Florencia Torrente y sus ataques de pánico: "Sentía que me iba a morir, no podía respirar"
Meditar y respirar la salvaron de los ataques de pánico que padeció. Hoy, Florencia Torrente está feliz, en eje, y con un año muy intenso y productivo en lo laboral. Enamorarse no es una prioridad, y el morbo que genera un posible cruce con Griselda Siciliani en ShowMatch no le importa.
Acaba de estrenar Cuando dejes de quererme, debuta con nueva obra en Microteatro y continúa con Mentiras Inteligentes. "Siento que uno viene trabajando hace muchos años, y de pronto todo empieza a suceder. Se empiezan a recolectar los frutos del trabajo de tanto tiempo", reflexiona la actriz.
"Filmamos hace dos años y hace uno que estrenamos en el País Vasco. Estaba un poco vencida, resignada quizás, a que no iba a suceder", dice, sobre el estreno en la Argentina de la película que protagoniza. "En este momento de tantas cosas y de tanta revolución, un día dije: 'Ay, qué linda es la peli, ¡qué ganas tengo de que se estrene!'. Dos días después me hablan para decirme que se estrenaba en junio".
—Vos venís con algo de esto, de las intenciones, de escribir esas cosas que deseás fuertemente y, de alguna forma, decretás que sucedan.
—Sí. La diferencia entre el deseo y la intención es que una intención es interna. Un deseo puede ser que hoy quieras una gaseosa o mañana quieras un lápiz, pasado un auto. Pero una intención es algo mucho más interno. Una manera de descubrir o poder entender si nuestros deseos son intenciones disfrazadas de deseos o son en realidad intenciones creo que tiene que ver con escribir, es la única manera de discernir si eso es real o no. Al escribirlo y leerlo cada día o cada una semana decís: "Ah, okey, esto sí quiero que sea".
—¿Lo escribís en una especie de diario íntimo?
—No, en mi cuaderno de intenciones.
—¿Cuántas intenciones se pueden tener?
—Todas las que queramos. Lo lindo es ir tachando, las que no querés y las que se cumplieron.
—¿Vale que cambien, vale no querer más?
—Vale no querer más y vale editar. Porque hay que ser muy preciso en las intenciones. Cuanto más específico seas más real es. Tiene que ser todo afirmativo, nada desde lo negativo. "Me va a suceder esto de tal manera", en lugar de: "No quiero que tal o cual cosa me suceda".
—Dame un ejemplo de alguna intención que se pueda conocer.
—Tenía muchas ganas de bailar. Mi abuela (Rosa Monteferrario, la madre de Araceli González) falleció el año pasado. Ella estuvo dormida bastante tiempo y estábamos todos ahí y yo me sentaba, la miraba y sentía esto: "Quiero bailar, quiero bailar; no entiendo qué me pasa pero me siento con mi abuela y quiero bailar, y no lo hago". Lo hablaba con mi psicóloga y me empezó a hacer ejercicios y meditaciones. De pronto apareció el Bailando mágicamente. Nunca estuvo en mi radar, sí me invitaron a hacerlo pero nunca…
—Ya te habían llamado.
—Sí, varias veces. Pero nunca sentí ni la intención, ni el deseo ni nada de hacerlo. De pronto dije: "¡Sí, es ahora!". Pero también me vinieron todas las dudas, no te voy a decir que no.
—¿Qué dice tu mamá?
—Mis padres acompañan como pueden y de la manera que les sale, pero acompañan siempre en pos de que si uno cree que eso es para uno, adelante.
—¿Qué te pasa con el morbo que genera esperar que te cruces con Griselda Siciliani en alguna semifinal, o en alguna instancia?
—No es mío; entonces, no lo siento. El morbo es ajeno, no me pertenece. Yo no puedo hacerme cargo de las cosas de los demás, bastante tengo con mis cosas como para hacerme cargo de lo que a los otros les pasa con ese supuesto encuentro que quizás suceda. A mí no me pasa nada.
—¿No te genera angustia? ¿No le tenés temor a esa situación?
—No.
—No pediste en tu negociación ni fue parte no cruzarse, no pelearse, nada.
—No, no entra en mi radar. Mi foco está en otro lado.
—¿Querés ganar?
—Obvio. Quiero ganar porque quiero cumplir ese sueño. Otra de las cosas que me pasaba era que sentía la necesidad o las ganas de aportar algo. Con mi arte o con mi expresión yo quiero ayudar a alguien. Esa era otra de las cosas que me pasaban y de pronto sucedió, se juntaron todas las cosas: este espacio donde poder expresarme y poder ayudar, y hacer algo que me conecta con mi abuela.
—¿Empezaste con las meditaciones a partir de los ataques de pánico?
—Sí. En realidad, en el medio descubrí que tenía ataques de pánico.
—¿Cómo los sentías? ¿Cómo se manifestaban los ataques de pánico en tu caso?
—A la noche. No podía respirar y sentía que me iba a morir porque no podía respirar.
—¿Cómo salías de esas situaciones? Ahora lo trabajaste, estás con meditación.
—Hoy, respirando.
—¿Y en ese momento, en la noche, en las crisis, cómo era? Vos estabas viviendo sola, estamos hablando de 2016.
—Sí. No entendía: me iba al hospital, sentía que tenía alguna alergia. Y me decían: "Mirá, no tenés ningún tipo de alergia, estás bien, no tenés nada". Ahí me calmaba y volvía a mi casa. Así muchas noches, hasta que me dijeron: "No tenés nada, son ataques de pánico". Y nunca quise tomar nada, ningún tipo de medicamento, porque no me gusta tomar medicamentos.
—¿No tomaste un ansiolítico?
—Nada, nada nunca jamás. No me gusta. Para mí es como el punto límite: cuando ya no puedo llevarlo, o sea sobrepasar cualquier situación mediante homeopatía, meditación o cualquier cosa que esté a mi alcance de poder controlar esa situación, no me entrego a la otra medicina. Está todo bien, es mi forma; siento que en un momento me hizo mucho daño y hoy no quiero eso. Prefiero encontrar las alternativas que sean viables para solucionar la situación y hay momentos en que sí hay que tomar, obvio. Pero trato de evitarlos.
—En la meditación y en la respiración pudiste curar.
—Yo creo que todo está en nosotros. Todo lo que nos pasa son emociones depositadas en diferentes lados y en diferentes partes del cuerpo que después nos generan enfermedades.
—Viéndolo un poquito a la distancia, ¿qué creés que te provocaba esa ansiedad, esa sensación?
—Situaciones de la vida. No tengo claro todavía qué. Mucho tiene que ver con la ansiedad, porque la cabeza se ocupa constantemente de llevarte adelante y hacia atrás, para adelante y para atrás. Nos tenemos que ocupar de estar en este momento presente. Hoy, en una situación como en la que estoy, cuando suceden tantas cosas y algo tan importante como la peli, por ejemplo, son muchas cosas, y hay momentos en los que pienso: "Listo, me va a explotar el cerebro".
—Y estar con tanto trabajo y en un lugar de tanta exposición, ¿lo estás disfrutando o te genera ansiedad?
—Sí, genera ansiedad, pero tengo esta herramienta que para mí es la clave de todo.
—Meditás todos los días.
—Todos los días. Antes de bailar, antes de salir, en el auto, donde sea; no importa. Es la única manera. El otro día leí una noticia que decía que en las escuelas en Finlandia a los nenes, cuando se portan mal, en vez de retarlos y mandarlos a dirección los mandan a meditar. "¿Qué te pasa cuando meditás?". "Pienso", responden los nenes. "¿Y qué pensás?". "Que cuando algo no me gusta, puedo respirar", dicen. Listo, ya está: esa persona tiene la vida ganada. Ojalá suceda acá, algún día.
—Hace poco tiempo Araceli, tu mamá, contó el abuso que sufrió siendo muy chiquita. Fue tremendo. ¿Cómo lo sentiste?
—Yo ya lo sabía. Fue muy fuerte. Cualquier tipo de situación de violencia o de abuso es fuerte. En un momento tan poderoso para la mujer, hay algo que sucede que tiene que ver con la sororidad, con el ser amable con el otro y con tener este espacio y este momento de "Okey, acá estoy, ¿qué necesitás?". Poder compartir y estar ahí, presente. Siento que uno genera mucha empatía con el otro, porque a partir de toda esta deconstrucción empezamos a descubrir que hubo muchas situaciones que quizás en tu vida o en tu cotidianidad en aquel entonces pensaste que eso estaba bien, y hoy te das cuenta que no. Por suerte yo no tuve ninguna situación de abuso pero sí te das cuenta que hay abuso constantemente, todo el tiempo. Sé que esto puede ser violento, obvio, pero a veces se necesita de algo tan fuerte para que cambie.
—Qué valiente fue al contarlo.
—Que valientes todas las que pueden hacerlo porque no es fácil. Esto de: "Ay, bueno, ¿justo ahora, y por qué ahora?". Y porque hay una fuerza enorme de decir: "¿Sabés qué? Acá estamos todas, y se puede". No es fácil, no creo que digas: "Bueno, listo, hoy se me antoja contarlo". No, son procesos, y cada uno tiene su proceso y su forma. Sale cuando menos lo esperás y quizás, de la manera que menos lo esperás. Creo que con muchos de estos despertares y apariciones de todas estas cosas, que no sucede hoy, sucede toda la vida, lo sabemos, muchas personas se sintieron muy identificadas.
—Tuvimos la oportunidad de hacer una entrevista con tu hermano, Tomás Kirzner, y es una persona tan linda como siempre nos contaste. Durante el crecimiento, ¿cómo han llevado la familia ensamblada y la exposición de ser hijos de quienes son?
—Ahí hay un gran trabajo de mi madre. De cuidarnos mucho. De respetarse mucho y de respetarnos mucho a nosotros, entender que ese era su trabajo y que a nosotros nos iba a cuidar y a resguardar.
—¿Te van a ir a ver a ShowMatch?
—No creo.
—¿Te gustaría que vayan?
—Ellos están donde sea, no importa. Están conmigo siempre, no importa dónde estén.
—¿Estás con ganas de enamorarte?
—Estoy muy focalizada… Las cosas suceden también. Siento que hoy toda mi energía está en esto, en mi trabajo en este momento tan importante. En que esta peli, que para mí fue re importante porque fue fuerte protagonizar una película en España con Eduardo Blanco, con actores españoles, con actores vascos, con un director con su ópera prima. Era un montón de información, y yo me fui de un día para el otro a vivir a San Sebastián. Fue muy intenso ese trabajo para mí.
—Siempre decimos: hay que ver cine nacional el fin de semana del estreno.
—Sí, porque hay películas hermosas también, pero son tanques con millones y millones de copias que van a durar mucho tiempo. Es aportar a que esto siga sucediendo también porque a veces es tan difícil hacer una peli, con todo el tiempo lleva, y que finalmente llegue a verse…
—Hace poco dijiste: "Cuando era más chica votaba inconscientemente, hoy no". ¿Ya sabés a quién vas a votar?
—No.
—¿Algo te esperanza de lo que viene?
—¿La verdad? No.
—¿Y qué hacés con eso?
—Es lo que me pregunto todos los días: "¿Qué se hace? ¿Qué se elige? ¿Lo menos peor?". No sé qué se elige. Sí sé que soy mucho más consciente de un montón de cosas, pero eso tampoco me da certezas de nada. No sé cuál es la fórmula tampoco.
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