Juan José Campanella, sobre los actores y la crisis: "Es muy fácil decir que la culpa es del Gobierno, hubo obras que fracasaron toda la vida"

“Pedía por favor irme”, recuerda el prestigioso director en esta charla con Teleshow sobre sus días en la secundaria cuando sufría bullying. Además, los nervios previos al lanzamiento de su nueva película y el orgullo que le genera la escuela de oficios digitales con la que forma a jóvenes sin recursos

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"En el cine no existe la felicidad, solo existe el alivio", afirma un Juan José Campanella de muy buen humor, durante la presentación de su última película, El cuento de las comadrejas, que se estrena el próximo jueves.

El primer largometraje en el que se embarca luego de la animada Metegol, se trata de una remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico. Y la filmó con un elenco "flojo", como dice Campanella. "Un elenco de primerizos pero bueno quería darles una oportunidad. Hay que darle oportunidad a la gente como (Luis) Brandoni", afirma el director, entre risas, sobre los protagonistas: Graciela Borges, el propio Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock, quienes están acompañados por Clara Lago y Nicolás Francella.

"La mitad del equipo tiene menos de 30 años, y todos tenían conciencia de estar viendo algo especial: cuatro personas que son la historia del cine, juntas", recuerda el prestigioso realizador sobre el rodaje de la comedia donde una bella estrella de la época dorada del cine, su marido, un actor que no logró triunfar, un escritor cinematográfico frustrado y un viejo director hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado, y que se ve amenazado por la llegada de dos jóvenes artistas.

Juan José Campanella junto a
Juan José Campanella junto a Graciela Borges en el rodaje de “El cuento de las comadrejas”

—¿Cómo hace un director para soltar una obra y entender que está lista?

—Tengo que citar a (Jorge Luis) Borges, que decía que un autor termina de reescribir cuando se aburre. Es así: cuando ya no das más. Es como una relación, cuanto más te empezás a enroscar y cuanto más empezás a pensar…

—En tu caso, tenés la espalda suficiente para que no venga la productora y te saque la película de la mano.

—Bueno, eso sí. Pero en realidad soy bastante rápido. Desde el primer corte me gusta hacer proyecciones de la película con un público común, que esté integrado por amigos, que no sea gente que trabajó en la película, que no conozca nada del guión, porque eso ayuda para verla con ojos frescos. No es para cambiar, ni para filmar ni para contar una historia que uno no quería contar y es la que quería el público; pero te ayuda a cerrar. Cuando ya vos ves que no está larga, que no está corta, que se entiende. Ahí se corta.

Juan José Campanella junto a
Juan José Campanella junto a Nicolás Francella, Oscar Martínez, Graciela Borges y Luis Brandoni en la premier de “El cuento de las comadrejas” (Verónica Guerman / Teleshow)

—Es una película con muchos guiños: si bien quienes no hayan visto la original no se sentirán excluidos, hay muchas referencias al cine.

Es un homenaje al cine en general, además de ser una película, una historia en sí misma que divierte. No necesitás saber nada de cine para disfrutarla, pero vas a encontrar que hay alguna subversión o algunos chistes con cosas que ya son convenciones del cine: los cuatro personajes son personas que hicieron cine toda su vida y juegan con eso, todo el tiempo comparan su vida con lo que sería una película.

—En una escena, hay dos personajes que dicen: "Hoy en día lo que importa es ganar"; "Vos estás mirando la jugada y hay que mirar al rival".

—Sí, sí.

—¿Con el resultado de la película también lo que importa es ganar, o lo que importa es el proceso y el disfrute?

—Los que nos metimos en esto lo hicimos por el proceso y por el disfrute. De hecho, por eso también trabajo en televisión, donde uno nunca ve al público, así que lo único que importa es el proceso y el disfrute. En el cine, tanto como en el teatro, también está la parte de comunicación, de poder ver a un público: oír a 300 personas en una sala largando una carcajada al mismo tiempo es un sonido muy estimulante. Te digo que se convierte en una droga, eh.

—¿Te vas atrás de la última fila de butacas a ver cómo la gente mira la película?

—Sí, sí, sí. Me gusta mucho meterme en el cine y, cuando ya está empezadita, buscarme un asiento en el medio porque me gusta estar entre el público. Sí, me gusta mucho. Y especialmente, ya veo en las proyecciones de esta película que hay mucha risa, mucha carcajada, y eso me encanta. Te sentís como una especie de Dios.

Juan José Campanella en pleno
Juan José Campanella en pleno rodaje

—¿En el teatro también lo hacés?

—En el teatro pasa lo mismo. Las audiencias siempre cambian, obviamente: hay veces que te festejan más un chiste que otro. Y en toda obra o película hay chistes en los que, antes de que venga la frase, ya sabés lo que va a pasar; y entonces se ríen como 300 personas al mismo tiempo y te sentís como un mago. En El hijo de la novia era el de Michael Jackson, por ejemplo, y en el teatro, en Qué hacemos con Walter, hay 6, 7 o 10. Realmente es una satisfacción enorme.

—Debe haber una cosa muy adrenalínica.

—Eso, la televisión nunca te lo va a dar.

—En la película, uno de los personajes pregunta: "¿Qué herramienta utiliza el actor para conseguir su trabajo?". "El sexo", responde otro. ¿Hay algo de eso todavía?

—Nunca fue mi experiencia. En el 90 dirigí por primera vez; o sea, 29 años. Y la verdad que no lo viví nunca.

—¿Qué es lo más loco que te ha ofrecido un actor o una actriz para ser parte de un elenco tuyo?

—Nada. Haberme llamado 20 veces pero para un currículum, nada más (risas). Te juro que a mí me llama la atención cuando oigo historias de gente que conozco, que he conocido, que me eran inimaginables. No ha sido mi experiencia. Hace mucho tiempo empecé mi carrera en Estados Unidos, en el año 90, y vine acá en 2002. Mi primera película argentina fue El mismo amor, la misma lluvia, en el 99. Ya el tema del casting couch, el sofá de casting, era algo de lo que se burlaba mucho en aquella época. Pero después te enterás de todo lo de Harvey Weinstein, y es terrible. En mi experiencia, jamás he visto que se cambiara sexo por trabajo.

—Te han pedido trabajo siempre correctamente.

—Sí, siempre correctamente. Además, yo le insisto a la gente que tiene que hinchar un poquito (risas), porque a veces los currículums se pierden. Les recomiendo a los actores que llamen a los directores de casting más que a los directores porque son los que trabajan en muchos proyectos y los que están siempre buscando talentos nuevos.

—Contaste en Twitter que sufriste bullying de chico.

—Sí. Durante dos años en un colegio al que fui. No quiero mencionarlo porque muchos compañeros eran buenos y por ahí en la bolsa caen todos.

—¿Qué edad tenías?

—Segundo y tercer año de la secundaria. 13 y 14, o 14 y 15 años.

—¿Y qué te hacían?

—Peleas, burlas. Yo había ido al mismo colegio desde el jardín de infantes hasta primer año, pero me mudé, fui a otro colegio donde era el nuevo y me hicieron la vida imposible. En cuarto año volví al colegio anterior; viajaba 45 minutos por día para llegar.

—O sea, te tuvieron que cambiar de colegio por esta situación.

—Sí. Yo pedía por favor irme. Y por suerte lo hice: creo que hubieran quedado marcas más profundas.

—¿La institución te ayudó?

—No, teníamos un rector buenísimo, que yo quería mucho, te estoy hablando del año 73 y 74, y la respuesta en ese momento era: "Contestale, pegale".

—¿Y en tu casa, tus padres?

—Lo mismo. Era lo que se decía. La palabra bullying es nueva, te imaginás que en ese momento no existía, en ese momento era: "me tomaron de punto". Bullying, en castellano, quiere decir "me tomaron de punto".

—Inclusive, llegó a haber agresión física.

—Sí. Me agarraban así, 10 veces por año, los dos años, sí.

—Si hoy pasara con tus hijos, ¿qué hacés?

—Sería tremendo, pero creo que hay mucha más conciencia, se habla mucho. Mi hijo está terminando la primaria, y por suerte está con un grupo maravilloso, tanto de hijos como de padres. Lo que sería tremendo es no tanto si él sufriera bullying, como si hiciera bullying. Todos como padres estamos preparados, nos sale naturalmente proteger al que sufre; pero si nuestro hijo fuera el que provoca el sufrimiento, ahí te quiero ver… Creo que tengo menos armas para pelear contra eso o para solucionar ese problema de una manera de rescatar a la persona, que si pasara lo contrario.

—¿Hoy no les decís un poco a esos compañeros que te hacían bullying: "¡Tomá! Mirá quién soy"?

—(Risas) No los vi más. La verdad que no tengo relación con ninguno de mis compañeros de ese colegio.

—El otro día también te escribieron por otro ex compañero tuyo que estuvo en ¿Quién quiere ser millonario?, y contó que no tiene casa y vivía en la calle.

—Mi socio me manda una foto que le sacó una foto a la pantalla y me dice: "Este señor…". Mencionó que era compañero mío, y que había ido al mismo colegio de Juan Carr. Ganó 500.000 pesos. Primero buscándolo nosotros para ayudarlo, porque vivía en la calle, y ahora lo estamos buscando para que nos ayude él…

—¿Cuántas veces te ofrecieron ser candidato?

—Ninguna. Quizás porque desde las primeras charlas siempre dije que no quiero ni voy a ser funcionario. No estoy preparado. Le tengo mucho respeto a la política y a los cargos como para que metan a cualquiera que tenga ganas de ser candidato.

—¿Y ya sabés si vas a volver a votar a Mauricio Macri?

—Por supuesto. Sí, claro.

—¿Te decepcionó algo lo que pasó en estos cuatro años?

—No quiero hablar nada de política hasta que no se presenten los otros candidatos. Porque si no, en este momento estamos como en desventaja. Que se presenten los otros candidatos y entonces podemos hablar con respuestas concretas.

—¿Vos creés que el libro de Cristina Kirchner es un lanzamiento de campaña?

—No tengo la menor idea. Que se presente. Por ahí es como cuando tiran un globo de ensayo para ver qué pasa, qué reacción hay con las encuestas. Vos sabés que yo no le rehusó a las declaraciones ni a nada, pero me parece que no es momento. Que se presenten los candidatos, y en julio nos juntamos de nuevo y hablamos.

—¿Qué te pasa como director y miembro de la industria del espectáculo cuando muchos actores cuentan que no les alcanza la plata, y que deben restringir gastos?

—Me gustaron mucho las declaraciones de Gabriel Goity. Estas historias las oigo desde que me metí en esto en 1981, en mi primer trabajo como meritorio de dirección, y jamás se le ocurrió a un actor echarle la culpa a la situación o al gobierno, menos que menos en algunos de los casos que se oyen, de gente que ganó millones de dólares. Millones de dólares. Entonces, si una persona que ganó en su vida 10 millones de dólares y hoy no tiene un peso, no es por la crisis de los últimos tres años, es porque no supo administrar su dinero. Es muy fácil esto de decir: "Me fue mal con mi obra y la culpa la tiene el Gobierno". Esto es nuevo. Hubo obras que fracasaron toda la vida. Todos hemos tenido éxitos y fracasos. Las quejas de la gente que vive demasiado bien… Yo prefiero concentrarme en las quejas de la gente que realmente la está pasando mal. Una modelo que dijo que por la crisis había tenido que dejar las lecciones de violín… Te juro que con ese tipo de cosas uno pierde la paciencia. El momento es difícil, realmente, y hay gente que tiene derecho a quejarse y hay gente que no.

—¿Falta autocrítica al propio producto?

—Está como muy metido en nuestro trabajo: de cada 10 cosas que se hacen, solo una tiene éxito. Eso ya se sabe.

—El del artista es un trabajo muy inestable.

—En todo el mundo es así. El que se sabe administrar entiende que los fracasos son mayores en cantidad que los éxitos, y que cuando se tiene un éxito hay que ahorrar, hay que guardar. Uno no puede vivir como si el éxito fuera a ser eterno.

—¿Quiero saber cómo está la escuela de oficios digitales?

—Buenísimo, buenísimo.

—¿Cuánto llevan ya trabajando con eso?

—Seguimos aprendiendo y la seguimos modificando. Ya estamos terminando el plan de estudios de los dos años. El primer cuatrimestre fue increíble, con gente a la que le cambió la vida, realmente, que no tenía ese acceso a esa educación y ahora están haciendo las redes de la panadería del barrio, de la peluquería del barrio, que dejaron los planes (sociales). Algunos se están metiendo mucho más de lleno. A algunos se les despertó una vocación que no la hubieran investigado nunca. Nos dimos cuenta de que el primer cuatrimestre fue demasiado fácil, que podíamos exigir más, porque muchos no terminaron la secundaria; entonces, esa es la premisa: como es un oficio no es necesario tener estudios. Hay universidades nuevas y hay mucho acceso para el que termina la secundaria, pero para los que la abandonaron, por la razón que fuera, no hay. Del potrero digital estamos hablando, de la escuela de oficios digitales: marketing digital, programación, videojuegos y animación.

—¿Cuántos chicos se inscribieron?

Se presentaron 500 y podíamos nada más 40 para el curso, y 40 para lo que llamamos el picadito, que son chicos más chicos que empiezan a presentar proyectos, y ahí los profesores los van guiando.

—Sabés que son chicos a los que probablemente les estás cambiando la vida, ¿no?

—Somos conscientes. Y ahora entraron 40 más. De la clase de inglés, por ejemplo, se reían ellos mismos: "Nosotros no vamos a aprender inglés nunca". 39 de los 40 aprobaron el examen de primera, y al que quedó, lo mataron tanto que aprobó en el primer recuperatorio (risas).

—¿Cómo sigue el año?

—Estamos desarrollando algunas cosas de televisión. Estamos con la construcción del teatro Politeama. Y viendo: el cine me gustó, vamos a ver si armamos otra película. Además de escribir dos obras de teatro.

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