"Desde hace un tiempo que estoy trabajando en proyectos que me gustan mucho. Trato de ponerme muy celoso en el momento de la elección", reconoce Joaquín Furriel, que vive un gran presente profesional.
Mientras disfruta del retorno al teatro nada menos que con Hamlet, en el San Martín, y espera la segunda temporada de El jardín de bronce, está a días de estreno del filme que lo reencuentra con la dirección de Sebastián Schindel, junto a quien brilló en El patrón, radiografía de un crimen.
El hijo es un thriller de suspenso psicológico que logra perturbar al espectador. Allí Lorenzo (Furriel), un artista plástico ansioso por la llegada de su hijo, descubrirá una obsesión muy particular por parte de su joven mujer hacia el primogénito de ambos. Sobreprotección, locura, experimentos y la necesidad de un hombre desesperado por ejercer la paternidad se encuentran en la película que también cuenta en su elenco con Martina Gusman, Luciano Cáceres, Heidi Toini y Regina Lamm.
—A vos como papá, ¿te costó en algo el vínculo cuando nació tu hija?
—No. Yo pensé que sí porque la verdad que a mí los bebés no me gustan, y no me gustaron nunca, salvo mi hija. Nacen las hijas o los hijos de mis amigos o amigas, los voy a ver cuando son bebés, y tienen un nivel de fragilidad que con mi hija no lo sentí.
—¿Con tu hija fue amor a primera vista?
—No, a primera vista no. Cuando nació, después de siete horas de trabajo de parto y por cesárea, estaba muy bordó… Además, vienen del mundo acuático. Me quedé muy impactado, no te puedo decir: "Qué hermosura". No, estaba gritando desesperada. Imaginate lo que debe ser esa revolución de venir del agua a entrar en un mundo en el que, de entrada, ya cambia todo.
—¿Cuándo te sentiste papá por primera vez?
—Cuando llegamos la habitación, tomó la teta, la volví a acomodar, y de repente todos los miedos que siempre había tenido con los bebés de otra gente, que decía: "No lo agarro, a ver si se cae o pasa algo", en el caso de mi hija sentí que tenía todas las herramientas para poder contenerla, para poder cuidarla.
—Ahí apareció.
—Sí, aparece algo intuitivo, algo que está dentro de uno, y que quizás uno no sabe que lo tiene.
—En la película, Lorenzo necesita que su proyecto con Sigrid y la paternidad le salgan bien. Lo necesita desesperadamente. A vos, en tu vida, ¿te pasó necesitar que algo te saliera bien?
—No me acuerdo mucho. Sí te puedo decir que hace tres años veníamos con el deseo de hacer Hamlet, y trabajando para eso el primer mes, noté que me estaba anulando simplemente por un exceso… Me pasé de exigencia, y eso me anulaba.
—Me acuerdo también que charlamos cuando fue el estreno de El faro de las orcas, tu primera película después del ACV. ¿Hay algo de esa exigencia?
—Sí. Esta es la primera obra que hago después de ese accidente. Y el teatro no es como el cine, como una serie o como la tele, donde podés repetir el texto si te olvidás. En el teatro, no.
—¿Seguís sintiendo esa exigencia?
—Pesaba. Ya no porque ahora, con diez funciones, la obra se está transformando en algo que a uno le excede, en un fenómeno muy bueno: se agotan las entradas, la gente disfruta mucho, el aplauso es muy lindo.
—¡Qué año! Tenés por un lado Hamlet en esa sala, en ese teatro, y por otro lado el estreno de El hijo, y la segunda temporada de El jardín de bronce. Está todo hermoso en lo profesional.
—Este semestre es perfecto. Si se hubiera organizado, no podría ser mejor. Porque además todo a su tiempo: estrené hace un mes Hamlet, ahora estoy estrenando El hijo, que es una película que me fascina, me parece extraordinaria, y a fin de mayo o principios de junio es el lanzamiento de la segunda temporada de El jardín de bronce, cuando termina Game of Thrones.
—Es un gran semestre. Veremos qué pasa en el segundo.
—El segundo muy tranquilo. Sí, sí, a todo nivel, vemos qué pasa con el segundo semestre (risas). Estamos todos viendo qué pasa en el segundo semestre. Yo ya sé que termino la obra de teatro y me voy a filmar una película a Holanda y a España, pero no tengo trabajos para presentar.
—Hablamos del ACV hace un ratito. ¿Quedó algún aprendizaje?
—Seguramente. No soy muy consciente del todo.
—¿Algún miedo?
—No es que le puedo poner palabras… Pero mi sensación es que este momento de mi vida es muy importante para mí. Todos los estrenos que estoy teniendo este año, laborales, y mi situación personal, que estoy muy bien, estoy muy focalizado, muy tranquilo, y haciendo solo lo que tengo muchas ganas de hacer, estando con quienes tengo ganas de estar. Me parece que algo de lo que se me organizó este año es algo que hace mucho tiempo tenía ganas de vivir. Y a partir de ese accidente lo tuve como pensamiento, pero me costó un tiempo poder estar donde estoy ahora.
—Ponerlo en marcha, había que ordenar las prioridades.
—Activarlas, sí. Trabajar para que eso suceda. Me puse ansioso, no me funcionaba, hacía cosas que no tenía que hacer porque me ponía ansioso. Hasta que en un momento me di cuenta que lo mejor era no ponerme ansioso. Empezar a transformar el tiempo en algo valioso.
—¿Eso en lo profesional, o en lo personal?
—Esa madurez es complementaria.
—Vos sos muy papá, y por el trabajo venís viajando bastante. ¿Cómo te organizas?
—Como puedo. Mi hija viene en general a mitad de rodaje, en lo que yo llamo el Ecuador,. En general se viene una semana, adonde esté; ya viaja sola.
—¿Cuántos años tiene Eloisa?
—Ya tiene 11.
—Que ella tenga 11 habla de cuántos años tenemos nosotros (risas).
—Si alguien te pregunta qué es ser padre, decís: "Darte cuenta que el tiempo pasa". Porque uno no se da cuenta tanto cuando tenés algo todos los días. Ahora prácticamente estoy aprendiendo un mundo que desconozco, que es el mundo del rap: cómo lo vive ella, la música que sí, la que no, palabras; le digo "¿Qué es ésta palabra?". "Vergüenza ajena, papá: cringe, la palabra en inglés pero se dice en castellano".
—Hay una adolescencia llegando…
—Sí, está en la pre adolescencia, y de alguna manera empezás a ver también todo lo que se le viene, y ver cómo acompañar todos esos cambios. Además, en la mujer los 11 años, 12, 13, es un momento hormonal muy impactante.
—¿Vas a ser celoso cuando aparezca un novio?
—No, salvo que sea parecido a mí… Si veo que tiene un poco mis rasgos, ahí me voy a preocupar mucho.
—¿Fuiste muy tremendo?
—Tuve una adolescencia intensa, pero no en mis relaciones.
—¿En qué?
—Con mis amigos, con las cosas que hacíamos y eso.
—¿Te tuvieron que ir a sacar de alguna comisaría?
—Dos veces.
—¿Por qué? ¿Qué hiciste?
—Era la época de (Eduardo) Duhalde y había razzias. Siempre el autoritarismo me pareció muy violento y la (Policía) Bonaerense en ese momento no estaba muy lejos del gobierno militar. Entonces, con el pelo largo a la mínima duda había un maltrato, y yo reaccionaba. Y reaccionaba mal. Y bueno, me he comido un par de bifes y entré.
—¿Y quién te iba a buscar?
—Mi papá. Entre enojado y orgulloso al mismo tiempo. A mí papá le pasaba lo mismo: también le parecía injusto. Pero bueno…
—¿Cómo eran las situaciones? ¿En una cancha?
—No, de boliche. De ir a bailar y eso. Una noche fue muy gracioso, porque con unos amigos nos pusimos en la plaza de Almirante Brown a dar unas vueltas con un auto, y terminamos todos adentro. Una estupidez total: sí, en una plaza, a dar vueltas. Creo que es para que el día de hoy a nuestros hijos les digamos: "Tu padre, como un estúpido, en esta plaza hizo esto". A las 4 de la mañana, no había nadie. Porque lo hacés un domingo al mediodía y directamente es un atentado…
—¿Estaban borrachos, drogados?
—No, no. Estábamos aburridos. Y no hay nada peor para un adolescente que estar aburrido. Porque primero el adolescente se cree inmortal, no conoce la finitud. Por eso se la pone con todo. Podés tomar hasta que te rompés el hígado porque vos pensás que ese hígado solo va a existir en la adolescencia, que de repente sos adulto y te ponen otro hígado, tenés otro cuerpo. La otra historia: el peligro, la horma, el ser, ver el personaje que uno arma socialmente. Entonces vas probando: "¿El cancherito funciona? No, no funciona porque mirá, terminé mal. ¿Este funciona?". Todo el tiempo vas como prueba y error, pero no prueba y error de algo muy grueso que es cómo soy yo ante la sociedad, y qué es la sociedad. Y en el 89, 90, 91, el país estaba en un momento muy difícil. Y creo que eso también favorece a que uno se ponga más difícil de lo que está el país.
—Y terminaste detenido, dando vueltas a la plaza.
—También, sí. Y veníamos para acá (por Buenos Aires) a escuchar a los Ramones. Me acuerdo eso.
—¿Dónde naciste?
—Yo soy de Adrogué. Nací en Lomas de Zamora, vivía en el límite entre Mármol y Adrogué.
—Esperemos que Eloísa te dé menos dolores de cabeza, que no la tengas que ir a buscar.
—Ya las plazas están enrejadas, así que esa opción no existe. Por lo menos en Buenos Aires están enrejadas.
—¿Cómo es el vínculo con Paola Krum, su mamá?
—Muy bueno. Nuestra hija es una hija deseada. Hablo por mí: más allá de que yo no podía decir si íbamos a a estar juntos toda la vida, porque eso no se sabe, sí sabía y tenía la tranquilidad, el orgullo de que Paola era la madre de mi hija. Me gusta mucho Paola como madre, es muy presente.
—Ahí hay algo que funciona.
—Es que cuando a veces escucho otros niveles de conflictividad me cuesta mucho tratar de entenderlos porque con Paola siempre tuvimos muy claro lo importante que es para los dos nuestra hija, y no entrar en ningún terreno incómodo. En ese sentido, es lo opuesto a lo que plantea El hijo.
—Bueno, la película es un extremo, roza el terror.
—Yo creo que es un extremo que para muchos, que están en separaciones difíciles, cuando vean la película dirán: "Guarda que si uno va tensando la cuerda…". Mirá, ayer a la noche se me acercó una persona que vino al estreno y me dijo: "A mi hermana le pasó algo parecido". "¿Parecido en qué sentido?", le digo. "Muy delicado el tema del nacimiento de su hija". "¡¿Cómo?!". "Sí, él empezó a decir que las cosas tienen que ser de una manera, no negociaba; ella, que era de otra manera. Que las vacunas sí, que las vacunas no. Qué tipo de medicina. Qué alimento le vamos a dar. Que a qué escuela va a ir. Que no, le voy a enseñar yo. No, tiene que ir a una escuela. No, no va a ir a ninguna escuela. Y al día de hoy, con una nena de 8 años. sigue teniendo muchísimos conflictos". Me contó eso, me quedé…
—Sin llegar al extremo que muestra la película, a veces padres o madres se adueñan de los niños en situaciones conflictivas.
—Se transforma en una especie de botín. "¿Vos me hiciste esto? Bueno, ahora yo te hago esto y te voy a pegar donde más te duele, que es tu hijo". Eso ocurre.
—Hablábamos recién de Paola. Y esta semana ella estuvo con mucha exposición por las declaraciones en cuanto a cómo la afectaba la crisis económica. A vos, ¿cómo te impactan esas cosas?
—Hace bastantes años, te diría cinco más o menos, empecé a darme cuenta lo importante que era en mi vida cotidiana el tipo de información que tenía. Muy importante. Entonces empecé a discriminar de manera muy obsesiva en ese momento qué tenía que leer y qué de lo que leía me quedaba rebotando en cualquier lado, no eran noticias que a mí me resultaran importantes.
—Es parte de esto que decís: el elegir.
—Yo leo editoriales, cosas muy precisas. Sigo a algunos periodistas y voy leyendo lo que ellos escriben. No leo todos los medios, me informo de una manera muy discriminada, elijo cómo informarme. No estoy muy informado de todo lo que pasa en el mundo del espectáculo; me interesa más el mundo cultural que el mundo espectacular. Obviamente, sé lo que dijo. De hecho la primera vez que me lo preguntaron en una entrevista me dijeron: "¿Qué opinás de lo que dijo de tu ex?", y no sabía si era porque Eva (De Dominici), parece que un programa mostró un tatuaje de su actual pareja. Entonces hay un punto donde me llamo a la discreción porque así soy yo también. No entiendo lo que dijo Paola, no entiendo en qué contexto lo dijo, no se lo pregunté, porque soy muy discreto con eso. Yo no le pregunto nada, si ella me quiere contar algo que comentó bueno, bárbaro, pero si no es: "Hola, ¿cómo estás? ¿Bien? Che, me dijeron que la obra está genial, Paola, te felicito. Buenísimo. Bueno, ¡chau, chau!". O hace una semana me llamó Eva, me quería contar unas cosas, que esto y que lo otro, y ya está, no me nace a mí preguntarle: "Che, justo me hicieron una entrevista y me dijeron que un tatuaje…". Realmente, no estoy mucho en eso.
—Yo sé que te morís de ganas de contarme porque es tu tema preferido: ¿estás enamorado?
—No. Estoy soltero. Y no estoy enamorado de mí, así que tampoco estoy enamorado. No soy de los solteros que están enamorados de sí mismos. ¿Viste que también existe esa raza? El soltero eterno: "Me amo, me amo, me amo", y no puede estar con nadie porque nadie está a la altura. No, todo lo contrario.
—¿Hoy está muy enfocado en el teatro?
—Bueno, es una buena respuesta, me encantaría estar enamorado, es un momento hermoso en la vida de todos los seres humanos.
—¿Pero estás disfrutando la soltería o extrañás la pareja?
—En este momento no extraño nada, me encanta lo que estoy viviendo. Creo que es la primera vez que estoy soltero tranquilo desde que me separé de la madre de mi hija hace ocho años, en una relación que también fue de muchos años, y tuvimos muchos proyectos en común, el más importante nuestra hija. Tranquilo, tranquilo; que me encanta estar solo, que no me pone inquieto estar solo. ¿Hoy no tengo planes? Está bueno tener plan. Así que bueno, ahí voy.
—Año 2019, segundo semestre. ¿Estás esperanzado de cara a las elecciones?
—Quizás me enamoro, no sé, ojalá me pueda enamorar en el segundo (risas).
—¿De alguno de los candidatos decís? (Risas)
—No, no, no. Mira, es extraño porque no falta tanto y no tenemos ni idea todavía de cómo se van a presentar las elecciones, no sabemos bien quiénes van a ser los candidatos. Por lo menos creo que el oficialismo más o menos dijo algo, tampoco es que mucho más, es: "Yo me quedo acá, vos te quedás allá, cada uno se queda donde está". Pero no sabemos quiénes van acompañando las fórmulas, las cabezas de listas; todo eso que se dice el aparato político, tanto en el oficialismo como en los sectores opositores, por el momento no se está definiendo mucho. Cuando estén todas las boletas ahí en la mesa, voy a ver qué siento, e iré escuchándolos. Ahí sí me gusta escuchar cuáles son las ideas, porque si las ideas siguen siendo ésta situación que no cambia mucho, que es "Soy de acá" o "Soy de acá" y nos estamos tirando piedras de un lado para el otro… En algún momento creo que vamos a tener que empezar a pensar, que es lo que hace Hamlet, en esa realidad distorsionada de gente ambiciosa, que lo único que quiere es poder de manera cínica, poder, poder y cinismo, sonreír y traicionar, sonreír y traicionar, traicionar y sonreír. Esto que propone Hamlet; él se corre y dice: "¿Qué hago? ¿Soy o no soy ante esta realidad? Porque no ser es una virtud también, porque si la realidad es esta conviene que todos crean que uno es no siendo". Me puse filosófico, ¿viste? Ahí está: voy a ir a Puán a ver si de repente me enamoro de una filósofa (risas).
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