Apenas dio sus primeros pasos como modelo en Los Ángeles, Guillermo Zapata (51) fue catalogado como "el George Clooney argentino". Y él, a decir verdad, nunca se molestó por la comparación, al contrario, le divertía. Además, cuando decidió abandonar su carrera de actor en nuestro país, para ir a probar suerte en los Estados Unidos, sabía que el camino no iba a ser fácil para él. Y que, de alguna manera, ese parecido le podía llegar a abrir algunas puertas en Hollywood.
Pero lo cierto es que, después de haber triunfado como empresario gastronómico y de haberse ganado un lugar en la actuación en la meca del cine, Zapata decidió regresar a nuestro país en carácter de productor y protagonista de La sombra del gato, la película con dirección de José Cicala que encabeza junto al norteamericano Danny Trejo y que, en honor a sus orígenes, decidió rodar en la Argentina. En diálogo con Teleshow, el actor y productor recordó todos los obstáculos que tuvo que enfrentar para llegar a este momento de su carrera.
—Muchos ignoran que sos hijo del recordado Rodolfo Zapata….
—Así es. Yo nací en la Argentina y me fui a vivir a los Estados Unidos en el año '92, cuando tenía 22 años.
—¿Y por qué te fuiste?
—Es muy loco lo que pasó. Porque, en realidad, para esa época yo ya estaba trabajando en televisión acá. Apenas terminé la secundaria entré al Conservatorio Nacional de Arte Dramático y, al tercer año, ya empecé a actuar en la tira Clave de Sol, dónde hacía el personaje de Nico. Después participé de una novela que se llamaba Amándote II, con Arnaldo André. Y luego estuve en la novela Rebelde, con Ricardo Darín. O sea que ya estaba encaminado como actor. Y me fui a Los Ángeles de vacaciones con la intención, simplemente, de sacarme una foto en Hollywood y pegar la vuelta.
—¿Entonces?
—Como actor, obviamente, siempre había pensado en Hollywood como un lugar mágico. Y, cuando llegué ahí, me enamoré de la ciudad. Así que, cuando se me terminaron los diez días de vacaciones, decidí no volver.
—¿Pero acá tenías una carrera y allá no tenías trabajo?
—Tal cual. Y, encima, no manejaba el idioma. Así que al principio me gané la vida como lavaplatos. Fue lo único que pude conseguir, pero lo hice con mucho placer. Y ahí fue cuando todo cambió.
—No debe ser fácil pasar de famoso a lavaplatos…
—No, pero yo lo hice con la convicción de que quería llegar a ser alguien en Hollywood. Yo sabía que, para lograr mi sueño, tenía que estar completamente seguro del cambio. Y no tenía ninguna duda de lo que quería hacer. Porque no se trataba solo de la actuación, sino también de poder vivir en esa ciudad que para mí era como un set de filmación.
—¿Qué te dijo tu familia?
—Fue duro para ellos. Cuando lo llamé a mi papá para contarle que había conseguido un trabajo de lavaplatos y que me iba a quedar a vivir allá, no lo podía creer. Porque estaba dejando mi carrera y mi familia para fregar vajilla. Pero yo sabía que iba a llegar lejos. Y él, con el tiempo, lo entendió.
—¿Cuánto te llevó lograr tu objetivo?
—En primer lugar, me tuve que sacar de la cabeza la idea de ser actor, porque cuando uno llega a Hollywood se encuentra con que todos son actores que quieren vivir de su profesión. Y eso es muy difícil, porque viene gente de todo el mundo a competir por su lugar allí. Así que yo, que no sabía inglés ni tenía mi residencia legal, me las veía complicado. Pero ya estaba ahí, así que dejé de pensar en lo que iba a pasar y decidí vivir el momento.
—¿Eso significaba seguir en un restaurante?
—Claro. Eso era lo que me daba la posibilidad de tener un ingreso para pagar una habitación y mi comida, así que me enfoqué en el mundo gastronómico. Y usé mis habilidades como actor para involucrarme con los clientes, aún sin saber el idioma. Así fui creciendo: de lavaplatos a mesero, de mesero y gerente… En el medio logré mi legalización. Y, simultáneamente, comencé a hacer mis primeras armas en el modelaje y en la televisión. O sea que dejé la actuación como un pasatiempo, pero siempre viví de la gastronomía.
—Hoy sos dueño de un restaurante muy importante…
—Exacto: se llama Sur y queda en la localidad de West Hollywood. También tengo un club que se llama Sur Lounge y queda en la misma avenida. Y por suerte me va muy bien con eso.
—Cuándo empezaste con el modelaje comenzaron a compararte con Clooney, ¿eso te incomodó o te sirvió en tu carrera?
—Yo nunca tomo nada a mal. Al contrario: para mí es un orgullo parecerme a una persona como él, que no sólo es un gran actor y director sino también una persona que pelea por los derechos humanos en todo el mundo. En definitiva, para mí eso es parte del show. Pero si los demás me ven así, me parece muy bien.
—¿Vos te ves parecido físicamente a él?
—Creo que sí. A veces, en fotos, me veo igual. Hasta mis hijas, cuando eran chicas, me confundían con Clooney…No es que yo quiera ser como él, pero da la casualidad que nos parecemos. Y a mí me parece divertido.
—Es gracioso que tus hijas te confundan, ¿qué pasa con tu mujer?
—Ella no, por suerte. Yo estoy casado con Nathalie, que es francesa, y soy papá de Miarose, de 10 años, y LouLou, de 13.
—Formaste tu vida y tu familia en los Estados Unidos. ¿Qué es lo que te lleva, hoy, a querer filmar en la Argentina?
—Yo nunca dejé de soñar con ser lo que realmente quiero y eso tiene que ver con mi pasión por el arte y la actuación. Así que siempre busqué la vuelta de cómo llegar a lograrlo. Hasta que un día dije: "Si alcancé el lugar que ocupo en el mundo gastronómico por un accidente, ¿a qué puedo llegar haciendo lo que realmente amo?". Entonces decidí que ya era tiempo de volver a mi primer amor y de crear, como productor, lo que realmente quería hacer.
—¿Así nació La sombra del gato?
—Claro. Para mí es un lujo poder hacer esta película, en la que vengo trabajando desde hace cuatro años.
—¿Y cómo lo convenciste a Danny Trejo de sumarse a ella?
—Los dos tenemos en común a nuestra representante, que se llama Gloria Hinojosa y está con muchos actores de Hollywood. Cuando uno está en esa ciudad, siempre está conectado con todos. Así que le hice la propuesta y a él le gustó. Pero antes había que armar el proyecto y no fue un proceso fácil. Existía la posibilidad de filmarla en Costa Rica o Colombia. Pero, cuando conocí a José Cicala, no dudé en hacerlo en la Argentina.
—¿Era una manera de cerrar el ciclo?
—Exacto. Para mí es doblemente gratificante poder volver a mi país, después de 30 años, para continuar con lo que empecé a los 19. Y más con una película como esta, basada en el mito de que los gatos tienen siete vidas, en la que al Gato, que es mi personaje, alguien lo va a ir salvando en varias oportunidades. Además de Trejo, me acompañan actores reconocidos como Miguel Ángel Solá, Maite Lanata, Mónica Antonópulus, Griselda Sánchez, Rita Cortese,
Matías Desiderio y tantos otros. Y el mensaje final de este thriller de suspenso, es que todos tenemos la misión de proteger a alguien en este mundo.
—¿Hasta cuándo te quedás en la Argentina y cómo la estás
pasando?
—La estoy pasando bárbaro, porque me encanta estar en mí país. Y me voy a quedar hasta el 5 de julio, que vamos a terminar la filmación.
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