"Me encanta tener nuevos desafíos. Y no pasa tan seguido a esta altura de la carrera. Haber encontrado este me parece muy interesante", dice Paula Trapani, que con más de 25 años en el periodismo incursiona por primera vez en la radio.
Con Súper Sábado, por Delta 90.3, estará pendiente de la coyuntura, con contenido periodístico, pero también buscará relajar con entretenimientos, entrevistas y música electrónica. "Es mi primera experiencia, hasta ahora nunca me había terminado de animar. Muchas veces coqueteé con la radio pero nunca se terminó dando", reconoce la conductora, que por una cosa u otra terminó siendo "un bicho de 100% tele".
—¿Alguna vez te arrepentiste de la carrera que elegiste?
—Todo lo contrario. Cuando estaba en el secundario y tenía que elegir qué carrera seguir no estaba tan convencida. No fue una vocación de esas que te salen de las entrañas, no tengo familia en el periodismo. La elegí un poco por descarte. Me gustaba un poco de todo y me parecía que el periodismo te permitía hacer muchas cosas al mismo tiempo: conocer personas distintas, de distintos lugares. No te encasillaba en algo rutinario. Me enamoré de la profesión a medida que la fui ejerciendo.
—Es un momento muy complicado para el periodismo.
—Sí, porque confluyen dos problemas. Uno es el tema económico y la dificultad que tiene todo hoy en nuestro país. Por otro lado el surgimiento de otras plataformas que compiten con los medios tradicionales, y hace que uno se tenga que adaptar, hacer un tipo de periodismo diferente. Cuando empecé a hacer el noticiero la gente esperaba ese horario para informarse; hoy, llegan híper informados. Y uno tiene que dar un valor agregado, tenés que aportar algo distinto.
—La tecnología cambió el propósito del noticiero. ¿Hoy, cuál es el rol?
—Aportar la palabra de especialistas o gente idónea que tenga que ver con la materia o con el tema que quieras tratar. Aportar distintas voces. Creo que hacer pensar, analizar…
—¿Debatir?
—También. Se incorporó algo al noticiero que antes era privativo de otro tipo de programas. Antes, el noticiero era lo más objetivo que uno puede ser. Siempre hay algo de subjetividad, pero uno como periodista de noticiero tendría que tender a ser súper objetivo. Hoy se mete mucho la opinión.
—Hay canales que han intentado cambiar desestructurando mucho, incluso el perfil de los periodistas.
—Fue un poco pendular y nos fuimos un poco de mambo. Con esto quizás terminamos distrayendo al público de lo esencial, que es la noticia. Yo soy de las que empezaron con ese cambio, porque cuando llegué había que vestirse de traje y corbata, hacerse un peinado estructurado y no salirse de un libreto, y yo empecé con otra manera de vestirme, y a hacer un noticiero diferente. Cuanto más natural y más real es uno, es más creíble: no tenés que disfrazarte de periodista para serlo. Pero bueno, tampoco el extremo que a veces se ve…
—Cuando lo veías a Nicolás Repetto en el noticiero de Telefe, ¿no te dieron ganas de llamarlo y darle algunos consejos?
—(Risas) Te voy a reconocer que no lo vi mucho. Pero es un estilo. En realidad, en todo caso el consejo se lo tengo que dar al que decidió que esté ahí. El estilo de Repetto es así: yo no esperaba otra cosa de él.
—No te sorprendió.
—No, no me sorprendió.
—Y que se ponga al frente de un noticiero, ¿sí te sorprendió?
—Que hayan decidido que fuera él al noticiero, sí. Por un lado me sorprende. Por otro lado lo entiendo, por esta transformación que charlábamos, y esta búsqueda que tiene la tele de cambiar determinadas cuestiones que estaban muy estructuradas. Del mismo modo que hay modelos que conducen programas, que hacen entrevistas. Se busca gente que no ha sido preparada para ocupar determinados lugares, y me parece que es parte de esta búsqueda. No sé si es la búsqueda correcta, o el camino correcto, pero en ese sentido no me sorprendió que se lo eligiera.
—¿Cómo estás viendo la actualidad de cara a un año de elecciones?
—Es muy complicado. Percibo en la calle muchísima preocupación, como pocas veces. La gente está muy desencantada con una oportunidad que se perdió. Eso genera mucha impotencia. Los que votaron a Macri están muy desilusionados, muy decepcionados, como impotentes, ¿no? Por esto de haber tenido la oportunidad de hacer las cosas bien en un país que viene remándola desde hace muchísimos años, y esa oportunidad se perdió: estás viendo que se te va de las manos. Ha afectado muchísimo el humor social. Hoy, la gente está mal. En la calle lo percibís permanentemente.
—¿Te esperanza algo de lo que viene?
—Poco, lamentablemente poco. Parece que los argentinos no podemos pensar más allá del corto plazo, y la clase dirigencial tampoco, no acompaña. No hay alguien que se inmole y diga: "Bueno, voy a hacer lo que tenga que hacer con el costo que tenga que tener para que el país salga adelante de una vez por todas". Si no nos sacamos esto del ventajismo que está en nuestra idiosincrasia, no vamos a poder avanzar jamás. Criticamos a los dirigentes; está bien, tienen que dar el ejemplo. Pero después somos los que no dejamos pasar a un peatón…
—Hay una cosa cultural muy arraigada.
—Muy arraigada en ese sentido. Hay que hacer un cambio muy grande.
—En tantos años como comunicadora, ¿te ofrecieron puestos en la política?
—He tenido algunas ofertas, sí.
—¿De dónde y para qué?
—Variadas. De un sindicalista que empezaba su carrera política. Alguien que ahora es un ministro de la Provincia (de Buenos Aires).
—Para ser parte del equipo.
—Sí, para ser parte del equipo.
—¿Y no te interesó?
—No me tentó en lo más mínimo. Jamás.
—¿Hubo políticos que te pidieron que los capacites en comunicación?
—Sí. No políticos, directamente, pero sí algunas empresas que trabajan con políticos. Pero no es algo que me guste hacer. De alguna manera, es como engañar. Formar parte de un engaño. De todas maneras, lo va a hacer otro. Pero no me sentiría muy honesta haciéndolo.
—¿Tenés decidido a quién vas a votar?
—No, todavía no. Estoy bastante perdida. No está claro qué propuesta diferente aparece finalmente, cómo se concreta esa tercera opción. Todavía no lo tengo claro. Mucha gente está en esta situación de desconcierto, incertidumbre y desesperanza. Eso es lo que te decía que se percibe en la sociedad, en cualquier lugar donde vas.
—¿Cómo estás viendo a la televisión?
—No creo que esté pasando por un gran momento. Está sufriendo esto que hablábamos recién, de la competencia de tanta plataforma diferente. No encuentra el rumbo, está como tirando manotazos de ahogado, como algo que está en vías de extinción. Se tiene que reinventar: mis hijos tienen 7, 12 y 14 años, y no ven tele.
—Con Delfina, Milena y Joaquín, y esas edades, tenés temáticas muy distintas, para todos los gustos.
—Sí. Tengo WhatsApp de mamis por donde quieras, con los temas que quieras (risas). Divididos por género, en grupos completos, divididos por deportes.
—¿Cómo te trata la adolescencia?
—Es una etapa complicada.
—¿Qué miedos tenés como mamá de una adolescente?
—Yo soy poco temerosa como madre, muy poco temerosa. Soy de tratar de darle la rienda larga y que haga sus elecciones y sus decisiones, pero me está costando. Esa filosofía que quiero seguir firme me está costando porque la droga y el alcohol están al alcance de la mano. Como que nada les alcanza a los chicos. Siempre hay algo ahí que necesitan más, necesitan romper límites. Me está costando mucho esta cuestión de que se relacionan a través de las redes sociales, entonces ya no conocés el entorno de los amigos que van haciendo.
—¿Tenés las claves de las redes sociales?
—Es una discusión, un debate. Las de mi hijo mayor, de 14, ya no las tengo. Pero si le pido que me muestre, me tiene que mostrar. Pero la verdad que uno se debate ahí entre hasta dónde podés controlar para cuidarlo, y hasta dónde tenés que permitirle que tenga su privacidad. Hoy, el Instagram de un adolescente es como era antes nuestro cuarto.
—"¡Mamá, me revisaste el diario íntimo!".
—Exactamente. Es polémico: son chicos grandes y, al mismo tiempo, chicos. Uno los quiere cuidar sin sobreprotegerlos pero es todo un desafío el tema de las redes sociales y cómo se vinculan.
—¿Cuál fue el mayor dolor de cabeza que te ha dado Joaquín?
—Me mata si te lo digo (risas), pero me dio varios, se mandó unas cuantas. Es un chico que se ha mandado las suyas.
—¿Pero manejables o que te preocupaste?
—Que me preocupé. Primero te planteás tu maternidad, cuán buena madre sos, cuánto de culpa tenés en esto y todas estas cuestiones. Qué pasa cuando vos le querés dar confianza y rienda suelta y hasta dónde tenés que estar controlando o cuidando. Igual creo que como filosofía general lo más importante es darles mucho amor y que no duden jamás de eso, la incondicionalidad, y saber que aunque en momentos se rebelen y se quieran hacer los duros, saber que siempre pueden contar conmigo y que siempre estoy para escucharlos.
—¿Vos fuiste una adolescente que dio muchos dolores de cabeza?
—No, yo fui una adolescente de esas que la mamá podía estar orgullosa, que le fue muy bien en el colegio, era abanderada.
—¿Volvías a la hora que decías que ibas a volver?
—Sí. Me emborraché recién a los 18.
—Sé que no te gusta mucho hablar de tu vida privada, ¿pero el corazón anda bien?
—Está bien.
—¿Estás contenta, es un buen momento?
—Sí, sí. Estuvo un poquito golpeado, pero está muy bien.
—¿Algo te costó más por ser mujer?
—Sí, y yo me rebelé mucho contra eso: contra la belleza y las facilidades para algunas cosas que te daban por eso. Cuando empecé a ser cronista eramos muy pocas mujeres, y en el periodismo en general eramos bastante menos. Y sí, muchas veces las cosas costaban más. Hasta que aprendí a usar el costado femenino y quizás esto de la belleza que te digo, que muchas veces me rebelaba que te abrieran puertas porque era rubia y de ojos claros.
—¿Te pasaba más que te enojabas en vez de querer aprovecharlo?
—Sí, primero me enojaba. Pasé por esas instancias. Después, cuando me di cuenta de que tenía la ventaja de ser mujer, dije: "Lo voy a usar". Total, el desafío es mantenerse. Se te puede abrir una puerta pero después tenés que demostrar para poder quedarte ahí.
—¿Cómo estás viviendo este momento que están pasando las mujeres y el feminismo?
—Como una cosa pendular también, como hablábamos de muchas cuestiones. Me parece que nos estamos yendo un poco a un extremo, quizás necesario como cuando hablamos del cupo femenino, yo estoy en contra, pero entiendo que tiene que ser necesario para después encontrar un equilibrio. Y hay cosas que no comparto, completamente.
—¿No te sentís representada con este movimiento?
—No me siento representada con el extremismo porque me parece que, por irse a un extremo, se pierde el foco a cuestiones o reclamos que tienen mucho sustento. Todos los fundamentalismos son malos: tampoco es cuestión de odiar a los hombres. Tenemos que encontrar un equilibrio, un término medio. Es cierto que hace falta una lucha, que todavía no estamos ni cerca de la igualdad, pero también creo que somos diferentes, que podemos asumir roles distintos sin necesidad del machismo y todo lo malo que tiene.
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