Por Susana Ceballos
"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del camino", escribió Cortázar en su inmortal Rayuela. Y algo de eso –o todo eso- experimentó Viggo cuando conoció a Ariadna en el rodaje de la película Alatriste. Él venía de protagonizar el exitazo El señor de los anillos. Ella era una actriz conocida en España, que estaba en pareja con David Trueba, director de cine y padre de sus dos hijos: Violeta y Leo. Cuando los actores se conocieron, la atracción, la química, el flechazo, o como se lo quiera llamar fue inmediato. Comenzaron una relación de amistad; dos años después se volvieron a encontrar durante la filmación de Appalosa. Para aceptar, Viggo impuso una única condición: compartir elenco con Ariadna y desde entonces están juntos.
Pero en esta historia hay una tercera persona que se resignó a su dolor y asumió su pérdida: David Trueba. El hombre que debió aceptar que ya no lo amaban como amaba, un hombre convencido de su dignidad y su valor pero también de su irreversible derrota. Un hombre que pese a todo no pudo odiar a su rival…
Dicen que cuando Ariadna conoció a Viggo simplemente el amor la atravesó. Dicen que cuando Trueba conoció a Viggo supo que no solo debía retirarse sino que le sería imposible detestarlos.
Dicen que de un día para el otro, el director envejeció, perdió su pelo y sus palabras. Dicen que sus amigos le decían "ódiala, ódiala, con la misma intensidad con que la amaste". Dicen que le gritaban: "olvídala, olvídala y jamás vuelvas a nombrarla". Dicen que se decía "Mátala, mátala en tu corazón antes que tu corazón te mate", "Quema sus recuerdos en el mismo fuego que te quema las entrañas". Pero ¿cómo reaccionar cuando tu mujer se enamora de otro?
Porque ¿Cómo luchar por amor cuando tu oponente es una estrella de Hollywood, con unos ojos azules que más que mirar, hechizan?, ¿Cómo ofrecer batalla a un hombre que además de actuar maravillosamente, pinta, escribe poesía y toma fotografías increíbles?, ¿Cómo detestar a una persona que invierte su dinero en mantener una pequeña editorial donde edita libros de arte, fotografía y poesía de autores y artistas a los que nadie les da una oportunidad?, ¿Cómo odiar a un rival que elige posar con la camiseta de San Lorenzo antes que protagonizar una campaña para una marca de lujo?
¿Cómo narrar mejores historias que las que puede narrar el hijo de un danés y una estadounidense que se enamoran en Noruega, se casan en los Países Bajos, se mudan a Brooklyn y se instalan finalmente en la Argentina? ¿Cómo competir con alguien que en la universidad andaba con una cámara en mano era el capitán del equipo de tenis y el buen alumno que se licenció en Ciencias Políticas pero también en lengua española?
¿Cómo no rendirse ante los encantos de un políglota que sabe mantener una encantadora charla en inglés y danés, se expresa sin hacer papelones en italiano y francés y habla castellano con un encantador acento porteño, che? ¿Cómo no reconocer el talento de un actor que luego de interpretar a un amish por un tiempo no recibió nuevas ofertas para trabajar porque fue tan convincente que los productores creyeron que era un auténtico amish?
¿Cómo no enternecerse ante el actor que afirma sin vergüenza que su papel consagratorio –el de Aragorn en El señor de los anillos- lo aceptó porque su hijo, fanático de la obra de Tolkien, se lo pidió y que, en todas sus películas y por contrato, exige dejar días libres para estar con su familia? ¿Cómo no admirar a una persona que en pleno mandato de George Bush solo se mostraba con camisetas que exigían: "No more blood for oil ('No más sangre por petróleo')"?
Y finalmente ¿Cómo enfrentar a un tipo que tiene las características que los escritores escriben, los directores filman y muchas mujeres sueñan? ¿Cómo no rendirse si tu oponente es Viggo Mortensen?
Trueba comprendió que es imposible amar reteniendo y retener sin amar y la dejó partir. No la llamó bruja ni desgraciada, no la trató de maldita ni de mentirosa. Aceptó estoico que, ante un hombre bello y rico se puede presentar batalla, pero si ese hombre además es una estrella que no se cree estrella, un actor estupendo, un tipo macanudo y encima escribe poesía, resulta demasiado rival para cualquier mortal.
El director sufrió y aceptó la pérdida de su amor en silencio. No ocupó tapas de revistas, no defenestró a la pareja en los portales, lloró en soledad y siguió su vida con la dignidad que solo tienen los dignos. Vivió su derrota como aquellos caballeros medievales que perdían la batalla no por incapacidad sino por la superioridad de su rival.
Desde entonces Viggo y Ariadna están juntos. Comparten su vida en Madrid, donde suelen pasear juntos por el barrio de Chueca. Los paparazzi hace rato que dejaron de perseguirlos.
Aunque la relación entre Viggo y Ariadna ya lleva 13 años la primera vez que aparecieron juntos en una alfombra roja fue en la última entrega de los Oscar. Quizá sea porque no les gusta mostrarse o porque no les interesa lo que ya les sobra –fama y glamour- o quizá sea simplemente porque Viggo como su maravilloso capitán Alatriste sabe que "pasearse" con su pareja ante los flashes del mundo, le sigue provocando un dolor inmenso a un hombre digno que supo renunciar por amor al amor de su vida.
¿Y Trueba? Siguió filmando pero jamás se volvió a enamorar. Uno de sus últimos trabajos se llamó Vivir es fácil con los ojos cerrados. Más que el título de una película, una declaración de principios…
SEGUÍ LEYENDO