Andrea y Anna del Boca: dos historias de vida y una misma lágrima

La joven se convirtió en uno de los personajes de la semana luego de sus fuertes declaraciones sobre su padre

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Anna del Boca fue chica de tapa esta semana.  Más allá de su belleza física y su enorme parecido con su madre, lo más tremendo de la entrevista fue leer como una chica de apenas 18 años tuvo que madurar a fuerza de rechazo, abuso y dolor provocado, según ella misma dice, por su propio padre.

Andrea y Anna, madre e hija, tienen historias de vida absolutamente diferentes. La primera nació en el seno de una gran familia, con un padre, una madre, hermanos y una vida feliz. Esa vida la llevó a ser una estrella infantil y a cumplir el sueño de trabajar en la actuación. Como artista, siguió siendo estrella de adolescente y también cuando fue adulta. Su vida transcurrió en la televisión y en las páginas de las revistas. Más allá de algún romance escandaloso, nunca fue una mujer con grandes problemas. Fue la niña más amada por su familia y también por el público. Fue la chica más famosa de la televisión y la heroína adulta más reconocida de la Argentina y del exterior.

Del Boca siempre tuvo todo. Distinta fue la vida de Anna Chiara, que desde el momento de su concepción estuvo en el ojo de la tormenta. Empezando por el día en que Mirtha Legrand le preguntó al aire en un almuerzo a su mamá si estaba embarazada y ella tuvo que negarlo porque no se lo había contado aún a su familia y porque con el padre biológico de su futura hija no tenía relación.

La actriz llevó adelante ese embarazo sola y con los medios de comunicación tratando de conocer la intimidad de su fallida pareja con Ricardo Biasotti. Luego llegó Anna y Andrea se mostró como una mujer feliz, pero sola a la hora de criar a su beba recién nacida. Paralelamente,  volvió a la televisión con uno de sus últimos grandes éxitos, El sodero de mi vida, junto a Dady Brieva, con producción de Pol-Ka.

Los primeros años de Anna Chiara fueron difíciles y tuvo poco contacto con su padre. Ella misma lo reconoce sin mucho titubeo: "Nunca hubo mucho interés por parte de él. Y no es que a mí me parecía, era así".

El momento más difícil de la joven fue cuando a los nueve años decidió no ver más a su papá porque sentía que él no la quería y ella tampoco a él. Según sus propias palabras "me hacía mal verlo. Me hacía sentir mal. No había afecto. No me quería". Estos demoledores sentimientos hicieron que Anna no estuviera más con su papá. Su abuelo fue su figura paterna y su referencia en la vida. Eligió el apellido Del Boca  y lo grabó  a fuego en su corazón, por más que en su DNI deba llevar el apellido Biasotti.

Repasando las declaraciones de Anna todos nos sentimos conmovidos por la madurez de sus palabras y por la tremenda tristeza que arrastra desde hace tantos años. Fue una niña rodeada de psicólogos y de jueces; de asistentes sociales y de periodistas. Sintió la burla y el desprecio en el colegio. Con su padre sintió el desamor, el rechazo y el asco que veía en su rostro. Sin embargo, como si fuera una heroína de una telenovela, como lo fue su madre durante tantos años, se curó y se convirtió en una mujer de 18 años, que siente que al contar su historia, sana y se eleva, deja atrás la tristeza y se prepara para un futuro más luminoso.

Anna del Boca es una sobreviviente según sus propias palabras. La hija de una relación que no funcionó, pero también la hija de una madre que hizo todo para que ella fuera feliz. Hoy se la ve como una chica fuerte, sin recorres y lista para dejar atrás el pasado y hacer de su vida lo que ella quiera. Su historia, al contrario de las novelas que empiezan mal y terminan bien, empezó mal, y ahora está bien y tiene por delante muchos capítulos felices por escribir.

Madre e hija son las dos caras de una misma moneda, dos mujeres que nacieron y se criaron de manera diferente, pero que ahora juntas caminan por un sendero mucho más sabio y lleno de amor.

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