Griselda Siciliani y el conejo, en la escena de la discordia (Video: "Morir de amor", Telefe)
El conejo cuelga de sus patas trasera en el centro de la cocina. Luego de cierta insistencia de su ex marido ("Dale vos, que sos guachita…", le dice), Helena Karsten acepta realizar la tarea. Se acomoda su larga cabellera, echa al hombre de su lado y, tras suspirar, da tres fuertes tirones hasta desprender la piel del animal.
Así es la escena protagonizada por Griselda Sicialini en Morir de amor que, apenas fue exhibida este miércoles por la pantalla de Telefe, provocó un enorme repudio en las redes sociales: el conejo en cuestión era real, y no un muñeco.
Por varios días la actriz mantuvo el silencio. Pero ante el eco de una polémica que parece no silenciarse, se manifestó desde su cuenta de Twitter. "La ficción es eso, ficción… Es pura ilusión… Nuestra tarea es hacer que crean que eso que sucede es real…", escribió Griselda, y tras reconocer el trabajo de la producción por "lograr que la magia ocurra", agregó: "Gracias a nuestros espectadores por jugar el juego con nosotros".
Lejos de acerca sus disculpas a quienes se sintieron afectados por la imagen, en un tuit posterior la ex protagonista del musical Sugar respaldó de manera tácita la manera en la cual se resolvió la escena. "Un honor y un placer ser parte de la incorreción de la tele…", dijo Siciliani, arrobando en su mensaje a la productora Anahí Berneri, pieza fundamental de la novela dirigida por Quique Estevanez.
Antes del estreno de la ficción, Griselda había advertido —en un reportaje con la revista Gente— que las grabaciones de Morir de amor contaban con un gran realismo, que llegó a afectarla anímicamente. En el reportaje incluso llegó a anticipar la problemática escena.
"Después de algunas jornadas, entraba a casa con un nudo en el estómago, preguntándome: '¿Por qué estoy tan triste?'. Y es que el físico, las emociones, la cabeza misma, transitan esos sitios de dolor. Por ahí había pasado horas grabando mi punción en un quirófano, entre sangre, gritos, enfermeras y pacientes reales deambulando por los pasillos. ¡O pelando un conejo real!", hacía declarado Siciliani.
De nada sirvieron sus palabras. La polémica sucedió igual.
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