatimaron en nada, eso es divino. La gente que viene se siente respetada con lo que estamos mostrándole.
—¿Con qué soñás? Porque encabezás en Corrientes, tenés un montón de propuestas, tu línea de labiales. ¿Qué te falta hoy?
—Deseo hacer esto toda mi vida. Entiendo que es un camino largo, que habrá años de más explosión, otros quizás más tranquilos. Mi idea es, si Dios quiere, hacer esto toda mi vida. Seguir conduciendo, que me gusta mucho. Seguir haciendo obras como Departamento de soltero. O volver a hacer musicales, porque me fascina bailar y cantar. Es eso. Y dejarme sorprender.
ENTREVISTA COMPLETA
Agenda: Departamento de soltero se presenta de miércoles a domingo en el teatro Lola Membrives.