“Estamos on fire, ¿o no? ¿Hay trap en Argentina o no?”. Ni bien terminó de despacharse con una versión rabiosa de su leit-motiv “Rockstar”, Duki picó hasta la punta de la pasarela y siguió arengando con esas dos preguntas que no necesitaban de respuestas: la multitud a sus pies eran un sí gigante. El gran icono local estaba empezando a dar el show más esperado del Buenos Aires Trap. Una media hora y monedas que le alcanzó para hacerse cargo de la expectativa generada, devolviendo una performance intensa, al límite y a la que no le falto ninguno de sus singles literalmente “millonarios”, si se los juzga no por calidad sino por cantidad... de reproducciones en las plataformas de streaming.
Es la nueva sensación, la nueva generación. El trap llegó, hace rato, para quedarse y hegemonizar los oídos, los estilos y las cadencias de los más jóvenes. En Argentina, está en un alto nivel productivo, en forma y con línea directa con lo que está pasando en el resto del planeta. De ahí a que el sábado pasado, en el Hipódromo de Palermo, se haya dado el autoproclamado “junte más grande" del género al que asistieron más de veinte mil personas.
La lluvia que cayó durante la tarde noche no mermó el ánimo de esa multitud más centennial que millennial, en muchos casos acompañados por madres, padres, familiares, amigos... Ni pudo apagar el fuego que bajó del escenario: el portorriqueño Bad Bunny, la más alta estrella global, bendijo el encuentro cerrándolo con un recital pirotécnico.
Con las tablas todavía calientes post Duki, el “conejo malo” le agregó detonaciones, fuegos artificiales como punchlines, humo y llamas que acompañaron un set que fue increscendo, como queriendo escalar su propio Everest. Desde las cuerdas pegajosas y playeras que llevan las caderas de “Ni bien ni mal”, hasta el clímax bolichero con “Mia” y “Chambea”.
En el medio, fue igual de elástico al sostener algunas de las diferentes personalidades que pueden caber en un trapero. Primero, les pidió a que todos prendieran la linterna de su celular para decorar la inusual “Amorfoda”, balada con versos de corazón roto pronunciados con un módico autotune y sostenidos por un piano lacrimógeno. Más adelante, soltó con prepotencia un flow fumón pertinente para “Kreepy Kush”. Y después, le dio lugar un cameo para “Loca”, hit absoluto firmado por Khea, Duki y Cazzu, que logró el crossover mundial con un remix en el que canta Bad Bunny. Sin embargo, la canción más importante en la incipiente historia local del trap, no sonó completa en ninguno de los shows del festival.
Ese fue el final de una jornada de casi diez horas ininterrumpidas de música urbana, con casi todas sus aristas y artistas. Desde pioneros old school como Malajunta y Under MC hasta algunos de los freestyleros que adaptaron su flow al trap hace menos tiempo, como Lit Killah. También, la sensualidad pendenciera de Cazzu; la épica fiestera de Bardero$; el carácter gangsta de Neo Pistea, Khea y C.R.O.; el coqueteo con el soul y el r&B que sugiere Dak1llah; y la presencia internacional más allá de Bad Bunny del español Kidd Keo, el chileno DrefQuila y el venezolano Big Soto.
El trap, así como sus hermanos mayores hip-hop y rap o los primos dancehall y reggaetón, la va de colaborativo. Todos graban con todos, van juntos y un poco revueltos, un modus operandi que en el festival se cristalizó con muchos cruce sobre el stage: Khea contó con Duki y Midel MC para la salvajemente noctámbula “B.U.H.O.”, Cazzu le habilitó espacio a Ecko y Khea en “Mi cubana”, Neo Pistea sumó a C.R.O. en “Tumbando el club”.
Quien recibió más invitados a su show fue Duki. Acompañado por pistas vocales y golpes de efecto -como el del revolver gatillándose- disparados por su dj y productor Roque Ferrari -alias Oro Dembow-, convidó al boricua Fuego para la propia “Sigo fresh”; a DrefQuila para recrear el éxito “Sin culpa”; y a Neo Pistea e Ysy A, con los que completa el trío #ModoDiablo, para la catártica “Quavo”.
En esta instancia, y con el público ya encendidísimo, todo se terminó de desmadrar cuando apareció C.R.O. para “Hijo de la noche” y “Trap 'N' Export”. Queriéndolo o no, las líricas de esta última ponen en palabras algo de lo que está empezando a pasar con todos estos pibes, voceros de una generación y de un momento. Otra vez hay música popular procesada en la Argentina que se está sintonizando en otras partes del mundo.
“Está bueno que se hayan quedado a ver todos los shows: somos todos uno”, había dicho Duki y tiene sentido. Si la escena está creciendo no es únicamente por su punta de lanza, sino también por todo lo que hay detrás, todo lo que hay por hacer, todo lo que hay por escribir, todo lo que hay por rimar.