Tiene su propia huerta, vive con siete perros, no cree en el amor y sostiene que el hombre nunca va a ser igual a la mujer: así es Celeste Carballo. Se define como una mujer avasallante y de piedra, quizás dos condiciones indispensables para que una cantante se haga oír en la escena del rock, y confiesa que sigue amando lo que hace pese a que se trata de una carrera difícil.
Con un largo camino recorrido, Celeste no pierde vigencia en los escenarios de todo el país. En la noche del 20 de septiembre se presentará en ND TEATRO, donde hará un recorrido por sus canciones memorables, como "Todo empieza", "El Chino", "La otra orilla", "Cuatro brazos, cuatro piernas", "Queja", "Marcando el compás" y "Chocolate inglés", entre otras.
—¿Esta profesión te sigue atrapando como en el primer día?
—Totalmente. Y creo que todavía más que el primer día, porque ahora tengo mucha más conciencia de lo que hago y mucha más responsabilidad también porque al principio no producía discos, y ahora sí. Lo de discos te lo digo en forma figurada porque ya el último tema que grabamos, "Hace mil", directamente entró en todas las tiendas digitales como Spotify, iTunes, etcétera, en forma digital, sin disco.
—¿Tenés tiempo para vos o es tanto lo que hacés con la profesión que quizás tus relaciones, tu vida personal, pasan a un segundo plano?
—Puede ser que mis relaciones humanas pasen a un segundo plano, pero mis relaciones felinas y caninas no: están en el primer plano. Son mis compañeros. Es que me tocó vivir en un lugar hacia el oeste, casi en la última línea del conurbano, y hace unos años había muchos perritos en la calle, abandonados, y yo empecé a mirar uno por acá, otro por allá, otro por allá: entonces me enganchó uno, después otro, la comida, se armó como una manada, la seguí, tuvieron perritos, operé a la madre, después al padre, después los perritos al veterinario, después viene Navidad, se asustaron de los petardos y se mudaron todos a mi casa.
—¿Tus vecinos dicen: "Acá vive Celeste Carballo"? ¿Eso se sabe en el barrio?
—Sí, se sabe totalmente. A veces los chicos por ahí me hacen dibujitos para mi cumpleaños, me traen dibujitos, cosas así. Lo que pasa es que yo tengo mucho contacto real, digamos, de salir a cortar el pasto, estar ahí, arreglar una lámpara en la calle, ir a tapar pozos; yo estoy, trabajo…
—Sos una mujer todoterreno.
—Totalmente, totalmente, totalmente. O sea, me quito el saquito de la oficina de rock y directamente salgo a trabajar con los chicos cuando vienen a cortar el pasto. Y te digo que trabajo un montón.
—¿Siempre fuiste así?
—Sí, siempre fui así. Toda la vida: trabajo, me gusta mucho.
—¿Es difícil a veces la convivencia con la banda, los viajes?
—Más que los viajes, por ahí es difícil arreglar horarios para ensayar. Y a la Argentina le cuesta un poco entender la voz de la mujer liderando. Esa parte también es difícil, pero lo vamos superando.
—¿Eso adónde lo notás?
—En no escuchar. O sea, no tomar en cuenta algún lineamiento de trabajo, por ejemplo, pero después cuando llega el momento que clin, hacía falta eso, "Oh, tenías razón". Me gusta trabajar con el ejemplo, por eso está bueno que la banda funcione en el tiempo, que se vayan comprendiendo las cosas. La persona que pretende conocerme de un día para el otro se equivoca muchísimo. En general, conmigo se equivocan mucho, porque leen "Celeste Carballo, el personaje público", pero yo soy otra persona, no soy ese personaje.
"Me vuelvo cada día más loca", la canción de Celeste Carballo en la película Re loca, de Natalia Oreiro
—¿Te pasó que parejas o amistades se llevaran una sorpresa por ir con vos con esta etiqueta?
—Más que nada me pasa con los músicos, que es la relación básica de mi vida; es la verdad. Si escuchás los 14 discos que grabé te das cuenta de que nunca grabé con máquinas, siempre grabé con músicos, tocando en vivo, armando arreglos, haciendo ensayos, y todo eso es mucha relación humana. Eso es mucho trabajo, mucha arcilla, mucho pan para amasar…
—¿Por qué pensás que hay tan pocas mujeres en el rock?
—Es que faltará que pasen más generaciones y que se desarrollen y que pierdan el miedo, y puedan enfrentar esa gran dificultad que hay a la hora de pasar a un chico, a un hombre, un arreglo. El hombre se niega un poco a escuchar.
—¿Qué pensás del feminismo?
—Yo creo que los hombres que se sienten sometidos son ellos, por eso no quieren escuchar. Pero en realidad hablo por la minoría, porque la mayoría de los chicos están comprendiendo el juego, y lo disfrutan.
— ¿Ves una evolución con el feminismo?
—Es una evolución larga y lenta: pensá que el camino empezó a principios del siglo XX, hace 100 años, nada más. Es muy nuevo. Y se han dado buenos pasos en los últimos 20 años, pero falta tanto todavía que no se puede parar un minuto.
—¿Dónde faltan cosas para mejorar?
—En las jerarquías falta muchísimo. En que la mujer también sea mujer, que no quiera ser igual al hombre, que sea mujer, porque nosotras tenemos ese sexto sentido que es tan valioso a la hora de organizar una familia, una oficina de trabajo, organizar un país. Cuando escucho que tanto se desea la igualdad, no las entiendo. Yo voy a seguir luchando siempre por mantener la diferencia: me parece lo más importante, triunfar desde ahí, desde ser mujer, siendo mujer.
—¿No queriendo igualar al hombre?
—Para nada. Son dos mundos completamente distintos y complementarios, el mundo masculino, el mundo femenino. Yo lo veo en nuestro trabajo, en la banda, aunque a veces por ahí nos cueste escucharnos, cuando logramos cosas juntos es impresionante, no nos para nadie. Imaginate eso en una sociedad, en una familia; es muy importante.
—¿Cómo te fue en el amor estos años?
—Mirá, es un ítem que está totalmente alejado de mi presente, desde hace mucho tiempo. ¿No me ves más productiva? ¿No me ves bárbara?
—¿Te saca tiempo el amor?
—No. Por supuesto que el amor es un motor alucinante, es divino. La última canción que hicimos, "Hace mil", la motorizó un amor de los 16, 17 años. Es un motor espectacular. Ahora, yo creo que en el presente esa relación que todos la llaman amor, yo la llamo neurótica. Y ya no voy más por ahí.
—¿Cómo es tener relaciones neuróticas? ¿O el amor es neurótico?
—El amor es neurótico. Primero porque el tema de la apropiación del otro es algo que no es normal ni sano; por lo tanto, ya de base es neurótico. Y creo que la especie humana está en un momento de evolución hasta otro estadio: cómo manejar esa atracción o ese afecto, esa emoción que llamamos amor, desde otra manera para no lastimar, y no lastimarse también.
—¿Llegaste a esta conclusión porque te lastimaste mucho o porque escuchaste psicólogos?
—Mirá, no me quedó ningún guion por escribir, pero sí muchos discos para grabar. Y está bueno tal vez en un momento de tu vida desarrollar toda esa energía, vivirla, aprender de la relación con el otro. Eso está buenísimo: aprender muchísimas cosas, y luego cortar hilos.