Games Of Thrones es -antes que la gran serie de la última década- el fenómeno de marketing mejor realizado en el mundo. No el único, porque de esto hubo siempre, pero sí el mejor. Eso quiere decir millones de dólares puestos al servicio de una historia de literatura fantástica que podría resumirse en una sumatoria de perversión, desnudos, muertes de personajes importantes, más perversión, más desnudos, mucha gente embarrada, relleno, más muertes de personajes importantes, gente decapitada, cabezas rodando, más desnudos, y así… Una primera temporada bastante original y una repetición de situaciones que aquí tanto criticaríamos de ficciones locales por la previsibilidad, pero que en cambio a los norteamericanos le festejamos como si se tratara de una obra de arte. La verdad que no.
Cierto es que se trata de la serie más exitosa en la historia de HBO, y una de las más exitosas de toda la historia, tanto entre el público como entre los críticos. Sin embargo, después de siete previas temporadas, decenas de miles de muertes y millones de horas invertidas frente a la pantalla, es tiempo de que termine de una vez. Mientras que al principio parecía una compleja y prometedora historia de intrigas políticas y conflicto entre familias, se fue convirtiendo en una telenovela insufrible donde tenemos que aguantar a un tal Gusano Gris (un soldado castrado y entrenado desde niño para ser un asesino y obedecer órdenes) diciéndole a Missandei -su amada- que su mayor temor es no volver a verla.
Para una serie que se las da de muy "realista", esa es una de las escenas más estúpidas, cursis, inverosímiles y fuera de lugar de toda la historia. Y ejemplos como ese sobran, entre varias inverosimilitudes que se fueron propagando a lo largo de la larga historia. Hermanos que se enamoran y copulan frente a niños, gente que se envenena, un enano degenerado que se hace bueno con el tiempo, un héroe que muere acuchillado pero resucita en la siguiente temporada, niños que se desarrollaron durante el rodaje y parecen cualquiera menos ellos mismos aunque haya pasado poco tiempo en la ficción, y villanos que ya hizo mejor Dora Baret en Celeste en 1991 por estos pagos sin necesidad de dragones lanzando fuego.
La primera temporada (en 2011, hace mucho ya) nos mostró un mundo con elementos fantásticos que tenía la crueldad y la crudeza del mundo real, donde hay pocos héroes realmente buenos (Ned Stark), y no siempre ganan. Sin embargo, con el tiempo la serie se volvió una repetición de sí misma: los buenos mueren de forma cruel y los malos ganan. Hay quienes objetarán que aún están vivos algunos de los "buenos", pero como todavía queda esta última temporada que empieza hoy -con una parafernalia de publicidad nunca vista y millonario presupuesto-, todavía pueden morir todos: ¡ojalá! Porque para haber matado a los Stark que valían la pena y a varios buenazos más, entonces uno ahora sí quiere que la maldita Cersei se quede con el Trono de Hierro y que la pesada de Daenerys Targaryen termine comida por uno de sus bebotes dragones para hacer honor a la perversión que convocó a millones de televidentes durante ocho largos años.
Tal vez Jon Snow, los salvajes y los zombies de hielo eran buenos elementos en la historia, pero han matado a personajes que tenían un gran potencial como Mance Rayder, y han dejado vivos a otros personajes miserables como Samwell Tarly, el amigo gordo de Jon Snow al que también tuvimos que aguantar por varios minutos cuando llega a casa de su papá con su novia semi salvaje. Antes del juicio por combate de Tyrion Lannister, este tiene uno de los diálogos más aburridos y estúpidos de toda la serie, con su hermano Jaime; obviamente los guionistas no querían hacer otra cosa que ganar tiempo para cubrir lo que debe durar el capítulo, y es tan obvio que resultó ofensivo para la audiencia. Solo por poner un ejemplo.
Si en el amor dicen que "billetera mata galán", en el ámbito del espectáculo puede decirse que inversión mata intenciones. Fueron buenas al comienzo de Games Of Thrones, pero eso no la hace la mejor serie de la década. Más allá de que quien firma esta nota ama las historias que se desarrollan en el asfalto -tanto barro en GOT merece la pena capital- sabemos que hay joyas que podrían barrer con cualquier inversión de marketing de la millonaria HBO: desde Breaking Bad pasando por la catalana Merlí, hasta el suspenso de True Detective o Homeland, las maravillas de la BBC de Londres, las series de suspenso de los países bajos, y los ejemplos sobran.
Bienvenido sea, entonces, el final de Games Of Thrones, la única serie del mundo que se atrevió a matar al protagonista en la primera temporada y lo único que hizo después fue seguir matando gente porque les causó gracia el atrevimiento.
SEGUÍ LEYENDO