Por Susana Ceballos
Nacido el 18 de noviembre de 1932, la pasión de Héctor Ricardo García por el periodismo comenzó de chico. A los ocho años se rateaba de la escuela Roca, a cuadras del Obelisco, para leer los diarios o jugar al fútbol con su amigo Mauricio Borensztein, que años después se convertiría en Tato Bores. "Yo tenía muchas vocaciones y todas tenían que ver con rajar del colegio. Fui canillita en la puerta del subte, trabajé en un kiosco en Corrientes y Pellegrini, y fui ordenanza en El Nacional, en 1944 donde terminé como reportero gráfico", recordaba.
En 1954 creó la revista Así es Boca. García encontró una técnica para colorear las fotos que hasta ese momento eran en blanco y negro, y aplastó a la competencia. Siguió con Así, la revista llegó a vender un millón y medio de ejemplares con tres ediciones semanales. Su secreto era publicar lo que otras no se animaban; por ejemplo, demostró con pruebas irrefutables que el Che Guevara había sido fusilado y no muerto en combate.
En 1963, García tenía 31 años al crear Crónica. En su primer número editorial explicaba cómo sería el diario: "Nada de eufemismos ni retorcimientos idiomáticos. La voz popular ha de recogerse para el mejor entendimiento de la información. El idioma argentino será nuestra manera de decir las cosas. A la verdad hay que gritarla en su mayor sencillez". Y obviamente ya aparecía la leyenda "Firme junto al Pueblo".
El diario priorizaba las noticias nacionales sobre las internacionales; el deporte, el espectáculo y los policiales llenaban la primera plana sobre las notas de política. "Crónica tiene un destinario bien definido: el Pueblo, la masa. Entre un acto oficial y el drama de un niño, el último será el que ocupe nuestra atención", arengaba García a sus periodistas.
Cuando apareció Crónica el mercado estaba copado por diarios ya instalados como La Razón, Crítica, Noticias Gráficas y El Siglo, pero García decidió competir con ellos con un diario vespertino. La primera edición vendió 5 mil ejemplares; un mes después ya vendía 90 mil. El crimen de una muchacha, Norma Mirta Penjerek, generó conmoción, y bajo la batuta de García, Crónica siguió el caso con minuciosidad, generando intriga y suspenso como una verdadera novela policial: las ventas lo acompañaron. También publicó un reportaje a Juan Domingo Perón, y lo acompañó de una foto del ex presidente en pijama leyendo… Crónica.
Nos decían que si estrujábamos Crónica chorreaba sangre; hoy todos los diarios chorrean sangre
Pero su genialidad o desparpajo definitivo fue con un concurso que organizaba una marca de gaseosa. Las preguntas aparecían en todos los diarios, salvo en Crónica. García entonces empezó a publicar "las respuestas del certamen refrescante que usted busca" y que obligó a una sexta edición donde apenas cambiaba los títulos.
García iba todos los días al diario e incluso tenía una pequeña habitación junto a su despacho con vista al río para dormir una pequeña siesta. Durante años se encargó de hablar con distintas fuentes para escribir la sección de chimentos La Pavada que tecleaba en su máquina de escribir. "No inventé nada. Trasladé a la Argentina un periodismo que ya se hacía en todas partes del mundo. Acá los diarios hablaban de las Naciones Unidas, política internacional, pero de deportes, policiales, espectáculos, muy poco. Reconozco que hace 30 años tuvimos la audacia de publicar cadáveres en tapa. En la vida real, la gente se muere o la matan. Nos decían que si estrujábamos Crónica chorreaba sangre; hoy todos los diarios chorrean sangre".
Crónica imprimía tres ediciones diarias que en 1964 vendían 200 mil ejemplares, y el matutino, otros 100 mil. Entre 1968 y 1973 el diario alcanzó un promedio de ventas cercano a los 600 mil ejemplares diarios. Pero hubo dos ocasiones donde superó el millón. La primera, el 31 de octubre de 1974 con una tapa que anunciaba el explosivo romance entre la bella y el campeón, o entre Susana Giménez y Carlos Monzón. La segunda, la vez que Argentina ganó el Mundial de fútbol en 1978. Un día histórico hizo una tapa histórica; cuando falleció Perón simplemente puso en primera plana: "Murió".
García padeció la persecución y censura de casi todos los gobiernos. Crónica fue clausurado por Juan Carlos Onganía por informar sobre el Cordobazo; José López Rega lo cerró durante un año, por invocar una "campaña a favor de las Islas Malvinas". Con la Dictadura sufrió censura por publicar la muerte de Mario Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y por anunciar una supuesta apertura política del gobierno. En una acción guerrillera el ERP lo secuestró y mantuvo cautivo 12 horas. Para liberarlo exigió la publicación de un comunicado de la organización llamando a votar por el Frejuli. García accedió y recuperó su libertad.
"Me pasaron muchas cosas por no haber hecho nunca relaciones públicas, por no ser dócil con los militares, los gobiernos y el ERP. Es decir, la culpa la tuve yo porque siempre me cagué en todo y nunca me perdonaron que tuviera tanto éxito".
Luego de lanzar Crónica compró Radio Colonia, que transmitía desde Uruguay, y que sumaba oyentes argentinos porque pasaba tangos que estaban prohibidos. En paralelo también fue empresario teatral. En 1972 adquirió el Teatro Astros, en 1975 creó el Complejo Estrellas, y más tarde se hizo cargo del Teatro Tronador de Mar del Plata.
Luego incursionó en televisión: Teleonce (Telefe), Teledós (América) y finalmente en Crónica TV. Sin dudas, este canal de noticias que inauguró en 1994 fue una de sus grandes creaciones. Fue el primero en dar a conocer los suicidios del empresario Alfredo Yabrán y del doctor René Favaloro, la renuncia de Domingo Cavallo como ministro de Economía de Carlos Menem; la salida de Guillermo Coppola de la cárcel y el doping de Diego Maradona en Punta del Este; la muerte de Carlitos Menem y el nacimiento del hijo de Marcelo Tinelli, la enfermedad de Sandro; el motín de Sierra Chica, el accidente de Lapa, la toma de rehenes en Ramallo, la tragedia de Cromañón, el atentado a la AMIA y la tragedia de Once.
Pero sin dudas lo que más identifica al canal de noticias son sus placas rojas. "Con las placas me terminé dando un gusto. En todos los canales, los escenógrafos siempre me dijeron que el color rojo estaba prohibido en la televisión porque era de mal gusto. Me decían que había que usar los tonos crema, azul, blanco. Pero yo siempre insistí con el rojo. Cuando hice Crónica TV me di el gusto".
Aunque mantenía un perfil muy bajo – casi nunca daba entrevistas y, cuando las daba, exigía que no le tomaran fotos-, García era un hombre de consulta frecuente. Marcelo Tinelli, Adrián Suar, Mirtha Legrand, pero también presidentes como Menem, Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner, y empresarios de medios lo llamaban para pedirle su opinión.
De su vida privada poco y nada se sabe. Se conoce que tuvo una hija, María Elena, con la que no tenía relación y que no le permitía ver a sus dos nietas; también que vivió una pelea feroz con su yerno. Algunos de sus amores trascendieron, como el que mantuvo con Ethel Rojo y Anabella Ascar. Pero no mucho más. "Estoy disconforme con todo lo que sea mi vida privada. A veces pienso que me fue mal en esas cosas, en compensación por todo lo que me dio de lindo y de bueno la vida en otros aspectos. A veces pienso que el diario me destruyó".
Las anécdotas que se cuentan sobre él son innumerables. Sabía el nombre y apellido de cada uno de sus empleados, desde los gerentes hasta los ordenanzas, pero también conocía sus necesidades. Cierta vez se enteró que un cronista estaba por sacar un préstamo para poder terminar la compra de su primera casa, lo llamó a su oficina y le entregó el dinero que faltaba. Otro cronista decidió renunciar para abrir su propio diario zonal en un pueblo del Interior y lo financiaría con ahorros propios. Cuando García se enteró, le dijo que serían socios y le dio el dinero que precisaba.
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En la redacción escuchó que otro cronista se lamentaba que desde administración le habían anunciado que no le pagarían unos viáticos con los que él contaba para terminar su casa. García lo convocó a su oficina y le preguntó si era cierto. Ante la respuesta positiva de su empleado, llamó inmediatamente a administración y le dijo que le pagaran o "los echo a todos", frase muletilla que usaba cuando quería mostrar su enojo.
Acostumbrado a la rutina que durante años mantuvo en el diario, solía dormir hasta el mediodía y llegar a Crónica TV alrededor de las 14 para retirarse pasada la medianoche. Estaba informado de todo. Si una nota le gustaba llamaba al cronista y, luego de felicitarlo, le ponía un buen dinero en el bolsillo. Si una nota le parecía mal hecha, se tomaba el trabajo de indicarle al cronista por qué estaba mal, qué debía mejorar y terminaba con un "¿entendiste, pibe?".
Podía ser un patrón amable y generoso también podía enojarse, y mucho
Solitario, los fines de semana cuando se aburría se aparecía en el canal y se ponía a dirigir los móviles. Los periodistas decían, entre asombrados y risueños, que era sus joystick y play. García también tenía actitudes de niño. Era frecuente que le dijera a un productor "vení, pibe, acompañame", y terminaban en una juguetería comprando el último muñeco del Ratón Mickey. Su fanatismo con el personaje surgió porque compartían fecha de nacimiento. Llegó a tener una colección de dos mil objetos con el ratón y en su muñeca, en lugar de un costoso reloj suizo, lucía otro con Mickey.
Cuando tenía ganas de ir al cine solía invitar a algún empleado. En cambio, no le gustaba mucho el teatro y raramente leía algún libro. Si el canal cubría un espectáculo de alguno de sus artistas favoritos, García en vez de verlo sentado en butaca de privilegio, prefería disfrutarlo dirigiendo el móvil. Cuando la transmisión terminaba, invitaba a todo el equipo a comer a un restaurante. El menú que siempre pedía era milanesa con papas y huevo frito acompañado por el vino más económico de una conocidísima bodega al que indefectiblemente le agregaba un cubito de hielo.
El mundillo de la política no le interesaba pero era fanático del mundo del espectáculo: sabía todo lo que pasaba en la farándula. Caminando por los pasillos, cuando se cruzaba con algún periodista le preguntaba: "Pibe, ¿te enteraste lo que dijo ayer…?". Y mientras el periodista buscaba en su memoria la última declaración del presidente o un ministro, García remataba: "¿…lo que dijo ayer Moria Casán en lo de Tinelli?". Si la respuesta era negativa, García se iba mascullando: "¡Pero qué boludo, cómo no lo sabe!".
Si un cronista volvía de una extensa cobertura en el Interior, García preguntaba: "Y, pibe, además de trabajar, ¿conoció alguna chica? ¿Se divirtió?". Si la respuesta otra vez era negativa, indefectiblemente venía el consejo: "¡Pero no sea boludo! En las notas, además de laburar hay que divertirse…".
Pero así como García podía ser un patrón amable y generoso también podía enojarse, y mucho. Uno se daba cuenta de su enojo no por sus gritos sino porque sencillamente te ignoraba, no te saludaba y mucho menos comentaba tus notas. Era capaz de lanzar un cruel "vos sos mío" a un productor que no le entregó un diario propio. Cuando los empleados organizaban paros por mejoras salariales, escuchaba sus reclamos. Pero si le parecían excesivos no se inmutaba, simplemente cambiaba la programación y pasaba viejos recitales de Sandro o Leonardo Favio, películas como La carpa del amor o Trapito. Lo increíble es que estallaban los teléfonos con llamados para felicitarlos por los cambios en la programación.
Su pasión por los perros merece un párrafo aparte. García era fanático de ellos, pero no los de razas carísimas y mucho menos los que están de moda; le gustaban los perros callejeros. En la entrada del canal era común ver varios sentados plácidamente sin que nadie los molestara. El más conocido de todos fue Coco: García lo adoptó y el perro vivía en el canal; incluso tenía su propia cucha cerca de la oficina de su dueño. Cuando el perro murió lo enterraron en el patio del edificio.
Después vino Taco. El problema es que su dueño era un linyera que se presentaba en el canal a reclamar a los gritos por su mascota. Así que se logró una "tenencia compartida": el perro comía en el canal pero dormía en la calle con su dueño.
Poco a poco los problemas de salud hicieron que García se fuera retirando de Crónica. En 2016 le vendió sus acciones al Grupo Olmos y dejó de ir al canal. Los antiguos empleados se lamentaban que se marchó sin homenajes ni despedidas; solo dejó un vacío enorme. Con García se despedía una época mítica de las redacciones donde la noticia era más importante que los periodistas, donde lo que se narraba era más importante de la herramienta digital con la que se contaba. Una época donde los grandes hacedores de los medios seguían más a sus intuiciones que los consejos del departamento de marketing. García perteneció a esa raza de hombres que rompe los manuales de gerenciamiento empresarial porque solo con instinto y sin olvidar sus raíces interpreta los gustos de miles y hace un éxito donde otros auguran fracasos.
Nunca fue famoso ni popular, de hecho la mayoría de las audiencias de sus creaciones desconocen su rostro. Sin embargo, interpretó el gusto popular como casi ninguna otra persona de la Argentina. Fue el último intuitivo, el maestro sin manual, el padre de las placas rojas y el primer gran empresario de medios de la Argentina.
Fue el hombre que daba órdenes pero se negaba a recibirlas. Fue el hombre que lo tuvo todo, pero que se sentía muchas veces solo y se aburría como un niño. Fue maestro, genio, figura. Y sobre todo, fue dueño absoluto de su vida y sus creaciones.
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