Frida Kahlo, Lila Downs y Amy Winehouse respiran cuando sale al escenario. Mon Laferte nació en Chile pero lleva la mitad de su vida en México y esta influencia vive en ella en cada canción, en cada entrevista, en todo momento. Después de rodar por el mundo volvió a su país, a su ciudad Viña del Mar y se llevó la Gaviota de plata y de Oro. Su exitoso álbum La trenza la llevó de gira internacional. Junto a Juanes ganó el Grammy latino a la Mejor canción alternativa con Amárrame", y es la primera chilena en el top five mundial de Spotify.
Norma Montserrat Bustamante Laferte, nombre completo por el que pocos la conocen, no solo viaja por el mundo, sino por las tendencias musicales: el jazz, el blues, el heavy metal y el bolero. En Argentina llena el Gran Rex y se presenta en Mendoza, Córdoba y La Plata, pero en este largo camino que ha sido su carrera ha llegado a cantar hasta en circos. Mon es una mujer que explora la diversidad para revelarse a sí misma. Conversamos de su México querido, de lo que no es el feminismo y de los prejuicios con la música urbana. Habla una mujer hecha con las almas de varias mujeres.
—Muchas personas te conocen pero también muchas se están encontrando contigo por primera vez en esta entrevista, ¿cómo contarías tu historia?
—Nací en Viña del Mar, yo digo que ya venía cantando en la panza de mi mamá. Mi mamá dice que cuando yo nací, grité y el doctor dijo: 'Va a ser cantante' (risas). Empecé a tocar la guitarra desde muy pequeña. Lo que me gusta es componer canciones y después cantarlas, me siento muy actriz. Canto desde pequeña, he cantado en todo tipo de sitios: en la calle, en circos, en programas de tele, en bares. A los veintitrés, veinticuatro años me fui a vivir a Ciudad de México y ya llevo la mitad de mi vida viviendo en México. Empecé siendo una artista independiente y siento que soy una intérprete/actriz de mis propias composiciones.
—Hay viajes que le cambian a uno la vida. Tu viaje a México fue uno de esos viajes. ¿Cómo recuerdas esa travesía ese primer viaje a México?
—Recuerdo esto de irse a otro país buscando aventuras y experiencias nuevas. Me acuerdo mucho del viaje en el avión, muy de película. Yo decía: 'Bueno, me voy a México', pero no sabía ni a qué porque no tenía trabajo, ni conocía a nadie; me fui a la aventura. Y en el avión yo decía: 'Necesito una señal' y de repente se pone una película sola en el avión, En busca de la felicidad, creo que se llamaba, y decía algo de ir por sus sueños y yo dije: 'Ok, esta es la señal que necesitaba'. Fui muy a la aventura a México, sin saben ni a qué iba, la verdad.
—¿Y qué encontraste en México?
—Me encontré con un país amable, una gente increíble. Me encontré con un país muy cultural. México es surrealista, es un país surrealista por naturaleza, de mucha cultura, de mucha intensidad del arte, de la gente, mucha poesía en las calles, en las canciones. En los mezcales, en el tequila, en José Alfredo. Me enamoré de todo eso.
—¿Cómo influenció esto tu música? No eres la primera chilena que va a México, Roberto Bolaño también se va a México y esto termina influenciando fuertemente su propuesta artística.
—Creo que un poco la teatralidad. Siento que mi música puede ser el soundtrack de una película o se puede usar para una telenovela también, es muy teatral. Siento que México tiene esto en la vida misma como de teatralidad: No siento que México sea un país de medios o de grises. Es blanco o negro, es muy de colores. Siento que eso se ha ido impregnando bastante en mi música.
—A veces cuando buscamos música el algoritmo de las redes nos hace trampa y nos presenta siempre a las mismas personas. ¿Cómo le haces trampa al algoritmo para buscar música diferente?
—Es difícil porque al principio las redes y las plataformas digitales eran muy genuinas,entonces efectivamente encontrabas música muy interesante, pero poco a poco ha ido mutando. Lo que hago es indagar y el boca en boca. También soy muy de ir a las tiendas de vinilos, de cd's y de casettes. También preguntar, aquí en Argentina por un amigo conocí a Ezequiel Borra, un cantautor de acá, y Lucio Mantel.
—Has hablado de que te gustaría probar con el trap, pero el género urbano, el trap y el reggaeton han sido muy criticados por voces académicas sobre si es o no música. ¿Qué le dirías a los que hablan así de este género?
—Yo creo que toda la música tiene lo suyo, tiene su magia. No soy académica, y nunca estudié música, pero tampoco tengo algo en contra de la gente que estudió música. Me encanta el jazz y estoy cerca de gente que sí estudió, pero también siento que hay una cosa hermosa y poética en la música que se hace en el barrio, en el pueblo, y que es una forma de expresión. Siento que el género urbano o el reggaeton, como lo quieran llamar, nace como un reflejo de la sociedad y es una expresión cultural del pueblo. Ahora, que ha ido mutando y ahora de pronto se hace un reggaeton muy comercial, que ya no es una expresión del pueblo, sino que claramente se hace para vender discos es otra cosa (risas). Pero la música que sale del barrio para mi siempre va a estar bien.
—Hablemos de "El beso", ¿cómo es esta forma tan particular en la que grabaste El beso?
—Todo el disco fue grabado de esta manera. Yo quería contar una historia en el disco completo, inventé una historia completa en la que cada canción está conectada con la otra y entonces pensé cómo contar esta historia y dije: tiene que ser de una manera bastante teatral y busqué y hurgué entre mis vinilos y entre la música que me gusta y me encontré con Carmen Miranda, con la Lupe, con Yma Sumac, con Benny Moré, con el mambo, con la salsa, y pensé: esto es lo que quiero hacer, con este sonido y con estos ritmos quiero contar esta historia. Y dije: cómo hago para que mi álbum en el 2018 suene a esta música que estoy escuchando, que es música de los 50's y dije: "pues tengo que grabar como se grababa en los 50's". Me fui a Capitol Studios, en Los Ángeles, con el productor Ómar Rodríguez y me dijo "vamonos todos al estudio, con micrófonos de la época, grabamos en cinta". Le dimos rec (recording), tocamos todas las canciones de corrido, paramos, y en una hora teníamos un disco grabado.
—¿Qué te sorprendió de ese proceso, del resultado de las canciones?
—De pronto yo estaba muy concentrada en cantar bien, en ser una buena intérprete, pero de repente abría los ojos y veía a mis compañeros tocar y veía que cada uno estaba dando lo mejor de sí, el del güiro, el del piano, el del trombón. Y eso me emocionaba mucho.
—Si te preguntara qué no es el feminismo, porque se ha malinterpretado mucho.
—Se mal interpreta. Te lo digo con un ejemplo. El otro día alguien me dijo: "qué va a pensar la gente si tu eres feminista y sales en un videoclip bailando arriba de una mesa". Y yo digo, precisamente eso es lo que están mal interpretando. Justamente lo que queremos las mujeres es una igualdad de condiciones. Por ejemplo, alguna vez en mi vida dejé de maquillarme, me corté el cabello y empecé a vestirme de una manera muy masculina por renunciar a mi feminidad para ser tomada en serio dentro de la industria de la música, para que vieran que yo sí era músico y que sí sabía tocar un instrumento; y efectivamente, sentí que sí me tomaron más en serio y que había gente que decía: "ella sí es músico, porque no se maquilla y toca la guitarra". Y de pronto desperté y dije: "no, no, no. Por qué yo tengo que comportarme de esta manera cuando a mi no me va a hacer más o menos feminista, más o menos mujer, más o menos músico que me pegue unas pestañas postizas o que me pinte los labios". Entonces hoy puedo decir libremente que soy artista, soy músico y soy compositora y me gusta bailar arriba de una mesa canciones de Diego Luna, y también me gusta pintarme los labios.
—¿Y cómo ves las luchas de las mujeres en el resto de Latinoamérica? ¿cómo se está viviendo en cada país, con qué te has encontrado qué te ha motivado o sorprendido y que ves que falta?
—Siento que estamos viviendo una revolución hoy, importante a nivel mundial, y me emociona ser parte de esa revolución de alguna manera porque soy de las pocas mujeres que estamos hoy en la música. Tengo esperanza, hay cosas que de pronto a una la desilusionan, la decisión por ejemplo con respecto al aborto, aquí en Argentina, pero bueno, cada vez lo veo más cerca. Por lo menos son temas que ahora están ahí, que la gente es consciente. Hace algunos años atrás, en mi adolescencia, mis amigas se morían, se siguen muriendo, pero ni siquiera era un tema que estaba en la mesa. Hoy por lo menos es un tema que está en la mesa y que vamos caminando hacia allá.
—¿Qué le falta al feminismo o te gustaría que tuviera?
—Que la gente lo terminara de entender bien, que lo entendiera la sociedad completa, que el feminismo no es que las mujeres queramos estar en una posición por sobre los hombres o sobre la sociedad privilegiada. Lo único que de verdad queremos es tener las mismas oportunidades, sin importar el género. Que nos vean de la misma manera, eso.
—Todos dicen que tu eres una persona que está entre el pasado y el futuro, y más o menos éste disco es una representación: el pasado con la forma de grabación y tus raíces y el futuro porque es una propuesta siempre que mira hacia adelante. ¿Cuál dirías que es el recuerdo más lindo que tienes del pasado en tu carrera y qué te gustaría ver en el futuro?
—El festival de Viña hace unos años fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera, pero también recuerdo la primera vez en México que toqué mis propias canciones con un público, fue en un bar en Cuautitlan Izcalli, imagínate lo difícil que es pronunciar esto (risas) en el estado de México, y había un público que estaba deseoso de escucharlas y cantarlas. Creo que ese ha sido uno de los más bonitos y emocionantes. Y al futuro, tener la dicha de poder seguir cantando, ojalá que siga estando inspirada y que siga queriendo compartir música y cantar. A veces pienso que si un día se me va la inspiración y ya no tengo nada más que decir, tomaré un descanso, no quisiera estar a fuerza en esto solo por una cosa de industria. Entonces, deseo para el futuro seguir inspirada.
—¿Es un temor que se acabe la inspiración?
—No, no me da miedo. Hoy disfruto mucho la música, cantar, tocar en vivo, escuchar los metales que me retumban al oído, pero también estoy disfrutando igual o incluso más el pintar que es una actividad que me gusta mucho y es algo muy personal. Siento que cada vez tengo menos miedo de cosas. Voy aceptando cada día más lo que viene y si algún día se me acaba la inspiración, lo voy a aceptar y voy a ir a lo que sigue.
Por Nathalia Restrepo
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