Puede que Natalia Oreiro sea la muestra más clara de hasta dónde se puede llegar siguiendo los sueños y los deseos. Una de las figuras más carismáticas del Río de la Plata, famosa en el mundo entero, jamás pierde la humildad y la sencillez. Llegó a la Argentina siendo una adolescente para ser paquita de Xuxa y se quedó para siempre, construyendo una carrera que fue más allá del éxito televisivo, adentrándose en terrenos más profundos y búsquedas valiosas, y llevando una vida lejana a cualquier divismo.
En pareja con el músico Ricardo Mollo, con quien tuvo a su hijo, Merlín Atahualpa, Oreiro trabaja intensamente en cada proyecto. Le otorga al cine un papel preponderante en su carrera y compone personajes distintos cada vez que le aportan desafíos mayores. Todo eso sin dejar de ser una actriz tan popular como cercana.
1. —¿Cuál es el recuerdo más feliz de tu infancia?
—Cuando vivía en la casa de mi abuela Hilda, en el Cerro de Montevideo. Habíamos regresado al país luego de vivir en España. Mi papá se había quedado sin trabajo y en el 86 partimos a probar suerte a Málaga, como muchos uruguayos. Allí vivían mis padrinos, y fueron dos años muy duros pues sentimos el desarraigo: entrar en una escuela nueva, lejos de los amigos y la familia. Pero fue muy importante, sobre todo para mi mamá, que con mucho miedo pudo completar sus estudios y con valentía se recibió de peluquera, profesión que a nuestro regreso ejercería en el living de la casa. Al regresar vivimos en la casa de mi abuela paterna, los abuelos maternos también son del Cerro, sobre la calle Ecuador. Allí iba a la escuela Número 30, de nombre Checoslovaquia. Quién diría que 15 años después cantaría en la República Checa, en el teatro mas antiguo de la ciudad… Y cuando al mediodía regresaba caminando con mi moña azul, salía corriendo a la Fortaleza del Cerro a imaginar mil historias que luego concretaba en el galpón de mi abuela, disfrazándome con lo que ahí encontraba. Comenzaba a soñar con ser actriz.
2. —¿Qué te dejo la experiencia de ser paquita de Xuxa?
—En el 93 todas las niñas de Latinoamérica soñábamos con ser paquita. Xuxa era, y lo sigue siendo, un ángel que bajaba de su nave espacial para enamorarnos a los terrestres. Todo en su programa era perfecto. ¿Quién no deseaba con ser parte de ese paraíso?. Pero quizás por el perjuicio de que todas las paquitas eran rubias, jamás imagine que podría ser una. Yo para esa época ya estudiaba teatro, y participaba de un coro. Un día anuncian en Canal 12 que se haría un concurso para elegir a la paquita uruguaya; lo mismo sucedería en el resto de América. Allí fui acompañando a mi mejor amiga, Rosita, con la que seguimos teniendo esa relación de hermanas. Me preguntaron si quería participar y no me lo iba a perder. Canté "Luna de cristal", pensado que lo había hecho fatal. A la semana me llamaron para decirme que había quedado. El tema fue: ¿cómo se lo decía a mi amiga? Tardé días en encontrar la forma. Y como ella es hermosa, se alegró muchísimo por mí. Viajamos a Buenos Aires con mi hermana Adriana, que daba más para paquita que yo, siendo rubia (risas). Nos encontramos con el resto de las elegidas de los otros países: en total, fueron 10 mil concursantes. El día que vi a Xuxa por primera vez en Teleinde sentí que realmente no podía existir nadie con más luz y magnetismo: su presencia era impresionante. Fue tan dulce, tan cercana… Cuando fui elegida de verdad no daba crédito: aún recuerdo la cara de mi hermana y sus lágrimas y gritos. Gané un auto y pedí si podían darme el dinero pues no solo no manejaba sino que vivía en Uruguay. Utilicé la plata para instalarme en Buenos Aires y comenzar a trabajar en Canal 9. Felicidad total. Nunca llegué a actuar con Xuxa pues la producción paró casi un año, y cuando regresaron yo ya estaba haciendo la novela Inconquistable corazón. Gracias a un amigo en común hoy con Xuxa mantenemos una preciosa relación. Pensé que no se acordaría de mí, y resultó que sabía muy bien de mis pasos.
3. —¿Dejarías que tu hijo empezara en el medio de muy chico?
—Atahualpa o Ata, como le decimos, es todo para mí. Por supuesto que cada proyecto que acepto tiene que estar en sintonía con sus tiempos y sus necesidades. Es un niño muy simpático y compañero al que le encanta viajar. ¡Y es súper charlatán! ¿A quién salió? (Risas). Sinceramente, no quisiera que entre en el medio siendo niño o adolescente. Quisiera, y esto es compartido con su papá, que él tenga una infancia lo más anónima posible. Y si es su deseo, lo acompañaremos para darle las herramientas de estudio necesarias para lo que él elija. Y luego, cuando él ya disfrutó de su niñez sin quemar etapas, entonces sí, que elija. De cualquier manera no siento que sea algo que hoy le interese. Lo veo más desde lo plástico: le gusta mucho todo lo manual.
Natalia Oreiro con Ata, en el escenario
4. —¿Cuál son los personajes inolvidables de tu carrera, que te dieron popularidad?
—Siento que existieron tres personajes bisagras en mi carrera. Muñeca brava trascendió las fronteras: me conocieron en más de 100 países y al día de hoy la continúan repitiendo. Sin dudas, Cholito estará siempre en mi corazón. Personaje muy cercano y actual es el de la película Infancia clandestina, que toca profundamente el horror que vivió la Argentina de los 70. Personaje difícil, con el cual comenzaron a considerarme como actriz dramática. Gran confianza la del director Benjamín Ávila al pensar en mí para el rol de su madre desaparecida .Y en tercer lugar, Gilda. ¿Qué decir? Desde lo personal admiración profunda a una mujer que trascendió los estereotipos de la época, que luchó contra el machismo no solo laboral sino también dentro de su familia, que se jugó por sus sueños y logro lo que pocos artistas logran: quedar en el corazón de muchas generaciones que aun hoy disfrutan su música. Desde lo profesional, un sueño cumplido por el que luché durante muchos años , y que junto a Lorena Muñoz, otra mujer valiente, conseguimos realizar, llevando al cine la vida no solo pública y conocida de Gilda, sino, y para mí lo más profundo, a Miriam (Bianchi): la madre, la amiga, la esposa. Un personaje que también me acompañará siempre, y que cuando estoy de gira por países lejanos honro interpretando sus canciones.
5. —¿Tenés ganas de volver a ser una heroína de telenovela?
—Me encanta el rol de heroína de telenovela, pues tiene que ver 100% con mi infancia. Cuando mi mamá puso su peluquería en el living de casa, luego de vivir en lo de mi abuela, aún en el Cerro, yo miraba por la tarde todas las telenovelas de Verónica Castro. También amaba las brasileñas. Me las conozco a todas las de los 80 y principios de los 90; fueron parte de mi vida. Como cualquier niña soñaba con ser ella y cantaba frente al espejo con un peine de hacer brushing como micrófono. Amo el género y me divierte jugarlo. Lo que no me interesa es el estereotipo, pues las épocas por suerte fueron avanzando mucho en relación al rol de la mujer y siempre intenté interpretar a mujeres libres, decididas, que rompieran prejuicios, acompañando como actriz el paso real del tiempo con los personajes. Tuve la suerte de comenzar muy chica en esos roles y no me interesa quedarme en un lugar que, por un lado, no se identifica con mi realidad de mujer de 40, y por el otro, hay jóvenes actrices con muchísima capacidad para interpretar.
6. —¿Sentís que en televisión la gente te compra más como comediante ?
—Bueno, depende el proyecto. No sé si tiene que ver con que el público de tele me prefiere mas en comedia. De hecho, si bien era una comedia, en Solamente vos los momentos más interesantes de complicidad con el público fueron los más dramáticos, cuando ella sufría por amor y se la pasaba llorando. Incluso cuando pasaron Gilda en televisión, que no es una comedia, tuvo muchísima aceptación. Pero si es cierto que los personajes de comedia son muy necesarios en un medio tan masivo como la tele, y en esto me incluyo: sacarle una sonrisa a alguien necesitado de alegría es algo que para mí es un privilegio. Son muchos los momentos donde la gente me agradece por hacerlos reír, acompañarlos en momentos quizás duros que están atravesando y, desde ahí, lograr también emocionarlos con escenas dramáticas es quizás más valorado. Se sienten identificados, y de alguna manera me adoptan como parte de su familia. También es real que mi personalidad es más cercana a la comedia que al drama, y aunque me considero bastante melancólica me gusta estar en ambientes alegres, y compartir grupos de trabajo en armonía con mucho humor.
7. —¿Qué pasó con tu proyecto de hacer la serie Grisel para Telefe?
—Es un proyecto muy ambicioso, con una reconstrucción de época muy importante, con lo cual necesita de varios socios. Es algo que en algún momento saldrá.
El tráiler de "Grisel"
8. —¿Cómo quedó tu relación con Telefe luego de tu accidente en los Kids' Choice Awards?
—La relación es muy buena; de hecho, me ofrecieron proyectos puntuales para hacer tiras. Pero en este momento estoy con distintos proyectos cinematográficos que tenía con anterioridad, y fueron saliendo todos juntos. Además viajo mucho por las giras. Este año estuve realizando 18 conciertos en Europa del Este, además de distintos festivales, y eso hace que me cueste aceptar un proyecto que me requiera estar todo el año sin viajar. De hecho el proyecto que estoy empezando a filmar es con Viacom, ya que tengo varios proyectos de cine con ellos. Telefe Cine es un área muy importante dentro del canal.
9. —En un momento dosificaste la intensidad de tu carrera, te expusiste menos y bajaste el perfil. ¿A qué se debió?
—En relación a la intensidad, obviamente el nacimiento de mi hijo fue definitorio para decidir qué tipo de vida quería darle, y darnos. Pero no creo que solamente tenga que ver él, sino también con una madurez natural. Trabajo desde muy chica y el hecho de necesitar explorar otros ámbitos como el cine fueron fundamentales para detener la vorágine y elegir de a poco: a veces, para avanzar hay que detenerse. De cualquier manera soy alguien muy activa que está siempre trabajando en proyectos y viajando. Lo que sucede es que mucho de eso prefiero hacerlo de puertas para dentro, para una vez sí, ya compuesto el personaje, mostrar el trabajo. Nunca me interesó mostrar mi vida privada, mucho antes de las redes; siempre le huí a eso. Un poco por pudor y otro poco porque no me resulta interesante la exposición de mi intimidad. Pienso que cuando compongo un personaje deben ver ese rol y no verme a mí. Y si yo todo el tiempo me expongo resulta aún más difícil desaparecer y fundirme con los gestos de otros. Un ejemplo claro fue Gilda: debía lograr que el público viera sus ojos en mi mirada, su forma de cantar, de hablar.
10. —¿Qué papeles tenés pendiente como actriz ?
—Me gusta encarnar diferentes tipos de mujeres. Un personaje que siempre quise hacer y que aun no logré es Juana Azurduy. La mujer ocupó un rol protagónico en la historia, pero en los libros eso no se ve reflejado.
11. —¿Cuales son tus tres compañeros actores favoritos, entre todos tus trabajos?
—Es difícil elegir a tres: he tenido mucha suerte con mis compañeros. Cada uno en su momento fue muy generoso conmigo, me sentí muy cuidada y respetada como actriz. Algunos fueron más divertidos que otros, pero siempre la pase muy bien con todos. Facundo Arana, Leo Sbaraglia, Pablo Rago, Claudio Quinteros, Benjamín Vicuña, Joaquín Furriel, Adrián Suar, Guillermo Francella, Diego Torres, Fernan Mirás, Diego Ramos, Pipo Luque: tuve mucha suerte. ¡Diego Peretti!, que es con quien estoy filmando ahora y ya trabajamos juntos en cuatro ocasiones, y somos muy amigos. Daniel Hendler.
12. —Nombranos a tres personas que te dieron una mano en este medio.
—Alejandro Romay. Cuando llegué a Buenos Aires hice un pequeño papel en Alta Comedia junto a Darío Vittori. Luego fui parte de los alumnos en la novela Inconquistable corazón, donde me gastaban y me decían: "¿Para qué te maquillas si no salís?". Y yo, que siempre estaba pendiente de si la cámara nos tomaba y actuaba sin parar, decía: "Algún día alguien sí me va a ver". Y ese día llegó. A mitad de la novela Alejandro me hizo un contrato para ser parte del elenco estable y luego me dio mi primera oportunidad en Dulce Ana, junto a Patricia Palmer y Susana Campos. Ambas absolutamente generosas conmigo desde lo profesional, me daban muchos consejos en su camarín, y desde lo personal muy pendientes de mí, ya que era muy chica, tenía 17 años y estaba lejos de mi familia. Luego vino el 90-60-90 junto a dos grandes compañeros, Raúl Taibo y Silvia Kutika. Y mi primer protagónico en Ricos y famosos, junto a Diego Ramos. Luego, Gustavo Yankelevich. Él me convoco a mis 20 años para conducir un Martín Fierro. Gustavo estaba más loco que yo por darme semejante responsabilidad, y yo absolutamente inconsciente en aceptar. Pero ahí fui muy estudiosa, y con un gran vestido de terciopelo verde. Luego Alejandro se retiró de la tevé y yo recién ahí pase a Telefe; vino Muñeca brava y todo cambió. Existieron muchas personas que me formaron como actriz y me enseñaron mucho de lo que no se ve: la puesta de escena, el manejo de luces, confiar en la mirada. Tuve grandes maestros en teatro y también algunas desilusiones. Pero increíbles actores como Lydia Lamaison que, con su talento y energía a sus 90 años, de alguna manera me adoptó como su nieta, y dejó en mí una marca imborrable.
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