Infancia de posguerra, adolescencia con Mick Jagger y presente libre de adicciones: Keith Richards, a punto de cumplir 75 años

Con más de medio siglo tocando, el más Stone de los Rolling no toma alcohol desde hace un año y niega haberse aspirado a su padre

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Por Marianela Insua Escalante

Keith Richards
Keith Richards

Gladys era el nombre de la mascota de Keith Richards cuando era un niño. Le daba de comer parte de su almuerzo y la ponía en su bolsillo, que terminaba lleno de heces: era un ratón. También tenía un gato que desapareció el mismo día que su madre se lo llevó, junto a Gladys, al veterinario y nunca regresaron. "Los mataron con una inyección. Se ocupó de eliminar todas las mascotas que tuve. No le gustaban los animales", contó en su autobiografía.

Después de esto, el pequeño Keith no se puso a llorar, sino que le regaló un dibujo del gato, hecho por él, y en el mismo papel escribió "asesina". Su mamá le respondió que no le fuera con sensiblerías, que al fin y al cabo el gato "se orinaba por todas partes". Aunque en ese momento le dolió, este episodio no hizo más que reforzar su espíritu pragmático. Richards nació el 18 de diciembre de 1943 y creció en un hogar obrero de Dartford, al este de Londres, jugando entre escombros y bombas que caían cerca.

En "Vida" (Editorial Planeta), Richards cuenta el día en que cayó un misil que casi destroza su cuadra, motivo por el que se fueron a vivir a casa de su tía Lil, hermana de su papá Bert. Su mamá, la práctica Doris, lo había conocido cuando trabajaban juntos en una fábrica de Edmonton. Como hijo único, Keith se las arreglaba para entretenerse en los pantanos cercanos, no le gustaba ir al colegio y mucho menos al dentista: "La anestesia era cara, así que te ponían una gota y a correr".

Esta práctica un poco salvaje de la odontología también justifica la imagen con la que se lo vería ya en su juventud, una sonrisa puro carisma, pero con una dentadura que daba miedo. "Mis dientes se arruinaron por culpa de eso. Básicamente porque desarrollé un miedo atroz a ir al dentista con consecuencias visibles para mediados de los setenta: una boca llena de dientes podridos", explicó años después, ya con las fundas correspondientes.

Esperando a un amigo

Bert y Doris no estuvieron casados para siempre, mientras Keef (apodo que le puso la familia a Keith) se entretenía haciendo nudos con un grupo boy scout y trabajando los fines de semana en una panadería, sus padres comenzaban a alejarse entre sí. En 1957, Doris dejó a Bert por Bill, un amigo de la familia y Keith solo deseaba que lo expulsaran del colegio. Finalmente sucedió y fue enviado a otro instituto, el Sidcup Art College, lo que él mismo dio en llamar su "ingreso formal a la música".

"Bert era el hombre menos ambicioso que conocí en mi vida. Yo era apenas un chico y ni siquiera sabía lo que era la ambición. Pero era consciente de las limitaciones. La sociedad y el ambiente en el que había crecido me quedaban chicos", reflexiona Richards en "Vida". En el documental Under the Influence, el músico cuenta que estuvo alejado de su padre por 20 años y tras el reencuentro no se separaron más por otros 20 años.

Pero cuando aún era un chico, llegar a la escuela de arte era colonizar otro mundo. Más bohemio, abierto, exótico. Todos usaban el pelo largo, fumaban si querían y se comunicaban a través de la música. En ese momento, Keef se dio cuenta que con la guitarra podía decir algo, aunque todavía no sabía qué.

Por esos días en los que escuchaba Chuck Berry, Elvis Presley y Buddy Holly, los discos eran un bien preciado y una marca de distinción entre los adolescentes de la época. Así es como finalmente se conectó con Mick Jagger, un ex compañero de primaria que el destino volvió a cruzar en su camino.

Keith Richards y Mick Jagger en 1967 (Grosby Group)
Keith Richards y Mick Jagger en 1967 (Grosby Group)

En una carta escrita a su tía Patti en 1962, Richards describe ese encuentro dejando en claro que, aún sin saberlo, habría un antes y un después: "Querida Pat: Lamento mucho no haber podido escribirte antes (…) Estaba esperando el tren con un disco de Chuck en la mano cuando se me acercó un tipo que conocía de la primaria. Tiene todos los discos de Chuck Berry del primero al último y todos sus amigos también los tienen, y a todos les gusta el rhythm and blues (…) El tipo de la estación se llama Mick Jagger y todos sus compañeros –chicos y chicas- se reúnen los sábados a la mañana en el Carousel, un bar con máquinas de discos".

La amistad entre Keith y Mick enseguida se vio salpicada de admiración. En la misma carta, Keith le cuenta a Patti que "Mick es el mejor cantante de R&B de este lado del Atlántico" y también se siente impresionado por la posición económica de su nuevo amigo que, aunque vivía en el mismo barrio, se había ido moviendo con su familia, de a poco, al lado "residencial". "Un día fui a la casa de Mick en coche (…)

—¿Desea algo más señor?

—Un vodka con lima, por favor.

—Sí, señor, se lo traigo enseguida.

Me sentí un lord o algo así, estuve a punto de pedir mi corona cuando me iba".

Parece que hubo un encuentro antes y Keith supone que fue en el verano anterior a esta carta, cuando Jagger trabajaba como heladero frente a la intendencia de Dartford. "Unos tres años antes de armar los Stones (…) Le compré un helado de chocolate. No sé, quizá fuera un cono. Exijo la prescripción del delito. Después no lo volví a ver hasta el día profético de la estación", cuenta Richards en su libro.

Drogas, mujeres y rock and roll

Una de las anécdotas que mejor representa la fantasía sobre el consumo desmesurado de estupefacientes por parte de Keith Richards es aquella en la que confiesa haberse aspirado las cenizas de su padre (fallecido en 2002) mezcladas con cocaína. Esta historia salió publicada en la revista inglesa NME en 2007, en respuesta a una pregunta del periodista Mark Beaumont. La entrevista tuvo mucha prensa, pero tiempo después el propio Richards negó que el hecho fuera cierto, poniendo en duda la veracidad del cronista.

El cuento no cayó muy bien en la opinión pública y enseguida el músico dio a conocer un comunicado oficial: "La historia completa es la típica noticia sesgada. La verdad es que planté un robusto roble inglés. Le quité la tapa a la urna de las cenizas de mi padre y él ahora está haciendo crecer robles. Mi padre me querría por ello". Además, agregó que tomar cocaína a esa altura de la vida hubiera sido "cometer un suicidio". ¿Habrá sido un chiste que no se entendió? Solo Bert lo sabe.

Mick Jagger y Keith en los comienzos de The Rolling Stones (Grosby Group)
Mick Jagger y Keith en los comienzos de The Rolling Stones (Grosby Group)

Es cierto que la experimentación con drogas era moneda corriente en los '60 y que en ese apogeo, Keith habrá probado de todo. También es cierto que llegar a los 75 años tocando casi ininterrumpidamente por más de medio siglo requiere de una salud de hierro. Los estupefacientes pueden haber sido cosa del pasado (¿hasta cuándo consumió?) pero el tabaco y el alcohol siempre estuvieron ahí… hasta hace un año. En una nota reciente con la revista Rolling Stone de Estados Unidos, Keef contó que dejó el alcohol hace un año y que se siente mejor al respecto. En plena tercera edad, el músico está descubriendo cómo es tocar sobrio.

También reconoció haber dejado la heroína en 1979, poco después de haber sido detenido acusado de narcotráfico. ¡Ni que le hiciera falta! Para ese entonces ya era millonario, pero seguía siendo un consumidor asiduo. En pareja durante esos años con la modelo Anita Pallenberg (que primero había sido novia del también stone Brian Jones) se convirtió en papá de tres. Marlon, Angela y el pequeño Tara que murió súbitamente en 1976.

Aunque siguieron amigos, la pareja se distanció en 1980 y pocos años después, Keef conoció a quien sería su amor hasta hoy, la ex modelo norteamericana Patti Hansen, madre de sus hijas (también modelos) Alexandra y Theodora. Con ella llegó la "limpieza", mientras que Anita siguió enganchada con las drogas hasta pocos años antes de morir. Se fue de este mundo el 13 de junio de 2017 a causa de una hepatitis.

Aunque el modo de vida de Richards siempre fue muy libre, parece haber tenido cierto control sobre sus alocadas costumbres. En una nota con Juan Alberto Badía –estaba de gira presentando su espectáculo solista en 1992– lo dejó en claro, cuando el fallecido conductor argentino le preguntó al respecto y él respondió: "Las drogas no tienen ningún significado para mí, son algo que no recomiendo a nadie. Para el músico es casi parte del trabajo y uno tiene que saber cómo entrar y salir de eso".

Entrevista Juan Alberto Badía

(Video: Youtube)

Habiendo dejado el alcohol, de sus vicios solo mantiene el tabaco. No hay foto ni video en el que no se lo vea con el cigarrillo entre los labios, sujetándolo con esa mueca canchera que ya es su marca registrada. Con siete décadas y media en su haber, Keef tiene un pacto con la vida y proyecta una nueva gira con los Rolling Stones, incluso se especula con un próximo disco y canciones a estrenar.

"Como un taxista de Londres que conoce todas las rutas", lo describió Tom Waits a Keith Richards en Under the Influence, el documental sobre la vida y la obra del guitarrista de los Rolling Stones. Ni él entiende bien de qué se trata, pero está seguro de que por más que el pasado tenga mucho peso, mirar adelante es la única alternativa: "La vida es algo raro y nadie quiere envejecer, pero tampoco quiere morir joven. Uno debe seguir el sendero".

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