El encuentro de Cris Morena con Teleshow
Con el disco ViveRo, recorre muchas emociones: amor, tristeza, nostalgia… Porque Cris Morena es una resiliente que luego del dolor mas grande de su vida (la muerte de Romina Yan), pudo reconstruirse y hasta hacerle un homenaje a su hija. A partir de esa pérdida, la productora se acercó a Dios y empezó a prestarle más atención a lo "no manifestado". Algo con lo que si bien había coqueteado en Casi Angeles, luego profundizó en Aliados.
A los 62 años, María Cristina de Giácomi tiene una vitalidad impactante. De Barrio Parque, a los 17 fue la cara -y las piernas, en realidad- de los jeans Lee. Luego, ya como actriz, formó parte de Mesa de noticias, el programa en el que se lucían, entre otros, Gianni Lunadei y Juan Carlos Mesa. Su popularidad aumentó en Amigos son los amigos, donde era la pareja del popular Carlín (Carlos Calvo), y se afianzó con Jugate conmigo. Luego, la trascendencia: Chiquititas, Rebelde Way, Casi Ángeles…
Hoy, a nueve años de que su vida cambiara 180 grados, Cris se encuentra en paz, con proyectos educativos y, sobre todo, dispuesta a seguir aprendiendo todo lo que la vida le ponga por delante.
—Después del show ViveRo en el Gran Rex, ¿cómo fue volver a tu vida cotidiana?
—No siguió mucho la vida cotidiana porque después de eso lo que hicimos fue preparar mucho para el disco, y había que mezclar y masterizar, y también trabajar sobre el master de la televisión. Este disco es para la gente que realmente ama a mucho a Romina y a los artistas que lo hicieron, y que quiere cooperar también con la Fundación Sí y con todo lo que tiene que ver con esa noche de sueños. Y quiere tenerlo en físico, y tener las letras de las canciones inéditas. A mí me vino como un regalo de Navidad.
—¿Y cómo fue estar en el escenario cantando las canciones de Romina, viendo el video?
—Bueno, yo venía trabajando hace mucho tiempo sobre todo eso, sobre todos los videos que se iban a producir para este evento, este homenaje tan lindo, trabajando mucho con los artistas en los ensayos. El teatro me lo dieron tres días antes, así que eso fue a full. Y aparte fue en vivo, al mismo tiempo se estaba grabando el disco, se estaba haciendo en la pantalla al lado del Obelisco, Telefe lo transmitía en vivo, fue fuertísimo. Todas las emociones pasaron por mi cabeza y por mi corazón, todas. Y también las emociones de ver gente tan increíble entregándose.
—Me comentabas que bajaste del escenario, se apagaron las luces…
—Se bajó el telón y ahí quebré muy fuerte. Y me abrazaron mis tres nietos y Sofía (Reca), mi nuera, y me quedé, no sé, 10 minutos, que no podíamos ni salir del abrazo. Después me empecé a abrazar con todos los artistas y ahí ya se alivianó. Pero eso de estar con toda la familia, agarrada. Ellos (sus nietos), también: un coraje los tres, ¿no?
—¿Y qué fue lo que más disfrutaste?
—La cara de la gente, muchísimo.Y mis tres nietos. Mucha gente no sabe que Aliados fue el proyecto me hizo atravesar el duelo y volver a trabajar como productora. Aliados fue algo que me bajó directamente de Romina. Fue así, te lo juro, algo que me pasa muy pocas veces. Fue en una calle especial, en un lugar especial, me acuerdo perfecto. Siempre voy con un cuadernito y ahí empecé a escribir "Amor mío".
—¿Por qué cuando escuché esa canción me llamó tanto la atención?
—Es que me condenó a creer que existe Dios, sino, tenía que irme del planeta porque no tenía ningún sentido mi vida. O sea el empezar a creer que había algo, no manifestado y diferente, que no podíamos existir sólo en este espacio. Yo creía mucho en el ser humano y en la naturaleza, pero empecé a creer que había algo no manifestado que nos sostiene, que nos contiene. Y ahora mi pedido es que no dejes que me aparte de vos, porque uno suele apartarse muy fácilmente. Y encontrar en la cara del otro a ese Dios que uno lleva adentro. No quiero ser muy religiosa, porque no lo soy.
—Pero también sentís que eso te ayudó para salir adelante.
—Muchísimo. Yo creo que sí, muchísimo. Las herramientas que yo ya tenía de antes; después, yoga, muchas cosas que ya vengo haciendo hace muchos años. El otro día en una elegí el tema "Aprendí", porque aprendí tantas cosas después de que se fue Romina que no hubiera aprendido…
—¿Por ejemplo?
—Aprendí a creer que había algo no manifestado, y que ella existía en otro cielo, no sé en qué cielo, pero existe en nuestra alma, seguro, en nuestro corazón, existe en todo lo que somos. Y ahora existe para todo el mundo: está viva. Aprendí que los miedos son algo que llevamos dentro y son invento de nuestra mente. Aprendí a vivir con el dolor de no tenerla físicamente, y la gran aventura personal de vivir sin ella y vivir para mis nietos también, para que ellos florezcan. Siempre le digo: "Gracias a que no estás yo soy una abuela diferente, y entregada muchísimo a ellos". Y es un placer que no sé si hubiera tenido porque son roles diferentes que tuve que ir ocupando, tanto yo como Gustavo (Yankelevich), y bueno, ellos con nosotros. ¿Viste que recién llamó Franco (el hijo mayor de Romina), que está tomando el avión? Yo le pedía: "Por favor, avísame si te pasa algo". Espero que no le haya pasado nada… Pero aprendí a vencer mis miedos. Por supuesto, no es que los vencí, están; siempre aparecen. Sí me volví más flexible en todo, más amorosa, mejor persona. Me parece; no soy yo para decirlo.
—Quizás uno va más liviano.
—Estoy intentando ir más liviana. Es un intento: ir más liviana de todo, desde la valija cuando viajo hasta tratar de usar bien las palabras, darle el sentido que tienen. Estar más abierta también a lo distinto. Me ayuda mucho la gente que trabaja conmigo.
—Antes eras una persona que iba muy rápido en su vida, que la vorágine…
—Muy rápido. La verdad que eso es un gran tema: la intensidad de mi vida, A veces hablo con una cuñada mía y me dice: "Pará, pará, porque todo lo que vos hiciste en un día es como un mes y medio mío…". Cada vez más me aburre profundamente estar con gente que no es energéticamente la gente con la que quiero estar. Y me corrí de todos esos espacios que no me interesaban. Ahora, directamente no voy.
—Estudiaste asistencia social.
—Sí, sí. La vida me llevó a hacer un trabajo grande en asistencia social porque le puse mucho de la responsabilidad con los niños y los jóvenes en cada uno de los programas que hice. Siempre fui una ferviente admiradora de los niños y los jóvenes, y me encanta trabajar con gente que nunca hizo nada y ver cómo van creciendo y cómo van empoderándose, cómo van floreciendo y encontrando su camino y sus dones, los que todos tenemos, pero a veces no nos damos cuenta nunca.
—¿Uno no se da cuenta de las capacidades?
—No, porque no te ayuda el entorno. A los niños no los ayudan los colegios, no los ayudan la educación formal, no los acompañan muchas veces muchos padres. Mucha gente quiere que los niños sean como uno o como uno no pudo ser, o como uno quiere que sean, o como uno cree que tienen que ser. Y no es así: uno trae una persona a este mundo para que sea quien quiere ser y acompañar, nada más, no bajarles una línea sino acompañarlos en el camino. Estar cuando te necesitan, correrte un poco cuando no te necesitan; es difícil a veces ponerle alas a alguien. Ahora tengo a mi nieto afuera. Ya lo viví con mi hijo, Tomás (Yankelevich), que estuvo cinco años afuera estudiando, se fue a los 19, y hoy veo a un hombre como es Tomás, hecho y derecho, elige sus propias historias…
—Te habrá costado.
—Muchísimo, pero en realidad tanto Gustavo como yo nos preparamos para eso, era algo que lo teníamos clarísimo. Hoy en día las personas somos planetarias, no somos de un solo lugar.
—¿Cual es tu nuevo proyecto?
—La palabra educación no la uso, uso aprendizaje. Les decimos a los chicos que van a entrar, sean chiquitos o sean más grandes, que van a hacer el camino del artista. Y le decimos así porque artista es aquel que es artífice de su propia vida, de su propio destino, sea lo que sea, medico, productor, policía, mientras ames lo que haces y lo que vos deseas y amas es lo que vas a aprender. Lo otro, no lo vas a aprender nunca, por más que te lo machaquen en la cabeza 20 veces. Entonces la idea es esa: descubrir cuál es el don que tiene y fortalecerlo.
—Todos los chicos que salieron de tu escuela hoy tienen una súper carrera. ¿Qué les viste?
—Todo lo que quisieron ser lo lograron. Y otros se dedicaron a ser grandes padres y madres de familia, o han hecho otras profesiones. Por ejemplo, Gaspar (Teverosky, ex Jugate Conmigo), es psiquiatra, y tiene la misma cara y el mismo amor que tenía en ese momento.
—¿Y tenés ganas de volver a la televisión, a hacer otra tira, novelas?
—Tengo ganas. De hecho tengo una novela, una serie adolescente lindísima, como varias historias de amor muy potentes, muy lindas. Estoy trabajando mucho para afuera, con muchos deseos de estar acá también, pero los canales hoy no tienen destinado económicamente un dinero para el horario que sería, las 6 o 7 de la tarde. Se ocupan de la noche y nada más, y lo demás, que vaya como pueda. Lamentablemente no es la televisión que yo amé, con la que me formé y con la que trabajé, pero es lo que hay. Afuera están trabajando de otra forma, pero, nuestro país no nos está ayudando mucho, ¿qué vamos a hacer? Nosotros eramos los grandes exportadores de proyectos, sobre todo con proyectos de niños y jóvenes, que se siguen viendo en todo el mundo todo el tiempo. Y pasamos a estar mucho más atrás de otros países como Israel, España, porque se dejaron de hacer cosas realmente de calidad para exportación. Hoy las nuevas pantallas nos exigen que estemos a la altura de un profesionalismo y una excelencia en la que no estamos. Tampoco salieron artistas nuevos porque nadie se arriesga a trabajar con niños y jóvenes. Apenas se esboza alguno, cada tanto.
—¿Notás eso en la industria de la televisión?
—Muchísimo maquillaje, pero muchísimo. Tendría que haber mejores escenografías. Historias muy livianas. Y para jóvenes y niños no hay nada, nada. Y después se quejan de que nuestros adultos jóvenes son irresponsables, desinformados. Bueno, tienen una educación lamentable, una televisión lamentable, no hay mucho de dónde agarrarse. Una historia de país bastante triste también.
—¿Lo ves muy mal?
—No, lo veo triste. Me darían ganas de que retomara de vuelta ese poderío que tuvo en un momento. Y esas fuerzas, esas ganas y esa integridad que a muy pocos les ha quedado. Muy pocos de todos los que estamos. Me siento parte total.
—¿Notás que es un momento muy difícil para todos?
—Sí, para todos. Noto que hay mucho enojo, mucho. Todo está polarizado entre lo bueno, lo que no es bueno, y nadie sabe lo que es bueno y lo que no. Entonces, me parece que perdemos tanto tiempo en cosas que no son nada importante. En el fondo esta vida es un gran juego. Además, todo pasa: todo lo que ayer fue la gran noticia, cumple dos años. Todo es un gran juego. Y estamos jugando mal. Somos malos jugadores.
—¿Cómo se debería jugar?
—Se debería jugar con las cartas echadas sobre la mesa, sin trampas. Deberían ser jugadores como en el ajedrez, brillantes. No lo digo solo en nuestro país. Creo muchísimo en Latinoamérica porque tiene ese plus de que son ocho jóvenes contra dos adultos, y en Europa es al revés. O sea, el plus que tenemos en estos países de gente joven que necesita todo esto que te estoy contando: creatividad, experiencia, saber manejar lo que llaman habilidades blandas que hoy son las habilidades del futuro, saber tomar decisiones, enfrentarse a problemas y resolverlos, no caerse en un pozo ciego y llorar. Hay que levantarse y seguir, siempre. Hay que cruzar los abismos y largarse a volar. Hay que hacerlo. Es así la vida.