"Desde jardín de infantes que no sabía lo que era despertarme a las ocho y media", dice Martín Bossi entre risas en los estudios de Teleshow, asumiendo su dificultad de arrancar el día temprano, y brindarse a esta charla a las 10 de la mañana. "Cuando bajé, el portero y las señoras se codeaban y decían: 'Es que los actores se endrogan, ya sabés, volvió recién'", exagera, y se divierte de sí mismo.
Bossi tiene una justificación: el horario del teatro lo obliga a ser una persona muy nocturna. Y diez años de éxito ininterrumpido en la Calle Corrientes garantizan que la fórmula le funciona.
En pocas semanas se despide de Bossi Master Show, el unipersonal al que le gusta considerar la anti grieta, en un momento en el que pareciera que se debe tomar partido por todo. Aunque la obra sigue funcionando a la perfección, no le gusta sentirse cómodo en el escenario y va por más: se convertirá en el protagonista de Kinky Boots, de la mano de Ricky Pashkus, en búsqueda de nuevos desafíos profesionales.
"¿En qué momento la realidad superó el sueño? Creo que desde que entré a una escuela de teatro y me animé a romper con las reglas de lo que debía hacer. Esta cosa del deber y de cumplir los sueños de los padres, que se sientan realizados a través mío", explica Martín, que pisó una escuela de teatro a los 23 años: "'Sé profesional, yo quiero la chapa', me decían. Y un día me metí en una escuela de teatro, desobedecí".
Su padre no llegó a verlo triunfar. Sin embargo Bossi apela a la fe y confía en que lo ve desde arriba. Su mamá, en cambio, si disfrutó su éxito. "A los cuatro años que yo me dedicaba a actuar vino a verme a un teatro muy chiquito de Lomas de Zamora, junto con mi hermana, que también era muy escéptica a que yo me dedique a eso. Me acuerdo que me dice: 'Tu hermana se puso a llorar cuando te vio'. Ya hacía rato que yo actuaba, y me cuenta que le dijo: 'No es malo lo que hace…'. De a poquito empezaron a asimilarlo", recuerda el actor, que volcó el vínculo con su madre en M el impostor, el primer unipersonal que llevó a la mítica avenida porteña.
"Cuando empiezo a estar en ShowMatch con el tema de Gran Cuñado y hago a Cristina (Kirchner), la tele en ese momento tenía el peso único de lo audiovisual. A la otra semana me dice el dueño del Velma Café: 'Hay que agregar mesas porque está lleno'. Y mi socio un día me dice: 'Loco, vamos a Calle Corrientes'. 'No, nos van a matar', le dije. Fue muy loco porque la primera función ya estaba llena".
—Decidiste bajarte de Showmatch, algo que pocos se animan a hacer.
—Debuté en octubre del 2004 y agosto del 2009 decido no volver más. Hay dos cosas muy importantes que me dio Showmatch: trabajo en un momento que yo no podía autogenerarme laburo por cuenta propia y amigos. En realidad con Fede Hoppe somos familia. El Chato, Seba Almada, voy a ser injusto porque tengo muchos, pero muchos. Y le dieron trabajo a mi mamá durante 10 años, era reidora. Trabajó 10 años y fue muy feliz, y eso no lo puedo olvidar, los pibes hicieron eso por mi vieja.
—Hace poco estuvo Sergio Gonal, justo en el momento de toda la interna de CQC. Y él contaba que ShowMatch no era así, que todos tenían claro que la estrella era Marcelo Tinelli, que no había una competencia de egos, y que hay relaciones de amistad verdaderas dentro del equipo.
—Sí. Todos te dicen: "No sabés lo que son 14, 15 humoristas hombres…". El Turco Naim, Campi, (Sebastián) Almada, Pichu (Straneo), Yayo, Carna, El Gordo Larry. Todos me enseñaban: "Vení, Martincito, parate acá", "Tranquilo". Ya de movida me vistieron de stripper en una cámara oculta que hacía Luciana Salazar, Luciana Night Sex, y yo hacía un personaje que se llamaba Brian Percingula, el primer stripper flaco. Todo aceitado. Hacía un strip, mojaba a la víctima, me metía la toalla en mis partes, una locura. Fue una escuela maravillosa. Pero cuando empiezo a entender que era el sueño de Marcelo y yo necesitaba mi sueño, muchos no lo entendían: "¿Cómo te vas?". "Y sí, porque quiero hacer mi sueño". Fue difícil. La tele tiene esta cosa de arrogancia, en el buen sentido, donde vos no podés decir que no.
—Fue un punto de quiebre. Poca gente se anima a eso.
—Lo sostengo. Marcelo es como mi padre televisivo.
—¿Te gusta que se meta en política?
—Que haga lo que quiera. Trabajó tanto, dio tanto a la gente… Que haga lo que quiera. Yo a un amigo que lo quiero no le aconsejaría que salte al vacío de las cataratas porque se va a lastimar, ni que cruce la avenida Pavón con los ojos cerrados, ni que se meta en política. ¿Pero qué le voy a decir yo? ¿Le voy a decir Marcelo: "No te metas en política"? Que haga lo que quiera.
—En esto de la anti grieta que planteás con la obra, sos un personaje que no genera contradicción, sos querido por todos.
—Lo tiene que decir la gente. Yo no creo que me quiera todo el mundo.
—¿Alguien te trata mal por la calle?
—¿Sabés que no? No.
—Tampoco veo en redes sociales comentarios negativos. Hay poca gente que genera eso.
—Yo no quiero ser empático con todos porque quedar bien con Dios y con el Diablo… Pero trabajo para la gente. Siempre fui como un revolucionador revolucionado, siempre estuve en contra del poder: cuando estaba en el secundario siempre en contra del maestro, en contra de los curas, en contra de…
—¿Eras bravo en el colegio?
—No. Nadie sabía si era bravo porque intelectualmente las macanas las generaba yo.
—Eras el autor intelectual, no el ejecutor.
—Claro, era como El Profesor de La Casa de Papel: yo operaba desde lugares…
—Desde las sombras.
—Sí. Pero creo que un actor no debe ser lacayo del poder, nunca. Porque será fácilmente olvidado. Es una opinión. También respeto a los que se manifiestan a favor de una idea. Sí, de una idea: estoy de acuerdo con las ideas pero no con los políticos, me generan muchas sospechas.
—¿Militar ideológicamente con lo que uno piensa, pero no con candidatos?
—Sí. Yo no sé de qué partido soy: ni de izquierda, ni de derecha ni de abajo. Yo estoy a favor del partido que esté a favor de la cultura, abra teatros, no cierre cines, no cierre teatros, que le dé a los bomberos, a la policía, que le dé educación a los chicos, que le dé bola a la seguridad, que trabaje, que haga políticas no para los ricos sino también para los pobres, para el pueblo. No sé qué soy, pero soy de esos. No sé si hay un partido.
—Y los actores que van y acompañan a un determinado candidato, ¿te hacen un poco de ruido?
—No puedo juzgarlos. Respeto. Yo estoy siempre a favor del pueblo.
—¿Estás enamorado?
—No particularmente de una persona en este momento pero hoy me enamora mucho todo lo que sucede cuando abro los ojos. Me enamora la posibilidad de cambiar. Me enamora la posibilidad de generar conciencia. Hoy me doy cuenta de que tengo un pequeño poder que es que la gente a veces me escucha, que es un escenario, y desde el lugar que me toca poder decir lo que uno piensa y colaborar.
—En alguna charla dijiste: "No voy a dejar de piropear a una mujer".
—Sí.
—¿Eso lo mantenés aunque hoy está todo tan convulsionado?
—Yo nunca fui piropero en la calle de: "Hola, mirá, mirá, si los bombones volarán vos serías…". No, no fui de esos.
—¿Qué te pasa con todo lo que se está discutiendo, con este momento de las mujeres, donde entre otras cosas se está revisando el humor?
—Yo no creo que estén revisando los textos. Me parece que es un tema de sentido común. Por el humor que tengo, nunca tuve que cambiar un chiste.
—No, pero hay cosas que se han visto acá que hoy no pasarían, incluso dentro de ShowMatch. Lo ha dicho el propio Marcelo.
—Sí, fueron cambiando. En un momento el alcohol era ilegal y a vos te encontraban borracho por la calle y te detenían. Y en ese momento era la ley. Van cambiando los conceptos, van cambiando las necesidades sociales y uno tiene que ir cambiando. A mí las revoluciones me encantan.
—¿Cuándo fue tu última borrachera?
—No, nunca. No me lo creen. ¿Viste que el arte está ligado a la desmesura, a las drogas, al alcohol, al bisexualismo, al trisexualismo? No está mal, pero dicen: "Este se endroga, sube al escenario, se viste de mina, algo raro hay". Mucho trabajo hay. No es que habla bien de mí, pero nunca me puse borracho, nunca probé las drogas, nunca.
—Alguna vez me dijiste en una entrevista: "Me hice dejar mucho".
—Sí. Yo me hago dejar en las relaciones. Como los jugadores que se hacen echar. "Por esto, por esto, por esto… roja, señor. ¡Afuera!".
—¿Cómo hacés para que te deje una mujer?
—Es un trabajo, es una artesanía. A mí no me cuesta mucho porque yo a los dos meses de relación empiezo a ser sospechado por todo. Pero me he hecho dejar bastantes veces.
—Mantuviste un perfil muy bajo en ese sentido. Tal vez estás híper de novio pero sos muy reservado en ese sentido.
—Sí, sí. De hecho, te voy a decir una cosa, yo debuté en televisión en el 2002. De los 17 años de carrera, habré estado de novio en 10.
—Me acuerdo sí que nos dijiste: "No mando más audios. Hay un gremio que no se puede decir en cámara, las que te botonean".
—Bueno, hay que tener cuidado. Cambió todo. Ahora, los audios… Uno ha mandado un cariñito, un video hot, ¿quién no?
—¿Hay vídeos hot circulando?
—No, no. Audios hot. Yo ni en pedo, no me filmo.
—¿Nunca te filmaste?
—No. Aparte sería patético filmarme. Pero sí un audio: "Bueno, a la noche voy…". Con mucho respeto. Ahora nada. "Hola, Naty, fue muy lindo lo que sucedió entre nosotros, de común acuerdo. Fue muy lindo lo que nos hicimos, aquellos besos. Con todo respeto. Entre sollozos hoy repetí tu nombre antes de ir acostarme. Me gustaría volver a tener eso que tuvimos, consensuado". Esos son mis audios (risas).
—Pese a ese perfil bajo Fernanda Iglesias contó que fue tu novia.
—Sí, Fernanda es lo más.
—Dijo que sos muy apasionado. ¿Sos muy apasionado?
—En todo lo que hago.
—¿Te enojaste porque contó públicamente que salieron?
—Cero. Ella no sé si dijo que la iba a matar porque no me gusta. Por ahí cuando era más chico, hace 10, 15 años, era muy extremo. Ahora estoy muy relajado, no pasa nada. No, no me enoje. Es una hermosa mujer, me abrió las puertas de su casa y me hizo conocer el tesoro más grande que es su hija. Una mujer que hace eso merece… Todas las mujeres merecen el respeto, pero en este caso Fernanda… Aparte no dijo nada malo, tuvimos una relación divina. Fernanda tiene un personaje televisivo que es terrible. Es una mujer inteligente, muy sensible.
—Dentro de esta industria sorprende que, con tu bajo perfil, hasta te hayan adjudicado romances con Federico Hoppe.
—No necesito contar con quién me acuesto para vender una entrada. No necesito generar un escándalo para que me vengan a ver. Respeto a los que lo hacen porque es un arte también. A mí me resulta extraño alguien que cuente todo el tiempo: "Acá, de vacaciones con el perrito, mis hijos y ahora nos amigamos, nos peleamos". No lo juzgo, me parece extraño.
—¿Cómo quedó todo con Andy Kusnetzoff después de ese paso por PH, que tuvo un momento tenso?
—Se mezcla la realidad y la ficción. Salvo en raros momentos, por ejemplo acá, que te estoy hablando en serio, para mí en general es ficción. Hay ciertos programas que son ficción. Voy a ir al Bailando a bailar salsa de a tres con Maca (Rinaldi), y para mí es un sketch. Si me ponen una buena nota (en el jurado) voy a actuar de que estoy feliz, y si me ponen una mala nota voy a actuar que estoy mal, y si me tengo que descompensar en cámara…
—¿Nada te cambia cuando te vas a tu casa?
—No, es ficción. En lo de Andy jugamos a que él me retaba y yo me ponía mal.
—¿Después quedó todo bien? ¿Nada sucedió?
—Nada, lo hablábamos. Aparte me decía: "Mirá lo que son los medios, aclaramos que es una joda y siguen". Es la posverdad. Estamos hablando de un tema muy menor como una discusión. Pero la gente tiene tan lavada la cabeza con algunas cuestiones que vos le decís era una joda, hasta mi mamá: "Yo lo vi que se enojó"; "Era una joda"; "No, pero…". Mismo gente de televisión me decía: "Martín, lo vi…"; "Es una joda. Me guiñó el ojo, me cagó a pedos y yo me quedé". Estaba grabado; de última, yo paro la grabación y me voy.
—Vas a ir a ShowMatch en la salsa de tres. Te logró convencer la novia de Hoppe.
—Sí, y me dio vergüenza porque hay muchos colegas que me han pedido, gracias a Dios. Ya cuando viene la salsa de a tres me descompongo porque me van a llamar y no me gusta decir que no, porque es un lugar que yo quiero. Pero cada vez que voy a trabajar con ellos elijo otro tipo de cosas porque sé dónde rindo, y dónde no rindo. Pero bueno, lo acepté.
—¿De qué sentís que te salvó el humor?
—De todo. Si yo me tomo esto en serio, la vida, estoy en el horno. A veces me dicen: "¿Sos feliz?". Y… de a momentos soy feliz. Pero tenés que ser un idiota para ser absolutamente feliz. Una persona que es feliz, feliz, feliz…
—¿Qué te falta hoy?
—No, no me falta nada. Rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, ¿no? Hoy me da mucho placer ayudar. Y no fui un tipo muy generoso con el otro, sí con mis amigos. Pero de mirar al compañero, de mirar a un pibe en la lleca y atenderlo.
—¿Estás haciendo trabajo solidario?
—Sí, no voy a decir dónde pero sí. Pero no me jacto, creo que bastante tarde arranqué a darme cuenta. Me avergüenzo porque perdí mucho tiempo. Ahora me puedo correr de mi eje y puedo mirar y hacer feliz a una persona por día. Con un gesto, a veces. Es lo que más me motiva.
—¿La paternidad?
—La paternidad es una cuenta pendiente que me gustaría. Sí, me gustaría tener un hijo, poder enseñarle.
—¿Qué mensaje oculto le vas a mandar a Infobae cuando estés bailando en ShowMatch? ¿Cómo sé que nos estás hablando a nosotros? Tosé, estornudá, hacé algo…
—Cuando haga así con el hombro, que esté (Hernán) Piquín y yo le haga así, es porque estoy pensando en Infobae (risas). ¿Qué tiene que ver? (risas). Encima tengo que bailar con Piquín: ¡no sabés lo que baila Piquín! En los ensayos da miedo.
—¿Con quién preferís que te inventen un romance, con Macarena que es la mujer de tu amigo, o con Piquín?
—Es lo mismo. Son un honor los dos. Ya el género no existe, así que… ¿Viste cómo me deconstruí? Me inventaron un noviazgo con Hoppe, ¡maravilloso! Estábamos en Brasil, y le digo: "Amigo, mirá esta locura. ¿Para qué ponés cosas en Twitter? ¡Mirá lo que están diciendo! No lo puedo creer, lo único que nos faltaba…".
—¿Ahí tu mamá preguntó algo?
—Mi mamá (risas), la posverdad, ¿no? Porque repite, repite algo y algo quedará. Un día estábamos con una chica en el auto, fuimos a comer y estábamos en la puerta de casa por entrar a ver una película, a pasarla bien juntos. "Martín, no puedo". "¿Qué te pasó? Contame, obviamente". "No, no, yo no quiero meterme, no quiero tener problemas con Federico". Yo: "¿Qué Federico?". "Con Fede. Yo sé que estás bien con él". "No, es amigo". Y lo más cómico es que con Fede salgo todo el tiempo a comer, pero en ese momento no podíamos salir solos, le decíamos a Claudito Salomone o a El Chato (Prada) que se sumen. Un día estábamos comiendo y yo sentía que la gente nos miraba. En un momento había una vela: "Fede, sacá la vela por favor. Apagá la vela. Sacá la vela", le decía. Lo que me divertí. Y también con unos albañiles. Pasé y los albañiles me hicieron: "Adiós, Bossi" (risas).
—Has aprendido a reírte de todo en la vida.
—Ahí me di cuenta que los medios, los que manejan los medios, pueden hacer muy bien en muchos casos, y en otros pueden contar lo que quieran.
—Disfruta mucho estas últimas semanas del espectáculo y toda la suerte con Kinky boots y el Bailando, es un gran segundo semestre.
—Hay que disfrutar, queda poco, nena.
—¿Te da miedo eso?
—Sí. A mí de los cumpleaños me sacaba a la rastra mi papá. Soy un pibe que la fiesta quiero que dure. Y esto es una fiesta. Es dura, pero es una fiesta.
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