"Violaron entre 30 'hombres' a una piba de la edad de mi sobrina. Dice que se baña todo el tiempo, todo el día. Que siente culpa aunque no sabe bien de qué. Y que sueña que le sale basura de los ojos y la boca. Dice que no entiende. Lo primero que preguntó la policía fue si alguna vez había estado en una orgía. 16 años tiene. Lo segundo, que por qué estaba dónde estaba".
El texto visceral le pertenece a Zuleika Esnal. Es actriz y dramaturga. Pero con aquel escrito que posteó en Facebook con el título "Bancatela" obtuvo una gran repercusión que llegó hasta España. A través de su jerga sincera logró un devenir insospechado: más de 70 mil mujeres la siguen a través de su sitio "No me calmo nada", donde Zuleika comparte testimonios miles de víctimas de violaciones, acosos o amenazas, casos de violencia de género registrados en distintos países de América Latina.
Sus relatos se convirtieron en un libro: Estoy acá. Mujeres sobrevivientes, del Grupo Editorial Sur. Porque Zuleika Esnal hace temblar la tierra y el alma con sus textos. Y con las voces de las mujeres que, como ella, lograron despertar.
—¿De que se trata tu nuevo libro, Estoy acá, mujeres sobrevivientes?
—Es una recopilación de relatos. Hace dos años leí en las noticias que entre 30 hombres habían violado a una pibita de 16 años en Brasil. Y no solo la violaron, sino que salieron posteando las fotos en Facebook. Como vos la podés poner al lado del lobo marino de Mar del Plata, ellos subieron la foto con la boca abierta y la lengua afuera, al lado del cuerpo de esta piba, con leyendas como: "Por acá pasamos los 33", "Acá le hicimos el túnel".
—¿Qué hiciste cuando te enteraste de esta noticia?
—Escribí lo que pensaba sobre eso en un posteo común y corriente, que después fue el relato que ahora abre el libro: se llama "Bancatela". A los tres días un contacto que yo tenía, porque había vivido en Madrid, me escribe y me dice: "Estás en la edición digital del diario El País. Acá lo compartieron 34 mil veces". "No sé de qué me hablas, no tengo ni idea", le dijo. "Fijate porque a lo mejor alguien más te escribió". En ese momento Facebook no te avisaba de los mensajes de gente que no es amiga: iban a parar a una bandeja de solicitud de mensajes, y si no ibas ahí, no te enterabas. Cuando me fijé, tres días después, tenía mensajes de mujeres de toda Latinoamérica,contando sus historias. Y las empecé a escribir, una, y una, y una, y así hasta el día de hoy…
—¿Historias de qué tipo?
—De violencia, de abuso, de golpes, de violaciones. Tremendas. Historias de las que pasan históricamente…
—¿De qué países te escribían?
—De Argentina, de Perú, de Chile. De hecho, el primer relato que escribí es de una chica chilena, de un pueblo que se llama Concepción. Ella estaba estacionando el auto en su casa, se le mete un tipo para afanarla, se la lleva toda la noche, la viola con un cuchillo en la garganta y con un fierro en la cabeza, y para la justicia chilena no es violación porque no se resistió. La sentencia dice: "No hay marcas, no hay violación". Como si un arma en la cabeza no fuera suficiente marca.
—Cuando te llegan estas historias tan trágicas, ¿qué te generan?
—Al principio no sabía qué hacer porque yo no soy psicóloga, no soy asistente social: apenas terminé el secundario. Soy actriz y escribo, pero no. Y entonces, como no sabía qué decir, decía: "Estoy acá". "Zule, no puedo". "Estoy acá". "Me arrepentí: no te voy a contar nada. Te dejo que ahí llegó". Y se me helaba la sangre. "Estoy acá". Y no es joda porque son personas para las que muchas veces nadie está: no está el Estado, no está la Justicia, muchas veces no está la familia. Entonces, decir "estoy acá" y estar, es un montón.
—¿Qué es lo que más te motiva de este proyecto?
—Primero, que me consta cómo cambia la vida de la gente. La mía, ni hablar. Yo era una persona que tiraba lo que escribía porque pensaba que era una porquería. Entonces cuando ellas me dicen: "Me cambió la vida", es un ida y vuelta, porque a mí también. Estoy acá sentada hablando de lo que hago, y hace dos años estaba en un call center inmundo donde tenías que pedir permiso para ir al baño. A todas nos cambió la vida. Se conocen entre ellas, se armó una red enorme que se llama "Estoy acá", porque la gente me preguntaba cómo ayudar. "Y vos, que podés". "Vos también podés". "Vos, que sos tan buena". "No, no soy tan buena, no soy tan buena". "Vos, que a lo mejor tenés recursos". "No tengo recursos, vivo en lo de un amigo. No tengo casa ni computadora propia, y estoy haciendo todo esto". Entonces se me ocurrió el "Estoy acá": la gente pone en sus muros lo que puede ofrecer gratuitamente a estas mujeres desde cualquier lugar del mundo con el hashtag #EstoyAcá. No como caridad, sino como un recurso: desde asistencia legal, psicólogo, sexólogo, clases de lo que te imagines, oficios. Entonces, "Soy María, vivo en Cali, Colombia, si no terminaste el colegio te ayudo a hacerlo gratis si sufrís o sufriste violencia de género". Y se armó una comunidad enorme.
—¿Cómo encarás las historias?
—Como con cualquier amiga: como si tuviera cinco años, literal. Cuando vos preguntás con inocencia, respeto y mucho amor en el medio, las pibas te lo cuentan. Yo no sé preguntar como una profesional, no soy eso. Y se nota también porque hay algo de espontaneidad y de amor genuino, del estoy acá posta. Entonces no hay mucha rosca, no hay un modo de abordarlo ahí, nada. Y muchas veces no hablamos de eso: yo me hago intima amiga de un montón y hablamos de cocina, por ejemplo.
—¿Te juntás o el contacto es por mail?
—No, imaginate que es de todas partes del mundo. Es a través del Facebook. De otras, por ejemplo, me fui haciendo amiga y las conozco y vamos a las marchas juntas y conozco a sus hijos. Hay gente que pasa por tu vida, dejás algo y seguís. Y hay gente con la que te haces amiga y compartís.
—¿Siempre tuviste este espíritu tan solidario?
—Sí. Vengo de una familia donde me enseñaron que lo que es mío debería por lo menos ser para el otro también. Pero este asunto de la sororidad… de hecho, tuve que buscar la palabra sororidad porque no sabía el significado. El patriarcado también es eso: "Guarda con las minas que son envidiosas, que se cagan entre ellas". Mentira. Eso también es patriarcado. A nosotras nos criaron para pisarnos la cabeza porque juntas, tiembla la tierra. Ahora estamos rompiendo con eso. Cuando era adolescente me encantaba que me dijeran; "Zuleika es un pibe más". No, no soy un pibe más, soy una mujer. Pero era un halago porque si sos inteligente, simpática, copada, exitosa, entonces sos uno más. Pero no soy uno más. Y ninguna es una amenaza para la otra; la otra es una compañera, la otra es la que sale a la calle cuando vulneran tus derechos y cuando te desaparecen y cuando te violan. Esa es la otra.
—¿De qué te sentís orgullosa?
—Primero, que empecé a mirarme a mí con el amor con el que las miro a ellas. No tenía esa mirada sobre mí. Creía que me iba a morir haciendo trabajos de porquería para gente de porquería porque no me sentía capaz. Y hoy pienso que puedo hacer todo lo que quiera.
—¿Por qué no te sentías?
—No sé… No me sentía capaz de cambiar el mundo, y ahora sí. Y eso me da mucho orgullo. ¿Qué es cambiar el mundo? ¿Cómo mierda hago? ¿Por dónde empiezo? Entonces ayudás a alguien y a alguien más, y si ese alguien más se despierta… Porque a mí me despertaron otras. Cuando la vi a (la actriz) Marina Glezer hablando por televisión sobre el aborto me desperté, dije: "Pará, entonces yo no soy mala y no tengo la culpa y a mí me hicieron mucho daño". Y así como Marina Glezer me despertó, yo desperté a un montón más. Y ese montón va a despertar a otras. De eso se trata.