Nacido y criado en Junín, provincia de Buenos Aires, Manuel Moretti llegó a la gran ciudad al terminar la secundaria para iniciar un camino que lo llevó a la Facultad de Bellas Artes primero y a la de Humanidades después, anotándose en Filosofía. Continuó estudiando arte dramático en la Escuela de Teatro de La Plata. Hasta que se probó en el oficio de escribir canciones.
Con el grupo Estelares alcanzó la fama. Y hoy, a los 52 años, presenta su primer libro: Demasiadas pocas cosas, el testimonio del mundo que Moretti ilumina con sus temas.
—¿Hace mucho soñabas con tu primer libro?
—Es una recopilación de canciones editadas, no editadas, poemas de diferentes épocas, escritos; incluso hay dibujos míos de la época de Bellas Artes. Sí, lo soñaba, claro, quería. Pensaba que algún día estaría bueno publicar un libro de versos, de lo que fuere, y se cristalizó gracias a la idea de Juanjo Becerra, escritor, amigo y, en este caso, editor.
—¿Él te convenció?
—No, él me lo propuso, y no tuvo más que decir: "¿Te parece si compilamos las canciones de Estelares?". "Huy, la verdad que es hermosa idea, vamos a intentarlo". Y arrancamos por eso. Después empezó a surgir otro material que yo también tenía escrito, algunas cosas más viejas, otras más nuevas, y termina rubricándose incluso con esto de los dibujos o ilustraciones.
—Claro, porque muchos no saben que estudiaste Bellas Artes.
—Cuatro años de Bellas Artes; hice dibujo y grabado. También tengo dos años de teatro, tres de estudio de armonía de música, filosofía, siempre como alineado con esta cosa que yo le llamo lenguaje sensible.
—¿Por qué el libro se llama Demasiadas pocas cosas?
—Es una frase de la canción "Mi corazón sobre todo", que siempre fue del fanático de Estelares. La grabamos en el segundo disco, en el 98, y después la grabamos de nuevo en Sistema nervioso central con Juanchi (Baleiron) y también en el vivo en el Gran Rex. Ahora se ha hecho muy popular: a la gente le gusta muchísimo porque es muy emocional. Y una parte de la letra dice: "Me quedan pocas cosas, si las enumero sabrás que son demasiadas pocas cosas".
—¿A vos te pasa lo mismo? ¿Te quedan demasiadas pocas cosas?
—La letra habla un poco de eso, de cuando estaba roto. Me quedaban cosas, demasiadas pocas. Pero me quedaban cosas. Y por eso aquí estoy.
—¿Por qué estabas roto?
—Y… Mecanismos de adicciones.
—¿Tuviste muchas?
—Sí.
—¿Cómo llegaste ahí?
—Las sustancias ajenas no son otra que una manifestación de fragilidades emocionales. Hay algunos casos, las adicciones entre comillas, porque además de ser drogas puede ser televisión, ser juego, tantísimas manifestaciones de fragilidades emocionales. Y supongo que llegué porque no podía conmigo: me quería destruir, qué sé yo. Hay tantas interpretaciones.
—¿Lo trataste en el psicólogo?
—Sí, por supuesto. Pero igual hay algunas cosas que que las canciones te devuelven, porque estás trabajando con vos. Esto no tiene que ser leído por el lado del dramatismo, sino porque me parece que, de verdad, cada cosa que vale la pena cuesta. ¿Vas a construir una relación amorosa? Bueno, hay que poner de verdad; quizás en un principio te confundas, no sepas, te pierdas, y después, cuando empezás a saber haces las cosas mejor, las cosas empiezan a tomar otro color, un color más grato digamos.
—¿Cómo te definís?
—Me gusta mucho observar. Siempre he sido medio solitario, introspectivo, algo de eso comenzó en la secundaria comienza con compartir lecturas, empezar a escuchar discos. Soy nacido en Junín, al igual que Juanjo Becerra. Y me acuerdo de empezar a leer a Hermann Hesse, Erich Fromm; leía siendo un adolescente. Después aparece la música: Charly (García), Luis (Alberto Spinetta), Miguel Abuelo, y todo empieza a tomar su curso. Mi madre es docente y dibujante, y supongo que algo de eso también me ha tocado.
—¿Observas hacia afuera o miras más tu interior?
—Miro para los dos lados, aunque también es cierto que por diferentes circunstancias que me tocaron vivir hubo momentos en los que tuve que mirarme y chequearme. Bah, supongo que todo el tiempo nos chequeamos. Pero he vivido etapas más especificas en las que presté atención bastante a qué era lo que quería, si tenía idea hacia dónde iba. Y también, por supuesto, me gusta mirar el entorno, prestar atención, conocer. Primero querés prestar atención y después te cansás un poco de vos y empezás a mirar un poco hacia afuera.
—¿Y cuáles eran estas etapas de mayor mirada introspectiva?
—A los 18 me vine a vivir a Buenos Aires y esa era una etapa un poco inestable por cuestiones personales y familiares, y algunos problemas de fragilidad emocional, espiritual y también química, algunos problemas de adicción. De alguna manera todo eso generó una necesidad de expresión.
—¿Escribir, te salvaba?
—Era mi manera de relacionarme con el afuera, empezar a escribir canciones, tener un elemento. Empecé a estudiar teatro y un montón de circunstancias donde de alguna manera también tomaba, y empezó a aparecer en mí lo que terminó siendo nuestro oficio: ser escritor de canciones.
—Ya con dos hijas, ¿hoy sos una persona más estable en tu vida?
—Hubieron épocas más difíciles… Desde hace siete años disfruto de una familia, de dos niñas, de mi mujer; disfruto, puedo decir tranquilamente, de la dicha. Soy un hombre dichoso, cuando hubieron épocas que no, todo lo contrario: era un hombre atiborrado de confusión, un universo de confusión, pero yo también creo que el amor más honesto, que es el de la búsqueda, tiene etapas de estar perdido, de no saber qué es, sobre todo cuando lo que vas a buscar, las respuestas, vienen desde vos, no desde el afuera, desde: "A ver, ¿quién soy?".
—¿Cómo lo fuiste descubriendo?
—Lo primero que aparece ahí, a los 20 años, es que empecé a tener una banda, empecé a tocar y tomaba clases. Las canciones me dieron una mano grande para empezar a saber qué era lo que quería hacer conmigo, porque lo empecé a hacer y lo más interesante es cuando uno lo lo sostiene con el tiempo. Primero tuve una banda que se llamaba Licuados corazones, después tuve otra que se llamó Peregrinos; estoy hablando de 88, 90. Y en el 95, Estelares. Así que imaginate, estamos en el 2000…
—Una vida de canciones.
—En "Melancolía" digo eso: le di mi vida a las canciones, y no me arrepiento. Y hasta que no apareció este ejercicio de amor tan cierto como el que disfruto de mi familia, era un solitario al que le costaba articular.
—¿Cual es historia de la canción "Aire"?
—Escribí esa canción porque en aquella época me dedicaba a tirar por la borda todo lo que fuese constructivo: lo que tuviese que ver con el buen trato, ejercitaba el maltrato hacia mí, me separaba de las chicas y después lamentaba quedarme solo como un perro… Por lo menos en esa canción digo que fue un registro generoso, amoroso, constructivo que tiré por la borda.
—¿Salías con muchas chicas y después las ibas dejando?
—Es difícil comunicar la vida del solitario porque no tiene una comunicación social muy entendible. A veces uno no puede con uno, y es un solitario empedernido.
—La canción dice: "No soy el tipo que parece ser…".
—Sí. Parezco ser un horrible, un narcisista que no puede salir de sí mismo. Hay algo de verdad en eso, pero en el fondo soy una mejor persona que todavía no consigo ser; dentro de algunos años lo voy a lograr.
—Estuviste mucho tiempo viviendo en casas de amigos cuando las cosas no funcionaban o no salían.
—Claro, empezamos a trabajar el tercer disco con Juanchi Baleiron, y en esa etapa, entre 2000 y 2003, yo vivía entre La Plata, Buenos Aires, City Bell, Junín, por favores de amigos y familiares.
—¿Y cómo te cambió eso?
—Lo primero que ocurrió, me salvó la carrera: pude comer de mis canciones. Algo en mí decía: "Bueno, hasta que no comas de tus canciones no podés hacer nada".
—¿Dónde está la incomodidad en este trabajo?
—En la inseguridad. Una vez (Rolando) Graña me hizo un reportaje largo para un programa que se llamaba Tres fotos, y en un momento me decía: "¿35 años y no tenías nada cerrado?". No, nada cerrado. Ahí tenés la incomodidad, la inseguridad. ¿Qué pasaba si no cerraban las canciones? No sé, quizás una verdulería o un kiosco en Junín.