La palabra resiliencia es una buena definición para Rolo Sartorio. Nacido en Avellaneda el 27 de enero de 1973, tuvo dos sueños y cumplió uno (lo que no es poco): entre ser futbolista y cantante de rock, se terminó consagrando como líder del grupo La Beriso. Pero su vida no fue nada fácil: sus dos hermanas murieron con apenas dos años de diferencia, y siendo muy jóvenes.
Mariana tenía 35 años cuando falleció; era licenciada en marketing y empleada en una compañía de celulares. Marcela trabajaba con su papá en una oficina en el puerto; murió a los 42. El cáncer se llevó a las dos.
Rolo publicó su primer libro, en el cual —lejos de ahondar en las aventuras de una estrella de la música— se permite una búsqueda más introspectivas. Por algo se llama Pararte y dar pelea. Allí, Sartorio se mira en el espejo para desplegar el increíble relato de una vida marcada a fuego por las situaciones límites.
Con ustedes, un impactante manual de resiliencia que no dejará a nadie, pero a nadie, indiferente.
—¿Te costó escribir tu primer libro?
—No, no me costó recordar. Hubo momento que sí, quizás me emocionaban porque no son los que querés recordar sino evitar porque fueron momentos difíciles. Pero no me costó, la verdad que no.
—Hay una anécdota muy buena que contás: la de los Ratones Paranoicos.
—Sí. Habrá sido en el año 2000. Fui a verlos para mostrarles mi demo. Y me dijeron: "Espera acá, después del show, que lo vamos a escuchar con Juanse". Y me quedé ahí hasta que pasó una señora que ya estaba limpiando. Era en Cemento. "Mirá, no quedó nadie", me dijo.
—Y hoy, que Juanse es un colega y estás a la par suya, ¿qué te genera?
—Y… es fuerte, ¿viste? Se lo dije el día que vino a comer a casa, cuando bajó del auto: fue la misma sensación que cuando lo veía subir a un escenario. Sé que es raro porque ahora comparto un montón de momentos con gente a la que antes miraba como público. Y yo les digo a ellos que siempre fueron mis ídolos.
—La Beriso fue creciendo de manera muy progresiva.
—Es que no cambiamos nada. Esa es quizás una frase típica de mucha gente que ha cambiado, pero realmente créeme que no cambiamos en nada: seguimos caminando por el barrio, visitando a los amigos de toda la vida, no tenemos los "amigos del campeón". Y eso es lo mejor que te puede pasar: no tenerlos. Soy bastante arisco, entonces, no se me acercan tanto. Prefiero seguir con mis amigos de toda la vida.
-En el libro decís: "Ha sido un sacrificio enorme llegar a donde estamos, personalmente me cuesta mucho esfuerzo plantearme la idea de volver a empezar".
—Uff… Sí, bueno, porque fue tanto el sacrificio que si tuviera que volver a empezar, no lo haría. Fue terrible.
—¿Cómo eran esos días?
—Cuando arrancamos con la banda empezamos a trabajar para el proyecto. Hicimos 10 años San Bernardo; le decíamos "El Gallinero" al lugar donde paraba la banda: eran varias casas, y a una entrabas por el baño. Pero después pasaron un montón de cosas, como la gira de 2007. Dos días antes se murió mi hermana Marcela. Falleció el 15, el 16 hicimos el entierro y el 17 me fui de gira, con ataques de pánico, con pastillas de por medio.
—¿Fuiste a tocar para olvidarte?
—No para olvidarme, porque los proyectos te sacan adelante, ¿entendés? Lo peor que podés hacer es quedarte a llorar. Yo lloré mucho pero también quería el proyecto. Ese es el artista también, lo que saca de adentro en momentos duros. Y bueno, me fui.
—¿Lo de tu hermana fue de un día para el otro?
—Lo de Marcela duró poco, cuatro, cinco meses. Lo de Mariana (otra de sus hermanas fallecida) duró 12, 13 años. Pero bueno, esa enfermedad, dure lo que dure el último tiempo, lo que cuenta es que son los últimos dos meses, ponele…
—¿Y ahí cómo hacías? ¿Estabas siempre con tu familia? ¿Cómo te manejabas?
—Con Mariana, que mi hermana la del medio, nos llevábamos como amigos más que hermanos, compartíamos absolutamente todo. Y yo la llevaba a hacerse rayos porque había quedado con medio cuerpo paralizado. Entonces hay que llevarla en ambulancia, en camilla, y yo creía que me volvía loco porque le apoyaba la mano y le fracturaba la muñeca. Ya no sabía qué hacer…
—¿Rezabas? ¿Hacías terapia?
—Me he quedado dormido rezando, porque era no querer terminar nunca de rezar, como si cuanto más rezara llegaría al camino que a ella la salvara.
—¿Y tus papás?
—Cuando falleció Mariana en noviembre de 2004 al poco tiempo Marcela empezó con dolores y me mandaron a mí a buscar el estudio. Cuando lo abro, digo: "No, no te puedo creer…". Encima yo se lo tenía que decir a mi viejo. Otra bomba, si hacia un año que había fallecido Mariana… Muy poco. Me senté en el piso, donde estaba mi viejo, y le conté. Fue durísimo. Y te enojás . Hasta me pasaba que veía gente mayor en la calle y decía: "¿Cómo no están muertos, si ya tienen 80 años?". Porque mis hermanas, con 30 y pico de años… Después lo comprendés; de hecho, hoy mis viejos tienen 80, ponele.
—En ese momento, ¿qué te salvaba? ¿Cuál era tu motor para levantarte y salir adelante?
—La familia, mis amigos, la banda: era todo el tiempo no tapar el problema. La angustia, porque nunca traté de taparlo, pero sí armarme de algo para tratar de estar bien. Me acuerdo que me hacía muy bien estar en mi casa solo, pero en mi casa. Me hacía muy mal ir a la casa de mis viejos; de hecho, hoy me hace mal ir a la casa de mis viejos.
—¿Por qué?
—Porque las dos estuvieron ahí en sus últimos momentos. Está lleno de fotos de ellas, es un santuario.
—Y tu rol también es sostener, me imagino…
—Sí, claro. Porque quedé como único hijo y es fuerte, sí, es duro, es pesado, es re pesado. Pero bueno, son tus viejos, tenés que estar ahí.
—¿En las canciones descargabas todas estas emociones?
—Lo que me pasaba es que yo empezaba a contar mi historia y veía cómo a la gente le impactaba, cómo se le caían las lagrimas. Entonces, éramos un montón que pasamos por un dolor grande. Compartir lo que a mí me pasó y que el otro te diga: "Gracias, a mí me pasó lo mismo en una canción que vos me la escribiste para mí…".
—¿Y estabas atento a tus dolores, pensando que podía pasarte algo a vos?
—Estuve mucho tiempo encontrándome un cáncer, todo el tiempo, en mi cuerpo. Eso es horrible. Y aparte tenía ese dolor por meses. Hasta que iba al médico porque ya no daba más y me decía: "No tenés nada". "Pero si a mí me duele…". "No tenés nada, flaco". Esa parte fue dura, muy dura.
—¿Cuánto tiempo duró?
—Un par de años.
—Y me imagino también la preocupación que todo eso generaba a tu alrededor.
—Sí… Es una angustia. Iba todos los jueves a las 8 de la mañana al cementerio: abría y estaba yo con una flor, ponía música que le gustaba a mis hermanas. Después empezás a comprender un par de cosas. Y llega el momento que decís: "Bueno, loco, yo quiero vivir, basta". Y hacés un corte. Tengo dos hijos, yo no me puedo morir, ni me quiero morir. Entonces traté de alejarme psicológicamente. No es que no iba, porque a mi casa iba siempre, sino que sufro de ansiedad. Entonces llamaba cada media hora para ver cómo estaba, y mi vieja me decía: "Hace media hora que llamaste, no va a cambiar nada. ¿Qué querés que te diga?". No sé… Sí, fue terrible.
—En el libro contás cuando tu papá tuvo un problema en los riñones.
—Sí, es duro, pero le pasa a un montón de gente. Tampoco es decir que solo a mí, ¿no? Ahora que mis viejos están grandes, estamos solos. El otro día me llama mi vieja a las 3 de la mañana porque mi viejo se había caído y no se podía levantar. Bajo a buscar la camioneta y me acuerdo que no la tenía porque la había dejado en el service. Y empecé a correr a las tres y media de la mañana.
—¿Dónde vive?
—A seis cuadras de mi casa, en un barrio que a esa hora puede pasar cualquier cosa. De hecho mi vieja cuando me vio venir me cerró la puerta. Claro, qué se iba a imaginar que iba a ir corriendo. Cuando llego estaba mi viejo tirado en el piso, la cabeza abierta. Pero bueno, son momentos que nos pasan a todos cuando los padres son grandes. Lo que pasa es que cuando son un par de hermanos, se irán turnando. Ya está, no me quejo, ¿qué voy a hacer? Es así.
—¿Es un poco tu lema?
—No siempre. La pasé muy mal, lo sufrí un montón, mucho tiempo con pastillas. Sigo con pastillas.
—¿Para dormir?
—No para dormir. Ahora con un antidepresivo. No lo quiero dejar por el hecho de que estoy bien. Entonces, ¿para qué lo voy a dejar, para qué arriesgar? Pero ahora estoy bien.
—¿Tus hijos son de ir a verte?
—Joaquín y Lola son de un perfil muy bajo, no dicen quién es su papá, vienen poco a verme. Eso está bueno: que no la canchereen.
—Una vez dijsite que el artista es el que se arruina su propia carrera.
—Hay gente muy talentosa que por ahí sale al escenario y se cree Superman. Y ahí es donde tropezaste y te diste, derrumbaste todo, porque sos capaz de decir algo que le puede molestar a mucha gente.
—¿Te pasó?
—Sí, me pasó.
—¿Y te arrepentiste?
—Sí, claro. Una sola vez me pasó, dije algo que realmente… "¡¿Qué dije?!". Lo que pasa es que realmente no podés decir lo que vos pensás, no podés.
—¿Por miedo a la crítica?
—No es miedo: te matan.
—¿Y qué te dicen tus papás cuando ven el éxito que lograste?
—Cuando toqué en el Luna Park, que dije: "¡Chau, este lugar fue lo más!", después del show había como un saloncito en el que recibís a tus parientes. Voy a saludar a mi vieja y veo que tiene una cara de enojada… "¿No te gustó?", le digo. "No invitaste a tu tía", me dice. "¡¿Qué?!". En vez de decirme: "Estuvo buenísimo", su hijo tocó en el Luna Park, me dice que no invité a mi tía…
—¿Te gustaría que te lo demuestren más?
—Sí, me hubiese gustado que demuestren más. Me acuerdo que iba al psicólogo y en un momento me decía: "Permitite llorar delante de alguien". Me pasó en el Luna Park cuando estaba cantando "Canción para mamá y para papá", y en ese momento veo a mis viejos en la platea y dije: "¡Qué dolor deben de sentir", y me quebré, no pude cantar más. Y toda la gente cantó la mitad de la canción porque yo no podía, no había manera. No, no, terrible…
"Canción para mamá y para papá", La Beriso (Video: YouTube)
—¿Ahí fue la primera vez que lloraste ante el público?
—Sí. Porque a veces te emocionás, girás, das la espalda y ya está, pero esa vez fue insostenible. También me pasó en el Estadio Único (de La Plata). Una semana antes se había muerto un amigo que todos queríamos mucho, y cuando me di vuelta lo habían puesto en la pantalla. Y no pude seguir cantando… Son momentos que no manejás.
La Beriso está celebrando sus dos décadas de historia con un show para vibrar junto a sus fans este sábado, en el estadio de Vélez.