"Que é isso?", le preguntó un niño a su padre al tiempo en que señalaba al huevo gigante que coronaba el escenario. Mientras iban ocupando sus butacas, los asistentes conocieron el leit-motiv de este espectáculo del Cirque du Soleil: "OvO" -huevo en portugués- cuenta cómo la llegada de una mosca "extranjera", en compañía de un huevo misterioso, revoluciona a una comunidad formada por diversos insectos.
El Ginásio do Ibirapuera es un domo mediano con capacidad para un poco más de cinco mil personas. Está ubicado en donde se funden los límites de Jardins y Vila Nova Conceicao, barrios que ostentan los valores de metros cuadrados más altos en São Paulo: la capital financiera del Brasil es, a su vez, una de las ciudades más caras de América del Sur. Esa es la morada paulista del show y en donde una pequeña multitud -familiar y de clase media alta- agotó todos los tickets para disfrutar de esta propuesta firmada por la icónica compañía transnacional basada en Canadá.
Antes del comienzo del espectáculo propiamente dicho, y así como en la previa de muchos recitales un dj se encarga de poner en clima a los presentes, algunos de los personajes de "OvO" hicieron un warm-up para las primeras filas: un mosquito mutante asustaba y sorprendía a los desprevenidos, un apicultor mostraba el trabajo de su enjambre, un cazador de mariposas fallaba en su intento y embolsaba alguna cabeza humana, dos grillos se bamboleaban sobre altas cañas de bambú apostadas a los costados del huevo.
De a poco, los artistas del Cirque fueron mostrando de qué son capaces y cómo pueden hechizar a toda una audiencia, no solo con sus movimientos, sino con su carisma, con su despliegue escénico, con sus trajes multicolores hechos a imagen y semejanza de cada bicho. Así, el público se fue sumergiendo en la atmósfera de este ecosistema, que fue recreado hasta en el más mínimo detalle y que se vio amplificado por una enorme pantalla que relucía desde el fondo, proyectando propios para insectos.
Una vez que se apagaron las luces, comenzó la música: ejecutada en vivo por una banda que está fuera de escena, se une al hilo narrativo al tiempo en que realiza un amplio recorrido por los sonidos brasileños. Bossanova, samba, forró y funky carioca, e incluso hasta cierto toque rioplatense, le dieron un marco rítmico a cada uno de los cuadros. En ocasiones, una abeja reina entonó dulcemente en idioma "insecto" para introducir cada escena.
Hormigas que se hicieron de trozos de kiwis y choclos para llevar a sus madrigueras. Una libélula que, mediante sutiles contorsiones, se desenredó de una hiedra. Una oruga que alcanzó su metamorfosis hacia mariposa mientras se elevaba. Una araña celosa que atrajo con sus redes a los demás bichos. Temerarios escarabajos acróbatas que volaron por los aires y se engancharon de otros o de sus trapecios. Un bicho canasto que se reveló capo del diabolo, pudiendo hacer malabares con hasta cuatro. Una palestra dominada por sagaces grillos que rebotaban en camas elásticas y volvían a la cima.
Las destrezas de los bichos le dieron contexto a la historia que seguían contando los personajes principales: la Lady Bug, el Extranjero y Master Flipo, el jefe de la comunidad, quienes sumaron sketchs humorísticos que iban dirigidos a todos los sectores del público, sin dejar afuera ni a los grandes ni a los chicos. Al mismo tiempo, la versatilidad de la puesta en escena hacía que los golpes de efecto se multiplicaran.
Aunque el desarrollo del guión no es el fuerte del show, el público se conformó con aplaudir y ovacionar cada una de las piruetas. Las volutas de talco en el aire daban la razón. Era el elemento necesario para lo esencial: que las manos no resbalen y que nada falle. Ahí radica la clave del éxito del Cirque du Soleil. Esa encantadora combinación de acrobacias con teatro y música, deslumbra porque estira hasta lo imposible las capacidades humanas. Para estos artistas es tan natural que hasta se permiten un valle en el show para hacer subir a una menina del público, para que se vista como la Lady Bug y seduzca a la "mosca extranjera".
A todo esto, el huevo entra y sale de escena. Y su misterio se resuelve recién en el cuadro final… pero mejor que lo descubran quienes asistan a las próximas funciones. En Argentina, debutará el 15 de junio en Tecnópolis. El 18 de julio, en tanto, comenzarán las funciones en Córdoba, en el Orfeo Superdomo. Las entradas ya están a la venta en boleterías y en TopShow.com.ar.