Por Susana Ceballos
Polémica, frontal, sensual, orgullosa de sus acciones y decisiones, Natacha Jaitt era una mujer que siempre parecía transitar los difusos límites entre sinceridad y simulación, entre denuncia y extorsión. ¿Cuál era la verdadera Natacha? ¿Alguien pudo llegar a conocerla realmente, y sobre todo, saber si realmente vivía como deseaba o deseaba como vivía?
Nació en 1977 en Benavídez. Como alumna, nunca se destacó por su responsabilidad con el estudio. "Iba a la escuela judía Golda Meyer, y mis amigos siempre se acuerdan de que les mostraba la bombacha a cambio de que me convidaran chizitos. A veces estaban una hora para que les muestre la bombacha más tiempo. Hoy se acuerdan y dicen: '¡Ya la conocemos, ella nació así!".
Quizá por eso la directora de la escuela le vaticinó a su madre y a su padre –un grandote que interpretaba a El Caballero Rojo, en Titanes en el Ring– que su hija jamás sería abogada o médica, pero que llegaría lejos en el mundo del espectáculo. Si hubiera dicho mundo mediático, su vaticinio hubiera sido del todo acertado.
El camino a la fama de Natacha no comenzó en la Argentina sino en España, cuando participó de la versión del reality Gran Hermano. Se marchó millonaria en ambiciones, pero pobre de plata. "Agarré el mapamundi y puse el dedo en España. Junté para el pasaje y me quedaron 10 dólares con 30 centavos con los que llegué allá, y sin conocer nada, me instalé en Madrid".
Natacha en el "Gran Hermano" de España
Su meta era trabajar en la televisión. Mal no le fue: se convirtió en la primera extranjera participante del programa y llegó a la final, donde perdió. Al salir del encierro confesó que lo malo no fue extrañar a la familia, añorar el dulce de leche o el mate con amigos; lo peor había sido pasar 109 días encerrada sin tener sexo. Su respuesta, sincera o simulada, atrajo a un productor que vislumbró su veta mediática y la contrató para salir en el programa de televisión Crónicas Marcianas, en 2004. Al año siguiente Jaitt empezó a dar consejos de alcoba en Consultorio sexual, por Playboy TV y para toda Latinoamérica, mientras posaba desnuda y sin complejos para la revista Interviú.
Su estilo, entre desenfadado y zarpado, atrajo la atención de Chiche Gelblung, que la invitó a su programa. Natacha había asegurado que podía contraer sus músculos vaginales para provocarse un orgasmo en cualquier lugar. Chiche quiso comprobarlo, y le pidió que lo hiciera en vivo. Ella cumplió. Vaya a saber si el orgasmo fue real o ficticio, pero lo es que logró pico de rating y un contrato inmediato con Gerardo Sofovich para protagonizar la revista Caliente.
Natacha se convirtió en entrevistada frecuente de los programas de Gelblung, donde podía narrar imperturbable que había participado en orgías con cuatro hombres mientras el conductor la interrumpía para asegurarle que "tener sexo con cuatro hombres es como no tener sexo con ninguno", o escuchar sin inmutarse que Chiche le echara en cara la imperfección de sus cirugías plásticas, y hasta quedar en ridículo al desconocer cuál es la capital de Chile.
En sus comienzos se declaraba "erotóloga". Y explicaba: "Profesionalmente no soy sexóloga, no estoy loca, soy un poco sexópata y cuando digo que soy erotóloga es porque estudio la práctica callejera del sexo, lo que le pasa realmente a la gente. Comparto y vivo experiencias sexuales, y paso a ser una especie de terapeuta sexual desde lo carnal, desde lo explícito. Pero no significa que venga cualquiera, me consulte algo y tenga sexo como para curarlo. Lo hago desde la experiencia, de lo que te pasa realmente, no desde la duda. Trato de investigar y hablar desde lo que te pasa".
No le gustaba que la compararan con Alesandra Rampolla porque consideraba que la sexóloga venezolana era "ideal para las nenas o los nenes que recién se inician". "En cambio -argumentaba Natacha- los adultos hacen cagadas, se meten en orgías o situaciones que no conocen, y lo mínimo que les pasa es pegarse un Sida, y lo máximo es pasarla muy mal. Se trata de abrir un lugar donde poder explorar su sexualidad, desarrollarla con gente que comparte la misma sexualidad y sin tener que esconderse".
Su actitud provocativa le permitió avanzar en el casillero mediático, siempre viviendo en el borde entre la fama y el escándalo, entre el talento y la suerte, entre usar y ser usada. Como tantas mediáticas participó del Bailando por un sueño. Duró poco: en la primera ronda fue eliminada. También condujo programas en horarios marginales de canales centrales, y tuvo su espacio en radio.
Natacha se atrevió a admitir en voz alta y sin complejos que se dedicaba a ejercer la prostitución con hombres de mucho dinero y que era "muy divertido cobrar". Alguna vez dio nombre y apellido, aunque luego se desdijo. Esa fue otra de sus características, o su modus operandi: lanzar polémicas acusaciones sin importar si los destinatarios eran ex parejas, padres, conductores famosos, políticos, periodistas o deportistas.
Llegó el momento en la vida de Natacha en que la diferencia entre lo honesto y lo deshonesto, la denuncia y la extorsión, o -mínimamente- entre lo bueno y lo malo, se esfumó. Solo ella habrá sabido si fue por decisión propia o de otros. Lo cierto es que las acciones de las personas en general tienen consecuencias. Como afirma el dicho, "quien las hace las paga", y así como los escraches de Natacha le garantizaban miles de likes en las redes, también la iban alejando de los medios. La mujer que hablaba de sexo con desparpajo, comenzó a ser percibida como alguien sin control capaz de destruir solo por el placer de destruir. Mientras más seguidores virtuales conseguía, más personas reales se alejaban.
Natacha Jaitt no supo, no pudo o no quiso parar. Pasada la medianoche del viernes 22 su cuerpo sin vida fue encontrado en un salón de fiestas, tendido sobre una cama. Su muerte "habría sido producida por la ingesta de alcohol y cocaína". Cuando a Natacha le preguntaban sobre límites en el sexo, hacía dos excepciones: "La zoofilia y la escatología". Sus límites en la vida, en cambio, fueron más difusos.
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