"Soy muy agraciada de poder elegir lo que quiero hacer", le dice Juana Viale a Teleshow, a días del estreno de Camino Sinuoso.
En la opera prima de Juan Pablo Kolodziej, la actriz interpreta a Mia Siero, una ex atleta olímpica expulsada de una competencia internacional por consumo de drogas no permitidas, que se alejó de su pueblo y su familia para llevar una vida anestesiada, envuelta en una relación violenta. Como consecuencia del grave estado de salud de su padre, Mia debe regresar a su ciudad natal y enfrentar su pasado: "Mía vuelve a resolver todo eso que había dejado aplazado por el dolor que le había generado su frustración, su proyecto de vida. Siento que es una luchadora", define su protagonista.
Juana se identifica con esa cualidad. Nació famosa y sufrió esa exposición, pero aprendió a lidiar con ella para terminar jugando en esta industria con sus propias reglas. "La vida no es fácil para nadie aunque siempre parezca que para algunos el sol brille más, es igual para todos. Tener los pies sobre la tierra no es fácil. Luchar o querer mantener un estilo de vida dentro de los cánones más normales posibles, tampoco es fácil. Que tus hijos te vean con los pies en la tierra o transmitirles a ellos un montón de valores que para mí son importantes, no es fácil".
¿Cuál fue la clave para mantenerse en eje? Los afectos. "Tengo una familia re linda, de madre, padre, hermanos, amigos, hijos. Mi entorno es re saludable. Eso ayuda un montón. Me gusta mucho la naturaleza, que creo que es lo más simple y lo más complejo que tenemos. Me gusta cuidarla. Me parece parte de tener los pies en la tierra", advierte.
—Una vez me dijiste que la felicidad para vos era directamente proporcional al tiempo que pasabas descalza.
—Sí, es así. En casa es un poco contagioso. El hecho de llegar a mi casa y que todos tengan ese hábito de sacarse los zapatos… Mis amigas vienen a comer o mis hermanos, no todos pero casi todos, llegan y se ponen en patas.
—Poder correrse un poco de las luces a pesar de ser parte de una familia muy expuesta.
—Sí, yo lo tomo como un trabajo. No soy maquillaje, vestidos y todo eso, todo el día. Al contrario: cualquiera se tiene que poner el uniforme para ir a trabajar, y yo también lo tengo que usar. La ventaja es que puedo ir a trabajar en pijama y después me tengo que poner otra ropa (risas).
—¿Cómo te preparás para la crítica cuando viene un estreno?
—Estoy muy satisfecha con todo el proceso de realización de la película. Camino sinuoso es una película que está muy bien. Es muy difícil poder satisfacer a todo el mundo, y tampoco es mi interés. Mi interés es hacer lo mejor que puedo, respetar al compañero, recibir la indicación de mi director, siempre buscar desafíos. Pero no puedo satisfacer el placer y el gusto de todos los seres humanos. Lo que pasó en esta película en Puerto Madryn cuando la presentamos, y nos quedamos charlando con todo el público que la había ido a ver, me llena mucho más que la crítica gratuita dañina porque soy yo, y que con eso ya está.
—¿Sentís que se ensañan porque sos vos?
—Sí, sí, claramente. No me interesa ni discutirlo, ni quién tiene razón.
—En la película, para disponer de un cierto dinero Mia se lo tiene que pedir al marido. ¿Te pasó alguna vez tener que pedirle a otro?
—Sí, mil veces. Si no tengo, no tengo; si tengo, tengo. Si tengo, te puedo prestar también… (risas).
—¿Cómo sos administrando el dinero?
—Pésima, un horror. Un desastre. No soy gastadora, pero tengo un montón de hijos (risas). Y siempre que puedo les doy todo.
—¿Te gusta consentirlos?
—No tienen nada del otro mundo. Hablo de consentirlos con su formación de ser, de actividades físicas, del deporte. Siempre que puedo viajar lo hago, y me cuesta viajar, no es fácil, pero me parece que estar en contacto con la naturaleza…
—En el imaginario colectivo tenés la vida resuelta.
—Sí… que se presenten de a uno (risas). Quiero saber qué es la vida resuelta. ¿Pero por qué?
—Primero, partiendo de la fantasía de que, para quien trabaja en televisión y en cine, la fama y el dinero van de la mano. Segundo, sos parte de una familia…
—Habría que preguntarle a Van Gogh, Janis Joplin, a cuántos, ¿en qué estado terminaron?
—¿Tenés que trabajar más allá de que te gusta lo que hacés?
—Sí. Es una necesidad. Yo soy muy agraciada de poder elegir lo que quiero hacer. Y a veces también tengo que hacer cosas dentro de mi trabajo que no es lo que más me gusta, ni lo que más me agrada, pero lo hago. Y lo hago feliz, y mi entrega es completa. Soy muy agradecida de mi trabajo, y con la gente que trabajo.
—Hace un ratito hablabas de la familia. Tu mamá, Marcela Tinayre, dio una nota hace poco en la revista Pronto en la que dijo: "Mamá priorizó el trabajo, yo a mis hijos". ¿Lo sentiste así?
—Mi mamá tuvo otro trabajo no tan expuesto, pero trabajó siempre, no solamente en televisión y radio. Trabajó en una empresa internacional, entonces tenía que ausentarse un montón. Pero siempre estuvo presente. Y mi papá también. Mis viejos se separaron cuando yo tenía cuatro años, y desde que tengo uso de razón toda mi familia trabajó. Mi papá es el discursivo del trabajo, y de que cuando era chico no tenía plata para ir al cine y por qué tenía que trabajar; siempre el esfuerzo. Pero supongo que para mi abuela (Mirtha Legrand), en ese entonces, lo que era ser una artista era muy distinto a lo que nosotros como la la percepción que tenemos hoy en día como artistas. Mi abuela tiene 90 y pico de años y sigue trabajando sacrificadamente por su elección de vida, que es su todo, su trabajo.
—¿Te gusta ir al programa?
—¿Cómo invitada? Me da muchos nervios. Viste que sentarse a la mesa de Mirta es para todos el mismo pánico: que te quede algo en el diente, que te estés por meter el bocado y te pregunte, que te haga la pregunta incómoda… (risas).
—¿A vos también te hace la pregunta incómoda?
—Si, o el comentario incómodo. O me pide que le dé la mano en la mesa cuando estoy de invitada. Es raro. Igual uno también se acostumbra a eso, a que tu abuela trabaje en la televisión.
—Un punto en el que te diferenciaste tiene que ver con este momento de las mujeres. En una charla, tu mamá me dijo que no le gusta el feminismo: le parece que es un fundamentalismo. Y tenemos clara la posición de Mirta en cuanto al aborto.
—Son generaciones, son maneras de criarse. Yo tampoco soy feminista. Yo no creo en el feminismo como bandera, y tampoco en la igualdad del hombre y la mujer porque somos distintos. Nosotras somos distintas a los hombres. Sí considero que la mujer ha tomado, y con mucho orgullo lo digo, otro lugar. Dejó de estar en el lugar donde le dijeron que tenía que estar. Me parece de mucho valor y mucha honra que la mujer quiera estar donde quiera ser. Pero no tenemos que estar todas iguales: no somos una masa, no somos un rebaño. El aborto legal, seguro y gratuito es una necesidad como mujer. Yo, Juana Viale, lo digo, porque si el aborto es ilegal las mujeres no vamos a dejar de abortar por eso.
—¿Lo hablaste con tu abuela en algún momento?
—Sí, con mi abuela hablo todo, y se lo digo. Ella tiene su posición, la respeto y la entiendo. Para ella el embarazo es algo que tiene que ser. Y por ahí la mujer de hoy en día no, porque tiene otras prioridades, porque no quiso, porque hay maneras y formas.
—¿En qué momento no te soportás a vos misma?
—Ay, cuando me estoy por indisponer (risas).
—¿Por dónde te pega?
—Por la inseguridad. Porque digo que sí, después me arrepiento, y quiero decir que no. Porque está todo bien, y al instante está todo mal.
—Yo sé que tu tema favorito, y que me querés contar, es si estás de novia o si estás enamorada.
—Es a lo que vine (risas). Estoy muy bien.
—Estamos hablando mucho de parejas abiertas y poliamor. ¿Qué mirada tenés del asunto?
—Yo, Juana, no podría amar a muchas personas al mismo tiempo. No podría. Como pareja, una pareja; me encanta mi pareja y me gustaría tener un compañero con el que caminemos juntos y que la vida se desarrolle.
—¿Pero puede haber amor en casa y sexo afuera?
—A esta altura de mi vida, no. Si estoy en pareja, tengo ganas de estar con alguien. Y si no estoy en pareja, puedo estar con todas las personas que tenga ganas de estar.
—¿Vas a hacer temporada de teatro?
—Viene teatro, ahora Mar del Plata. 26 de diciembre ya nos vamos para allá. Me voy a hacer dos obras, ambas las dirige Luciano Cáceres: El ardor y 40 días y 40 noches.
—¿Sos difícil para negociar con los productores?
—No, soy re fácil.
—¿En qué sí te permitís una cuota de divismo?
—No es divismo pero mis hijos son mi prioridad. Si no puedo trabajar con ciertas condiciones, como empezar a después de las 9:30 de la mañana porque tengo que llevar a mis hijos al colegio, no puedo hacer el trabajo. Son mis prioridades. Nunca jamás pediría…
—Sushi en el camarín todas las noches, no.
—No, no, ni mucho menos. Yo estaba pensando otra cosa más básica (risas). Pero no, no tengo divismos para nada. Para eso, está mi abuela (risas).
—Vienen dos obras, sé que el teatro es algo que vos disfrutás mucho y hablábamos de la fortuna de trabajar en lo que a uno le gusta. ¿Cómo vivís todo lo que está pasando en la Argentina?
—Creo que es un gran caos, es como el caos mismo. Es la expansión al lío. Es necesario atravesarlo. En algún momento la olla iba a explotar. Falta que pasen cosas, que todavía sucedan, lamentablemente.
—¿Creés que se va a complicar más?
—Sí. Pero también entiendo que la Argentina, como país y como sociedad, siempre ha vivido el efecto del calor y el frío en la madera: nos hinchamos, nos achicamos. Siempre tenemos esto medio ave fénix, este pueblo que siempre tolera, siempre sale adelante. Está complicada la cosa y se ve en la calle y la falta de trabajo, los recortes, la Salud, la Educación; está en todos lados.
—Ámbar ya tiene 15 años. ¿Sos muy cuida con ella?
—No. Tengo una re relación con ella: le hablo mucho, tenemos muy buen diálogo, nos gusta mucho estar juntas, hacemos mucho programas. Soy bastante pesada en ciertas cosas cuando sale, medio TOC: "Ya sé mamá, ya me lo dijiste", "Pero no puedo no decírtelo". Yo no le prohíbo, todo lo contrario, yo la incentivo a que salga porque a veces: "Bueno, dale gorda". Sale conmigo al teatro, vamos a la cancha, vamos a escuchar música…
—Pero como mamá de adolescente, ¿tenés miedo al alcohol, las drogas y demás?
—No le tengo miedo a mi hija, sino al otro. La otra vez había una fiesta, que al final no era una fiesta, era un cumpleaños, pero terminaba siendo en un boliche. Yo dije: "No tengo ningún problema pero no me gusta que vayas a un boliche". Hay gente grande, no tengo ese control y me genera pánico. Y me lo entiende. No es una discusión terrible.
—Vos a su edad, ¿hubieses entendido o eras más brava?
—No, yo era bravísima. Pero no le iba a decir a mi mamá todo lo que mi hija me dice porque no tenía esta cosa de diálogo: mi mamá trabajaba, mi papá estaba separado, un horror.
—Vos, directamente ibas.
—Mi primera experiencia… Mirá lo que voy a contar. Cuando salí a comer con un chico por primera vez como adolescente, mi madre estaba de viaje y mi padre estaba en Buenos Aires, y me permitió salir, ponele, hasta las 12 de la noche. Yo tenía que volver a mi casa donde mi madre no estaba, mi papá me dijo: "Bueno, a las 12". Mi papá ni idea: si le dije a las 12, a las dos de la mañana, es lo mismo. Yo estaba en la puerta de mi casa con este chico charlando y de repente tocan la ventana del auto y era mi papá. Un quemo. Me hizo bajar del auto e irme.
—Él te había dicho hasta las 12…
—Obviamente, nunca más hablé con ese chico.
—¿Qué edad tenías?
—No me acuerdo, pero ponele que tenía 15, 16.
—Y te habías pasado de la hora que te habían dado permiso. Bueno, bien papá.
—Re vigila.
—Vos eras brava.
—Pero yo a mi hija no le pongo límites de horarios. Y re funciona.
—¿Estás segura que de no me querés contar de tu noviazgo, antes de irte?
—Yo no dije que tenía un novio (risas).
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