María Cecilia Suárez de Garay -conocida como Cecilia Suárez– se define simplemente como mexicana, actriz y mamá. En la exitosa serie La casa de las flores interpreta a Paulina de la Mora, personaje que logró enamorar y seducir a todos con su modo de hablar aletargado y una voz marcadamente nasal. Su interpretación se convirtió, definitivamente, en la frutilla del postre de la serie que marcó el regreso de Verónica Castro a la pantalla chica. Y debido a esa inesperada repercusión, Netflix decidió blindar la forma de hablar de su personaje.
En una entrevista distendida y sin eufemismos, Cecilia habló con Teleshow de sus comienzos, detalló cómo fue el proceso creativo de Paulina y explicó qué sintió al trabajar con Verónica Castro ("Crecí viendo sus telenovelas, ella es lo máximo", asegura). Pero además, a la actriz le duele la actualidad de México: "Nos dejan un país convulsionado, de alta corrupción y de extrema violencia".
—¿Quién es Cecilia Suárez?
—Me cuesta mucho trabajo hacer una autodescripción. Pienso que cuando nos ponemos a hablar de nosotros siempre terminamos diciendo tonterías. La forma más simple de definirme es que soy mexicana, soy actriz y soy mamá.
—¿De chiquita decidió ser actriz?
—No, la verdad que para nada. Yo no tengo ninguna de esas historias mágicas que muchos compañeros tienen, que de la primaria los llevaron al teatro y ahí vieron a un actor y decidieron lo que querían hacer. Crecí en una ciudad que se llama Tampico, un pueblo en el Norte, en el Golfo de México, que en los 18 años en los que me radiqué ahí jamás tuvo un teatro. El cine que nos llegaba era bastante pobre, y proyectaban una o dos películas. De alguna forma eso sí fue casi mágico: llegar a estudiar actuación, porque lo que yo quería era ser abogada.
—Del Derecho al teatro. ¿Cómo pasó?
—Cuando me enteré de que los juicios en México no eran orales –ahora empiezan a serlo–, de que era simplemente un trámite extremadamente burocrático de papeleo, me pareció poco interesante. Mi idea era muy naif, era como pensar en las películas hollywoodenses en las que se paran a defender a alguien enfrente de un montón de otras personas. Finalmente, eso es lo que hacemos un poco en el teatro: defender una idea o hablar de algo. En mi caso, un poco más de manera natural, porque mi hermana mayor estudiaba cine.
—¿Una cuestión de genes?
—Algo así. Somos las únicas que nos dedicamos a esto, y cuando ella empezó a estudiar cine, me llamó la atención y luego tuve la fortuna de poder ir a estudiar a Chicago. El resto es historia.
—¿Cómo vive las repercusiones de la serie? El hecho de que la vean en una plataforma universal, ¿la hace sentir una Cecilia del mundo?
—(Risas) Entiendo lo que dices, pero no me siento así. Me parece que es uno de los grandes aciertos de Netflix: cualquier persona, por lo menos de 192 países, tiene acceso al trabajo que hiciste. Eso es maravilloso y una locura al mismo tiempo.
—Su personaje tiene la particularidad de hablar lento, y dicha característica alcanzó a lograr un sello propio en la serie. ¿Cómo vive este fenómeno?
—Ha sido toda una sorpresa. En su momento cuando con Manolo Caro, el creador y autor, vimos esto frente a nosotros, nos preguntamos: "¿Seguimos o no?". Jamás sospechamos que eso iba a tener tanta repercusión.
—¿Recuerda en qué escena se decidió adoptar ese tono lento?
—Sí, lo tengo muy claro. Fue en la escena en donde estamos en la funeraria con Luis de la Rosa –el actor que hace de Bruno, su hijo en la ficción–, y yo, y luego vamos caminando. Fue justo en esa toma. Después llegan el personaje de Aislinn Derbez (Elena de la Mora) junto con su novio, Dominique Shaw (Sawandi Wilson). En ese momento, cuando el niño y mi personaje van entrando, Manolo Caro y yo nos detuvimos. Eso venía pasando en las últimas tomas, cada vez más. Y me dijo: "¿Qué hacemos?". "Es tu decisión, tú eres el que tiene que decidir", le dije. "Márcalo todavía más", me respondió.
—¿Le costó mucho adaptar esa nueva herramienta a su personaje?
—En realidad fue pasando de manera natural. Normalmente cuando trabajo en mi casa trato de buscar una cadencia antes de llegar al estudio de grabación. Saber más o menos cómo suena ese personaje, qué voz puede tener… ¡No sabes cómo batallé para encontrar la forma de hablar de Paulina! No lo había encontrado cuando llegué al set.
—Manolo Caro es amigo suyo. ¿Cuáles son los pros y los contras de trabajar incluyendo ese vinculo afectivo?
—Los contras no los conocemos. La base de nuestra amistad, desde antes de que trabajáramos juntos, siempre ha sido de un tremendo respeto, inviolable.
—¿Ya había trabajado con Verónica Castro?
—Es la primera vez que trabajo con ella, y fue una cosa muy impresionante verla entrar, ver la hoja del llamado del primer día y leer que su nombre estaba ahí. Crecí viendo las telenovelas de Verónica, crecí viendo sus programas de la noche. Verónica es un ícono de nuestro país y fuera de él. Ella es lo máximo: es de lo más relajada, es de lo más dulce, es chistosa.
—¿Cómo se adaptó Verónica a Netflix, su debut en esta plataforma?
—La sentí como un pez en el agua.
—¿Habrá una segunda temporada?
—Estamos a la espera de que Netflix decida si sigue con la serie. Ojalá que así sea. A todos nos encantaría hacer otra temporada.
—Si hay una segunda temporada, Verónica Castro dijo que no va a formar parte del elenco. ¿Cómo ve la serie sin la reina de las telenovelas?
—Desconozco los detalles exactos de eso. Obviamente, sueño con que Verónica regrese. Si se llegara a hacer una segunda temporada, sería maravilloso que ella estuviera; indispensable, incluso.
—Como televidente, ¿con qué personaje se identifica más Cecilia Suárez?
—No sé si el más parecido, pero disfruto muchísimo del personaje de Paco León (María José Riquelme, el ex marido trans de Paulina).
—Para quienes no vieron aún la serie, ¿por qué los invitarías a verla?
—Porque lo que encuentras es una radiografía de un estrato social, me atrevo a decirlo, muy latinoamericano.
—¿Por qué decidió quedarse trabajando en México teniendo oportunidades para ir a Hollywood o a otros países?
—Porque el tiempo que yo estuve yendo y viniendo de Los Ángeles a México, que fue también un tiempo muy afortunado y en el que me fue muy bien, lo único que encontraba era que los papeles escritos para personajes de mujeres mexicanas o de personajes para actrices latinas, como a ellos les gusta llamarnos, como si fuéramos todas una amalgama sin diferencia alguna, eran muy chatos, eran cubanos. Y era vender la visión que ellos tienen de nosotros, no la visión de nosotros mismos sobre nosotros mismos.
—¿Cómo está hoy México?
—Acá me haces pisar fuego con esta pregunta. México está… Nos dejan un país convulsionado, el regreso del PRI al Gobierno ha sido catastrófico, como todos sabíamos que iba a ser, pero creo que rebasaron incluso esa terrible expectativa. Este decenio ha sido lamentable: de alta corrupción, de descomposición social y de mucha violencia. Obviamente los políticos por sí solos no van a solucionar nada. Somos la sociedad civil quienes tenemos que responsabilizarnos de nuestro país y de lo que queremos construir a partir de ahora. No pierdo las esperanzas, este es un país maravilloso.
—¿Qué mensaje o aprendizaje le dejó esta serie?
—No soy muy partidaria de que deje mensajes. Creo que esa es la responsabilidad y el derecho del espectador. Y si ellos quieren hacer una ecuación que los lleve a algo así, adelante. Para mí el trabajo que hacemos tiene que ver más con levantar preguntas, con hacer preguntas… Y quien así lo decida, que se las responda.
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