Fue una mañana de sol. Desde la cama se veía entrar la luz y el movimiento de las copas de los árboles. La naturaleza, al otro lado de la Avenida Libertador, fue lo último que vio, a través del ventanal enorme del cuarto de su madre. Giró su cuerpo hacia un costado y se durmió para siempre. Tenía 51 años.
Nació el 20 de agosto de 1948, rodeado de actores y sets de filmación. Su madre, Mirtha Legrand, era entonces una estrella del cine, no de la televisión. Eran años de trabajo para la diva: entre 1940 y 1956, hubo un solo año en que no estrenó un filme (1953). Fueron 29 películas en 16 años. No era extraño, entonces, que su llegada se anunciara en el trabajo: durante la filmación de El retrato, en 1947, tras desmayarse.
Lo bautizaron como a su padre: Daniel Tinayre. Los dos hombres que Mirtha más quiso en su vida, bajo ese mismo nombre. "¡Recordaremos siempre su sonrisa y su calidad humana! ¡Te queremos, Dany adorado!", dice el homenaje que publicó hoy su madre en el diario La Nación, para recordarlo.
Murió en 1999 tras meses de luchar contra un cáncer de páncreas. Hubiera cumplido hoy 70 años. Poco era lo que se sabía de su vida privada. Trabajaba en un veterinaria en la calle Thames, en el barrio de Palermo. Era un de sonrisa contagiosa. Un tipo pintón con una vida reservada.
Le gustaba la literatura. Fantaseaba con escribir guiones. No quería sin embargo aparecer en la prensa ni seguir los pasos de su madre. "Él tiene pasión por su padre. Por mí también, pero por su padre mucho más. Mis hijos han tenido más libertad para hablar temas íntimos con su padre que conmigo. Yo soy una puritana, qué le voy a hacer. En una época se llevaban muy mal y yo sufrí mucho por eso. Pero creo que los hijos, al ver que sus padres envejecen, se van acercando", contaba Mirtha a la Revista Gente en 1972.
En la misma entrevista confesaba uno de los reclamos de sus hijos: "Nos hubiera gustado que estuvieras más con nosotros". Fue una de las grandes lecciones que aprendió con los años. "Yo no volvería a hacer esta vida si volviera a nacer. Después de que me faltó mi hijo, me quedaría con ellos", dijo hace poco en su programa.
Se unieron ya sin reproches tras la muerte de Daniel Tinayre padre, en 1994. Fue Daniel hijo una de las personas que más apoyó a su madre, acompañándola en cada acto, trámite o estación del duelo. Fue un tiempo de reflexión para los dos.
"Lo acepté, pero nunca lo hablé con él. Tampoco lo hablé con mi marido. Mi hijo fue una persona muy discreta, encantadora, un chico adorable", contó en una entrevista a Caras sobre la vida privada de su hijo.
Fue el mismo Daniel quien le contó a su madre de su enfermedad, un día antes del cumpleaños de la diva, que suspendió los festejos. "Desde que Daniel se enfermó, la señora solamente atiende el teléfono para hablar con su hermana Silvia, con su hija Marcela o con el productor Carlos Rottemberg", contó en su momento Elba, una de sus empleadas históricas.
Luego de internarse un tiempo en la Clínica del Sol, Mirtha lo recibió en su casa, le cedió su habitación y la acondicionó para que estuviera cómodo. Ahí estaba el ventanal y la cama, donde Mirtha pasaba horas acompañándolo, haciéndole masajes para aliviar su dolor o simplemente conversando.
"Era la persona más buena que conocí en mi vida, la más bondadosa. Falleció en mi casa. Yo le leía libros cuando estaba en la cama, me ponía una bata y me ponía al lado de él y le leía, y él me miraba… Recuerdo el momento que murió, me decía que quería ver el sol, la calle, los árboles, estaba frente a un ventanal enorme y dio vuelta la cabeza y se durmió", le contó a Mariana Fabbiani en marzo de este año.
Es una entrevista extrañamente conmovedora, un momento de luz en plena tarde, en horarios en que la televisión no suele detenerse. "La risa de Dani no la olvidaré jamás", dijo entonces, casi llorando. Y también: "A veces voy por la calle y veo a alguien que se parece y lo sigo con la mirada". Y después: "Estoy en mi casa y pienso: por esa puerta no va a entrar mi hijo…".
Murió alrededor de las 11 de la mañana del 20 de abril de 1999 en el departamento de la Avenida Libertador. Cada vez que Mirtha escucha algo en relación a él, llora de emoción. Le empezó a pasar desde que perdió a su marido: "Desde su partida me puse más melancólica. Lloro más seguido", le contó a Susana Giménez en su programa en el 2007. "¿Otro amor? No. Eso se acabó para mí", dijo también.
Nunca de todas formas contará todo lo que siente, el amor y el dolor a veces también se callan. "Hay misterios en todas las familias que hay que saber guardarlos", dijo cuando Luis Ventura consiguió una carta íntima escrita por su hijo. Si bien el periodista no le dio el original de esa carta, ella se ocupó de aclarar que no había nada malo en ella, pero quiso resguardar su memoria.
Así lo hace cada año, cuando llega el aniversario de su nacimiento y lo recuerda. Y cuando habla de él: "Mi hijo fue un ser encantador, un hombre de luz. Extraño su risa, sus carcajadas… ¡era tan gracioso!". Y en cada misa que pide en su honor. "Mi hijo siempre tendrá todo mi amor y mi emocionado recuerdo. Yo sé que Danielito está en el cielo, porque era un ángel", dijo tras la última ceremonia en la basílica San Antonio de Padua.
"Yo les hacía entender que gracias al trabajo de sus padres tenían un buen bienestar económico, un buen colegio, un buen estándar de vida, pero bueno… el amor es el amor", dijo Mirtha en aquella entrevista con Gente en 1972. Era algo que les quiso hacer entender a ellos y que terminó aprendiendo ella. Nunca más se separó de su familia, que siguió creciendo -y seguirá- siempre con el recuerdo de aquella risa luminosa de Daniel.
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