"Es un regalo de la vida que este texto me haya llegado a las manos", dice Catherine Fulop, protagonista de Heisenberg, obra en la que comparte escenario nada menos que con Luis Agustoni. Se trata de una propuesta de seis escenas entre dos personajes que construyen una relación particular e inolvidable, en una trama que plantea lo impredecible de las relaciones humanas.
"Finalmente es una historia de amor improbable entre dos personas totalmente diferentes, que lo único que tienen en común es que están rotas. Están los dos muy rotos. Y muy solos", explica Fulop, quien compone a Georgi, una mujer de 42 años, intensa y arrolladora, que conoce en una estación de tren a un hombre de 75, dando comienzo a todo. "Yo quedo agotada después de hacerla. Ella es estridente y habla fuerte, y lo abruma a él, que solo la observa", describe la actriz.
—Vos, ¿cuánta de esa intensidad tenés en la vida? Porque sos una mujer intensa también: pisás fuerte.
—Tengo los colores de Georgi. Mis hijas (Oriana y Tiziana Sabatini) me hacen un poquito de bullying… ¡Me hacen bowling! (Risas). Me dicen: "Mamá, me repites todo mil veces. Estás todo el tiempo intensa". Soy una mamá que quiere saber todo sobre ellas. Y con mi marido, y en la casa.
—Tus hijas crecieron con una mamá y un papá, Osvaldo Sabatini, muy famosos. Hoy Oriana tiene una popularidad enorme también, y seguramente ahora hay gente que los para a ustedes para sacarse la foto con ella…
—Claro. Dicen: "¡Ella es la mamá de Oriana!". Vienen corriendo las niñitas: "Ay, ¿puedo tomarme una foto con vos?". Y yo: "Bueno, qué raro una niñita…". Me pasaba con Rebelde Way, que fue hace mil años. Ya no me pasa tanto porque no estoy en ninguna novela popular. "Ay, sos la mamá de Oriana!" (risas). "Bueno, okey". ¡Es un orgullo! ¡Yo me inflo toda!
—¿Nunca hubo competencia con tus hijas?
—No. Eso lo cuidé muchísimo. Decía: "No quiero que mis hijas se sientan opacadas por cómo yo soy". Porque yo, como Georgi, tengo mucha presencia y y soy muy estridente también, con otra historia diferente, no soy tan tan loca. Porque ella es loca, loca y loca, y yo soy solamente loca (risas). Es todo un trabajo de aceptación porque uno empieza a ser grande. De repente mis hijas empezaron a comprar en la misma tienda donde yo usaba la misma marca, y de repente decía: "Ya las cosas no me quedaban tan bien como me quedaban antes".
—¿Y pudiste correrte un poco de ese lugar?
—Me corrí. Empecé a hacer fotografía, eso me ayudó muchísimo.
—Para ellas tampoco debió haber sido fácil en algún momento. La adolescencia con una mamá así de bella y fuerte requiere estar muy bien plantado.
—¡Claro! "Mamá: me dicen que tienes la cola muy grande". Me lo decían con la palabra más vulgar. Y yo les decía: "Bueno mamita, sí, la tengo grande, ¿qué le vamos a hacer? Esa es la mamá que te tocó. Entonces díganle a ese muchachito que les dijo eso: 'Sí, mi mamá está bien buena'. Va y le contesta, y usted defienda a su mamá, y defienda a su hermana, y te la bancás. Porque es lo que te tocó. Vas y te enfrentas". Es como cuando me decían: "Mi amiguita se peleó conmigo, mamá, ¿qué hago?". "No sé, es tu problema, mi amor. ¿Qué quieres, que yo llame a la mamá para decirle: 'Tu hija le peleó a mi hija'? No lo voy a hacer. Porque después ustedes se arreglan y yo quedo como la estúpida que llamó por teléfono". La mamá metida. Cuando Oriana empezó a ser famosa, en un momento con ella nos pusimos de acuerdo: "Ya no hacemos más fotos juntas". Ya no tenemos tapas de revistas, y yo dejé de hacer tapa porque después de un momento querían sólo tapa con Oriana. Y yo decía: "No, mi amor. Bueno, dejaré de hacer tapas. Ya está, yo ya hice todas las tapas que tenía que hacer". Chévere, ahora las tocará a ella hacer las tapas, que las haga ella sola.
—Y con orgullo.
—¡Exacto! Sin ningún trauma. Igual es todo un trabajo de aceptación. Todo es un laburo, no es que: "Ah, qué lindo". No. Empecé a hacer fotografía. Eso me ayudó mucho porque tuve que empezar a fotografiar a mujeres. Cuando las iba a revelar, hacía el revelado digital, que lo llaman Photoshop. Mis profesores me decían: "¿Pero por qué le vas a quitar eso si eso es algo personal que tiene la persona?". Y yo: "Ay, verdad". Empecé con el Photoshop, las herramientas, ¡yo quería borrar todo!
—¿Me contás cómo lo encaraste a Ova?
—Estábamos haciendo una novela juntos, ya terminaba. Y yo digo: "¡Ay Dios mío, ese tipo!". Toda la novela yo lo miraba, pero nunca nada porque yo estaba terminando una relación y él también tendría sus cosas. Yo no sabía nada de su vida.
—¿Vos estabas con tu ex marido en ese momento, Fernando Carrillo?
—¡Claro! Pero eso era una cosa que estaba muerta. Faltaba enterrarlo. ¿Viste cuando velas a un muerto? Y estás días velando al muerto. ¡Entierren a esa broma, vale! ¡Entierren a ese cadáver! (Risas).
—Y estaba Ova en la novela, ¿pero no era tu pareja en la ficción?
—No, no. De hecho casi ni nos cruzamos en las escenas. Yo venía de un exterior ya al final del día y me lo encuentro en un pasillo con una amiga, Alejandra Gavilanes. Entonces digo: "¡Ay, qué bello eres!". Y mi amiga dice: "Ella te quiere dar un beso". "Bueno, yo también". ¡Muy, muy, muy ligerita de cuerpo! ¡Y así! Él me dio un beso ahí, y bueno, después cada uno arregló su situación, y de ahí… ¡pa' adelante!
—¿Quedó en un beso ese encuentro en el pasillo o continuó en un camarín?
—No, por suerte quedó. Él se fue y era como que no nos podíamos encontrar. Cada uno tenía como su vida, era una cosa rara.
—¿Y después en algún momento te invitó a salir?
—Y en algún momento que ya terminaba la novela empezamos a frecuentarnos. No podíamos dejar de hablarnos o vernos. Yo sabía que algo importante me iba a pasar con ese hombre.
—¿Sí? ¿Desde que lo viste?
—Yo sabía, yo lo vi. De hecho los amigos le decían: "No sabés cómo te mira Catherine". Él me lo contó después y yo le digo: "Ay, cómo te miraba. ¡Yo no te miraba nada!", y se ve que lo miraba así, como babeada, ¿viste? (risas). Me acuerdo una vez, patente, que lo tenía muy cerca. Él estaba hablando, yo le miré la boca, y dije: "Yo quiero tener hijos con este hombre". ¡Era la hembra escogiendo a su macho!
—El otro día leyeron con Moria Casán algunos mensajes en el celular que se cruzaron, subidos de tono. Ustedes trabajan mucho para mantener la pasión en la pareja. Y quiero que sepas que al resto nos dejás paradas pésimo…
—No, igual yo soy fiacosa. El buscón es él. Yo de repente salgo del baño al vestidor y él está tirado viendo fútbol, y dice: "¿Por qué sales con toalla? ¿Por qué te estás tapando?". Y si salgo sin toalla es: "¡No te pavonees!" (Risas). Entonces: "¡Oye, yo no sé qué hacer!". ¡El tipo es todo un rollo! O sea, él no me puede ver porque es como: "Estoy listo, mamita, venga acá". Yo no, yo tengo tres mil cosas: tengo que ir al supermercado, tengo que venir a mi trabajo, me tengo que depilar, tengo que hacerme las uñas de los pies. Entonces, claro, yo igual trato de estar chévere y ponerme implementos, y trato de buscar siempre alguna cosita.
—¿El chip ayudó?
—Tengo cinco años haciendo terapia hormonal y la verdad que no siento una gran diferencia. De repente me siento con energía. Cuando uno va perdiendo hormonas es como que si todo fuera menguando. Todo es más tranqui, todo te cuesta un poquito más. Estamos más sequitas, estamos todo así, como remarla. No es que estás desesperada por estar con alguien. No estás como a los 20 años, ¡estás como la mujer de 53 que soy! Un poquito tiene que laburar…
—Se lo dejás claro.
—Él lo sabe. Yo le hago siempre el cuento del pavo real. La naturaleza del hombre es conquistar. Entonces el hombre, cuando se casa, pareciera que se achancha. Ellos lo tienen que recordar siempre, y nosotras, por más feminismo y no sé qué, necesitamos que el tipo te galantee. Quiero al tipo cual pavo real: "Mi amor, levanta esa cola", y la explayes y le veas las pepas de colores. ¡Y yo quiero ver pepas de colores todos los días! ¡A mí me levantas la cola, me haces todo el show! ¡Yo quiero ver todo el show, a ver si le pasa algo a este cuerpito!
—¿Disfraces sí o disfraces no?
—¡Sí! Igual todo tiene su momento y su época. Porque no todo el tiempo vas a andar disfrazada. Él no, él no se disfraza. La que se disfraza soy yo. Ahí sí es machismo puro, ¡porque él se tendría que disfrazar!
—Bueno, podemos hacerle un pedido público: ¿de qué te gustaría?
—Ovita, mi amor… Un bombero estaría bueno.
—Disfraces sí. ¿Y terceros?
—No. En algún momento, a los 30 y pico, que teníamos toda la polenta, uno fantaseaba, porque es parte de la fantasía. Ya con la madurez uno se aplaca y piensa: "En un tercero, ¿quién?". "No, a ver si al otro le gusta más la otra, y el otro le gusta más…". No. ¡Nos quedamos como estamos que la pasamos súper!
—¿Qué hacés si viene Ova y te plantea: "Probemos tener una pareja abierta"?
—¡Yo sé que Ova no me lo va a plantear nunca, en todo caso se lo plantearía yo! (Risas).
—¿Sí?
—¡Pero no, no! Tampoco. Tenemos una relación tan linda que la verdad que nos ha funcionado así. Y a esta altura del partido…
—Te cambio de tema totalmente. ¿Qué sentís con el éxodo venezolano?
—Ha sido muy fuerte para mí porque al no poder estar ahí, conteniendo a mi mamá o yendo a visitarla, es más doloroso y más grave para nosotros. Imagínate lo grave y el desastre que estoy viviendo yo desde mis entendimientos cuando veo a todos los venezolanos yéndose del país porque no hay comida, no hay alimentos, no hay medicinas, porque la gente está cansada ya de llorar a sus muertos, porque nos están matando. Estos asesinos que están en el gobierno, que tienen secuestrada a Venezuela, estos malandros delincuentes están matando al pueblo. Encima los roban, porque la hiperinflación los lleva a hacer toda una reconversión de la moneda, le quitan cinco ceros.
—¿Cuánto tiempo llevás sin ir?
—Ya seis años.
—¿Y que tu mamá venga?
—Mi mamá a veces viene. Lo que pasa que ya tiene 82 años y está con mucho miedo. Esta situación es una situación como de guerra. La verdad que la están pasando muy mal, y ella tiene mucho miedo.
—¿No quiso venir a vivir acá?
—Una vez me la traje y estuvo muy triste ese año. Le afectó mucho estar afuera de su casa. Ahora también: su casa le afecta, el estar sin nada, las amigas, la gente que se ha ido. Son más de 4 millones, casi el 10% de la población que se ha ido.
—¿Maduro es peor que Chávez?
—Los dos son peores. Chávez era el diablo mayor, y este es un burro que es un títere de Diosdado (Cabello), fue el títere de Maduro y del Castro comunismo. El desastre que está pasando es regional. Este es el desastre, la crisis humanitaria más grande que creo que ha vivido Latinoamérica en no sé cuántos cientos de años. Todos los países de la región deberían estar mirando y tratando de ayudar. Lo intentan, pero tenemos tantos quilombos en todos los países que los recibimos a los venezolanos como podemos. Me incluyo también entre los argentinos porque estoy en contacto con Migraciones, trato de tocar los organismos que orienten a los venezolanos porque hay que reconocer que en Argentina nos están recibiendo de la mejor manera.
—Hoy la principal inmigración argentina es venezolana.
—Pobres, están desbordados. No hay personal para atender tantos temas en cuanto a migración. Vamos a salir adelante porque ya están trabajando en un programa para hacerlo por Internet y para redistribuir, y que todos los venezolanos no se queden en Capital. Que sepamos que en Río Negro faltan médicos, que vayan para allá. Que en tal lugar faltan ingenieros, vayan ahí. Que si hacen falta maestras jardineras, gente de la construcción, obreros, mano de obra, vayan distribuyéndose por toda la Argentina, que es grande y generosa.
—Con lo que está pasando en Argentina, ¿qué sentís?
—Me da mucha pena que las cosas no les hayan funcionado. Más allá de la ideología, porque yo soy apartidaria. No soy de ningún partido ni estoy con estos ni con los anteriores, y lamento muchísimo porque bueno, no les salieron las cosas bien, y estamos como estamos. Capaz que nos sirve para crecer: creo que sí vamos a salir adelante, por supuesto. Porque imagínate: si tengo esperanzas de que Venezuela se va reconstruir, ¿cómo no voy a tener esperanzas con Argentina?
—¿Argentina iba camino a convertirse en Venezuela?
—Hoy por hoy, siento que sí. Era una franquicia Castro-comunista y era lo que querían hacer en toda la región. Querían instalar el comunismo, pero basado con socios con el narcotráfico, el Hezbollah y todo lo peor del mundo en repudio al imperio estadounidense.
—Hace algunas semanas la pasaste mal y te disculpaste por tus comentarios sobre el aborto en el programa Debo decir. Me parece interesante poder parar y decir: "Vale equivocarse y pedir disculpas". ¿Te sentiste atacada por de más?
—Y… sí. Y realmente es preocupante. Yo me la banco. Fue un pensamiento en ese momento de pánico, de poder decidir sobre mi vida, sobre mi familia. O sea, planificar. No me pareció algo tan grave porque cada persona tiene una manera de pensar diferente, distintas creencias. Yo siento que un ser humano no es ser humano hasta que nace que el alma viene a él. Son mis creencias. Yo siento que venimos de un Dios que es bueno. Que es energía. La energía es infinita y no termina nunca y nosotros nunca vamos a terminar. Nuestro cuerpo se cansa y pasamos a otro estadío. Yo tengo otra creencia en cuanto a la vida. Para mí era como poder planificar y el miedo que como mujer sentí a los 40 años teniendo una niña de diez y una niña de siete, y dije: "Dios, si viene…", sobre todo pensando que me podía pasar algo a mí de joven, y quién se iba a quedar con un niño con problemas. Cosas que un piensa. No quedé embarazada. Mi Dios es bueno, nadie te va a castigar porque tú hagas algo malo, ¡sino imagínate! Todos los que han hecho tantas maldades en el mundo los hubieran castigado. Nadie te va a castigar por hacer algo que tú creas o estés convencida de lo que tienes que hacer. Y yo sentí que me agredieron por demás, sí, porque además la gente no me conoce. Yo tengo un tío que fue Down. Digo fue porque murió. Yo sé lo que es ese drama. Igual tampoco me refería ni a Down, ni a autista, me refería a algún problema realmente grave o algo inviable. Que yo tuviera que estar 9 meses con un bebé que sabía que iba a venir mal y que no sabíamos si iba a sobrevivir. Una se va haciendo la fantasía como mujer.
—Sé que dolió el tema.
—Sí, de hecho estoy así como que "Bueno, no opino nada porque la gente es como que tú opinas…". Y eso bloquea quien eres como actriz y todo lo que has hecho en tu vida, y todo lo bueno y lo buena persona que puedes llegar a ser, y tus valores. Entonces digo: "Guau, yo siento que soy una persona de bien". No sé si merezco que me tiren, habiendo tanta gente realmente mala. A mí lo que me llama la atención es que no somos capaces de ponernos de acuerdo como sociedad y que el que piensa distinto a ti hay que anularlo. ¡Qué mal que estamos como sociedad que no nos podemos poner de acuerdo en algo que es tan sencillo de entender como que el aborto es clandestino y que es necesario que no sea más clandestino!
—Es importante decir que desde que no salió la ley en el Senado, siguieron muriendo mujeres.
—Exacto. Sigue pasando, porque la mujer que no quiere tener a su bebé, no lo va a tener. Y el hijo es desde el momento del deseo, el ser se lo da la madre, la mujer. Estaría bueno vivir en un mundo que todos seamos libres y no solamente la mitad de la población.
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