“Miren hasta dónde llegó esta rolita... ¡hasta el Teatro Colón!”, dijo Rubén Albarrán con una enorme sonrisa iluminando su rostro. El cantante de Café Tacvba puso en palabras su sentir y el de toda la banda, tras una enérgica versión de ‘Las flores’, uno de sus clásicos. Era tal la emoción que a mitad de canción, rompió la cuarta pared y se mandó al pasillo de la platea para cantar y bailar junto a su público.
A esta altura del show, los Cafeta ya habían recuperado su formato y pulso rockero. Tras un comienzo sinfónico, con una orquesta de cincuenta músicos dirigidos por Natalia Dorfman, se despojaron de los violines, violas, cellos, contrabajos, flautas, oboes, clarinetes, fagots, cornos, trompetas, trombones y percusiones. Y solo Albarrán, Quique Rangel -bajo y contrabajo-, Joselo Rangel -guitarra-, Emmanuel “Meme” del Real -teclados-; y los invitados permanentes Luis Ledezma -batería- y Ramiro del Real -guitarra acústica-, desataron el baile colectivo pese a las butacas.
En este punto, Café Tacvba demostró de todo lo que es capaz con apenas un puñado de canciones: los aires de cumbia electrónica cruzándose con un carnavalito en ‘Futuro’; el rap cargado de slang chilango en, justamente, ‘Chilanga banda’; el punk con melódica de ‘La chica banda’. En esta última, unas diez mujeres del público se subieron al escenario para cantar con el grupo, terminando de desacralizar el aire solemne que impone el Colón.
Claro, tampoco faltaron sus dos cover-hits: la melancolía pop de ‘Cómo te extraño’ (Leo Dan) ni la coreografía que los cuatro tacubos originales hacen en el clímax de la sónica ‘Déjate caer’ (Los Tres).
El comienzo del recital había sido sinfónico, tal como propone el Festival Únicos: llevar a artistas populares a esas arenas. Esa cruza pocas veces suena natural, no siempre el ropaje de una orquesta le encaja a una banda de rock sin sonar forzado. Pero Café Tacvba lo aprovechó con mucha soltura, ya sea para acentuar el dramatismo vocal de Albarrán -De este lado del camino- o para internacionalizar el perfil autóctono-mexicano en temas como El aparato, Esa noche y El puñal y el corazón.
“¡Qué viva el planeta! Tenemos que cuidar este planetita chiquitito que nos dieron”, había dicho Albarrán con su voz de chapulín en el comienzo del show, vestido con un kimono rosa y dos colitas a lo Princesa Leia. Después se despojó de la bata y quedó en camisa negra, la cuál tenía un mensaje en la espalda: “Es un sueño nada más”. Tal vez se refiera al trajín de esta banda, que este año cumple treinta años de trayectoria, siempre rompiendo sus propios moldes aunque sin dejar de lado las propias tradiciones.
Después de saludar a la Pachamama, al colectivo LGBTIQ, a las mujeres, a los desaparecidos y a los pueblos originarios, solo quedó tiempo para la concluyente y muy festejada ‘El baile y el salón’. Mientras el público coreó su característico “papa-papa-eueeeoo”, generando un eco que subió desde la platea hasta la cúpula, pasando por los balcones y las cazuelas, Rubén se ató el pañuelo verde del aborto legal, seguro y gratuito. La más maravillosa música de Café Tacvba llegó al Colón, sin despojarse de ningún tipo de mensaje ni de su esencia.