"Soy parte de la semilla que ella sembró en mí. Yo estaba en mi pueblito viendo televisión hasta que aparece esta mujer con su propuesta de jugarse por los sueños, de pelear por quién vos sos. Y yo estaba ahí, en mi pueblo natal, y flasheaba con las fantasías que ella me planteaba en la pantalla. Lo que ha hecho a través de sus programas, ha marcado a generaciones enteras".
Quien habla es Santiago del Moro. Quienes escuchan, miles de jóvenes emprendedores en el auditorio A del Centro de Convenciones de la Ciudad de Buenos Aires. Es el cierre del evento Experiencia Endeavor y la siguiente oradora fue invitada tres años seguidos, pero nunca aceptó. Finalmente este año no la invitaron, y la psicología inversa funcionó: lograron que fuera. Se trata, claro, de Cris Morena, que fue entrevistada en vivo por su amigo Santiago del Moro.
No hace falta demasiada presentación para la creadora de Jugate Conmigo, Floricienta, Chiquititas, Rebelde Way, Casi Ángeles, Aliados, Alma Pirata, Bella y Bestia, Amor Mío. Todas producciones nacionales que fueron líderes en la pantalla. Hoy, sin embargo, ningún producto suyo está al aire, y lo hizo notar: "Me duele no estar haciendo nada en la Argentina", dijo Cris al comienzo de la entrevista.
La conversación, que se extendió por un poco más de media hora, fue acerca del emprendedorismo. Qué es eso que hace que una persona con ideas y sueños los haga realidad, y otra no. "Todos somos emprendedores, todos tenemos dones; lo que no todos tenemos por igual es la voluntad para ir en pos de nuestros sueños y perseverar en ellos. No es solamente tener una idea, sino también bajarla a la acción y que sea transformadora", explicó Morena.
Entonces comenzó la entrevista, con un Del Moro ágil y cercano, que sobre el final bromeó diciendo que el año que viene vuelve Jugate Conmigo, con él en la conducción. ¿Bromeó?
—¿Cómo hace un emprendedor para sobreponerse a los no del camino?
—Estamos rodeados por el no, pero yo no los escucho. El no es una palabra que no uso. La capacidad de un emprendedor también es elegir un buen equipo y no engancharse con la negatividad de afuera. La quejosidad es un mal del argentino. "No te duermas que te estafan", "Guarda que te roban el lugar en la cola", "Guarda con esto, aquello…". Y no nos damos cuenta de lo bueno. Es un país riquísimo. No nos damos cuenta de que estamos viviendo una época maravillosa: yo hubiera querido vivir en la época de la revolución industrial, no pude; y ahora estamos viviendo lo que es para mí la revolución más gigantesca que se hizo en toda la historia.
Yo solo hacía las canciones de ‘Chiquititas’. Y un día Gustavo (Yankelevich) me dice que lo va a levantar porque no funcionaba. Me angustié: Romina era la protagonista. Y empecé a producirlo
—Hablando de esta revolución, según tu olfato de productora o emprendedora, ¿hacia dónde creés que vamos?
—Hace más de 10 años que estoy diciendo que la televisión abierta va a sufrir un gran cambio. Lo venía viendo de Estados Unidos y de Europa. En otros países la tevé abierta termina siendo para el fútbol o para grandes producciones… Pero las novelas ya están yendo por otro camino. Creo que el mundo va hacia eso: a dar servicio, a dar experiencia. No hay forma de detener la transformación, y el que no se adapte lo va a lamentar. Y lo más importante es que el cambio venga con un grado de espiritualidad importante. Lo tremendo sería hacer la Torre de Babel y que no nos entendamos.
—Podemos hablar de un montón de éxitos tuyos. Uno convive constantemente con el éxito y el fracaso. ¿Cómo curtir el cuero para que el fracaso no te afecte?
—El éxito y el fracaso son dos palabras muy engañosas. Si un piensa que la vida es un juego y todo esto es un poco una ficción, el éxito y el fracaso son muy relativos. ¿Qué es el éxito? Recuerdo el mejor año de mi vida, que fue el 2010, y si vamos a ver lo que pasó… Sucedió la ausencia de mi hija (por la muerte de Romina Yan)… No digo que fue un fracaso, pero fue lo menos pensado, el infierno. Yo estaba en el cielo, y de pronto… Entonces, no sé. Ahora, el éxito y el fracaso laboral no los entiendo. No he tenido en mi vida un fracaso laboral. Eso es rarísimo. Estoy esperando en algún momento tenerlo porque dicen que de los fracasos se aprende un montón.
—¿Nunca un fracaso?
—Mirá, te cuento una anécdota. Yo no producía Chiquititas; simplemente, hacía las canciones y Romina era la protagonista. Y un día Gustavo (Yankelevich) me dice que va a levantar el programa porque no funciona bien. Me agarró una angustia tremenda porque Romina era la protagonista. Le pedí que por favor no hiciera eso. Las personas que manejan los canales tienen la cabeza muy dominada por el rating. Y entonces me preguntó si quería producirlo… Y le dije que sí, y me lancé a producirlo en un momento en que estaba cayendo en picada. Y ahí empecé a hacer muchos cambios: cambio de autores, cambio de actitud en el piso (las madres estaban con los chicos en el piso, no se podía trabajar así). Ahí nació mi forma de trabajar con los chicos. Bueno, Chiquititas duró siete temporadas. O sea, ¿qué es un fracaso?
—Dicen que sos bravísima para trabajar: exigente, vehemente, obsesiva. ¿Los sos?
—Qué será ser bravísima, ¿no? Obsesiva no. Soy prolija, ordenada. Soy la única persona que hace pre producción en televisión. Soy la única persona que sale al aire con 45 programas grabados; entonces, sabemos cómo empieza, cómo va el medio y hacia dónde vamos al final. No cambiamos en la mitad el rumbo del libro según vaya bien o mal. Cuando estábamos haciendo Casi Ángeles también arrancó Patito Feo, que era una producción de Marcelo (Tinelli) y empezó muy bien. Estábamos en el mismo horario y Marcelo quería ganar en esa franja infantil. Y los chicos de nuestra producción se empezaron a poner nerviosos. Y me acuerdo que nos juntamos en redondel como el círculo rojo del Cirque du Soleil y les dije: "No me interesa el rating. ¿Está mejor? Sí. ¿Nos está ganando? Sí. Esperemos un poco, tengamos fe, estamos haciendo un programa increíble…". Duró un año lo de Marcelo; nunca más hizo cosas para chicos. Y Casi Ángeles duró cuatro temporadas.
—¿Cuál es el secreto para que no te desalienten?
—Que no te importe el rating, Santiago. Te lo dije mil veces.
—Imposible, tendría que volver a nacer.
—Te aseguro que no. Cuando vos estás tranquilo con lo que estás haciendo, llega un momento que el rating no te importa.
Sin Romina, me morí como tres años largos. Y entonces me vino ‘Aliados’, que me hizo atravesar el duelo de una manera impresionante
—A los que no les importa el rating están en su casa esperando a que los llamen…
—Vos sos muy chico todavía. Llega un momento en que cambiás. A mí me llevó muchísimos años. Cuando pasó lo de Chiquititas estaba desesperada. A veces las cosas negativas que te suceden son como maestros. Cuando se fue Gustavo de Telefe, quedamos Marcelo, Susana (Giménez) y yo, que eramos como los pilares. Yo tuve una pelea muy fuerte con el que quedó, y me fui del canal. No me llevé Chiquititas, nada, ninguna marca. Ese año lloré muchísimo y empecé Rebelde con unos israelíes que venían acá a comprar novelas y que no conocía nadie (hoy son conocidos en todo el mundo). Firmé con ellos. Yo no tenía ni canal, me fui a canal Azul, y empecé a hacer Rebelde con 23 puntos de rating en un canal que no existía. A las ocho de la noche. Y nunca nos ganó ningún otro canal. Y un señor nos sacó la publicidad porque decía que el programa tenía un mensaje que alteraba no sé qué…
—Te escucho y escucho cómo te tuviste que reinventar varias veces ¿Cómo fue correrte del lugar en el que estabas cuando pasó lo de tu hija y cómo fue volver?
—Morir y volver a nacer. Pensé que me había muerto. Me morí como tres años largos. Y después… Yo tengo cosas medio raras. Muchas veces compongo canciones y no sé por qué me salen. Y así me vino Aliados. Eso fue lo que me hizo atravesar el duelo de una manera impresionante, pensar en transformar ese dolor espantoso en una historia de amor. Porque eran siete chicos de los peores que si se transformaban iban a cambiar el mundo, porque sino el mundo desaparecía. Y dentro de toda esa oscuridad que tenía Aliados tenía también toda esa luz que tuvo.
—¿Qué opinás de la educación?
—La educación no la nombro. No la uso porque siento que el problema de nuestro país es la cultura, y dentro de ella lo que se llamaba educación. Para mí el don que todos tenemos es el aprendizaje, y uno no aprende lo que no ama. Yo no necesito que nadie me eduque, ni cuando tenía dos años, u ocho, o 20. Lo que necesito es gente que me quiera, me respete, y me ayude a hacer mi camino. Que descubra mis dones y apoye esos dones… Creo que el mundo va a ir por ese lado. En la Argentina estamos muy atrasados, y todo lo que está pasando en la educación hoy es tremendo para la mente creativa de un chico. No hablo de escuela privada o pública; hablo del contenido y de cómo se dan los contenidos y de dónde están los contenidos. Sino, quedate ocho horas sentado en una silla y te vas a dar cuenta.
—Claro…
—No hay manera de entender lo que está pasando. Se puede poner parches, pero eso solo enlentece los cambios. Y es lo peor que hay, porque la herida la tenés igual. Hay que ir contra el sistema instaurado y romperlo. Y si no podés romperlo, saltar el muro de Berlín e ir para el otro lado.
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