"Decidí hacerlo porque tiene que ver con el mensaje que quiero dar y con cómo tomé consciencia de qué quiero proyectar a través de la actuación", confiesa Calu Rivero sobre su vuelta a la televisión en la piel de Luciana, una mujer que posterga sus propios deseos y sufre violencia de género en Campanas en la noche, la nueva apuesta de Telefe.
"Hay cosas que antes por ahí no las pensaba, porque era más chica o porque no se hablaban. Es un proyecto que para el momento en el que estamos viviendo te va a hacer aprender, te vas a sentir identificada, te va a interpelar, te va a caer la ficha de algo que para vos, tal vez, era normal", explica la actriz, que retorna a la pantilla chica luego de cinco años de alejamiento tras su renuncia a Dulce Amor por el acoso que sufrió de parte de Juan Darthés.
—¿Cuál es ese mensaje que entendiste, el que querés transmitir?
—Las mujeres tenemos derechos, somos hermosas, inteligentes, nos gusta leer… Hay un montón de mensajes que se hicieron durante miles de años en las novelas como la chica que va al shopping con la tarjeta de crédito del marido o la del novio. Estuve muy ocupada en que esos pequeños estereotipos y cosas culturales no estén. Hablándolo en el set, pudiéndolo conversar, que se hable del deseo de la mujer. Poder también interpelarnos, decir: "Somos iguales, tenemos los mismos deseos, las mismas necesidades, los mismos derechos". Desde Luciana, fundamentalmente, lo más importante que yo creo que se transmite con este personaje es el amor propio.
—¿Vos siempre lo sentiste ese amor propio, o en algún momento estuviste más flojita con vos misma?
—La vida es así todo el tiempo, y hay veces que no sabes quién sos. Yo pasé por momentos en que realmente no sabía: perdí mi deseo, me desconecté de mí misma, me preguntaban quién sos y la verdad que no sabía qué responder. Todo tiene que ver con circunstancias que te fueron pasando y cómo también el sistema, en un punto, te invade. Por eso para mí lo más interesante de Luciana es que cuenta ese proceso. Muchas veces vos ves cuando la manipulan y la golpean, y ahí queda. Acá es: le pasa eso, toca fondo, se va a una oscuridad muy fea, pero sale. Y lo más interesante es cómo sale de ahí, todo ese proceso por su amor propio, por su fortaleza, por el amor de creer que el amor no es eso que ella estaba viendo con Vito (Esteban Lamothe).
—Despues de lo que viviste y estos cinco años alejada de la televisión, ¿sentís que hay una reivindicación al volver con este personaje?
—Es maravillosos cómo el tiempo acomoda las cosas. Y lo digo hoy, ya habiendo pasado esos cinco años de mucho dolor, de mucha angustia, de no entender, de sentirme que estaba totalmente juzgada, el dolor familiar, lo pasé. Hoy, sana, ya pudiendo sacar esa mochila, eso que me incomodaba en el cuerpo, que no me dejaba avanzar, no me dejaba ir a grabar porque no confiaba en mis compañeros… Son muchas cosas y todo está tan relacionado que se termina trabando y no podés hacer nada, te empezás a desdibujar de quién sos, y para mí es fundamental hoy decir: "¡Guau! Todo esto que me pasó me hace hoy ser una mujer consciente de qué quiero contar con este personaje, qué quiero proyectar en la mujer que van a ver esta novela de las mujeres que yo quiero contar". Cinco años atrás no se hablaba de mujeres más imperfectas, reales, con una profundidad que hoy sí las ves. Antes era esto de la que acompañaba, el objeto, la que se agarraba a las piñas con…
—¿Tenía que aparecer Thelma Fardin para que todos te creyeran y te pidieran disculpas? ¿Una mujer tenía que contar con ese detalle lo que vivió y exponerse de esa forma para que a la gran mayoría, ni siquiera a todos, pero a la gran mayoría no le quedaran dudas?
—Yo creo que sí, que es lamentable a lo que se tiene que exponer la mujer y el nivel de relato que tiene que dar para que se le crea. Todos esos prejuicios. Y en un punto, todos tenemos esa responsabilidad. Desde cómo lo comunicás: cuando yo hablé era "La catarsis de Calu Rivero", y no, no era la catarsis, era "La verdad de Calu Rivero". Hay formas que si no las cambiamos todos es muy difícil, porque yo puedo estar muy consciente sabiendo el personaje que quiero proyectar, pero si me topo con un director que no entiende, que no hay empatía, que no puede sentir lo que yo quiero expresar, me quedo ahí. Para que toda la industria cambie tenemos que transformarnos todos y hacer batalla con amor. La única manera de que esto cambie es con paciencia. Pensá que hay chistes que se dicen hace siglos, ¿y qué vas a hacer? Es simplemente decir: "Che, no me gusta ese chiste". Y te puedo asegurar que es una semillita que dejás que después lo volvés a decir y ya te hace ruido. Y se generan debates en grupos de todas las edades.
—¿Te das cuenta lo importante que fue, para todo el movimiento de mujeres que vino después, que vos te animaras a contar lo que te había pasado?
—Te voy a contar algo muy íntimo pero que me pasó en terapia en una de mis últimas sesiones, que iba y le decía (al terapeuta) que no me lo creo, me pasa que veo toda la situación y digo: "Es increíble". Lo veo como "¡Qué loco esta chica que hizo eso!", pero me costaba entender que era yo. Él me dijo: "Lo que pasa es que llegaste más lejos de lo que vos te imaginás de vos misma". Me pareció muy fuerte, y es así, porque también me trascendió, porque yo fui un canal para que muchas mujeres hablen. A veces tenés un rol en la sociedad, y ese fue un canal para que se abriera una consciencia que antes no estaba. Desde ese lado me alegro, y no le encuentro palabras…
—¿Pudiste disfrutar este personaje, este volver a la tele?
—Volver a la televisión con un personaje que es exactamente lo que me parece que se tiene que contar, mostrar, es una batalla ganada. Es realmente volver al set, sentirme a gusto y volverme feliz cantando en el auto realmente es un montón. Para mí, eso ya está.
—¿A vos te cambia en algo lo que pase en Nicaragua con la denuncia contra Darthes o tu trabajo ya está?
—Yo hace rato que decidí ser más que las circunstancias que viví: por más que no las elegí me pasaron, pero ya está, yo soy más que eso. Hace cinco años lo viví, cinco años de dolor, de tratar de reconstruirme. Hace un año lo cuento y pasó todo un año en el que ya llegué a una tranquilidad. Ya estoy, ya está. No me afecta, no me importa, porque cuando uno llega a esa sanidad es tanto más mayor y más hermoso que cualquier cosa que venga desde el odio.
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