"Esta es la tercera obra que hago con (Juan José) Muscari", cuenta Cecilia Dopazo, que forma parte del elenco de Gente feliz. Y recuerda cómo, tras varios años de alejarse de la profesión mientras sus hijos fueron al jardín y la primaria, volvió al ruedo con Ocho mujeres.
"Hacía muchos años que trabajaba y se empezaba a transformar en una inercia. No me daba tanto placer. Quise poner la energía más en lo doméstico, en mis hijos; y también en lo personal, estudiando otras cosas", explica sobre su alejamiento del medio la actriz que empezó a trabajar a los 18 años, con una gran responsabilidad y carga horaria.
"Volví de unas vacaciones con muchas ganas de trabajar después de un impasse. Fui a ver a mi representante y le dije: 'Quiero de nuevo, quiero estar adentro'. A los tres días ya estaba en el teatro", cuenta Cecilia, que luego formó parte de Falladas, y hoy fue convocada en este nuevo espectáculo: "La estoy pasando muy bien porque de nuevo es comedia, y es lo que más me gusta hacer".
—¿Es difícil bajarse del éxito?
—Totalmente. Y pude hacerlo, me pude dar el lujo de hacer esto porque tenía una pareja que estaba buenísima, que estaba trabajando mucho y que fue muy generoso en ese sentido. Entendió mi necesidad personal y tuvimos la posibilidad de hacerlo; él se lo puso al hombro y estuvo bueno, porque hasta ese momento teníamos una entrada económica de los dos.
—¿Seguís con esa pareja?
—Sí, sí, por supuesto.
—Porque dijiste: "Tenía una pareja". Y pensé que te habías separado y no nos habíamos enterado…
—No, hablaba en relación a la generosidad que él tuvo de ponerse todo al hombro, la parte económica sobre todo, para que yo también pudiera experimentar esta pausa, que no siempre es posible.
—Hay muchos actores contando hoy que, aunque tengan momentos exitosos, no están salvados para toda la vida.
—Y además, en los 90 tampoco era el momento súper exitoso de ahora.
—Eran los 90 del 1 a 1.
—Exacto.
—Así y todo, ¿hoy hace falta tu ingreso en tu casa?
—Sí, por supuesto, como en todas las casas. Bueno, como en muchas casas.
—En algún momento dijiste: "Hice mucha plata en los 90 y la terminé despilfarrando, me daba mucha culpa la cantidad de guita que ganaba, sentía que no tenía nada que ver con los sueldos normales de mis amigas y de mi familia". ¿Era así?
—Sí, absolutamente. Era obsceno. De algún modo yo creo que ahí estaban sobrevaloradas las cosas, y que después se equilibró todo un poco y se puso más en perspectiva. Yo obtuve ese beneficio, sin ninguna duda, porque en esa década fue cuando más trabajé. Entonces, si bien no es tan así en lo absoluto porque también pude ahorrar, también me pude generar algunas entradas que no tenían que ver con la profesión como para tener cierta seguridad, la verdad que las finanzas no son lo mío. Imaginate, soy actriz; nada que ver. Además me manejo en general con culpa, que es algo que laburo desde siempre. Necesitaba empardarme con mis pares y con mis amigos y con mis amigas.
—¿Te dio culpa ganar tanto dinero?
—Sí, totalmente. Necesitaba empardarme con la gente normal, invitaba a mis amigas si aparecía algún viaje, a alguna pareja. Porque si no, es un lugar de mucha soledad.
—¿Hoy te sigue dando culpa, o con años de terapia, de pareja y demás, lo supertaste?
—La plata no porque no es la misma (risas). Eso te puedo asegurar que no da ninguna culpa, al contrario, tiene un valor enorme para mí. Y el resto de culpa en cualquier otra cosa cotidiana, sí. Lo tengo que seguir trabajando en mi terapia obviamente: yo necesito ayuda para vivir, necesito las rueditas de la bici (risas).
—No venías de una infancia complicada en lo económico y lo social.
—No. No vengo de aquello de sufrir grandes necesidades, pero tampoco sobraba. Para nada sobraba: era luchada.
—Hay mucha gente que está contando que no la está pasando bien, y tener trabajo de lo que a uno le gusta es una fortuna enorme.
—Total. Los periodistas deberían erradicar la pregunta: "¿Qué te convocó? ¿Por qué elegiste esto en vez de otros?". No estamos para elegir. Por supuesto, uno puede elegir trabajos que le gustan, pero hoy por hoy la elección pasa entre hacerlo o no, no entre 15 proyectos que te están ofreciendo. Cualquiera que diga eso para mí la está careteando, o son situaciones muy puntuales, excepciones a la regla. "Ay, me convocó, y estaba entre seis proyectos de tal cosa y tal otra..". No. No le pasa al empresario, no le pasa al obrero y no nos pasa a nosotros. Mostrar la realidad más llana es difícil porque si sos exitoso y tenés mucho trabajo está directamente vinculado a que sos bueno en lo que hacés, o no lo sos. Si sos bueno en lo que hacés sos convocado; si no sos bueno en lo que hacés no sos convocado.
—Es un mecanismo bastante perverso.
—Muy perverso, que nos creemos todos, que mina la autoestima, que bajonea… Uno se tiene que estar recordando todo el tiempo que hay mucha gente sin trabajo, independientemente del talento que tenga. Y hay muchos productores que no pueden trabajar porque no tienen la guita para invertir para que uno labure. Hay que tener cuidado con eso… Hay que trabajar para separar la autoestima de si tenés laburo o no porque, ya te digo, en general los actores hacemos esto e internamente es peligroso. Uno puede decir para el afuera que está todo bien, pero no creerse que si no lo convocan, uno no es valioso.
—Estábamos hablando de Gente feliz. Si te pregunto a vos cuál es tu idea de la felicidad, ¿cómo la entendés en este momento de tu vida?
—Un momento de felicidad sería estar lo más en armonía posible con mis elecciones, con mi realidad, y con cómo la tomo. O sea, con cierto equilibrio mental y emocional. Que también va de la mano de lo físico, porque es inevitable: te empiezan a doler cosas, y pensás cómo andás de deseo, cómo andás de lo que tenés ganas de hacer. ¿Lo estás haciendo? ¿O estás con dolor de cuello, de cintura o de cabeza? Yo me subo al escenario y, haga lo que haga, se me va todo.
—Sos parte también de El mundo de Mateo, que habla sobre el bullying. Y en nuestra charla anterior te animaste a contar que además ser una mujer que en su infancia sufrió bullying, también sos una mamá que estuvo en las dos posiciones. Es un lugar muy difícil: muy pocas mamás se animan contar cómo es ser la mamá del que molesta a otros compañeros.
—Sí, claro, es un lugar muy estigmatizante. Y siempre existe en el otro la duda de si efectivamente tu hijo no es una persona de bien, porque está molestando a los otros, porque está ejerciendo maldad con los otros. Entonces, inevitablemente hay un estigma sobre él y recae un estigma sobre la familia también: ¿cómo es la familia?
—¿La familia se ocupa, no se ocupa?
—¿Qué le enseñan? ¿Saben? ¿Hablan mal de la gente? ¿Él está copiando lo que pasa en la casa? Y… ¿sabés qué? No. Tenemos unos valores, para mí, intachables.
—Fue muy importante que vos te animaras a contar esto.
—De hecho, haber sido víctima de eso; vos no podés creer que tu hijo sea el victimario. En tu casa si hay algo que se atiende es eso, porque alguien lo sufrió. Y del otro lado también es dolorosísimo: cuando tu hijo es víctima.
—Igual, tenemos la mirada social del "a mí esto no me podría pasar", y te permite juzgar lo que pasa en otras casas. Pienso, por ejemplo, en Federica Pais y su hijo.
—Me solidarizo un montón con ella porque tengo hijos que van a llegar a esa edad. Tiene que haber sido espantoso; debe serlo todavía… Creo que también hay en muchos padres una fantasía de control: "Este hijo salió de adentro de mi cuerpo, lo conozco de chiquito, lo fui moldeando", y es muy difícil soltar y aceptar que son personas independientes. Hay como una fantasía de control, no sé si decirte egocéntrica, no sé qué es, pero tenés que soltar. La vida te da un cachetazo y te dice: "¿Sabés qué? no". Y vos no tenés nada que ver con esto porque vos educaste bien, diste todo el amor posible, hiciste todo lo posible; pero también hay una realidad que no manejás, exterior a tu casa. Es doloroso porque uno querría poder manejarlo todo, como que eso estuviera bien además, y uno tampoco maneja bien las cosas. Pero me parece que es un aprendizaje de eso.
—Año 2019. De cara a las elecciones, ¿cómo te sentís?
—Muy confundida. Muy desilusionada. Tampoco tenía tantas ilusiones cuando empezó este Gobierno. Odiaba la grieta, y creo que la grieta se acrecentó. Me siento desorientada, no hay nadie que me represente.
—¿No sabés a quién vas a votar?
—No. No hay nadie que me represente. Seguramente a algún partido político menor como para que entre alguien a hacer fuerza. Esa postura es criticada también porque entonces va a ganar uno que no quieras, pero me resulta muy angustiante la situación. Estoy angustiada porque vivo en este país, y veo lo que pasa y no tengo la menor idea de cómo se arregla, entonces estoy a merced de los que supuestamente sí, y vemos que no. Como siempre, lo positivo es la democracia, ya incuestionable.
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