Oscar Coto Fernández, conversando con Teleshow
"Hola, soy Oscar Coto Fernández. Me crié en la villa 21-24. Me hice conocido en MasterChef cocinando. Hoy soy instructor de cocina en el Centro de Formación Padre Daniel de la Sierra. También actúo. Actué con los mejores del país: Rodrigo de la Serna, Julio Chávez". Así se presenta ante Teleshow este joven de 37 años que es conocido popularmente por su primer apellido: para todos, es simplemente Coto.
En el reality de Telefe, con su recordado "alto guiso" hizo estallar las redes sociales. Desde ese momento su vida cambió para siempre. Oscar forma parte del elenco de El Tigre Verón, la miniserie de El Trece que protagoniza Julio Chávez. Antes estuvo en El Lobista y en El Puntero, ambas con Rodrigo de la Serna. Y en Farsantes,. Además, fue un narco en la película Amigos inseparables, protagonizada por Oscar Martínez.
Viene de una familia muy humilde, donde muchas veces no había para comer. Empezó a trabajar a los ocho años para colaborar con su familia: vendía elementos de cocina. Cuando era adolescente quedó huérfano, al morir sus padres. Ahí tocó fondo, y tuvo que volver a empezar. Le costó mucho, pero al final la vida le dio mucho más de lo que se imaginaba.
"Lo que transmito siempre es que la formación te hace una persona con herramientas para poder expresarte mejor, y después mostrarlo con la habilidad que recibís.Y creo que la formación te mejora en todo sentido", expresa Coto, a quien la cocina le salvó la vida.
—¿Cómo fue tu infancia?
—Nací en Fiorito, en Avellaneda, cuando eran los terrenos del ferrocarril y no había tanta gente como ahora. En su momento había mucho pasto; hasta animales había. Mi mamá era ama de casa y mi papá changarín, trabajaba en un mercado de Avellaneda.
—¿Qué recordás de esa infancia?
—Re linda. Mi papá tenía muchísimo trabajo: bajaba todas las papas que venían de Balcarce. Y ya de chiquitito él me llevaba al laburo. Cuando pasa lo de la híper inflación en 1989 , mi familia pierde todo, y al no tener estudios, todo se complicó. Nos fuimos a vivir a una villa en Paraguay. Con mi hermano más grande vendíamos tenedores, cuchillos y bowls. Salíamos a vender a la mañana, y cuando volvíamos teníamos que ir a la primaria. Yo fui el único que fue a la escuela allá.
—¿Hiciste solamente la primaria?
—Sí, primaria solo. Y nos volvimos porque mi papá no aguantó el calor de Paraguay: era muy fuerte. Y como al no tener estudios tenés que hacer trabajos pesados, se volvió.
—¿El estudio era prioridad en tu casa?
—Mi papá te exigía primaria, nada más. Mi viejo decía: "Chicos, si ustedes terminan la primaria, les va ir muy bien". Para mi papá, que hizo solo el primer grado, ya era mucho.
—¿Qué cosas te faltaron a vos que hoy no le faltan a tu hijo?
—Thiago tiene cinco años: va al jardín y al instituto de inglés. La otra vez fuimos con la mamá: escuchar a mi hijo hablando en inglés durante una hora y veinte, con cinco años… La directora nos explicaba que el lenguaje nativo se aprende así, con canciones, con todo. Y verlo hablar en otro idioma y saber que volvía a casa, tomaba la leche, se ponía a jugar y nada más… Creo que con mi mujer venimos haciendo un trabajo muy lindo, y completamente diferente a las etapas que quemé yo siendo niño. Pero la necesidad te obligaba: teníamos que salir a vender sí o sí, teníamos que llevar la plata a casa.
—¿Cómo llega la cocina a tu vida?
—Jugando, en mi primer campamento. Me gustaba (cocinar) porque no pensás en nada. Imaginate: en el 2000 muere mi viejo, en el 2002 muere mi mamá, te quedás completamente sin nada, no sabés para dónde correr… Te quedaste sin papás, y lo único que ves es trabajo: la cocina es lo primero que aparece. La cocina me salvo. Me dio calma y estabilidad. Con un cuchillo y una tabla bajás en México, bajás en España, en cualquier lugar, y (la cocina) te banca la ropa, la estadía. Y si te aburrís del país, te paga el pasaje y te volvés. Así que creo que la cocina tiene muchas cosas que te quedan para toda la vida.
Oscar Coto Fernández en "MasterChef" (Video: Telefe)
—Contame sobre todos esos sacrificios.
—Solo los que la vivimos la podemos contar. Si tu casa es grande y antes estaba llena de gente, de golpe no queda nada. Y ese es un momento donde una persona toca fondo, más siendo joven… Entonces la vida la ves de otra manera. Vivís cosas fuertes ya de chiquitito: violencia, un montón de cosas que vos ves en la villa, injusticias. Y después, con lo que me tocó pasar en mi familia, a mí particularmente, hay problemas que vos ves y decís. "Eso no es nada". Ya el chiquitaje, no. O sea, como solamente querés ayudar y progresar, no te detenés en cosas que no valen la pena.
—¿Qué veías en el barrio?
—De todo se ve. A ver, vos, vos o cualquier persona normal, a los 18, 19 años recién arrancan a salir a bailar, y acá, un nene de 8, 9 años ya ve una persona tirada en el piso porque hubo un enfrentamiento. Vemos cosas a los 8, 9 años que las tendríamos que ver a los 20, 21, cuando salimos a vivir a la vida. O ni verlas. Bueno, acá se ven delitos: roban a dos cuadras hasta a la propia persona que viene de trabajar o viene con sus compras, porque lo agarró un enfermo, un adicto a algo que está perdido completamente, que nadie lo ayuda, que está afuera del sistema y que por la necesidad de drogarse termina afanándole por ahí a un vecino. O por ahí no son vecinos, vienen de otras provincias porque tienen la droga más barata, entonces, se hacen del lugar, ¿no? Y por ahí no sabe que la persona a la que le quitó la bolsa tiene 40 años de la villa. ¿Por qué? Porque te vino del Conurbano, ¿no?
—¿Qué te motivaba a salir adelante?
—El esfuerzo. Yo toqué fondo, yo perdí todo, y había que volver a hacer una familia de vuelta. A veces es fácil apuntar con el dedo, pero uno no elige dónde nacer: te toca nacer donde te toca. Y el que tiene la suerte de nacer en otro lugar donde pueda no quemar etapas, es hermoso. Pero el que no, por ahí ve cómo tiene que trabajar el doble para los que vienen atrás, nuestros hijos, puedan disfrutar la vida con buenas herramientas. Yo creo que es lo que le dejamos a nuestro hijo: cuando sos pobre, los recuerdos. Cuando sos millonario dejás casa, dejás un poco más.
—Y después, ¿cómo siguió tu vida?
—Trabajaba en el barrio con los curas, los domingos, con 1200 chicos. Anteriormente a MasterChef ya estaba en la tele pero siempre fui bandido, dueño de un desarmadero, siempre en disfrazado en las malas, secuestrador. Ahora en El Tigre Verón estoy en una celda: soy el Gurka. Siempre el malo, ¿no? En cine nacional también he actuado con los mejores. A veces pienso que la vida te quita mucho pero también te da. Y te digo: cuando quedás solito en tu casa y no sabés para dónde correr, y no hay respuestas, no hay un montón de cosas, lo único que queda es recordar qué te dieron tus papás, qué hicieron. Y si vos viste que se rompieron en pedacitos muchas veces, no por culpa de ellos sino por el sistema, y ves cómo se fueron armando y tratando de darte lo mejor para llevar el almuerzo, la merienda, la cena, con muchos hermanos. Y cuando perdés todo no viene el político a hablarte o a ayudarte; entran todas las cosas de tu casa en una Ford F-100 y te terminás yendo a otro país. No viene nadie a decirte qué necesitás, qué te pasó. Si tu mamá y tu papá no tienen estudios, automáticamente te das cuenta que tu papá te dice: "Chicos, tienen que estudiar para no bajar la bolsa de papas como la estoy bajando yo". Y eso te enseña la vida, que tus padres se rompen en pedacitos y se arman para darte lo mejor. Y yo creo que mi niño ve cómo nos rompemos con su mamá, con Ro, para que él tenga lo mejor. Y yo creo que eso, la cultura del trabajo, es la que te saca adelante.
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