Durante 15 años, todos los días de su vida cumplía tres horas de radio a la mañana, dos horas de televisión abierta, un programa de cable y, además, distintas campañas publicitarias. Su vida personal quedó relegada a un segundo plano, como sus relaciones amorosas y familiares casi no existían. Así era Viviana Canosa, un tiempo atrás.
Cuando se recibió de locutora empezó a trabajar en Radio Mitre. Previo a eso trabajaba en Dior porque estudió dibujo y alguno de sus trabajos viajaron a París. Pensaba seguir bellas artes porque estaba preparada para eso, pero un día se presentó un desfile, Teté Coustarot faltó a la cita, y desde la organización la miraron a ella. Aunque era muy tímida, ese día Viviana se dio cuenta de que el micrófono la acompanaría el resto de su vida.
Hoy, más reflexiva y a otra macha, con una hija (Matildad) y nuevamente en pareja, logró darle un giro a su vida. Aquel que deseaba. Cambió su alimentación, medita, hace yoga. Alejada de la cobertura de los escándalos mediáticos, se dedica a su programa de radio en 990, todos los días de 16 a 18.
—¿Extrañás la tele?
—Estoy extrañando un poco más ahora, pero no sé si la tele. Me gustaría hacer un periodístico. Pero la tele está un poco convulsionada hace muchísimos años, también cuando yo estaba en la tele. Me gustan más otros espacios. Y me gustaría hacer tele pero sin la presión del minuto a minuto.
—¿Que te aburriría hacer hoy?
—Me aburre hacer solo espectáculos porque el espectáculo en sí está como muy aburrido. Pero no me pasa ahora, me pasaba cuando estaba embarazada de Martina, ya en la última época de Más Viviana, que ya me tomaba todo con humor porque todo me parecía muy aburrido. Y me sigue pareciendo hoy. Muchas veces me pongo a mirar un programa y digo: "¿Qué haría yo en este caso?", y pienso que me aburriría horrores, no podría sostenerlo.
—Estuviste 15 años sin parar de trabajar. ¿Sentís que te perdiste algo?
—No, la verdad que no. Tal vez no le dediqué tanto tiempo a mis relaciones. De hecho, no había tenido un hijo. Pero está bien, cuando algo creo que es, voy por todo. Y con el trabajo me pasó eso: disfruté cada cosa que hice, algunas las padecí, pero en la locura y en la vorágine, era la vida que tenía. Hoy no elegiría esa vida de tanto vértigo, no podría repartir esa energía: me levantaba a las 4, 5 de la mañana para hacer radio a las 6, y terminaba radio a las 10 y pico, 11; hacia una campaña; me iba al canal, producía, hacía llamados, hacia el programa en vivo dos horas, me iba una hora más tarde; me iba a recorrer el conurbano con un canal de noticias. O sea, tu vida privada, tu vida intima, la dejás, pasa a un segundo plano. Pero hasta que aparece alguien o algo que te hace replanteártelo. Y eso fue lo que me pasó.
—¿Como te definís?
—Siempre fui y sigo siendo muy independiente. Pero te diría que me pasa todo lo contrario de lo que le pasa a muchas de las mujeres. Viste que la mayoría de las mujeres tal vez fueron más dependientes de alguien y cuando son más grandes, después de los 40, dicen: "Ahora quiero ser independiente". A mí me pasó al revés: yo fui tan independiente desde los 17, 18 años, cuando ya sabía lo que quería ser. Hoy miro para atrás y digo: "Ay, pobrecita, siento como una cierta compasión por mí, por todo lo que le puse a todo lo que hice, ¿viste?". Era generadora de trabajo. Si alguien se iba a quedar sin trabajo y yo podía hacer lo imposible, no sé, le pagaba de mi bolsillo. Era como muy madre…
—Muy dadora…
—Me doy cuenta de que me hice cargo de demasiadas cosas que tal vez me agotaron. Yo no paraba, no paraba. Llegaba de trabajar del conurbano con el cable a la 1 de la mañana, comía algo, me daba un baño, miraba una película, me metía en la cama, capaz que dormía dos horas, y me iba a trabajar. Y después capaz que recuperaba a la tarde, pero era un vértigo todo.
—¿Era una carrera contra qué?
—Creo que contra la ansiedad, contra el miedo. Finalmente contra encontrarte a vos mismo: cuando yo me encontré y me amé profundamente, me empecé a cuidar más. Empecé a hacer yoga, a leer otro tipo de cosas, a meterme más conmigo, con quién era yo y qué me pasaba a mí. A cuidarme más, a mimarme más. Esto de ser una mujer muy independiente, muy avasallante, muy de llevarte todo por delante, en un momento te agota. A mí me agotó. Hoy no podría hacer esa vida, no la elijo. Y hoy que veo tanta cosa de la mujer independiente, yo ya volvería más a la época de mi abuela: que un hombre me cuide, me mime, me proteja. Estoy más como en esa etapa.
—¿Hubo algún disparador que te hizo tomar conciencia de esto?
—Cuando me enamoré de Alejandro (Borensztein) y me propuse tener a Martina, me empecé a dar cuenta de que estaba necesitando una familia mía, propia. Miro para atrás y tengo piedad de todo lo que hice. Digo: "¿Cómo trabajé tanto, tanto, tanto…?". Y aparte era tan obsesiva con mi trabajo que un programa arrancaba a las 5 de la tarde y me iba a las 10 de la mañana al canal y ya empezaba a producir. Hasta que de a poco fui soltando todo eso, me costó muchos años. Si yo no lo supervisaba no se iba a poder.
—Pero a la vez, con ese lema de "puedo sola" avanzaste mucho en tu vida.
—Sí, pero el costo… Yo me arrepiento de un montón de cosas, pero me arrepiento de no haberme cuidado más, de no haberme priorizado más. El trabajo era todo para mí. Si pudiera volver para atrás, hubiera trabajado mucho menos de lo que trabajé, hubiera sido responsable pero no tanto. Me cargué mochilas muy pesadas. Y no lo volvería a hacer. Hoy trato de relajarme.
—¿Cuánto te importaba la mirada del otro?
—Muchísimo, muchísimo. Además, este es un medio lleno de misoginia: no se bancan mucho que una mujer ocupe un lugar en el medio. No te lo van a decir en la cara, pero te dicen un montón de otras cosas. Hace poco veía una publicidad en un diario de un canal de noticias: eran 25 tipos y no había una sola mujer. Y no es que en ese canal no trabajen mujeres, pero bueno, es así: te cuesta mucho más. A mí me costó, pero reconozco que fue en un momento en el que si vos tenías con qué, y trabajabas duro y te esforzabas, conseguías cosas. Siento que hoy es mucho más fácil, aunque no sé cuánto dura eso en el tiempo.
—¿Por qué lo decís?
—Con las redes sociales, con la inmediatez que tenés con el público, todo es más fácil. Tener una campaña publicitaria es más fácil en una red social. Seguramente se paga mucho menos que cuando hacíamos una campaña nosotros, pero ha cambiado todo. Uno tiene que aggiornarse, pero me parece que antes había que esforzarse un poco más para sostener un lugar, y ahora es más fácil. Hacerse un nombre era duro, sobre todo en un medio tan machista.
—¿Te sentiste envidiada por mujeres?
—Siento que hay gente que habla de mí y no tiene la menor idea de nada de mí. Pero a veces te puede dar rating. No me lo tomaba por ahí, y decía: "¿Por qué habla de mí si no me conoce?". No te diría que siento la envidia, pero sentís que a veces ocupás un lugar en el medio que otra gente quiere ocuparlo. Pero no sólo lo veo conmigo, lo veo con un montón de gente, que ocupa lugares ganados con esfuerzo y hay gente afuera que quiere lo mismo que vos tenés, pero con el mínimo esfuerzo o el mínimo talento. Y eso, a veces molesta.
—¿Cuáles eran los desafíos de ser conductora?
—Viéndolo de afuera, conducir un programa o ser líder de un grupo de gente puede parecer fácil. Pero el conductor debe tener una espalda armada porque tenés un montón de conflictos que nadie se imaginaría: temas sindicales, panelistas que no quieren laburar porque no le aumentaron el sueldo. O sea, vos tenés que contener un grupo en el que uno llega de mal humor, otro llega fastidiado, otro llega sin dormir… Es un trabajo groso estar "Hola, buenas tardes", "Hola, buenas noches", es contener a toda esa gente que la pasa mal, es estar presente. Por lo menos así lo viví yo. Y hoy no estaría tan dispuesta a hacer eso mismo, hoy no podría. Hoy puedo con mi vida.
No extraño ninguna silla en la televisión porque sé que me puedo conseguir otra
—¿Porque ya lo hiciste?
—Porque es muy ingrato lo que después te devuelven. Fui aprendiendo con el tiempo, que entendí a algunos personajes de la tele que son bravísimos. A veces sos muy generoso y no te lo pagan. Es un medio muy ingrato, y lo mejor es no esperar nada de nadie: vas, trabajás y te vas a tu casa. Y tu vida está en tu casa, no en tu trabajo. Eso lo aprendí después de sufrirlo mucho. Me di cuenta de que todo lo que tengo para dar es en mi casa, con mis amigos y mi familia, y mi trabajo es mi trabajo. Hay que respetarlo, cuidarlo y ser generosa con todo el mundo, pero el trabajo es el trabajo, y no hay que dar ahí más de lo que corresponde. Eso aprendí.
—¿Pero te sentiste engañada, traicionada?
—Pasé por todas las circunstancias porque trabajo en este medio desde hace 25 años. Conozco a todas y a todos, sé quién es quién. Aprendí. Ahora viene alguien y ya le saco la radiografía. Me costó mucho tiempo porque todavía soy muy ingenua para algunas coas. Mientras trabajo, nos divertimos todos, y de repente hay alguien que se está divirtiendo pero además está esperando que te corras para serrucharte el piso y para estar ahí. "Bueno, quedate con el lugar, no pasa nada". Yo me desapego rápido de las cosas, no extraño ninguna silla porque sé que me puedo conseguir otra. Pero hay gente que si suelta una silla no engancha una más en su vida. Yo prefiero correrme de la zona de confort porque no me enorgullece tener un programa 20 años si el programa es un embole y ya la gente dice "No te quiero ver más, aburrís, te vestís igual, me contás siempre lo mismo". Me gusta ir creciendo con el televidente. Pero correrte de tu zona de confort es dejar de ganar más plata, o tener pantalla todos los días. Hay un momento que uno tiene que elegir qué quiere, y aparte es barajar y dar de nuevo. Nadie tiene nada comprado en este medio por suerte, la vida.
—¿Sentís que hoy llegaste hasta donde querías?
—No sé si quiero llegar a algún lado. Me gusta más lo incómodo que lo cómodo, me gusta más preguntar lo que no va que lo que va. Ahora estamos en un momento del país muy difícil y siento que hoy hay una mala praxis en la tele con la política. El otro fin de semana fue el ejemplo. Era: "Se va este, se va el otro, viene este político, este ministro". Todos saben todo y nadie sabe nada. Opera mucha gente. Quedan pocos periodistas serios en la tele. Me da mucha vergüenza cuando los veo hablar del país o decirle hdp al Presidente. Te guste o no te guste, es el Presidente, votado en democracia, vivimos en una República. Yo escuché el otro día a un periodista a las 5 de la tarde decir que Macri era un hijo de puta, y lo que me sorprendió no fue que lo dijera, sino que ninguna de las diez personas que estaban sentadas ahí le dijera: "¿Perdón?".
—¿Por qué pensás que pasa?
—Claramente no lo entiendo. También, qué sé yo, lo escuchan a Duhalde y lo celebran. El otro día alguien hablaba en la tele del Presidente de la Nación y de Marcos Peña y decían Tom y Jerry. Qué sé yo… También escuché cómo hablaban de que ahora van a empezar a aparecer muertos a fin de año, y que van a poner muertos y gente muerta, y que sino uno termina muerto en la Casa Rosada, y que venga D'Elía… Encima, si el mercado nos está mirando. Un país donde te cuentan cómo se va a matar gente en diciembre… ¿De qué estamos hablando? Hay una irresponsabilidad para hablar de estas cosas. Y estamos todos nosotros, 40 y pico millones de argentinos, viendo cómo nos siguen tomando el pelo los políticos, los periodistas. Estamos como en tierra de nadie. La mala praxis del periodismo político me da entre vergüenza ajena y mucha tristeza, tipos que apoyaban a un gobierno y se dieron vuelta así, como un panqueque, pero sin transición. Decir: "Bueno, me desencanté, me pasó esto y ahora me pasa esto". No, no, de la noche a la mañana. Creo que es un buen momento para hacer un buen programa de las crisis y de las cosas que no te gustan. Podés pensar alguna que esté buena, pero la verdad que me preocupa todo: la situación del país, la angustia de la gente, me preocupa que haya tantos arrepentidos, que la ex presidenta vaya a Comodoro Py, que vaya presa, no saber qué va a pasar con este Gobierno y con la economía de este país. Porque hablamos de la corrupción y la economía pero seguimos discutiendo siempre lo mismo, nunca se va al fondo y nunca podemos levantar cabeza. Es como muy depre. Siento como si nada fuera tomado en serio, y así vamos, de crisis en crisis. Todos los días levantarte y ver qué pasa con el dólar. Todos saben y todos hablan como los que no saben, que también hablan. Está lleno de gente que no sabe y habla y vos decís: "¿Quién es este tipo para hablar y para llenar de miedo a la gente?". Porque el tipo que le dice hdp al Presidente te genera una angustia… Y del otro lado, al revés también: los que dicen que Macri es maravilloso. Los fanatismos no van más. A veces parecemos poco civilizados. Estoy un poco triste por todo lo que veo. Es la primera vez que me pasa, muchas veces me iba mal económica o profesionalmente, o muy bien, pero veía que todo alrededor era más equilibrado. Ahora siento que todos tenemos una angustia generalizada, no podés proyectar lo que vas a hacer el año que viene.
—Es raro.
—Es raro. No poder ver qué es lo que va a pasar y que no te la puedan contar más o menos clara… Te genera mucha angustia. Pienso en la gente que tiene créditos, en la gente que paga alquiler, que tienen hijos que van al colegio, y de repente te dicen 40, 42, 38, no es lo mismo un dólar a 40, 42, que a 50, y todo te va llevando, y vos te levantás con una angustia. Yo el día que hicieron los primeros allanamientos a la casa de Cristina (Kirchner) estaba en la radio viendo todo eso. A la noche, después de cenar, puse un poco la tele y veía cómo iban relatando los que la odian y los que la aman, y yo decía: "No hay un tipo que no la odie y que no la ame que me pueda contar lo que está pasando y me pueda contar lo que va a pasar sin que me genere un nivel de odio, de amor, de locura". Estamos todos recontra pasados de ansiedad, nos hacen vivir con miedo, con un fastidio… Vas por la calle y tenés miedo de que te robe el tipo que va atrás. Y la gente desconfía del Gobierno y del Presidente, y los mercados desconfían. Todos desconfiamos de todos, es una psicosis. Y en mi profesión siento que hay muchos comprados, otros que critican a este Gobierno porque se llenaron de guita en el anterior, otros que hablan maravillas de este, y como que no le creo a ninguno.
No hay un tipo que no la odie y que no la ame a Cristina, y que me pueda contar lo que va a pasar sin que me genere un nivel de odio, de amor, de locura
—¿No le creés a ningún periodista?
—No podés poner la tele y no creerle a ninguno: a alguno le tenés que creer, alguno te tiene que contar la posta. Pero hoy es muy difícil. Entonces, vos mirás el canal que más cómodo te queda, cuando querés ver la otra campana ponés el otro canal, pero siempre estás con River y Boca, y no podemos vivir con River y Boca. Pensé que este Gobierno traía un poco más de tranquilidad para eso, pero no. Tal vez no lo quiso o les sirvió ponerla a Cristina ahí arriba y pelear con ella, y después se te vuelve en contra. Estamos en un momento de mucha desesperanza, lamentablemente, y eso genera que vos por más que siempre le ponés lo mejor de vos, un día decís: "Me estoy cansando". Pagás tus impuestos, pero hay mucha gente que no los pagó y sigue libre, y otra gente que se la cuestiona tanto y está libre, y si vos hicieras una mínima cosa así, si no pagaras una cuenta…
—Tendrías muchos más problemas.
—Pienso que en Brasil están un poco… Lula está preso. Punto. No sé si está bien o está mal, o si yo lo quiero o si no lo quiero, pero está preso, ya está. Esto lo hizo. ¿Lo hizo mal? Listo, está preso. Acá seguimos debatiendo y opinando, y gente que está en pareja con gente… No me quiero meter en más problemas, pero la verdad que opina sobre moral y buena conducta gente que no debería porque no puede justificar ni cómo paga las expensas de su piso en Libertador o en su chacra en Puerto Panal, ¿y me está hablando de moral, de ética? Está todo muy confuso.Yo creo que finalmente todo se va a terminar acomodando, pero cuando los políticos hablan a mí no me llenan de tranquilidad, sino todo lo contrario.
—¿Qué te entristece?
—Que la gente vaya a comprar más aceite que de costumbre. Esas cosas, que son tristes, ya las vivimos. Martina tiene cinco años y quiero proyectarle otra vida a ella. Yo tengo 47 años y desde que desde que era muy chica este país era un alboroto. Siempre. Nunca podemos pisar firme y proyectar a 20 años, a 30 años. Lo que no venga para mí, que venga para mi hija, para sus hijos, para los tuyos. Eso no se puede y tenemos tantas cosas maravillosas para que eso pase. Vemos Duhaldes todos los días por teléfono en los programas diciendo que ellos pueden armar un gobierno mucho mejor al que está. Y decís: "¿Después de la que hiciste vos, 'el que deposita dólares, recibirá dólares'?". Hay palabras autorizadas que ya no deberíamos ni escuchar, ni respetar.