Hace una semana que su vida se desplomó. Pero Ulises Jaitt sigue en pie, con una fortaleza por momentos admirable. Sabe que nadie le devolverá a Natacha. Y que, a partir de ahora, a esos momentos compartidos con ella durante tantos años deberá buscarlos en el baúl de los recuerdos. Pero necesita que su muerte se esclarezca para recobrar la paz, para poder descansar un poco y para, tal vez algún día, recuperar la sonrisa que se le borró en la trágica madrugada del sábado 23 de febrero.
"Si no estoy yo, nadie va a batallar de este lado. Así que tengo que estar fuerte y no debo parar hasta descubrir lo que pasó", asegura Ulises, quien se enteró estando de vacaciones en Brasil que su hermana había fallecido durante una confusa reunión que tuvo lugar en el Complejo Xanadú de Tigre y que, ahora, está siendo investigada por la Justicia.
Ulises es el hijo menor del matrimonio compuesto por Alberto Jaitt y Aliza Mariani. Sus padres habían tenido a Ruth, Natacha y Ezequiel, con un año de diferencia cada uno, y habían dado por "cerrada la fábrica" cuando, mucho tiempo más tarde, llegó él y se convirtió en el niño mimado de la mediática. De hecho, ya de grande, a Ulises se lo conoció públicamente por acompañar a su hermana en cuanto escándalo se cruzó en su camino. Pero la verdad es que, mucho antes de que las cámaras se posaran frente a ella, hubo una Natacha con una vida difícil, a la que sólo él llegó a conocer en profundidad.
—¿Cómo era ella?
—Natacha tenía esa personalidad extrovertida que la llevaba siempre a ser el centro de atención. Tenía mucha alegría. Y era muy generosa. Cuando mis papás trabajaban mucho, ella me llevaba a todos lados: a los jueguitos, a la plaza… Trataba de hacerme divertir. Yo tenía 5 años y ella 13, así que mis padres le decían que se ocupara de mí. Y, por eso, en nuestra infancia siempre estuvimos muy pegados.
—¿Ella no se quejaba de que la pusieran a tu cuidado en lugar de dejarla salir con las amigas de su edad?
—No, para nada. Ella lo hacía con amor. Le gustaba encargarse de mí. Y yo le voy a agradecer ese gesto toda la vida.
—¿Con tus otros hermanos se llevaba bien?
—Sí, pero tenía una relación normal. Conmigo era distinto. Quizá, me habrá adoptado como a un hijo. De hecho, de grande también hizo muchas cosas por mí y me ayudó muchísimo.
—Decís que de chica ya era extrovertida. ¿Qué pasaba con ella en el colegio?
—Natacha era muy sociable y siempre estaba rodeada de amigos. Ella conocía a alguien, lo traía a la casa y ya le daba su vida. Era capaz de entregarle hasta lo que no tenía a una amistad. Así que era muy popular en la escuela.
—¿Y era aplicada?
—Tenía una inteligencia tremenda, pero no pudo completar la secundaria porque la afectó mucho la separación de mis padres…
—Ellos se separaron en el 95, ¿verdad?
—Sí, cuando Natacha tenía 18 años. Pero ya se venían peleando desde mucho tiempo antes. Y a ella la afectó todo eso.
—¿Era una situación violenta la que se vivía en tu casa?
—Había muchas discusiones entre mis padres. Y, obviamente, eso la marcó a Natacha. Cuando uno es adolescente, no se puede meter mucho en las cosas de tus viejos. Y menos en aquella época. Además, mi papá tenía la edad de mi abuelo, tenía su temperamento y estaba chapado a la antigua. Así que, cuando él hablaba, todos tenían que callarse.
—Entiendo que la relación de Natacha con tu mamá se complicó después de la separación…
—Sí, fue difícil. No voy a entrar en detalles porque no quiero remover internas familiares. Ellas tuvieron muchas diferencias todos estos años y nunca hubo una relación fluida. Eso no quita el dolor de una madre cuando se le muere un hijo. Pero lo concreto es que después de la separación de mis viejos, Natacha se fue con una pareja. Después, en el año '96, conoció al papá de Antonella, que tiene perfil bajo y por eso no doy el nombre. Y, en el 98´, ya se convirtió en madre.
—¿Con apenas 20 años?
—Exacto.
—¿Y cómo recibió, siendo tan joven, la noticia sobre la llegada de su hija?
—¡Se puso feliz! Si bien no fue un embarazo buscado, cuando sucedió ella estaba muy contenta por la llegada de Antonella. Convivió con su pareja y con la nena hasta ella cumplió los cuatro años y se separó.
—¿Entonces Antonella se quedó con el padre?
—Claro, llegaron a un acuerdo para que viviera con él en Capitán Bermúdez, una localidad de San Lorenzo, y ella la fuera a visitar.
—¿Por qué?
—Natacha quería triunfar. Y, justo en ese momento, le llegó la oportunidad de ir al Gran Hermano de España, lo que le representaba un gran beneficio económico. Ahí el padre de la nena no le quiso firmar la autorización para que se la llevara porque, obviamente, tenía miedo de no volver a verla. Y por eso Antonella se quedó con él.
—De todas formas, Natacha mantuvo una buena relación con su ex. ¿Es verdad que fue el único hombre que la respetó y la quiso bien?
—Sí: esa fue la única relación sana que yo le conocí a mi hermana. El no consumía drogas, era jugador de fútbol, entrenaba… Pero, por sobre todas las cosas, era y sigue siendo una excelente persona.
—Sin embargo, la pareja se terminó…
—Exacto. Entonces, ella se puso de novia con Adrián Yospe y se fue a España. Allá le fue muy bien con el reality. Pero su relación fue tormentosa.
—¿A qué te referís?
—Ella sufrió violencia de género. El la maltrató y la tiró por la escalera. La encerraba en el departamento de Madrid, le tiraba la ropa por la ventana para que se la llevaran y le escondía el pasaporte para que no pudiera irse. Así que Natacha inauguró la Oficina de Maltrato contra la Mujer. Y él estuvo detenido en España por esta denuncia.
—Pero después siguieron juntos en la Argentina, ¿verdad?
—Sí. En el 2006 nació Valentino. Pero en el 2009, si no me equivoco, ella decidió irse del departamento de Mariano Acha porque él le hacía la vida imposible.
—¿Entonces empezaron los conflictos por la tenencia del nene?
—Claro.
—¿Y ella sufrió mucho por eso?
—Sí. Él no le devolvía al nene. Y, finalmente, terminaron llegando a un acuerdo para una tenencia compartida. Fue así. Todo lo que dice Mariano Yospe, el hermano de Adrián, es mentira.
—Con una hija lejos y un hijo a que se disputaba con su ex, ¿cómo hizo Natacha para no decaer?
—Para ella fue difícil. Pero siempre decía que ese sacrificio de no poder estar con sus hijos, era para que el día de mañana ellos pudieran tener un futuro. Porque en lo único que pensaba ella era en que a los chicos les quedara algo. Siempre pensaba en los otros, nunca en ella. Y por eso quería triunfar.
—¿Siempre tuvo una veta artística?
—Desde chica se notaba que iba a llegar a algo. Era de las que actuaban en todos los actos del colegio. Ella siempre era la protagonista. Era ocurrente. Y era muy graciosa.
—¿Tus padres la apoyaban?
—La verdad es que no tenían problemas en ese sentido, así que la dejaron ser.
—¿Y a qué artista admiraba Natacha?
—Haciendo memoria, me acuerdo que tenía todo el cuarto decorado con los posters de Roxette… Y le gustaba leer las historietas de Mafalda e Isidoro Cañoñes.
—¿Estaba enamorada de algún artista?
—Enamorada, no. Pero sí la seducía Antonio Banderas.
—¿Ella siempre fue tan sexy?
—De chica no porque no usaba ese tipo de vestimenta. Recién empezó a vestirse atractiva a partir de los 18 años, cuando se independizó.
—¿Cómo se imaginaba, entonces, su futuro?
—Ella siempre quiso hacer un programa sobre sexo, como el que venía haciendo en la radio, El ascensor. Leía mucho sobre sexualidad. Y le apasionaba hablar de las relaciones. Así que toda la vida se imaginó conduciendo un ciclo como eso.
—¿Y a nivel personal? ¿Soñaba con encontrar un gran amor?
—Sí. Ella quería enamorarse. Nunca pudo conocer al amor de su vida. Pero, obviamente, le hubiera encantado poder encontrarlo.
—¿Ya había perdido las esperanzas?
—No. Ella decía que algún día tenía que llegar…
—Y, además de ese amor, ¿qué le quedó pendiente a Natacha?
—Se había puesto un objetivo: quería irse a vivir a España con sus hijos. Quería tener una casa con un parque, un perro y todo eso…
—¿Una vida normal, lejos de los escándalos?
—Exactamente. Ella estaba en busca de un cambio. Quería cobrar la plata de los juicios y empezar con todo esto. Pero, lamentablemente, eso no pudo ser.
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