Adrián Caetano, creador de "El Marginal" y "Tumberos": "En esta tierra de hombres prevalece el menos humano"

Aceptó el desafío propuesto por Sebastián Ortega desde un principio: narrar historias que sucedieran en la cárcel. Ya lo había hecho en 2002 con "Tumberos", en Telefe. Pero ahora es muy distinto, y no solo porque la exitosa ficción se emite por la TV Pública. Este director uruguayo acerca sus razones en esta entrevista con Teleshow

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Adrián Caetano (Facebook)
Adrián Caetano (Facebook)

En principio, uno puede identificar dos hombres detrás de El MarginalSebastián Ortega, que tuvo la idea de volver a hacer algo en una cárcel, y Adrián Caetano, que se subió al barco en la primera hora. Juntos crearon la ficción que ya ganó un Martín Fierro de Oro, y ahora va por su segunda temporada.

Aunque nació en Uruguay, más precisamente en Montevideo, en 1969, pocos han representado la realidad argentina actual (de los últimos 20 años, vale decir) con la crudeza y lucidez con que lo hizo y hace Israel Adrián Caetano. Primero en el cine con Pizza, Birra, Faso (1998), Bolivia (2001) y Un Oso Rojo (2002), por nombrar algunas películas.

Los hermanos Borges (Nico Furtado y Claudio Rissi), “El Marginal”
Los hermanos Borges (Nico Furtado y Claudio Rissi), “El Marginal”
 

Después en la pantalla chica, cuando en el 2002 debutó con una serie que quedaría en la historia de la televisión argentina: Tumberos. En ella los protagonistas también eran reclusos de una cárcel que, más que venganza, buscaban libertad, si es que tal cosa era posible. "Pensá. Pensá y salís", decía el personaje de Alejandro Urdapilleta, una de las frases emblemáticas de aquella ficción.

"Si comparás El Marginal con Tumberos te darás cuenta de que dentro de las cárceles nada ha cambiado", le dice Caetano a Teleshow, contento de haber dirigido los primeros dos capítulos la nueva temporada y pasarle la posta a Alejandro Ciancio, quien estuvo al frente desde el tercer episodio de El Marginal 2 hasta el final.

Sebastián Ortega y Adrián Caetano, antes de grabar una escena de “El Marginal”
Sebastián Ortega y Adrián Caetano, antes de grabar una escena de “El Marginal”

—¿Cómo es la experiencia de dirigir dos capítulos y luego dejárselos a otros director? ¿No sos apegado a tu obra, en ese sentido?

—Para nada. Ser creador de algo no necesita la tutela constante. El Marginal es un hijo de lo colectivo, amén de que la idea original de volver a hacer algo a la cárcel haya sido de Sebastián Ortega. Pensar que El Marginal es obra de una sola persona es un poco naif, y lo de apego o no apego es una pregunta tendenciosa. Mi obra en El Marginal estuvo en el génesis, junto a Guillermo Salmerón en los guiones de la primera temporada. Por razones personales no pude dirigir esa temporada y me habían quedado las ganas, así que aproveché estos dos capítulos para despuntar el vicio y también seguir intentando despegarme de un paisaje que me resulta ya un poco tedioso. Pero El Marginal va a seguir porque, repito, es un trabajo que se construyó en equipo.

—Gerardo Romano dijo hace unos días que El Marginal es la justa realidad que la gente puede bancarse ver. ¿Creés que el público prefiere ver ficciones que lo enfrenten a lo que está pasando en la realidad, o no?

El público es cada vez más fácil de dominar, se ve eso desde los medios de comunicación. Yo creo que hay una curiosidad hacia lo desconocido. Y El Marginal no es solo la realidad carcelaria, sería muy ignorante circunscribirla solo a eso. El Marginal es un universo propio, con sus códigos y sus guiones. Por ende es una ficción basada en hechos que uno ha leído o escuchado. Los gustos del público son impredecibles. El otro día me crucé con alguien, una chica, fanática de El Marginal y también de la serie de Luis Miguel.

—¿Creés que El Marginal captura algo de la época? ¿De la situación de nuestro país?

—Si comparás El Marginal con Tumberos te darás cuenta de que dentro de las cárceles nada ha cambiado. Hay una sociedad cuasi fascista que está empeñada en que la cárcel sea un lugar de castigo y humillación, y no un lugar de reforma o de contención. Mientras haya una sociedad que piensa así, vamos a tener este tipo de cárceles.

—¿Pelear es hacerse hombre? En una entrevista contaste que de chico tuviste que defenderte para sentirte seguro y me pregunto eso: ¿cómo se hace hombre uno?

—Ser hombre no pasa por pelear, o al menos no por pelearse físicamente para medirse con otro. Hoy todo ha cambiado: ese concepto es primitivo y antiguo. Hoy ser hombre es respetar a una mujer; hace un tiempo atrás, ser hombre era burlarse de las mujeres. Lo mismo se aplica a las peleas. Creo en luchar por lo que uno quiere y piensa, si eso implica darse trompadas con otra persona es porque no se ha pensado un camino mejor para lograr lo propio.

Hay una sociedad cuasi fascista que está empeñada en que la cárcel sea un lugar de castigo y humillación, y no un lugar de reforma o de contención

—Los personajes El Marginal sí parecen ser son todas personas en busca de hacerse hombres por medio de la violencia.

—Son tratados como animales, por ende lo primitivo prevalece. Y en esta tierra de hombres prevalece el más cruel, el más vivo, el menos humano. Un poco como la sociedad se nos presenta hoy día. El mundo, bah.

—Cuando hiciste Tumberos de pronto la cárcel para muchos se revistió de poética. ¿Cómo ves el diálogo entre estas dos ficciones tuyas?

Tumberos era otra cosa y en otro momento de la vida donde la tele no era competencia del cine. Tumberos era riesgo puro y constante, la violencia era el marco y la cárcel funcionaba más como un manicomio. Son dos ficciones totalmente diferentes y El Marginal tiene hoy otra estructura: hay un guionista detrás, hay una contemplación hacia el público. En Tumberos reinaba el caos. Y eso era lo mejor que tenía.

—¿Te hubiera gustado tener hoy a un Urdapilleta para meter en el San Onofre?

—Cómo extraño a ese actor. Y mi admiración es plena. No puede haber otro personaje como el que encarnó Urdapilleta. En El Marginal parece no haber lugar para eso, para un hombre que busca la libertad.

—¿Qué representa para vos la cárcel, como universo ficcional?

—Una metáfora, el patio trasero de una sociedad, lo que no se quiere ver se encierra, se lo condena. Hay gente que lo hace con sus propios hijos, ¿por qué no hacerlo con el prójimo?

—¿Cuándo surge la idea de que la segunda temporada sea una precuela? ¿Desde el principio o posterior al éxito de El Marginal 1?

—Eso fue una idea de Sebastián eso. Recuerdo que con Tumberos tuvo la misma idea y yo otra, eso fue una pena porque Tumberos se perdió de una segunda temporada. Pero tal vez es mejor que así haya sido, para representar lo que hoy representa: una referencia inevitable cuando alguien aborda desde la ficción o el documental el tema carcelario.

—¿Es estimulante trabajar en un éxito, o como artista te parece más productivo o creativo trabajar en la marginalidad del éxito?

—No lo sé. Ya tengo bastante obra encima. Lo mejor es pasar inadvertido, incluso como director.

—¿Se puede adelantar algo de lo que viene en El Marginal 2 en los próximos capítulos?

—¡No!

Por Lucas Garabento

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