"Voy a pasar a ser una persona casada. Tengo miedo que se arrepienta, estoy haciendo muy buena letra", dijo entre risas Maju Lozano que llegó al estudio acompañada por su novio, Juan Baraboglia (42), con quien planifica la ceremonia del 31 de Agosto y busca casa para convivir.
El 2018 fue un gran año: "se fueron acomodando los patitos que venían desordenados y una vez que empezó El club Del Moro todo empezó a ordenarse", contó la conductora que tras 10 años junto a Lalo Mir se reencontró en la dupla profesional con Santiago del Moro – con quien había compartido Clase X – y desde FM 100 lideran las mañanas radiales: "Estaba la fantasía de volver a trabajar pero no sabíamos en qué momento nos íbamos a cruzar. Santi estaba muy bien en su radio, yo estaba muy bien en La 100. Dábamos más por sentado que a lo mejor iba a ser la tele y no la radio".
El año pasado también la acercó nuevamente a la conducción televisiva en Todas las tardes, el magazine de El Nueve que la enfrentó con temas de la más cruda actualidad: "A veces la realidad te lleva puesta, uno no imagina, una cosa es prender la tele y si algo no te gusta cambiás de canal y otra cosa es tenerlo ahí en vivo y estar hablando con los protagonistas. A mí me interesaba hacer otra cosa, me parecía un desafío".
Desde allí Maju no teme con su espontaneidad interpelar a los políticos por su falta de respuesta y sensibilidad hacia la sociedad: "Pareciera que todo el mundo está pelotudeando. A lo mejor no, obviamente habrá gente que labura y que se levanta todos los días con ganas de sacar el país adelante. El 99 por ciento de la gente de la Argentina es laburadora, lo que pasa es que hay un montón de gente que es la que tendría que sacar realmente el país adelante o que fue votada para eso que es muy poco comprometida con el laburo que hace o con la responsabilidad que tiene".
—¿Ya sabés a quién vas a votar en el 2019?
—No tengo idea, la sensación que tengo es de un descreimiento absoluto. Me parece que hay una gran cantidad de políticos que son irrespetuosos para con el pueblo. Hay falta de compromiso y casi ninguno de los que están en sus puestos entiende la responsabilidad que tiene, ni entiende para qué se los votó. Hay mucha gente ocupada en salvarse el culo y en ver qué es lo que se puede llevar antes que termine el gobierno. Si no no se entiende por qué funciona todo tan mal. Hay mucha gente que hace las cosas mal para que esto funcione como funciona.
—Cuando uno te ve decir esas cosas en el programa es muy auténtico, porque no lo decís con una militancia en ningún partido, es a la clase política en general
—Sí, en su momento yo lo voté a Néstor Kirchner, yo pertenecí a la Juventud Radical en Paraná, militaba ahí. Realmente tengo muchas dudas que vuelva a existir un Alfonsín, con ese compromiso y esos valores. Y te juro que en algún momento pensé que era Néstor. A mí se me reavivó una cosa de compromiso, que me parece que nos pasó a muchos. Era un tipo cercano a la gente, o era la ilusión que teníamos de tener a alguien un poco más cercano y un poco más comprometido. Después la voté a Cristina. Y la verdad que llegó un momento en que me sentí absolutamente boleada. Lo voté a Macri, cosa que nunca hubiera imaginado. No me gustaba Scioli, entonces más allá del partido, quien no me convencía a mí era Scioli.
Su llegada a Buenos Aires
Corría 1992 cuando María Eugenía Lozano se recibio de maestra jardinera y sus dos mejores amigas le regalaron un viaje a Buenos Aires "para que conozca la gran ciudad", recuerda. Se hospedó en la casa de Valeria Mazza, con quien era amiga desde la infancia: "Valeria estaba en pleno crecimiento y vivía enfrente ATC y yo le pedí a otra amiga que me acompañara a ver si nos dejaban entrar. Obviamente no nos dejaron y por esas cosas de la vida, pasa un señor de seguridad que se llamaba Raúl y que me escucha decir que era estudiante de teatro, que era de Paraná, que quería conocer el canal, qué sé yo, y el tipo con mucha rapidez dijo: 'Es mi sobrina'. Ahí entramos y me dijo que Gastón (Portal) estaba haciendo un casting para Poliladrón. Fuimos a la oficina de Gastón y él me presenta como su sobrina de Entre Ríos", recordó.
"Yo era un gaucho, no parábamos de reírnos, de mentir y de estar ahí. Gastón tenía esta cosa como de descubrir personajes, de ver otra cosa. Enseguida nos pusimos a charlar, hice el casting y quedé de esposa muerta de Gastón, un gran papel". Esa velocidad en conseguir trabajo la hizo pensar que la vida en Buenos Aires sería facil.
—¿Cómo siguió todo?
—Dije: "Esto es re fácil, es una papa". Grabé el viernes, tenía que estar el lunes acá, me fui a Paraná a buscar ropa, la llamé a mi mamá: "Conseguí laburo", mi mamá no entendía nada, no teníamos un mango aparte. Acá había unas chicas de Paraná viviendo y me prestaron un lugar. La idea era que yo viviera con ellas hasta cobrar mi primer sueldo y poder irme a una pensión. Cobré mi primer sueldo y el programa se levantó. Yo ahí ya había conseguido una beca de teatro.
—En algún momento aparece la camarera
—Sí, después de Poliladrón aparece la maestra porque yo me quedo sin laburo y consigo trabajo en un jardín de infantes por Plaza Miserere.
—¿Cuánto duraste como maestra jardinera?
—Un año y medio. Sala de 5 y deambuladora.
—¿Quedaron todos ilesos los chicos?
—(Risas) Sí, todos muy bien. Ya son personas grandes de 30 años ahora. Después vinieron muchos años de camarera, de barman.
—¿El quiebre estuvo en Clase X?
—Yo creo que el gran quiebre fue cuando dejo de laburar de camarera para pasar de recepcionista de la productora de Gastón. Me lo encuentro en un restaurante, no nos habíamos visto nunca más, habían pasado diez años: "¿Qué hacés acá?" "Nada, ganándome el mango" "¿Seguís estudiando teatro?" "Sí" Y me dice: "Mirá, no tengo trabajo de actriz para ofrecerte pero no tengo recepcionista". Y renuncié, aunque ganaba diez veces más, porque en los 90 ser camarera en Las Cañitas era ganar muy buena plata. En ese momento había una situación personal en mi casa muy heavy donde yo no podía dejar de ganar plata porque había que bancar las internaciones de mi viejo. Ese fue el gran quiebre, donde yo decido resignar plata para ver qué pasaba siendo una recepcionista.
—¿Y cómo quedó el vínculo con Gastón?
—Bien. Para mí Gastón es uno de los hombres más importantes de mi vida. Gastón, Lucía su mamá, Raúl. Fue gente muy importante. Más allá de que las oportunidades que yo tuve con ellos, me las gané, porque te juro que me rompí el lomo para ganarme esas oportunidades, trabajé como animal.
—Hablaste de tu papá recién
—Sí.
—¿Cómo llegás al feminismo? ¿Estuvo siempre en vos por todo lo vivido o tiene que ver con lo que está pasando con las mujeres tan fuerte en estos años?
—Me parece que feminista fui siempre, lo que pasa es que no sabía. A mí en mis lugares de trabajo me llamaban "La zurda" (risas), pero en realidad era feminista. Gastón me decía "La zurdita" y siempre me preguntaba: "¿Qué querés ahora zurdita?", porque siempre iba con un problema. Gran parte de las mujeres que hoy estamos en esta militancia lo éramos lo que pasa es que no sabíamos qué nombre tenía eso de pelear nuestros lugares.
—Vos fuiste muy valiente, eras muy chiquita y te animaste a denunciar a tu papá, que para quienes no lo saben, por una enfermedad psiquiátrica, fue muy violento con vos
—Sí. Yo tenía 12 años, no había cumplido los 13 todavía. A mi viejo lo denuncié en la comisaría de la mujer, no fui a cualquier comisaría. Por eso digo que creo que todas teníamos esta cosa adentro pero que no sabíamos ni cómo se llamaba ni cómo expresarlo ni de qué manera.
—¿Era deficil entender quién era tu papá, y qué de todo eso que pasaba tenía que ver con la enfermedad?
—Convivir con un enfermo psiquiátrico es tremendamente difícil. Uno se da cuenta con los años por ahí lo difícil que era, en el momento es tu papá y es lo que te tocó y vas haciendo lo que vas pudiendo. Sobre todo con un padre que era maravilloso en un montón de circunstancias pero era tan maravilloso como monstruoso. A mí me llevó años saber quién era mi papá. Y con 47 no lo sé. Sí pude saber que era un tipo tremendamente libre, que no sé si su elección era tener una familia y tener hijos. Porque era un tipo sumamente inteligente, con un humor hermosísimo, maravilloso, que con los años me di cuenta que me había dado más herramientas positivas que negativas. Que el humor nos había salvado a todos en mi casa, incluso a él.
—El humor salva
—Siempre. Siempre salva. El humor es lo más sano dentro de la locura.
—¿Y contándolo públicamente qué encontraste?
—Sentí un alivio. Es una boludez lo que voy a decir, pero yo siempre tengo la necesidad de que la gente me conozca como soy. No tengo dobladillo, yo así, peor, mejor, hay gente que te aguanta, gente que no, gente que no te puede ver, la vida. Y yo sentía que había algo ahí que no sabía en qué momento iba a ser contado, de hecho en su momento empecé a escribir un libro para contar la historia, que lo tengo ahí por la mitad. Mientras mi viejo estuvo vivo sentía que no podía exponerlo a semejante cuento. Porque también es muy difícil que por ahí el afuera no demonice a alguien que no era tal. Que era un tipo muy violento pero también tenía cosas muy buenas. Cuando fue lo de mi papá yo estaba pasando a primer año y mis amigas decían: "Ay, ¿por qué le seguís hablando?", bueno, nada, chicas de 12. Y era mi papá, qué sé yo.
—Debe haber sido muy difícil poder separar, porque también en esos momentos habrá sido un papá amoroso
—Sí porque yo por mi viejo conocí el teatro, conocí la música. Cuando él estaba bien vivíamos en una casa con mucha música, con mucha cultura, donde se hablaba mucho, con militancia. Lo que pasa es que me llevó muchos años valorar esa parte, porque era muy doloroso todo lo que había sucedido y me llevó mucho tiempo de perdón. Pero sobre todo conmigo, a mí me costó más perdonarme a mí que a mi papá.
—¿Por qué a vos? ¿Qué era lo que vos tenías que perdonarte? ¿Qué podías hacer distinto si eras una nena?
—Porque durante muchos años pensé que yo lo provocaba. A mi papá mi rebeldía lo sacaba mucho. Yo era una pendeja que siempre confrontaba, enfrentaba y preguntaba. Muy parecida a él en realidad. Nos peleábamos mucho.
—¿Cuántos años de terapia tenés?
—Voy a terapia de los 9 años.
—¿Con el mismo analista?
—No, mucha gente tiene casa gracias a mí (risas), yo empecé a los 9, porque la violencia de mi papá empezó desde muy temprano.
—¿Cómo le contaste a tu analista que te casabas?
—(Risas) Hoy le conté. Le conté por mensaje de texto porque ella está de vacaciones. Estábamos arreglando horarios y le digo: "Ah, antes que lo leas en algún lugar me caso" "¡¿Qué?!". Y ahí hablamos por teléfono.
—Sí, en la tele contaste el noviazgo, el compromiso y la fecha del casamiento
—Yo soy una mina que labura en los medios, no soy una mina de los medios. Nunca me ahorré de contar cosas. No especulo con que: "Bueno, esto lo cuento ahora y entonces voy a salir con tal porque si me armo la…", "No, porque mi carrera está bajando entonces necesito un golpe…" Para mí si las cosas son buenas se cuentan y si son malas se cuentan.
—¿Cómo te propuso casamiento?
—Le propuse yo a él creo (risas). Empezó a estar la idea de casarse y el compromiso y yo medio que le pegué una apurada pensando que no iba a haber reacción del otro lado y a la semana vino el anillo. Cosa que a mí me parece extraña y maravillosa porque para mí estar vivo significa todo el tiempo pasar por experiencias y vivir cosas que uno no se imagina.
—Pero si te preguntaba hace un año ¿vos creías que te ibas a casar?
—Jamás. Ni en pedo, no.
—Si te preguntaba, ¿crees que vas a volver a convivir?
—Nunca. No. Y de hecho hace un año había decidido no estar más en pareja. Para mí el tema de la pareja era un tema finalizado. Nunca soñé con casarme, nunca fui Susanita, no me interesaba tener hijos, tuve un primer hijo a los 40, no quería tener hijos. Estuve siete años en pareja con alguien que habíamos decidido no tener hijos. Nunca me pegó la ilusión por ahí. No tuve fiesta de 15. A mí esas cosas no son las que me mueven, no me inspiran en eso, no son mis objetivos. Ni mejores ni peores, no estaban en mi vida.
—¿Y qué tuvo Juan para que digas: "ah bueno, mira, sí"?
—Lo que vi en Juan fue que podía salir mejor o peor pero que no me iba a lastimar. Eso lo que a mí me conmovió desde el principio. Para mí los hombres eran un lugar inseguro por mi historia personal. Lo que vi en Juan es que podía salir mejor o peor pero que no iba a salir lastimada.
—Es buena persona
—Sí. O que por lo menos había aprendido a elegir o a correrme antes. Cuando uno tiene una experiencia con los límites tan corridos después se hace adulto y esos límites siguen corridos, entonces una es más permisiva con un montón de situaciones. A mí lo que más me costó en la vida siempre fue frenar las situaciones, porque para mí de chica las situaciones se frenaban con un golpe, entonces ese era mi límite. Y me parece que inconscientemente uno hasta que no te ves realmente lastimada no terminas las situaciones.
—¿Sin llegar a violencia física saliste lastimada de relaciones de pareja?
—Sí y eso con los años también pude perdonarme aún sabiendo a dónde iba. Una no pierde la intuición. Yo mis finales de pareja siempre los supe antes, lo que pasa es que soy una mina que vive, no tanto ahora, pero que se siente muy cómoda en los extremos y en el peligro. Para mí estar en una situación de peligro es donde yo sé.
—Sé que están buscando casa, ¿cómo va el ensamble con los chicos?
—Bien, hermosos. Los chicos son hermosos.
—Si yo te preguntaba hace un año convivencia me decías "no", si te preguntaba matrimonio me decías "ni a palos", si te preguntaba un hijo menos que menos. ¿Si hoy te pregunto si tendrías otro hijo?
—Soy vieja para un hijo, tengo 47. Me hubiera encantado tener un hijo con Juan, ojalá tuviera menos edad. Tener un hijo sola es muy difícil. Es muy complicado, muy complejo. Sobre todo cuando una no lo elige ¿no?
—Igual cuando lo apuraste un poquito vino con el anillo
—Sí, ahora con el moisés (risas).
—¿Estás en condiciones de firmarme: "No voy a tener otro hijo"?
—No porque también está buenísimo, Joaco tiene un papá hermoso y súper presente y las chicas tienen una mamá hermosa, muy presente, y eso nos permite que con Juan tengamos nuestros momentos de noviazgo, de soledad y de poder planear viajes o ir a emborracharnos a un bar como si fuéramos dos adolescentes.
—Maju, la tele o la industria te encontró con gente como Santiago del Moro y, con una compañera maravillosa como soy yo (risas), pero te encontró con…
—Gente de mierda. Sí claro. ¿Eso me ibas a preguntar? (Risas)
—¿Hay de esa también?
—Sí. Sí, como en todos lados.
—¿Y qué se hace con eso?
—Se aprende. Se mira muy bien para saber lo que no hay que ser. Yo creo que, como en todos lados, cuando uno se encuentra con gente jodida, femenina, masculina, no importa, la hijaputez no tiene sexo, me parece que lo que uno puede hacer es aprender y no repetir. Con los años uno aprende que el jodido es un limitado, contrariamente a lo que se piensa, que por ahí alguien es poderoso. Con los años aprendí sobre toda esa gente de mierda que a mí me puso muchos palos en el camino, como muchos en este medio. Lo que pasa es que es un medio donde las cosas son más visibles y son más obscenas… Cuando empecé en la tele me decía la Negra Vernacci: "Sos muy tierna para ser tan vieja" porque a mí me agarró a los 33 años la tele. Ya no me pasan cosas que me pasaban antes porque las leo antes, es una cuestión de horas de vuelo.
—Si hablamos en una charla imaginaria con la que eras cuando te recibiste y tus amigas te regalaron el pasaje a la gran ciudad, ¿qué te decís hoy sabiendo lo que pasó?
—Que va a estar todo bien, y que más allá de los avatares que tenga la vida. y que a todos nos pasan cosas tremendas y cosas hermosas. lo principal es no perder nunca el eje. Aunque te encuentre limpiando inodoros, saber que lo que uno está haciendo es por otra cosa.
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