Durante la mañana del 10 de marzo de 1988, en el Hospital John Radcliffe de Oxford, Inglaterra, Andy Gibb daba su último suspiro. Acababa de cumplir 30 años, era bello y talentoso, su familia aún lo apoyaba, pero sus cuentas bancarias estaban en rojo y su organismo, también. El menor de una dinastía de artistas se cansaba de vivir y su cuerpo tenía motivos de sobra para decir basta.
Los Bee Gees tuvieron décadas de gloria. Empezaron siendo niños prodigio en Australia, donde nacieron, siguieron en Inglaterra donde se codearon con los mejores y terminaron en los Estados Unidos, donde la música disco los tuvo como embajadores de un estilo que hicieron propio. El matrimonio Gibb se había casado en 1944, y después de la guerra se trasladó a la isla de Man, donde nacieron Barry (1946) y los gemelos Robin y Maurice (1949). Luego, la familia se mudó a Manchester, donde nació Andy, el menor.
Los tres mayores enseguida encontraron la manera de hacer música y trabajar de eso, cantaban por monedas, apoyados por Hugh, su padre, que era baterista. Con el tiempo, se convertiría en el manager del grupo. Y Bárbara, su madre, en una compañera implacable a través de los años y las diferentes adversidades que tuvieron que sortear los cuatro.
(Video: Andy Gibb junto a Los Bee Gees / Youtube)
Un ángel llamado Andy
No era un adolescente todavía y ya había agarrado la guitarra para dibujar en sus cuerdas las canciones que hacían sus hermanos. Los Bee Gees eran jóvenes talentosos y con mucho éxito, Andy quería imitarlos, pero lo faltaban años. La destreza estaba, ser un Gibb era algo más que llevar un apellido, también implicaba portar ese don para la música que no todos pueden alcanzar.
Andy por fin creció, editó sus propios discos solistas y como todo superhombre, también encontró su criptonita. Sus hermanos vieron en Victoria Principal el gen de todo mal, Andy vio en ella a la mujer de su vida. Ya se había casado anteriormente y había tenido una hija a la que aparentemente apenas vio, pero la actriz (ocho años mayor que el músico) lo cautivó a un nivel alarmante.
Principal venía de interpretar a Pamela Barnes en la exitosa serie televisiva Dallas, pero ni por asomo llegaba al nivel de popularidad de Andy. Tampoco se acercaba a su cuenta bancaria. Con los años, los hermanos del menor de los Gibbs (de los cuales solo sobrevive Barry, los mellizos Robin y Maurice ya fallecieron) deslizaron que fue Victoria quien introdujo a Andy en el mundo de las drogas.
Andy y Victoria se conocieron el 6 de enero de 1981, en el programa de John Davidson y aunque el cantante estaba saliendo con la actriz británica Susan George, se sintió atraído inmediatamente por la estrella de Dallas.
Él era súper joven y estaba en su mejor momento: en solo tres años había ubicado cinco temas en el top ten mundial. El dinero se multiplicaba y con 22 años amasaba una fortuna de 10 millones de dólares que iba en crecimiento. Victoria no estaba ni cerca de esas cifras ni de ese poder de convocatoria, pero tenía las llaves al mundo de Hollywood, el de los famosos y el de los traficantes, el de las fiestas y las noches largas. Andy sucumbió a la tentación y ya no volvió a ser el mismo.
(Video: Andy Gibb y Victoria Principal cantan "All I Have To Do Is Dream" / Youtube)
Polvo mortal
La cocaína estaba en pleno auge, consumirla provocaba el espejismo inmediato de ser un rockstar y Andy se dejó llevar. En esa euforia, mezcla de amor y locura, Andy invitó a Principal a cantar y grabar una vieja canción de los Everly Brothers, "All I have to do is dream". "Dream, dream, dream" cantaban juntos mirándose a los ojos como en trance. Gibb venía de vender millones de copias de sus tres álbumes anteriores y esta colaboración con Victoria fue un estrepitoso fracaso, en comparación con tanto suceso anterior.
El subidón duró poco y en marzo de 1982, Victoria se cansó de Andy y decidió dejarlo. Él estaba embobado y ella ya buscaba otros rumbos. Harry Glassman era su nueva conquista, un cirujano plástico súper rico que iba a ser su esposo hasta 2006. Dicen que ese fue el comienzo del fin. Él que tenía todo –talento, belleza, dinero- se estaba dejando arrastrar por el desamor y las adicciones al más bajo de los infiernos.
Participó en algunas series de televisión y no mucho más, un coma etílico y alguna sobredosis hicieron que Barbara, su madre, se instalara a su lado cuando cumplió 26 años y en vez de crecer, iba en picada. Sus cuentas bancarias se fueron vaciando, las drogas se lo llevaban todo y allá llegó su hermano Barry para pagarle una nueva internación, esta vez en el famoso centro de rehabilitación Betty Ford. Durante dos años entró y salió, sin lograr demasiados avances en la búsqueda por estar sobrio.
Todos somos el recuerdo de alguien
Increíblemente, en medio de estos vaivenes físicos y psicológicos, el menor de los Gibb comenzó a tomar clases para convertirse en piloto de avión. Por esa época, su hermano Robin lo había invitado a instalarse junto a él en su lujosa propiedad de Miami. En esa misma casa supo hospedarse años más tarde el mismísimo ex primer ministro británico Tony Blair, amigo del mellizo Gibb. Con esa contención, fue en 1987 que Andy consiguió su título como piloto para volar.
El mayor de los Gibb, Barry, ha declarado tiempo después que veía a su hermano ya no con un problema de drogas o alcohol, sino con un problema más profundo, en el que "no sabía cómo funcionaba la vida, no tenía ninguna perspectiva de cómo encararla o siquiera defenderse de ella". Así y todo, Barry quería ver a Andy nuevamente en las pistas y habló con Chris Blackwell del sello discográfico Island, para que su hermanito pudiera acceder a nuevo contrato discográfico.
Blackwell propuso que Andy hiciera lo suyo desde Londres y así fue que Robin le dio acceso a la casa que había comprado en Chancery, Oxfordshire. Londres lo recibió con los brazos abiertos… y más excesos. Comenzó marzo, cumplió 30 años el 5 de ese mes, pero días más tarde, un fuerte dolor en el pecho comenzó a descomponerlo. Por suerte allí estaba Barbara, su madre e incondicional compañera, para pedir una ambulancia.
Cuando entró en el John Radclife Hospital de Oxford le informaron que su mamá no iba a poder pasar la noche con él, pero a poco de marcharse ella, el hijo pudo dormir un rato. Los registros dicen que murió a la mañana siguiente, cuando el doctor le sacaba sangre para un nuevo estudio.
Su cuerpo fue enviado enseguida al cementerio Forest Lawn de Hollywood, Estados Unidos, donde yace aún hoy. La autopsia dice que la causa de su deceso fue una pericarditis provocada por una infección viral, pero el inconsciente colectivo sigue repitiendo que la muerte fue culpa de aquella mujer que llegó al entierro en un coche negro igual que su vestido, para darle al menor de los Gibb su último adiós. Victoria Principal ya se había despedido de él mucho antes, cuando le dijo, sin remordimientos, que ya no quería verlo más.
SEGUÍ LEYENDO