Las hermanas Hemingway, las icónicas modelos de los 80 y sus vidas atravesadas por la tragedia

Muffet y Margaux padecieron el peso del apellido y terminaron refugiadas en el ostracismo, el suicidio y la espiritualidad

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Por Susana Ceballos

Las hermanas Muffet, Margaux y
Las hermanas Muffet, Margaux y Mariel junto a su padre, Jack Hemingway (AP)

Rubias de Idaho, bellas y famosas, Muffet, Margaux y Mariel, eran además nietas del genial escritor Ernest Hemingway. Parecía que desde la cuna contaban con todo lo que se precisa para transitar por la vida livianas y exitosas. Tenían belleza, juventud, talento, dinero y un apellido prestigioso, pero también un ámbito familiar tóxico, excesos con drogas, mucho alcohol y fracasos amorosos y laborales. A veces se puede tener todo lo que quieren todos, pero en realidad no se tiene nada.

Las chicas eran hijas de Jack, el hijo mayor del Premio Nobel, y Puck Wittlesey. Se criaron acompañando las aventuras del padre, un ex militar devenido corredor de bolsa y aficionado a la pesca con mosca. Nómades como el abuelo anduvieron por Portland, Cuba y California hasta recalar en Ketchum, en el estado de Idaho. Era un poblado idílico de apenas tres mil habitantes salvo por un pequeño detalle: allí su abuelo había decidido pegarse un tiro con su escopeta favorita y en la sala de su casa. Los misterios que rodearon la muerte del escritor siempre estuvieron claros para todos, menos para las chicas. La versión para ellas fue que el abuelo había muerto por accidente. Además desconocían que el bisabuelo Clarence, y dos de sus hermanos, Ursula y Leicester, también habían decidido quitarse la vida.

Luego del suicidio del abuelo las hermanas continuaron viviendo en un mundo que parecía idílico entre montañas y lagos, en el seno de una familia blanca y protestante. Pero si el afuera era soñado, la intimidad era una pesadilla donde faltaba amor y sobraban el vino y la violencia. "No creo que mi madre haya estado enamorada de mi padre. Ellos peleaban todo el tiempo y nosotras no veíamos la hora de escapar de casa", resumió la menor de las Hemingway en el documental Running from crazy. "Creo que mi madre, que estaba enferma, me hacía dormir con ella para protegerme de mi padre", revela en la película. "No fui testigo de nada horrible o espeluznante, pero lo que sí sé es que mi papá bebía, y cuando bebía cambiaba", contó de aquellos viejos malos tiempos. Con el fin de la infancia, los pesares no se acabarían, los monstruos comenzarían a crecer cada día más voraces…

Adiós a las armas

Una foto actual de Joan
Una foto actual de Joan Whittlesey Hemingway, conocida más por el nombre de Muffet

A los 14 años, Muffet dio el primer aviso que en lo de los Hemingway la cosa no marchaba bien. Bajo los efectos del LSD, amenazó a su madre con unas tijeras y luego salió corriendo desnuda por las calles. Su consumo de drogas aumentó. Las tomaba para no angustiarse y se angustiaba si no las tomaba. Empezó a frecuentar la escena hippie de Haight-Ashbury en San Francisco. Al tiempo, le diagnosticaron esquizofrenia, fue internada y eligió abrazar una vida por fuera de las luminarias. Poco y nada se supo de ella. En la década del 70 publicó The Picnic Gourmet, una guía de 300 recetas para comer al aire libre. Hoy reside en Idaho y de vez en cuando expone sus dibujos.

Al cumplir los 18, Margaux, la del medio, decidió probar suerte en Nueva York. Se casó con Errol Wetson, dueño de una cadena de hamburgueserías, y se instalaron en un departamento. Su metro ochenta y tres, su melena rubia y ojos claros, acompañado por una sonrisa contagiosa y la clásica belleza americana, pronto llamaron la atención de las grandes marcas de la época. En dos años logró lo que a otras le lleva una década: ser tapa de las principales revistas femeninas. Vogue, Cosmopolitan y Elle se peleaban por tenerla. Su figura era tan impactante que hasta Time la eligió para ilustrar a "Las nuevas bellezas" de 1975. Firmó un contrato de un millón de dólares para ser el rostro y la publicidad de un perfume.

No había terminado de apagar las velas de su cumpleaños 21 cuando la convocaron para protagonizar una película. Fue entonces que se le ocurrió que invitar a su hermana menor, podía ser una buena idea. No imaginaba que el cuento cambiaría de protagonista…

Mariel, la menor de la dinastía, no la pasaba bien en la escuela secundaria que lleva el nombre de su abuelo y sufría el bullying de sus compañeros, que la llamaban "perra rica". Tampoco era feliz haciéndose cargo de los desastres que dejaba cada pelea en la casa, ni cuidando a su madre, que empezaba a manifestar síntomas del cáncer. Escapar de la casa a los 15 años no era posible, qué mejor alternativa que debutar en el cine de la mano de su hermana e instalarse en Nueva York. Lo que las hermanas no sabían era que su mundo que latía en permanente combustión, se acercaba peligrosamente a la línea de fuego. Un fuego que obviamente las terminaría quemando.

Nueva York no fue una fiesta

Lipstick –en Sudamérica traducida como "Violación"-, marcó el debut protagónico de Margaux y una participación de la pequeña Mariel. Lipstick se estrenó en 1976, pero las críticas fueron malas y el éxito decidió pasar de largo. Gran fracaso de taquilla y la celebrity Margaux por primera vez fue destrozada por la crítica. Sin embargo, la adolescente Mariel fue nominada al Globo de Oro como Nueva Estrella y su carrera empezó a levantar vuelo.

Fue Tracy en la película Manhattan de Woody Allen por lo que recibió una nominación al Oscar. Solo muchos años después se atrevió a contar los intentos del director por seducirla aunque ella tenía apenas 16 años.

Lejos de los sets y en el Manhattan real, Margaux se adentraba en laberintos de salida dudosa. A falta de un hogar, la discoteca Studio 54 se convirtió en casa y guarida. Andy Warhol y Liza Minelli fueron sus ocasionales compinches, y el alcohol, su principal aliado. "Me sentía intimidada. Eran unas estrellas de verdad y yo era sólo una chica de Idaho". Bebía para soltarse y sin saberlo -o sabiéndolo- cada vez se ataba más de un buen trago.

La maldición del apellido plantó otra semilla. Margaux se divorció y se casó con el cineasta Bernard Foucher, juntos realizaron un documental del abuelo Ernesto. Mientras ella no paraba de coleccionar golpes. Se accidentó practicando esquí y cometió el peor de los pecados para una modelo: engordó 30 kilos, cayó en la bulimia y con la ayuda de fármacos adelgazó para posar desnuda en Playboy. Cada día bebía más y más, intentó parar y reencontrar su ángel perdido. Demasiado tarde, los ángeles están en el cielo y ella vivía en su propio infierno.

Margaux Hemingway en Playboy en
Margaux Hemingway en Playboy en mayo de 1990

Huir de la locura

El 1 de julio de 1996 Margaux apareció muerta en su casa de Long Island por una sobredosis de tranquilizantes. La maldición Hemingway volvía a ganar la partida…

Luego de la muerte de su hermana, Mariel padeció una larga depresión. Tuvieron que pasar 15 años, amores, desamores, fracasos y miedos, para que la menor de las hermanas lograra hablar para sanar ¿o simplemente negar? "No existe una tragedia familiar, sino una familia maravillosamente bendecida", reflexiona Mariel en su documental, sentada en una mecedora de mimbre en charla con sus hijas.

Hoy Mariel tiene 57 años y encontró un compañero de vida en Bobby Williams, un doble de riesgo. Dree, su hija mayor y heredera de su belleza, modela para Gucci y Valentino; su hija menor, Langley, ilustra para marcas como Louis Voutton. Ambas eligen llamarse Hemingway. Al fin de cuentas si ese apellido es una maldición, las maldiciones están para romperlas. Mariel y sus hijas parecen haberlo logrado.

Mariel Hemingway (Grosby Group)
Mariel Hemingway (Grosby Group)

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