Se la conoce como una de las caras mas bonitas de Argentina. Su nombre resuena hace mucho tiempo en el medio, ya que comenzó su carrera a los 10 años. Si bien su nombre completo es Eva Carolina Quattrocci, es mas conocida como Eva de Dominici.
Hoy se encuentra presentando un proyecto muy desafiante para su carrera profesional: Sangre blanca, un thriller dirigido y escrito por Bárbara Sarasola. La pelicula cuenta la historia de una hija y un padre distanciados en medio de una situación peligrosa relacionada con el pasaje de drogas a través de la frontera. Eva De Dominici es una joven que llega junto a un muchacho a Bolivia. Pero él se siente mal y en la habitación de un hotel, fallece. De a poco se va comprendiendo lo que sucedió: ambos fueron convencidos para pasar droga dentro de sus cuerpos de un país a otro y una de esas cápsulas reventó en el cuerpo del muchacho. De repente la chica se queda sola, en un lugar que no conoce y con la amenaza de lo peor por parte de quienes manejan el negocio.
—¿De que se trata Sangre blanca?
—Es un thriller sobre una chica que está en una situación de mucha desesperación porque tomó una mala decisión. Jugó un juego que le queda muy grande y entonces no sabe a quién recurrir. Tiene que llamar a la persona menos pensada, que es su padre, el padre que la abandonó y que niega su existencia; ese personaje lo interpreta Alejandro Awada. Y mi personaje es una chica que está viajando por Bolivia como mochilera, un poco errática, no tiene mucho rumbo. Con su acompañante de viaje deciden hacer plata rápida: terminan cruzando la frontera hacia Argentina como mulas, con cápsulas de cocaína adentro.
—¿Cómo te llegó el guión?
—Los guiones siempre me llegan a través de mi representante. Y me enteré que la directora me había visto en otra película, Sangre en la boca, y en la serie de Canal 13 La fragilidad de los cuerpos. Y me pensó para el personaje. Nos juntamos; me contó un poco más de la historia, que iba a estar Alejandro Awada. Cuando leí el guión me pareció muy fuerte, muy sólido, y dije: "¡Vamos adelante!". Además me gustaba mucho grabar en el norte argentino y en esa frontera.
—¿Cómo te preparaste para interpretar al personaje?
—Siempre hablo con los directores cuando estoy por filmar porque yo creo que una película es la joyita del director, su tesoro. Y trato de ver a través de sus ojos y entender qué es lo que quieren contar; respetar eso y hacerlo lo mejor posible. Hablamos mucho con la directora. Es muy fuerte, pensá que una mula, o sea una persona, puede llevar en el caso de un hombre hasta casi un kilo y medio de cocaína en su cuerpo, y una mujer, se estima que un kilo. En un intestino pueden entrar hasta 120 cápsulas. Y entender que yo estaba interpretando a un personaje que hace eso. En este caso, es una chica normal en una situación extraordinaria: ella no pertenece al mundo del narcotráfico, de repente cruza la frontera y su acompañante se empieza a sentir mal, terminan en un hotel de frontera, tiene convulsiones y se muere, y ella se queda con ese problema. O sea, se queda sola, con un cuerpo al lado sola, completamente desamparada y con la amenaza de los narcos, porque tiene que entregar toda la droga, no solo lo que tiene adentro de ella sino también el cargamento de cocaína que quedó en el cadáver.
TRAILER
—Empezaste desde muy chica. ¿Siempre supiste que querías ser actriz?
—Sí. La culpable fue Cris Morena porque yo era muy fanática de Chiquititas, y me acuerdo que mis papás siempre me llevaban a ver la obra de teatro, pero yo no estaba contenta con estar sentada en la butaca: yo tenía ganas de estar arriba. Incluso un día como que corrí al escenario, subí, y me bajaron obviamente. Yo no entendía por qué me bajaban: "Yo tengo que estar acá arriba", decía. Mis papás nunca tuvieron nada que ver con el medio artístico, y lo veían como algo imposible, muy lejano.
—¿Tenían miedo?
—Sí, tenían mucho miedo, claro que tenían miedo. Mi mamá soñaba con que yo fuera odontóloga como ella; no le salió ni parecido. Pero sí, hay un miedo al medio artístico, sobre todo si no tenés nada que ver, si no perteneces a eso. Y decís: "¿Cómo voy a ayudar a esta nena a lograr su sueño?". Porque yo entendí después que quería ser actriz: al principio lo que quería era estar en Chiquititas, porque eso fue lo que me llevó a actuar.
—Y una vez que estuviste en el escenario, ¿era lo que imaginabas?
—Fue mi primer sueño cumplido, algo que será muy difícil de igualar: la sensación que tenés… Yo tenía 10 años cuando vi un casting en la tele para un proyecto de Cris Morena que no se sabía bien qué era. Como yo era fanática de ella, me presenté, obviamente. Quedé entre 24 chicos para un taller que se hacía todos los días durante seis meses donde nos daban clases de actuación, canto y baile. Me acuerdo de ir todos los días en el colectivo con mi mamá, salía del colegio y entraba a las 2 de la tarde al taller. Comía en el colectivo. Mi mamá me tenía todo preparado, y eso es algo que valoro muchísimo porque tuve mucho acompañamiento. Me acuerdo de mi mamá diciéndome: "Eva, toma esto como una gran oportunidad que te da la vida pero no vas a quedar, porque es lo primero que hacés. Tomalo con mucha tranquilidad, pensá que antes tuviste que pagar por clases de teatro, de canto y de baile, y hoy en día lo estás teniendo gratis". No quería que me ilusione. De 24 chicos pasamos a ser 12, y de repente 10, después ocho, es una selección… Es hermoso.
—¿Superó las expectativas?
—Sí, sí, sí. Después aprendí a relajarme. En ese momento si llegaba 10 minutos tarde y me ponía a llorar porque para mí era lo mejor que me había pasado en la vida, y lo valoraba tanto que era como me estresaba un poco. Siempre fui muy trabajadora, tuve como esa personalidad.
—¿Eso lo aprendiste en tu casa?
—Sí, en mi familia me enseñaron a valorar el trabajo. Pero también Cris te enseñaba a valorarlo. Soy súper responsable con mi trabajo y entiendo que no es chiste, que hay de verdad un montón de personas para hacer lo mismo; vos llegás tarde y arruinaste la jornada completa. Y eso sí me lo enseñó Cris. Muchas veces algunos productores me dijeron: "Qué loco, todos los que vienen de Cris son súper responsables y son como una maquinita".
—¿Te considerás una persona talentosa?
—Sí. El talento tiene demasiada buena fama y yo no sé si es el talento: es más la perseverancia y el trabajo. Porque, ¿cuántos actores mejoraron un montón? Tiene que ver con el oficio porque uno aprende mucho trabajando, y también con las ganas de aprender. Vos decís: "Quiero estar involucrada en otro tipo de proyectos que tal vez me requieran un poco más de esfuerzo"; y bueno, lo tenés que hacer y tenés que trabajar en eso. De eso se trata crecer. Yo por ejemplo, veo a los actores de mi camada, lo veo a Peter Lanzani, Gasti Sofritti, Cande Vetrano, bueno, Lali (Espósito), por supuesto; entre otros que no me quiero olvidar. Pero los veo…
—¿Te da miedo el fracaso?
—No. Nunca le tuve miedo porque sé cómo es esto, y trato de aprovechar los lindos momentos. Y lo que yo hago con mi trabajo es lo que hago en mi vida, cuando tengo buenos momentos familiares, personales, trato de aprovecharlos al máximo porque después hay momentos en la vida en que la suerte por ahí no te acompaña tanto. Y cuando a mí me pasan cosas lindas, llamalo éxito, llamalo… no sé, un momento bueno profesional, lo primero que quiero hacer es marcar el teléfono y llamar a la gente que yo quiero para contárselo. Lo mismo que te pasa cuando tenés un momento malo. Ahí entendés que lo más importante es tu gente, es tu familia, los que vos considerás familia.
—¿Sos exigente con vos misma?
—Sí, soy exigente, pero también me permito equivocarme. No es que me veo y encuentro un error y me machaco. No. Digo: "Bueno, está este error, tenés que cambiar, bueno, cambialo, trabajemos para cambiarlo".
—¿Cómo te llevás con las críticas?
—Siempre trato de frenarlo un poco cuando veo algo en las redes. Bueno, solo uso Instagram. Además, creo que estamos entendiendo que ser canchero ya no es pegarle al otro por algo físico. Sí, me pone un poco triste, sobre todo porque uno no toma conciencia de que está por mandar un mensaje a través de un teléfono, y no sabe quién está del otro lado, y por ahí hay gente que está pasando por una depresión, está teniendo problemas alimenticios o lo que sea, y vos atacas así. El bullying ha hecho mucho daño. Es duro este mundo como para que lo hagamos más duro nosotros. Y últimamente tomé mucha conciencia de, por ejemplo, la cantidad de seguidores que tengo en Instagram y digo: "Bueno, mierda, hay gente que está prestándole atención a lo que yo hago, entonces tengo que empezar a ser más consciente". Y estoy en una disyuntiva: no sé si es una responsabilidad o es una oportunidad de dar un mensaje, porque soy una persona normal, común y corriente, que se puede equivocar y que no se siente ejemplo de nada. Pero bueno, tal vez si hay algo positivo me tengo que sumar.
—¿Qué mensaje diste este año?
—El aborto legal, seguro y gratuito. Hay un movimiento que es súper positivo. Hablo de esto y me emociono porque lo que aprendí este año es maravilloso. Digo, la mujer está pasando por un momento hermoso y podemos tener peleas, pensar diferente en un montón de cosas, equivocarnos, pero estamos aprendiendo un montón, redescubriendo nuestro lugar en la sociedad. Nos criamos en una sociedad súper machista. Mi familia es súper machista: Cuatrocci de Dominici, súper italianos, ¿entendés? Y no son gente mala, son gente que me enseñó los mejores valores que me pudieron enseñar, como el valor del trabajo, la familia. Estamos ahí pegados, uno para el otro. Pero de repente hay un montón de valores que son súper machistas, y que ellos te lo enseñaron con el mayor amor que pudieron tener, pero uno hoy puede aprender otras cosas.
—¿Por ejemplo?
—El lugar que ocupa la mujer y el lugar que ocupa el hombre. Fui criada pensando así, pensé que la mujer tenía que ocupar un lugar y que el hombre tenía que ocupar otro. Y que era así, por imposición. Y no es así. Entonces digo: "Okey, tal vez me pueda llegar a replantear algunas cosas". Uno hasta puede reeducar a sus padres, le puede decir: "No, papá, lo que te enseñaron tal vez no era tan así". Hay que tener paciencia y entender que vivimos en un mundo machista. Pero todo está cambiando.
—¿Lo notás en el trabajo?
—A mí me respetaron muchísimo en mi trabajo, siempre. Nunca sentí algo así como que me haya puesto incómoda, no sé, grabando una tira o lo que sea. Pero sí a veces los técnicos, que los amo, hacen comentarios. Tal vez a veces no entienden que nosotras nos sentimos un poco incómodas con esa cosa… Entraste y todos están haciendo un chiste que a lo mejor a vos no te causa gracia. Tampoco me quiero poner moralista, pero creo que esos chistes ya van a dejar de causar gracia. Nosotras también dejemos de reírnos de esas cosas. No quiero dar ningún nombre, pero me pasa que veo un programa que le iba súper bien, que lo pasan año tras año, y lo veo hoy y me acuerdo cómo me reía en ese momento y digo: "¡Guau!, yo me reía de esto, me parecía súper gracioso, y ahora no me parece gracioso…".
—¿Tuviste que demostrar más por ser linda?
—Yo uso mucho la sensualidad. Hago un montón de campañas de ropa y juego a ser sensual en producciones que hago. No sé si está bien la palabra, pero yo soy súper femenina, me gusta mucho arreglarme y soy súper coqueta; más coqueta, vamos a decir la palabra, ¿no? Me gusta verme bien, me hace sentir bien. Estoy para hacer una foto y busco 800 poses para salir lo más linda posible, y eso me gusta. Y creo que en la carrera eso te ayuda, puede ser un puente: la juventud, la belleza, como lo quieras llamar. En la sociedad, la juventud está como sinónimo de belleza también, y creo que incluso las marcas deberían empezar a cambiar un poquito eso: quiero ver a mujeres de más de 50 en campañas de ropa. Veo una mujer ya con las marcas de la vida, con las arrugas, y encuentro belleza ahí también. Pero bueno, entiendo el lugar que ocupo, no soy boluda, pero para ser actriz, para poder generar sensaciones en un espectador…
—Eso no alcanza.
—No, no, claro que no. Porque vos podés ver a la modelo más llamativa del mundo y es una cosa de locos, la ves en una campaña y decís: "¡Oh, me muero, qué belleza", y la ponés adelante de una cámara no te genera absolutamente nada. Son dos cosas diferentes.