"Me alivió dejar de ser solo actriz", cuenta Mercedes Scápola, quien se convirtió en directora, productora y curadora en Microteatro. ¿El gran logro? "Tener algo más que no sea solamente esperar que te llamen por teléfono -explica Mey-. Es muy sorprendente la gente nueva que se acerca a estar, las propuestas que recibimos son muchísimas".
Junto a María Figueras y Julieta Novarro reciben casi 200 propuestas por mes de las que 18 llegan a ver la luz sobre el escenario, en el espacio por el que ya pasaron 270 obras. En este mes la temática es la locura, y la hija de Mercedes Morán cuenta su nueva apuesta, la tercera como directora.
"Es una obra que habla de un grupo de madres de colegio que están organizando una feria del plato orgánica porque quieren juntar dinero para que sus hijos vayan a Rosario a conocer el Monumento. Y llega un padre con una panchera, que quiere vender papas fritas. Atrás de eso hay una trama de infidelidad, pero también el mundo de los padres y las madres, y los colegios y los niños", explica Mercedes, la actriz que este año con su hijo y el grupo de WhatsApp sintió muchas veces que lo que vivía era para llevar al teatro.
—Hablando de locura, ¿en qué momento te reconocés un poco?
—Soy muy controladora. Mi ascendente en virgo también hace que sea una persona muy detallista y obsesiva. La locura la tengo del otro lado, intento tenerla muy tapada, supongo que en las relaciones aparece, en el trabajo no. En amigos, parejas, si me enojo me puede agarrar una cosa muy sacada.
—¿Sos brava discutiendo?
—Tremenda. Nunca discutas conmigo.
— ¿Por dónde vas? ¿Es lo verbal?
—Sí, en general, puedo ser muy dura con la palabra.
—¿Y después podés reflexionar también sobre eso?
—Soy de las que les cuesta pedir perdón. Soy muy dura y me cuesta pedir perdón porque siempre creo que tengo razón. Pero después tengo otra parte más pragmática y más mental, que es esto que te digo: soy más gestora de mis propios pensamientos. Si me sacás, si siento injusticia, me vuelvo loca.
—¿Cómo es llevar el nombre de tu mamá y en algún momento haber seguido sus pasos también?
—Fueron tan amables los espacios que fui transitando y tan tranquilo que nunca fue un peso. Me ocupé de hacer un camino completamente paralelo, acompañada por mi mamá porque es mi mamá, pero empecé a estudiar a los 15 años. Recién a los 20 y pico, cuando sentía que estaba preparada para trabajar, hice mi primera audición. Tal vez al principio sí tenía que demostrar un poco más que había estudiado, que era actriz, que hacia teatro. Y ya lo demostré. Ella siempre respetó que yo haga mi espacio, mi camino.
—Tu forma de hacer el recorrido no fue el de ella.
—Mi mamá se hizo mucho más conocida popularmente a los 40 con Gasoleros. Antes era una actriz súper prestigiosa de teatro. El estallido de su fama fue cuando yo tenía 19 años. Eran 40 puntos de rating. Me acuerdo perfecto, no se hablaba de otra cosa.
—¿Y no te molestó esa explosión de fama?
—No, porque teníamos los pies muy en la tierra. Mi mamá venía haciendo teatro y además nosotras también la habíamos visto trabajar de todo. Había tenido una casa de eventos para chicos, y hacía otros laburos, era asistente.
—¿Vos fuiste barwoman o yo estoy loca?
—Sí, trabajé tres años en un bar. Hice de todo: di clases de inglés, di clases de tap, di clases de baile, produje programas…
—Y hoy, cuando tenés que recibir gente, ¿te encuentro preparando unos tragos?
—No, no tomo alcohol. Tenía 21 años y necesitaba un laburo que sea de noche para poder compatibilizar mis estudios de teatro y de danza. Una actriz tenía un boliche muy conocido en Costa Salguero. Y me ocupe en 15 días de la lista de los tragos: iba probando porque tenía que saber qué era. Fui jefe de barra durante cuatro años.
—O sea, alguien que no le gusta el alcohol puede ser jefe de barra en un boliche nocturno.
—Sí, sí. Lo que me des para laburar lo voy a hacer. Hay algo de la consciencia del trabajo que también me acompañó de muy chica, tanto a mí como a mis hermanas.
—¿Eso también viene de tu mamá?
—Sí, absolutamente. Mi mamá tenía siempre un chiste con mis amigas: cuando yo era chiquita tenía tres trabajos, uno para pagarle a la persona que nos cuidaba, otro para no sé qué y otro… Yo me siento cómoda siendo bastante multifacética, caradura en un lugar, y actúo. Me alivió dejar de ser solo actriz.
—Es una profesión muy inestable: de repente estás en una tira y la rompe, pero después no sabés si te llaman o si estarás sin trabajo por tres meses.
—O un año. Por eso yo creo que en este tipo de trabajo también te salva dirigir, producir, escribir, o ponerte lo que quieras. Tener algo más que no sea solamente esperar que te llamen por teléfono.
—¿Estás noviando?
—No
—¿Estás con ganas?
—Siempre uno está con ganas de enamorarse. Es más difícil con un niño chiquito (León acaba de cumplir seis años). Además, me parece que es un momento donde las relaciones en general están más difíciles: hay mucho ego, mucho narcisismo, mucha histeria. A mí me agota un poco. Yo era muy histérica cuando era chica. Si me mandás 17 mensajes y el 18 te doy la cabeza y no querés salir, no me hagas perder el tiempo porque no tengo tiempo.
—¿No te voy a encontrar en Tinder o en Happn?
—Me mato. Me muero sola, creo. No soy para nada prejuiciosa con la gente que lo tiene, me parece genial, pero soy muy tímida en ese aspecto. No podría nunca.
—¿En dónde sí? Porque en Microteatro hay un recambio de gente constantemente.
—Deben pasar 20 mil personas por mes en Microteatro, y trabajando fijo somos ocho o nueve. Nunca nadie estuvo con nadie de Microteatro, o sea, claramente tenemos la cabeza en ir a trabajar. Tal vez en algún momento, ojalá. Aparece más gente para decirte que tiene un proyecto que para invitarte a salir. Hay una cosa como de un respeto cuando estamos ahí. También hay mucha histeria: me ha pasado de muchos actores muy histéricos. Me cansan.
—En genera, ¿te gustan los actores?
—Ya no tanto. Puede ser que me guste un actor, pero demasiado narcisismo… Y ya el narcisismo lo tengo yo como actriz.
—¿Cómo te trata la maternidad, en un momento tan revolucionado?
—Creo que es mi mejor tarea. A veces veo gente que está muy complicada de tiempos y de cosas. Yo sí, estoy sola con León, el padre lo cuida por supuesto, pero yo vivo con León y el año pasado hice Simona durante nueve meses, Microteatro en la noche y empecé ahora a hacer una columna de teatro en radio. También supongo que eso lo aprendí de mi mamá. Tiene sus pro y sus contra, pero somos muy omnipresentes: podemos hacer 400 cosas a la vez; nada de León me desespera.
—Vos pasaste cosas muy difíciles con León, eso también debe ser un aprendizaje.
—Sí. Fue operado a corazón abierto cuando era chiquito, al año y 10 meses.
—Cuando nació, ¿vos sabías que iba a tener que ser operado en algún momento?
—Sí, porque cuando me quedé embarazada tuve una septicemia, entonces León fue prematuro: nació a los siete meses, muy chiquitito.
—Que eso ya de por sí es un momento tremendo en sí mismo…
—De hecho, eso es mucho más grave que lo del corazón. Una septicemia es una infección generalizada. Lo tuvimos los dos: estuvimos un mes internados. Y era muy chiquito. Al ser tan prematuro no tenía defensas. Es muy difícil zafar de eso.
—Una fuerza enorme.
—Enorme, enorme… Yo me enteré de la gravedad de una septicemia en un prematuro cuando lo operaron del corazón, y cuando era muy chiquito, en un corazón que no terminó de formarse, le quedó una comunicación auricular.
—Y sabías que en algún momento habría que operar.
—Sí: se cerraba la comunicación o había que operarlo. Pero era bastante grande para su tamaño, y él era muy pequeñito. Hay mucho pasaje de sangre, entonces la parte derecha empieza a agrandarse y hay más sangre de la que debería.
—Entonces, deciden operarlo.
—Esperan hasta los dos años, en general. Cada tres meses le hacíamos estudios y se iba cerrando, pero el pasaje de sangre era enorme porque en realidad era un agujerito con varios agujeritos adentro, como si fuera una mallita rota. Entonces hubo que poner una mallita. Después de eso, para mí, que se quiebre el brazo es como: "¡Huy, qué plomo! No se puede meter en la pileta…". Pese al susto a que le pase algo así, comparado con otras cosas…
—Llega el día de la operación, ¿y qué pasó?
—Después de eso empecé a vivir. Tenía que esperar al 10 de diciembre para que me digan: "Está todo bien". Todo ese año me salvó el laburo, ir a trabajar 11 horas por día, hacer Guapas y Graduados, dos programas muy salvadores y muy sanadores para mí. Lo sabía muy poca gente, porque yo no había hecho un drama de eso…
—Tampoco hiciste notas hablando del tema.
—No, nunca hice nada de mi vida privada. No me interesaba. Y menos con la salud de un bebé, de mi hijo, que era algo súper privado. Me ayudaba que lo sepan quiénes me rodeaban; era muy duro. Por eso te digo que también para mí fue muy sanador haber estado todo ese año trabajando. Me acuerdo que una semana antes le dije al productor: "En vez del lunes termino el jueves porque van a operar a León del corazón". "¡¿Cómo no nos dijiste antes?!". Porque no… ponerte en el lugar de víctima. Mis compañeras ya sabían, y siempre fueron muy amorosas conmigo. Me decían: "¿Cómo venís a trabajar todos los días?". Porque era la mejor manera… No era la muerte de nadie, era una operación que ellos te decían que era simple. Pero bueno, era mi hijo.
—Hasta la operación, ¿León hacía una vida normal?
—Sí, nada.
—¿Y después de la operación?
—Normal. Nunca tuvo medicación, ni antes, ni durante, nunca jamás. Una vida completamente normal.
—Me imagino que habrá realmente un vivir distinto después de que sale de la operación y te dicen: "Listo, ya está".
—Sí, estás con mucho miedo durante mucho tiempo porque siempre te dicen que es uno en un millón, y yo el uno en un millón lo viví con el parto de León y con la comunicación. Todos los meses, todos los años, te hacen un chequeo y te dicen: "No le va a pasar nada. A los que están post operados no les va a pasar nada". Uno en un millón es León también. Y siempre estoy atenta.
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