"Fui adulto desde los 11 años", afirma Arnaldo André remontándose a su infancia en Paraguay, cuando se hizo cargo de su mamá y sus hermanas al morir su padre. "Fue como un mandato. Creo que Dios me dijo: 'Vos vas a llegar a la Tierra y vas a trabajar, te vamos a dar la posibilidad de que progreses y vas a estar siempre pendiente de tu familia'", cuenta, sin ningún tipo de peso ni queja sobre el vínculo que hasta el día de hoy mantiene con sus hermanas y sobrinos, en quienes pudo realizar el ejercicio de paternar sin haber sido él mismo papá biológico.
Soltero y sin apuro, el protagonista de la obra Mentiras inteligentes distingue la pareja de la conquista. "La seducción mía es nata: me encanta seducir, me encanta hacer un chistecito, una broma", dice, y revela la frase que más ha usado en ese juego: "Me encantan tus ojos, qué linda mirada tenés", con la visión clavada, como el galán de telenovela que es.
Con los años y el éxito, Arnaldo aprendió a disfrutar el momento sin preocuparse sobre qué le deparará la inestabilidad profesional. Hoy está totalmente dedicado al teatro junto a Mariano Marinez, Betiana Blum y Flrencia Torrente, mientras continua con las presentaciones de su libro autobiográfico Por lo que usted y yo sabemos.
—Al sentarte a pensar y a escribir el libro inevitablemente uno debe hacer un balance.
—Sí. Y da muy positivo. Con algunas cosas que de pronto uno piensa y se culpa. En mi historia, mi deuda siempre es con el cine: más que una carrera en televisión yo quería hacer una carrera en cine. Y por una rebeldía, un renunciamiento, se rompió un contrato para hacer tres películas, que hubieran sido un trampolín para que pudiera ingresar al mundo del cine y luego llegar al plano internacional. Renuncié a eso, y la televisión empieza a abrirse para mí. Cuando quería hacer pausas no podía porque ya venía el contrato siguiente para la siguiente telenovela, gracias a que funcionaban.
—¿Hay alguna que tenga un lugar especial, o algún personaje que te haya quedado en el corazón?
—Por obvias razones Piel naranja, la novela de Alberto Migré. Por primera vez protagonizaba un paraguayo que se abre camino en la gran ciudad, viene con su familia; alguna que otra connotación también con mi vida. Era un personaje romántico que se enamora del amor equivocado. Y alguna que otra cosa folclórica relacionada con mi país. Fue un éxito enorme, enorme, enorme.
—Hablaste de los orígenes, y siendo muy chiquito te tocó hacerte cargo de tu familia. ¿Cómo lo recordás?
—No recuerdo una infancia triste. Si bien yo nací en Paraguay, de chico nos vinimos a la Argentina. Hice la escuela primaria en la Escuela 31 de Bernal Oeste. Creo que ahí nació, como todo chico, para mí se estaba gestando la profesión porque me encantaba jugar e interpretar personajes. Cuando de pronto mi familia decide volverse otra vez al Paraguay, nos instalamos en un pueblo, San Bernardino. Yo no estaba muy convencido de volverme al Paraguay.
—¿Qué edad tenías cuando volvieron?
—9 años. Me quedé siempre pegado con la Argentina. Luego sucede lo trágico: fallece mi papá cuando tenía 11 años y ahí hubo que hacerse cargo de la familia. Empecé a trabajar en San Bernardino como cartero, luego nos trasladamos a Asunción. Yo estaba convencido de que quería ser actor, me puse a estudiar radio y empecé a trabajar como locutor, e inclusive como actor de radioteatro. Estaba trabajando muy bien: a los 16 años estaba en tres radios, hacía tres turnos, la mañana, el mediodía y la noche. Y la tarde la tenía para mí, para estudiar y para ir el cine.
—¿Cuántos hermanos eran?
—Cuatro. Pero como eran mujeres no había posibilidades de trabajo allá para ellas, entonces empecé a trabajar yo.
—En ese momento tan chiquito te tenés que hacer cargo de mantener esa familia.
—Así es. Y eso me duró mentalmente hasta hoy, que si bien no me necesitan económicamente, sí estoy pendiente. Nací para eso, evidentemente.
—Uno a veces puede paternar sin haber tenido un hijo. Ahí hubo un ejercicio de la paternidad tuyo.
—Totalmente. Desde siempre hasta el día de hoy mi preocupación y mi mente están dirigidas en mis hermanas y mis sobrinos. Fue como un mandato. Creo que Dios me dijo: "Vos vas a llegar a la Tierra y vas a trabajar, te vamos a dar la posibilidad de que progreses y vas a estar siempre pendiente de tu familia". Lo hago sin ningún tipo de peso, es una cosa natural.
—Hasta que muere tu papá, ¿era una familia de clase media, muy humilde? ¿Tu papá trabajaba?
—Mi papá era sastre. Con poco trabajo, cuando él se va, no nos pudo dejar nada, salvo su máquina de coser, sus dos planchas a carbón y su mesada enorme donde cortaba las telas. Ahí fue cuando empezamos de nuevo y hay que empezar a trabajar, y yo era el que me encargaba de eso. Yo sabía que mamá tenía que vivir como una reina, que nunca le debía faltar nada. Cuando me vine para la Argentina la convencí, le dije: "Yo voy a ir a Argentina, voy a trabajar y al año ustedes van a estar todos conmigo". Así fue.
—¿A qué edad venís para acá?
—A los 17 recién cumpliditos. A los 18 ya estaban todos los míos en Buenos Aires. Fui adulto desde los 11 años, así sucedieron las cosas.
—¿Te pudiste despedir de tu papá?
—No. Era el 8 de diciembre, hacía mucho calor en San Bernardino, él empieza a tener unos ronquidos raros, raros, raros, se acostó y empezó a temblar. Mi mamá me dice que me acueste al lado de él para darle calor con mi cuerpo. Así lo hice. Pero esos ronquidos fueron avanzando y entonces ya mi mamá dice: "Vayan a buscar al médico". Salimos corriendo, había que hacer unas 10 cuadras, avisamos. Al rato viene el médico. Cuando llegó ya había fallecido. Tuvo un infarto ahí.
—Que orgulloso debe haber estado después, con cómo sacaste esa familia adelante.
—Supongo que sí.
—En el libro contás una situación muy importante de acoso de una fan.
—Sí, fueron cuatro años.
—Hacés la denuncia en la comisaría y se te ríen: "La tenés muerta", y este tipo de frases. Hay una cosa machista tremenda en eso.
—Sí, una ley que no te permite defenderte: ""Mientras no te agreda físicamente no podemos tomar una denuncia". Y no había agresión física, era otro tipo de agresión: con presencias, con meterse con mi familia y demás. Fue muy feo. Cuando todo esto avanzaba, avanzaba, recibí la primera propuesta para salir del país e ir a trabajar a Venezuela. Y ahí prácticamente se terminó todo esto.
—Viviste en Venezuela y trabajaste ahí, ¿cómo estás viendo Venezuela hoy?
—Sufro mucho por Venezuela. Yo soy una persona muy creyente, creo en Dios y rezo todas las noches, pido por mi familia, por la salud de mi familia. Y entre mis rezos pido por el país, por la Argentina, donde vivimos, y entre mis pedidos está Venezuela, pido por la paz y la libertad. Me da pena que haya tanta gente que esté sufriendo, que están padeciendo hambre, que no tienen medicinas.
—Te recibieron muy bien cuando trabajaste allá.
—Y hoy con mucho cariño me encuentro con una cantidad enorme de venezolanos que están trabajando (en Argentina), escucho su tono e inmediatamente empiezo a hablar como ellos y les hago preguntas, les hago chistes. En la época que yo fui a trabajar allá los primeros años había muchos argentinos que se habían ido de acá porque no tenían posibilidades, o era la época de la Dictadura, había muchos argentinos viviendo allá. Ahora se dio vuelta la cosa y por eso no me molesta en absoluto que los venezolanos estén aquí trabajando, porque ellos nos abrieron sus puertas y yo creo que la Argentina también debe ser justa y permitir que vengan los extranjeros a trabajar acá. En Paraguay hay muchos argentinos en este momento trabajando. Gracias a Dios Paraguay está en un estado de progreso interesante, hay trabajo, la gente puede vivir, y hay muchos argentinos que están yendo para allá.
—¿Y a nosotros cómo nos estás viendo? Recién decías que rezás por Argentina también.
—Soy una persona que siempre ha tenido fe en quienes nos gobiernan y entonces le doy un crédito. Creo que los que nos gobiernan están intentando hacer lo mejor. Me cuesta mucho pensar que quieran destruir un país y a sus propios compatriotas. Creo que están haciendo lo mejor y tengo la esperanza de que la cosa se dé vuelta y podamos salir de la tan mentada crisis, que siempre nos ha rodeado, siempre. Que se haga justicia también, porque hay tantas cosas, tanta injusticia. Uno ve en la televisión todos los días gente que ha robado, es hora de que se haga justicia y que ese dinero que se ha robado vuelva otra vez y sea de utilidad para la gente que más lo necesita.
—Con los escándalos de corrupción que vivimos ¿no te parece que la realidad supera a la ficción? Digo, si a vos te lo muestran en una película, lo que en su momento fue José López con los bolsos o el chófer que en unos cuadernitos hizo una bitacora de cómo juntaban el dinero de las coimas, ¿lo creés? ¿Te parece verosímil en una película?
—Pensaría que es muy original el que escribió. Lo doloroso es que cada vez que nos enteramos de todos estos actos de corrupción, de pronto uno se pone a pensar y a decir: "¿Y? ¿Y ahora qué? ¿Pasará algo? ¿La Justicia hará algo? ¿La Justicia será siempre tan lenta?". Eso me indigna mucho.
—¿Hay algún político de la actualidad, de los últimos años, que te parezca un personaje interesante? Más allá de la ideología de cada uno, para llevar al cine.
—Me encantaría hacer a Maduro.
—Más que a Chávez, a Maduro.
—Bueno, Chávez también. Pero de Chávez todavía no sabíamos todo; lo de Maduro está ahí, palpable. Entonces cuando lo veo en televisión a este hombre, está convencido de lo que dice, cómo miente o qué ceguera tiene. Personajes así me gustaría hacer.
—¿Te hubiera gustado ser papá?
—Hubo una época que sí. Hoy por ejemplo miro a los padres con los cochecitos y sí, me hubiera gustado, seguramente. Pero para mí ya son cosas del pasado. Hoy soy tan vago, tan vago, que me quiero ocupar nada más que de mi trabajo y punto. Pero sí, hubiera sido hermoso, seguramente.
—¿Para estar en pareja sos vago también?
—He estado en pareja pero ya no, entonces…
—Es un trabajo también estar en pareja, uno tiene que ceder en un montón de cosas.
—Sí, sí, sí. Yo, que soy obsesivo. Ayer tomaba un café con un amigo y le contaba: "Hasta podría decirte que estoy asexuado. No significa muerto sexualmente, porque desayuné a las 11, en este momento no tengo ganas de comer nada, pero si pasa alguien con un plato de un bife de chorizo y papas fritas, ¿querés un poco? Si se presenta la oportunidad y con ese sabor, lo haría. Pero no tengo ganas de comer en este momento".
—No estás en un plan de seducción constante.
—La seducción mía es nata, me encanta seducir, me encanta hacer un chistecito, una broma.
—Arnaldo, si vas a seducir, después comete el bife de chorizo. Hay una contradicción.
—(Risas) Hay una contradicción, tenés razón, lo voy a pensar (risas).
—¿Cuál fue la frase con la que más ganaste? Los trucos de Arnaldo André para el levante.
—Con la que más he ganado: "Me encantan tus ojos, qué linda mirada tenés".
—Y muere.
—Porque aparte clavo ojos. Ese juego me encanta, porque generalmente venzo siempre.
—Con tanta telenovela te sobra experiencia.
—Y, sí. Imaginate, había que seguir el ritmo, los acordes de la música, entonces venía el corte comercial y entonces yo te decía la frase: "Serás mía o de nadie más". Estoy inventando. Nos miramos, y entonces el director ya en los ensayos te pide que sostengas la mirada porque el corte no viene todavía, mirás, mirás, mirás, mirás, ya no sabés qué estás mirando y qué hacer. Experiencia, tenemos.
—Y sostenés la mirada tal vez pensando en la lista del supermercado que tenés que comprar cuando salís de ahí.
—Sí. "Ahora voy a ir a comer, me traerán la comida al camarín" (risas).
—Una frase tuya que me sorprendió en una nota decía: "Yo no disfrutaba de mis éxitos porque me preocupaba el mañana".
—Yo tenía ya el éxito de hoy. Entonces pensaba: "¿Y ahora? ¿Esto se para acá? ¿Termina acá? ¿Vendrá otro éxito? ¿Y cómo hago? ¿Elegiré bien? ¿Me conviene quedarme en este país, me conviene irme?". Constantemente mi cabeza daba vueltas, vueltas, y no lo disfrutaba para nada.
—¿Lo pudiste resolver? ¿hoy ya sí lo disfrutas?
—¿Sabés cuándo lo resolví? Cuando me di cuenta hace 10 años que había obtenido un montón de cosas y que me tenía que relajar. Si me llamás para trabajar, me llamás; si no me llamás, no me llamás. Ahora por ejemplo disfruto mucho con el estreno, esperando que ese público vaya al Teatro Astros a vernos. Ahí tengo una emoción enorme y estoy en esto. Si vos me decís el año que viene qué, no sé. No me importa.
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