Máquina del tiempo rumbo a 1994. Esta nota todavía no es posible. Hay una oficina con tan solo dos escritorios en la calle Posadas. Uno lo ocupa Adrián Suar, con 26 años; el otro, Fernando Blanco. Es la época de los noventa. Gobierno menemista, pizza con champagne, Windows 95, el desembarco de empresas multinacionales en nuestro país. En la tele podemos encontrarnos con Chiquititas, South Park, MTV… La cadena Blockbuster es el gigante del momento. Es en ese paisaje cultural que surge la primera producción de lo que hasta entonces es tan solo una oficina con dos escritorios pero que ya se llama Pol-ka. Todavía el nombre no significa nada para nadie salvo para Suar, que lo eligió en homenaje a su abuela, la Polaca, como él la llamaba. Pero más allá de eso, decir Pol-ka todavía es una entelequia: "Cosa, persona o situación perfecta e ideal que solo existe en la imaginación". Sin embargo, y después de esa primera producción, la cosa cambiaría para siempre.
No es menor cuál fue aquel primer título, no es menor la huella que dejó, y no es menor que su protagonista haya sido justamente uno de esos dos hombres que ocupaban la primera oficina: Adrián Suar.
Se trató, por supuesto, de Poliladron. Hoy, una hazaña de la televisión argentina. En su momento, una locura. "Si me das a elegir, entre tú y la gloria, pa' que hable la historia de mí, por los siglos, ay amor, me quedo contigo", decía una canción de la época con la que terminó el último capítulo de la serie: Laura Novoa y Suar heridos en el piso, los dos reptando para tocarse las manos y morir juntos. Y a partir de entonces, con la primera épica inoculada en el corazón de todos, la Argentina se convirtió en tierra fértil para la productora de ficciones más importante del país.
Una escena de "Poliladron" (Canal 13)
Hasta el momento Pol-ka lleva producidas más de 60 ficciones y las oficinas ya no albergan solo dos personas sino a 450. Para entender el fenómeno, para recordarlo, pero sobre todo para entenderlo, hay que ir al origen, que no solo cuenta la historia de una productora sino también, de algún modo, nuestra historia.
La serie más exitosa de los 90 nació de un accidente. Suar choca con el auto, nada grave, y lo llevan a una comisaría de Ciudadela. Al ver el entorno, las caras, las locaciones, el universo, entiende una cosa: acá hay una historia. Sin perder tiempo, llama a Leonardo Bechini, director, y se ponen manos a la obra junto a Oscar Tabernise. La inversión era grande, una de esas aventuras que empiezan con la frase "me lo juego todo" y que requieren de endeudamientos, promesas y un poco de fortuna, en los dos sentidos de la palabra. La anécdota cuenta que Suar tuvo que pedirle 70 mil dólares a Araceli González, su pareja de entonces. La misma Araceli lo contó: "Cuando uno está en pareja tiene que confiar en su pareja y yo confié en él. Sentía que tenía mucho talento. Me lo fumé mirando televisión durante un año, y era lo que él quería hacer y me pareció lindísima la idea, y así fue", dijo alguna vez.
La apuesta funcionó y así nació Poliladron, la historia de un ladrón de corazón noble (Suar) y una policía sensible (Novoa). Una serie romántico-policial con toques de comedia que elevó el estándar de las ficciones nacionales que se veían esos años.
Luego de que no funcionaran los dos primeros episodios, la serie se asentó. Se grababa en distintos sectores del Gran Buenos Aires, lo que supuso toda una revolución: por fin, las ficciones argentinas cruzaban la General Paz. Prendió rápido: la gente se acercaba a los sets de grabación y aplaudía cuando terminaban una toma. Era como la versión noventosa de un teatro con cámaras, micrófonos y pruebas y error. Hubo días en que hasta 500 personas iban a ver el rodaje. Algunos vecinos ofrecían sus casas como locación y hasta convidaban con caldo caliente a los actores y productores. Una vez usaron la casa de una señora en la que tenía que haber una explosión. Le avisaron a la dueña que iba a haber una pequeña sacudida, que no se asustara, pero la explosión fue demasiado real: se cayó el cielo raso y la vivienda quedó prácticamente destruida. Al otro día hubo que mandar albañiles a reparar la catástrofe…
Poliladron revolucionó la televisión: sentó precedentes en materia de efectos especiales, incorporó director de arte permanente, hubo un acercamiento a la narrativa del cine. Con Poliladron, Diego Peretti supo que lo suyo era la actuación y dejó la psiquiatría para siempre. ¿Aquel primer personaje? El Tarta. La tira ofrece un fresco de época: la corrupción policial, que hasta entonces no tenía lugar en la pantalla chica, se colocaba en el centro de la escena. Lo que hacía y haría Pol-ka se trataba -lo supimos luego- de contar otra Argentina.
La revolución costumbrista. La economía atravesaba una ola de importaciones y privatizaciones, los bolsillos de la gente de a pie estaban vacíos. En este contexto, las historias se habían replegado tierra adentro, hacia lo profundo de un barrio cualquiera, con personajes desocupados pero, en cierta medida, alegres. Así nació Gasoleros, con la dupla de Mercedes Morán y Juan Leyrado. La tira diaria tuvo a casi dos millones de espectadores esperando, ansiosos, el próximo capítulo. La base de la historia era la rivalidad entre colectiveros y taxistas: se centraba entre la taxista Roxy y el ex colectivero devenido en mecánico Héctor.
No solo que contaba la vida cotidiana sin esa pátina irreal de la telenovela convencional donde no había problemas del mundo ordinario, sino que además inauguraron una nueva tradición de castings: si en el mundo real no todos son perfectos, en sus tiras tampoco lo serían. "En ese momento irrumpe Mercedes. No estaba acostumbrada a hacer ese tipo de programas y aparece una dupla con Leyrado que era rara para lo que pasaba en la televisión en ese momento", cuenta Suar.
Por su parte, Morán recuerda: "En Gasoleros se me dio la oportunidad de protagonizar una tira, no teniendo yo ninguna de las características de la protagonista convencional de ese momento. Además toda la manera de llevar a cabo los proyectos, el criterio… Creo que Pol-ka dio vuelta una página argentina. Sus productos siempre han tenido muchísima calidad y siempre se me dejó trabajar con muchísima libertad".
La construcción del barrio desde lo técnico fue una parte importante del éxito de Gasoleros. La casa chorizo de Panigassi, la casa de Roxi, eran lugares que se parecían con gran eficacia a la realidad: en el set, las hornallas funcionaban, las canillas andaban, y se utilizaban espacios internos para recrear exteriores. Así, 50 lamparitas de 100 W simulaban el sol, por ejemplo. El set contaba con 50 personas detrás de cámara, cuatro decorados fijos y cuatro móviles, y, según se cuenta, las abuelas de Plaza de Mayo almorzaban con el equipo detrás de cámara.
"Me parece mentira que ya hayan pasado 25 años desde la creación de Pol-ka. Creo que una de las claves es que corrió riesgos, cosa que no es sencilla en nuestra televisión. A eso también se debe el éxito y la permanencia. Inauguró tantas cosas… A veces me gusta verme en alguna repetición de aquellos programas y ver a tantos amigos y gente querida que todavía conservo. Fue un privilegio para mí ser parte de distintas ficciones a lo largo de estos años, así que larga vida a Pol-ka y ¡salud, salud y salud!", dice Morán, a modo de recuerdo y homenaje.
La fábrica siguió; después del éxito arrollador de Gasoleros, llegó otro más y otro más y otro más. El siguiente, Campeones de la vida, desde 1999 a 2001. Un momento nostálgico para inaugurar el homenaje: ¿quién no recuerda la pelea del siglo entre Guevarita y Garmendia?
Un día, mientras se grababa Poliladron en un café de Ciudadela, Adrián vio pasar un camión de basura y dijo: "Lo próximo que voy a hacer es una de recolectores y boxeadores". Así era Suar, así era Pol-ka. Dicho y hecho: el mundo obrero, camiones de basura, boxeo, frigoríficos. El universo de la tira protagonizada por Osvaldo Laport y Soledad Silveyra era deudor, en cierto sentido, de Gasoleros. Se estrenó un 4 de enero de 1999; visto desde hoy, el aroma pre-corralito se olía en el aire. ¿Cómo no leer metafóricamente las peleas del ring, con esos personajes que caían noqueados, tomaban fuerzas de ninguna parte y resucitaban para seguir luchando?
Soledad Silveyra y Osvaldo Laport en "Campeones de la vida" (Video: El Trece)
La serie empezó con un golpe duro, directo a la cara. Esto no es metáfora: a diez días de empezar a grabar, Laport se golpeó de frente contra un taxi y se rompió la nariz. El accidente no fue menor: se tocó la cara y trató de calcular cuánto se había desprendido. A pesar de todo, a los diez días Laport ya estaba trabajando, fiel al personaje de boxeador que encarnaba.
De esa serie surgió otro de los personajes claves en la biografía de la productora: el Vasquito. Interpretado por Carlos Belloso, era un personaje que habitaba el grotesco, cosa rara para los códigos de la época. "Siempre rescato de Pol-ka que hay como una cláusula que hay libertad de creación. Los que veníamos del teatro podíamos hacer personajes más teatrales. Me parece que también eso se lo debemos", recuerda el mismo Belloso.
¡Aguante la ficción, carajo! Lo siguiente en cuanto a tiras diarias tuvo su recompensa en forma de discurso. Corre el año 2002. María Valenzuela gana el Martín Fierro a mejor actriz protagónica por la serie Primicias, que contaba la vida dentro de un diario, con Arturo Puig como protagonista. Sube al escenario, agradece a los suyos y antes de bajar grita: "¡Aguante la ficción, carajo!". No fue una declamación más. No fue solo insinuar que la ficción tenía que luchar contra los embates de los reality shows, tan en boga en aquel momento. No. Fue un grito de guerra en un momento en que los costos de producción en un país en eterna crisis hacían tambalear la industria.
Año a año, Pol-ka logró reponerse de eso. Solo nombrar algunas de sus ficciones más recordadas es un elocuente homenaje: Verdad consecuencia (1996-1998), Carola Casini (1997), R.R.D.T. (1997-1998), Por el nombre de Dios (1999), Vulnerables (1999-2000), El hombre (1999), Culpables (2001), Locas de amor (2004), Epitafios (2004-2009), Sin código (2004), Para vestir santos (2010), Tiempos compulsivos (2012-2013), El Lobista (2018) y muchos más.
En nuestro país, es imposible pensar en ficción sin remitirnos a Pol-ka. Por sus producciones pasaron más de mil actores, estuvieron más de 6 mil horas al aire, recibieron más de 100 premios. Lograron, por ejemplo, que Julio Chávez hiciera primero un unitario (El Puntero, en dupla con Rodrigo de la Serna), y después una tira diaria: Farsantes, junto a Facundo Arana, Griselda Siciliani y Esteban Lamothe.
La historia de cómo se logró aquello fue más sencilla de lo que cualquiera puede imaginar. La relata el mismo Chávez: "Vino Adrián a Mar del Plata y me dijo: 'Estuve pensando que el unitario tiene que ser una tira'. 'Lo hago ya', le dije. Es que a mí me echaron de una tira en el 78 por mal actor, porque yo no podía resolver los problemas de una tira. Y me prometí que iba a adquirir un oficio por el cual iba a poder dar esa materia que me habían reprobado. Y cuando Adrián me llamó entendí que era el momento de dar esa prueba". Así fue: dio la prueba y la pasó con facilidad, aunque también se recuerda de aquellos años la pelea entre él y Arana.
Esos conflictos también son parte del universo: todos los que hacen tiras coinciden en que no es una materia fácil. Oscar Martínez, acaso con Julio Chávez dos de los mejores actores de nuestro país, también participó de una telenovela. Se llamó Ilusiones, estuvo al aire entre 2000 y 2001, y compartió historia de amor con Catherine Fulop. "En una tira estás obligado a resolver diariamente. Y tratándose de Pol-ka, te obliga a resolver bien diariamente. Y te impone un adiestramiento, y muchas horas de trabajo, levantarte muy temprano… Entonces uno sopesa un montón de cosas antes de hacer una tira. Pero cuando lo estás haciendo vas forjando cosas del oficio", destaca Martínez.
Los actores y actrices por nombrar son infinitos. Todos tienen un recuerdo que aportar. En su casa, cada cual también tendrá su pequeño recuerdo. Las madres y las abuelas enamoradas del Padre Coraje de Facundo Arana, los pibes queriendo boxear, las pibas poniéndose cada vez más Guapas, en el sentido del carácter, no de lo estético. Los chicos y las chicas cantando las cumbias de los Marquesi, recordando los triángulos -y hasta octágonos- amorosos de las diferentes comedias. Las cosas que nos hacen reír o llorar también son las cosas que relatan nuestra historia.
Cuando los libros estudien la televisión argentina, recordarán a Pol-ka como la productora en la que todos los actores y actrices querían trabajar, a pesar del altísimo nivel de exigencia (entre todas las del país, es la que arranca más temprano las grabaciones). La recordarán como la que cambió decorados por locaciones, armas de juguete por armas de verdad, la que entendió que un director de prestigio no es un privilegio exclusivo del cine. La que puso a cantar a Vicentico, Cacho Castaña, Javier Calamaro, Alejandro Lerner, Abel Pintos y tantos otros para sus ficciones. La recordarán como lo que es, si es que algún día deja de ser: un lugar donde la realidad pasa a presentar credenciales y se lleva a cuestas un disfraz de ficción.
Un día inventarán la máquina del tiempo. Hasta entonces, y como dijo Mercedes Morán, larga vida a la máquina de contar historias.
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