Decidida a no quedar en una zona de confort, disfrutando su éxito internacional, Lali Espósito busca nuevos desafíos. Y va por más. "Yo me aburro -explica-. Me pasa en mi vida privada y en lo profesional: siempre estoy buscando cosas que me hagan realmente crecer. Siento que traicionaría a la gente si hiciera siempre lo mismo, o me repitiera porque eso funcionó".
En en los últimos ocho años Lali fue incorporando riesgos a su recorrido profesional. En esta oportunidad se trata de Acusada. En la película de Gonzalo Tobal, la actriz y cantante se pone en la piel de una joven juzgada por matar a una amiga. Con un rol dramático cargado de incertidumbres y sombras, muestra sus vínculos familiares y sociales mientras se desarrolla el juicio del que depende su futuro.
"Encarnar a una chica de 20 años acusada de una cosa semejante, entender ese nivel de profundidad emocional y de lugar oscuro, es algo muy alejado, por suerte, a lo que uno puede saber o sentir", dice Espósito, que para componer a su personaje trabajó con psicólogos, criminalistas y fiscales.
"Lo mejor que tiene esta película es que cuando la gente va al cine piensa que verán un caso judicial, y la peli te abre una cantidad de historias diversas, más allá del juicio, que es justamente hablar de cómo funciona la Justicia y los medios en este tipo de casos", adelanta sobre el film que se estrena el 13 de septiembre, y donde también se puede cuestionar hasta dónde los padres están dispuestos a llegar por un hijo.
—En la película no te preguntan si sos inocente. Vos, en la vida en general, ¿querés saber y preguntás, o hay cosas que preferís no saber?
—Yo pregunto todo. A mí me gusta saber.
—A veces uno pregunta y después no puede manejar las respuestas.
—Sí, al hacer una pregunta hay que someterse a la respuesta: ese siempre es el dilema. Soy una persona que le gusta saber todo lo que está pasando, te diría hasta medio de más, como el control de las situaciones y de lo que está sucediendo. Este es un caso muy extremo.
—¿Tenés algún día libre?
—No, no (risas). No suelo tener días libres. Hay días más tranquilos, días más tremendos. Pero bueno…
—¿Y te hace feliz?
—Sí. Sino, no lo podría llevar. Es tan abrumador que no lo podría llevar a cabo si no me gustara.
—Hoy trabajás con distintos equipos, pero en algún momento era más tu familia la que manejaba tu carrera.
—Yo era más chica.
—Hubo un crecimiento en todo: en el perfil, en los temas que hablás públicamente, en la elección de los trabajos.
—Es consecuente a mi edad. Uno no es el mismo a los 18 años que a los 26 que tengo ahora. Naturalmente crecés, cambiás; uno evoluciona. Al principio necesitás de esa contención familiar, que sin embargo creo que uno la necesita siempre. Hoy para mí es un bálsamo en determinadas situaciones tener a mi vieja al lado, o a mi hermana, o a gente de esa confianza.
—Siguen estando, no hubo una pelea ahí.
—¡No, me muero antes! No, no. Creo que uno toma decisiones profesionales y estás obligado, gracias a Dios, porque te va bien, a armarte estructuras de trabajo. Pero lo primordial es la familia. Yo estoy estresada o hago muchas cosas, y veo a mi viejo, y hay una cosa de qué bueno que me vienen a ver, que me acompañan, que están pendientes de mi estado anímico y emocional, que es lo más importante, que esté bien.
—Hablaste públicamente de feminismo y de aborto. ¿Te trajo algún problema?
—Yo no lo considero un problema lo que trajo. Trajo lo que traen los temas socialmente importantes, grandes y fuertes: que dividen. Si bien considero que la calle y el pueblo habló hacia el lado de que obviamente el aborto tiene que ser legal, el Senado no vio eso, o vio otra cosa.
—Ya llegará.
—Sí. Ese resultado no es más que demostrar lo atrasados que estamos en un montón de cuestiones. Pero también hay que mantener la calma, más allá de que nos duela, y esperar a que esto realmente sea ley, porque será ley.
—¿Nadie te pidió que no te metieras o te sugirió que era mejor no involucrarte?
—Sí, sí. Hay comentarios de ese estilo.
—¿Gente que trabaja con vos o seguidores?
—La gente que trabaja conmigo, al contrario, conoce mi manera de pensar, conoce cómo soy, conoce que si yo decido hacer pública una opinión que tiene que ver con mi ser social y no mi ser solo profesional, es porque considero fuertemente eso que pienso, y tengo ganas de decirlo. Y la gente que me conoce apoya eso porque me conoce y sabe cómo soy justamente. Pero sí, sucede. Hay algo muy flúo para mí que es esta cuestión de la chicana y la crítica infundada a que vos estés expresando algo que pensás. Yo no le escribo a alguien que pensaba algo distinto a mí una mala palabra o lo bardeo, o le digo: "Lo que vos pensás es una estupidez". Yo expongo mi parecer porque tengo el derecho de exponer mi parecer; sacá a Lali: como ciudadana, como persona que vive en este país y que elige vivir en este país. No me asusta toda esa chicana y esa falta de respeto que vino de gente que pensaba otra cosa porque considero que la falta de respeto, a partir de que tu manera de dirigirte a otro, es la falta de respeto, y ya no te puedo escuchar nada de lo que me expliques ni me digas. Ahí se termina. Para mí no tiene ningún tipo de incidencia la violencia. Porque es violencia. A través de una red social o lo que sea se es violento cuando el otro piensa distinto, y eso ya de por sí perdés mi interés en el segundo en que te leí.
—En el último tiempo muchas actrices, artistas, han subido fotos sin Photoshop. Reciben comentarios horribles y se convierte en tema que una mujer tenga o no tenga celulitis.
—Sí, trato de mirar el medio vaso lleno: me alegra ver que estemos hablando de esto. No sé si antes esto se decía en televisión. Antes los sketches y las cosas que uno veía y que nos parecían normales, eran con la mujer en otro lugar. No está ni mal ni bien, era lo que era en ese momento. Más allá de que exista la violencia en redes y todavía la mujer no consiga cosas que ya deberíamos ir consiguiendo, qué bueno que lo estemos hablando, qué bueno fue el debate sobre la legalización del aborto, qué bueno que nos hayamos puesto al hombro todas esta situación y haber visto esa ola verde esperando que esta ley salga, y luchando por eso. Qué bueno fue ver gente con llegada al público, popular, actrices, músicos o gente que tiene la suerte de estar frente a una cámara para dar su opinión defendiendo eso desde un lugar de educación. Cuán importante me parece a mí decir esto porque mi vieja siempre me dijo de chica: "Vos podés decir lo que sea. Vos le podés decir lo que sea al presidente, no te sientas nunca menos que alguien, pero siempre con respeto, porque ahí se hace más válido tu comentario y tu opinión". Entonces cuán flúo se me hizo la gente que pudo defender algo con educación y que no lo defendió con educación, y que tuvo que acudir a la chicana y a la cosa fácil y al bardeo. Cuanto han bardeado a chicas jóvenes que iban con el pañuelo verde en la calle. ¿Con qué derecho? Al contrario, cuán emocionante era ver gente joven comprendiendo, escuchando, viendo. Yo a los 13 años no tuve esa posibilidad; la tengo ahora, a los 26. Sigo siendo joven, pero qué bueno que alguien de 13 años pueda comprender lo que está pasando y busque esos derechos. Hay que apoyar a esos chicos, no hay que chicanearlos.
—¿Con el lenguaje inclusivo cómo te llevas?
—Me cuesta. De hecho tengo amigas que lo utilizan y yo me quedo medio arafue. Pero me parece que es parte de esta lucha, de esta búsqueda de igualdad en un montón de aspectos. Y todo esto que está pasando es una gran ola de grito, de comunicación, de decir: "Esto es lo que está pasando en el mundo chicos, despierten, vean". Y me parece espectacular.
—¿Llevan dos años de novios con Santiago Mocorrea? Quiero que nos cuentes todo.
—No sé qué es todo, no es tan interesante. Para mí es lo mejor, pero bueno, no sé.
—¿Están viviendo juntos?
—Es como que sí, ¿no? Uno va y viene, él trabaja mucho; trabaja, viaja mucho.
—Es tu primer novio de afuera del medio.
—Sí. Hay algo de lo que aprendo: vos te sentás a comer y así como yo le cuento mi día, él me cuenta su día, y tenemos actividades súper diversas y ahí está lo interesante, aprender del otro, otras cosas.
—¿Y te sigue encantando después de dos años?
—Más que hace dos años. Y cada vez más. Me abruma un poco, como no sé dónde va a terminar este amor (risas).
—¿Te ves Susanita en algún momento?
—Giménez.
—Te ves más Susana Giménez que Susanita de Mafalda.
—Sí, sí, sí. Si yo me remito a mi infancia, nunca jugué a la novia, ni a casarme: jugaba a otras cosas. No está en mis deseos primarios casarme y tener hijos, me importan otras cosas. Me importa compartir con alguien interesante, me importa más formar una casa y sí, obvio, tener hijos, antes que el hecho en sí de casarse. Me parece hermoso y yo voy a los casamientos y lloro y me emociono, y me parece re lindo, pero capaz en mí no es algo primordial.
—Tu casamiento nos emociona más a nosotros, a los periodistas, que a vos.
—Puede ser. A mi vieja más que a mí, mirá.
—Decías que tu mamá te dijo en algún momento que podías preguntar a quien quisieras con respeto lo que quisieras, inclusive al Presidente. ¿Qué le preguntarías o le dirías hoy?
—Tengo una opinión que lejos de importarme bien cómo va a caer, considero que, obviamente, vivimos en este país y las cosas no están bien. Hay cosas que han sido errores garrafales de este Gobierno, ni hablar del anterior, como también sus aciertos. Esto sucede muy seguido acá: estamos muy acostumbrados al quilombo. Nunca estamos ni en paz ni bien. Es la historia argentina. Pero yo soy muy calma con las cosas, veo a veces que se piden cosas inmediatas y desde un lugar tan jodido a nivel violencia y todo. No sé cómo será estar en los zapatos de esta gente. Que tendrá sus mierdas, sus errores, podemos criticar, pedir que mejoren, pero hay algo de crítica porque sí, y eso no tira para adelante, eso nos estanca siempre en nuestra misma historia, y no está bueno. Si le tuviera que decir algo es: "Vamos hermano, dale, te dimos el poder, te dimos el mando, hagan lo que tienen que hacer". Realmente sé que no es fácil, por eso lo diría desde un lugar de respeto, porque hay que estar en ese lugar. No me quiero ni imaginar lo que será. Pero si te pusiste en ese lugar y se te votó, el título sería: "Dale, hermano".
—¿Y a vos misma, cuando empezaste, qué te dirías en una charla imaginaria?
—Me agradecería si me tuviera enfrente la buena inconsciencia que tuve de más chica. Yo crecí en Parque Patricios, barrio barrio, en una familia donde se tenía lo que se podía con mucho esfuerzo, y cuando no se tenía algo no se tenía, y así era, y uno era feliz igual.
—Clase media.
—Sí, sí. De verdad, con mucho esfuerzo y muchas idas y vueltas. Este es un país donde una la pasa bien, la pasa mal, la pasa bien, la pasa mal. Y yo crecí en ese lugar donde lo más natural es creer que vos no vas a llegar a nada, o a poco, a lo que puedas. Para mí es interesante ver cómo a veces inconscientemente los padres de niños con talentos o con deseos, cuando es muy obvio que tienen cierta inclinación, a veces inconscientemente se los baja, porque el padre tiene miedo de que esa ilusión lo destruya o lo frustre, porque eso es para otros. El éxito es para otros, el dinero es para otros. Todo este mensaje que se nos da a los que no tenemos tantas posibilidades en nuestra primera infancia. Recuerdo que nunca sentí que eso era real. Pienso en esa niña y le digo: "Qué bueno que nunca te comiste esa de que el cumplir el sueño es para otros y que vos tenés que hacer lo que puedas, y ahí va a terminar tu vida". No sé a qué atribuírselo bien. Creo que uno nace con ese ímpetu. Si me tuviera enfrente, me diría eso.
MIRÁ LA ENTREVISTA COMPLETA: